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A las diez de la noche del lunes 25 de noviembre, en Bogotá, falleció Dilan Cruz, un joven de 18 años. Su muerte era el resultado de la metralla del armamento irregular del ESMAD (Escuadrón Móvil Anti-disturbios). La noticia del criminal ataque se esparció por las redes y el estado de salud de Dilan se convirtió en motivo de interés para millones de jóvenes y trabajadores. Dilan luchaba por una mejor educación. En medio de la manifestación, intentó retirar una granada lacrimógena de los antidisturbios y uno de ellos respondió disparándole una “recalzada”. Casi quince años atrás, a pocas cuadras del lugar, la criminalidad del ESMAD había dejado en coma al niño Nicolás Neira: fue su primera víctima mortal.

Estas líneas se escriben a las 11:30 p.m. del viernes en Bogotá, bajo un toque de queda que no se vivía desde 1977. Se diría una noche silenciosa si uno se fija en que se puede escuchar toser al vecino del edificio de enfrente, pero segundos más tarde, se oye el helicóptero que vigila el sector desde la mañana del 21 de noviembre, fecha en la que los trabajadores de Colombia decidieron parar, desesperados por el “paquetazo” de medidas anunciados por el Iván Duque. Una desesperación quizá comparable al miedo que invade al presidente y a su jefe: el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Hay que retroceder en la historia hasta los últimos días de gobierno de Goni para encontrar un antecedente a la masacre de Sacaba en la que perdieron la vida 9 cocaleros en enfrentamientos con las fuerzas conjuntas de policía y Fuerzas Armadas (FFAA). Sin embargo, los parecidos con Octubre de 2003 terminan con el conteo de los muertos. 

Se cumple un mes desde que comenzó un movimiento insurreccional en Chile. El levantamiento de las masas ha colocado contra las cuerdas al gobierno empresarial de Sebastián Piñera, uno de los hombres más ricos del subcontinente latinoamericano. Frente al movimiento ha propuesto, siempre tardíamente, concesiones mínimas que son únicamente una trampa para desmovilizar a la clase trabajadora y a la juventud. Sumado a ello, la represión ha suscitado episodios gravísimos de violaciones a los Derechos Humanos, como torturas y abusos sexuales. A la fecha cifras oficiales cuentan 23 muertes, más de 3.000 heridos, entre los cuales más de 200 personas han tenido daño ocular, con pérdida permanente en la visibilidad de uno de sus ojos.

A primeras horas de la mañana de hoy se anunció un acuerdo entre oficialismo y oposición (con la excepción del PC) sobre la elaboración de una nueva constitución.

Los puntos centrales del calendario son:

- plebiscito en Abril 2020 con dos preguntas: nueva constitución SI o NO; y cual sería el mecanismo: Convención Mixta (compuesta en parte por parlamentarios actuales y otros electos para esa función) o Convención Constitucional (con todos los miembros electos)

- si se aprueba Convención Constitucional esta será elegida en Octubre de 2020

- en un máximo de un año la nueva constitución sería sometida a referéndum (estamos hablando de 2021)

La liberación de Lula es una derrota para la Operación Lava Jato, la investigación criminal que pretendía sanear las podridas instituciones estatales brasileñas ante los ojos de las masas. Por lo tanto, su liberación es un avance positivo para la lucha de la clase obrera. Esquerda Marxista (la sección brasileña de la CMI) ha estado luchando contra el Lava Jato desde el principio y denunciamos la condena y el encarcelamiento de José Dirceu y Lula, quienes fueron sentenciados sin pruebas en un juicio político que forma parte de ataques a mayor escala contra las libertades democráticas, repetidamente infligidas por el poder judicial.

La huelga general del 12 de noviembre fue un éxito enorme que puso al gobierno contra las cuerdas. Cientos de miles, probablemente millones marcharon en todo el país, 300.000 en Santiago, 40.000 en Valparaíso, 100.000 en Concepción. El paro fue sólido en salud, educación, el sector público, los portuarios y sectores de la minería y muy amplio en otros sectores productivos. Se demostró la fuerza de la clase obrera para paralizar la economía en un país capitalista. A casi un mes de su inicio, el levantamiento sigue avanzando en amplitud y no lo detiene ni la represión (miles de heridos y detenidos, más de 200 personas que han perdido un ojo, 21 muertos), ni las falsas concesiones de Piñera.