La cuestión del Estado ha sido siempre fundamental para los marxistas, aunque normalmente no ocupa la atención de la clase trabajadora. No es una casualidad. El Estado no tendría ninguna utilidad para la clase dominante si la gente no creyese que se trata de algo imparcial, por encima de los intereses de las clases. Por lo tanto, no les interesa atraer la atención de lo que realmente representa esta institución.

La declaración del Estado de Alarma no tiene precedentes en nuestro país, salvo en el breve período de la huelga de controladores aéreos hace 10 años. Es una realidad que esta declaración cuenta en este momento con un apoyo muy importante entre la población. Eso es lógico. La gravedad de la situación y la incertidumbre que lo acompaña hace que la gente se agrupe alrededor de la “autoridad”, como único escudo de defensa confiable que tiene a mano, y en tanto dure esa confianza. Así pues, ¿cuál es la posición de los marxistas sobre esto?

Las ideas básicas del marxismo sobre el Estado son las mismas que hace cien años. Pero nuestra tarea no es repetir ideas como un papagayo, sino desarrollarlas de manera creativa y sobre todo ser capaces de aplicarlas al momento en el que vive el proletariado y sus organizaciones. Si no queremos convertirnos en una secta estéril, sino echar realmente raíces en las organizaciones de masas, es necesario partir del movimiento obrero real y de la clase obrera que históricamente está condicionada en un momento determinado del tiempo.

En los últimos años han surgido crisis constitucionales en Gran Bretaña, Estados Unidos, España, Polonia y Brasil. Tales crisis presentan grandes problemas para la clase dominante porque el Estado y las leyes constitucionales que lo rodean están deliberadamente mistificados. La democracia parlamentaria y el Estado de Derecho son tratados como ideas inmutables entrelazadas en el tejido del universo. Entonces, cuando se desarrollan unas crisis sobre la estructura del propio Estado burgués, esto corre el riesgo de disipar su aura de misterio y poder.

En un artículo aparecido en Prensa Obrera (27/12/01) –el periódico del Partido Obrero argentino (PO)– el compañero Jorge Altamira, uno de los dirigentes del PO, criticaba la idea de que la insurrección de diciembre fuera "espontánea". En su artículo escribe lo siguiente: "En las publicaciones de izquierdas y trotskistas extranjeras, hay una confusión (comprensible) parecida a la de nuestros "espontaneístas", se quejan (un ritual habitual entre los izquierdistas extranjeros que se proponen para este papel) de la ausencia del 'factor subjetivo' en la revolución argentina".