Con frecuencia, cuando una lucha sindical se intensifica o cuando el gobierno propone subidas en el salario mínimo, todo un espectro de economistas y «expertos» salen a la palestra señalando las tan nefastas consecuencias y cataclismos bíblicos que pueden desatarse si los salarios de los trabajadores aumentan. Concretamente, señalan los efectos en el alza generalizada de los precios que podrían ocasionar la subida de los salarios, pero ¿esto es realmente así?

El crack de 2008 y la crisis del coronavirus han reavivado el interés por las teorías del economista liberal inglés J. M. Keynes. Pero una mirada a la vida y las ideas de Keynes muestra que no era amigo de la clase obrera. Necesitamos socialismo, no keynesianismo.

La TMM ha creado un revuelo en la izquierda en los últimos años, y sus partidarios la citan como una respuesta a todos nuestros problemas económicos. Sin embargo, en lugar de nuevas ideas de moda, necesitamos el análisis científico claro del capitalismo que proporciona el marxismo para cambiar el sistema de raíz, sobre esto escribe Adam Booth. 

Junto a los banqueros y capitalistas, la clase terrateniente es especialmente despreciada. Se los considera en gran medida especuladores codiciosos, propietarios que cobran una renta excesiva, que las suben a la primera oportunidad y se llevan una parte de la plusvalía creada por la clase trabajadora. Está claro por qué aumenta el desprecio por ellos. Solo en Gran Bretaña, los alquileres y los gastos de la vivienda representan hasta la mitad, a veces más, de los ingresos disponibles de los trabajadores, lo que se ha convertido en una carga intolerable, especialmente para quienes viven en la capital. Además, los cuatro millones de viviendas privadas en alquiler en Inglaterra tienen que hacer frente a la espiral del coste de los alquileres del suelo. "Las casas en alquiler son un escándalo absoluto", explica Sebastian O'Kelly de Leasehold Knowledge Partnership, "un medio por el cual los promotores inmobiliarios han logrado convertir las casas de la gente común en vehículos de inversión a largo plazo para inversores oscuros, a menudo con sede en el extranjero". A medida que el número de personas sin hogar se dispara,, la cantidad de propiedades desocupadas se encuentra en un nivel récord, en su mayoría con fines de inversión. Incluso sectores de capitalistas se quejan del excesivo coste de los arrendamientos que se ven obligados a pagar por los inmuebles comerciales.

El hecho de que se haya realizado una serie de televisión en horario de máxima audiencia que examina a estos tres economistas políticos y sus ideas sobre la crisis económica es una señal muy reveladora de los tiempos en que vivimos. La crisis actual, que es la crisis más profunda en la historia del capitalismo, ha llevado a la gente a cuestionar todo el sistema económico y a buscar respuestas sobre cómo escapar de la crisis.

En estos días existe una confusión considerable sobre la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, sobre todo en los círculos académicos. Esta confusión surge de una visión unilateral no dialéctica, que aísla un elemento de la teoría económica de Marx y exagera su importancia mucho más allá de la intención de Marx. Durante los años 60, la defensa de las ideas de Marx sobre la caída de la tasa de ganancia contra los críticos burgueses fue sin duda necesaria y progresista. Hoy, sin embargo, se ha convertido en una especie de petulancia, una verdadera obsesión de los académicos “marxistas” que carecen de conocimiento de dialéctica y son incapaces de ver el proceso en su conjunto.

¿Qué es el valor? Esta pregunta ha dejado perpleja a la mente humana durante más de 2.000 años. Los economistas burgueses clásicos, al igual que Marx, abordaron esta cuestión. Después de muchos debates, concluyeron correctamente que el trabajo era la fuente del valor. Esta idea se convirtió en la piedra angular de la economía política burguesa, empezando por Adam Smith. En esta cuestión había un punto de coincidencia entre Marx y los economistas burgueses clásicos.