Análisis Político
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Entre el 8 y el 10 de octubre se ha celebrado en el recinto madrileño MadCool el mitin anual de Vox, denominado Viva22. Más allá de las anécdotas y el mal gusto exhibido por el partido de ultraderecha, la cita ha dejado importantes cuestiones para analizar en lo puramente político en cuanto al futuro de la derecha en Europa y a las recetas de la burguesía frente a la crisis que se avecina.

Este mitin maratoniano llega en un momento crítico para Vox, tras la deserción de Macarena Olona (que anuncia el lanzamiento de un nuevo partido en el ya saturado espacio de la derecha) y los recientes movimientos en la cúpula. El País dedicó su editorial del 10 de octubre a la celebración de este acto y lleva por título El nerviosismo de Vox, lo que da una idea de cómo percibe la burguesía española la situación interna y la proyección electoral de la ultraderecha.

Pese a los mensajes triunfalistas de los dirigentes de Vox, la asistencia al evento estuvo muy lejos de las expectativas que ellos mismos se marcaron. De 30.000 inscritos, acudieron al MadCool unos 4.000, muy lejos del poder de convocatoria de Vox hace cuatro años y aún más lejos de lo que Podemos fue capaz de movilizar en sus mejores momentos.

Exhibición de mal gusto y de “quiero y no puedo”

Las televisiones y las redes sociales han repetido hasta la saciedad el horrendo espectáculo de trajes regionales y de época, muchos de ellos carentes del más mínimo rigor histórico, que se exhibieron en el escenario del MadCool, incluyendo un torero de triste figura. Esta imaginaria proviene de los coros y danzas franquistas y de los desfiles de inspiración grecorromana del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, pero en manos de Vox el resultado ha sido una especie de carnaval decadente.

Lo más comentado a nivel social ha sido la vergonzante actuación de un grupo, posiblemente improvisado, formado por los youtubers de ultraderecha Los Meconios e Infovlogger. La letra, un verdadero atentado contra la lengua castellana, trata de hacer gracia con un paralelismo histórico muy forzado y con ataques contra la izquierda y los movimientos sociales de los últimos años, con un nivel que no supera el chascarrillo de barra de bar y palillo en la boca. La reacción de buena parte de la izquierda ha sido reclamar la intervención de la fiscalía contra lo que se puede considerar un delito de odio. No somos partidarios los marxistas de ir corriendo a agarrarse de los faldones del aparato del Estado, el mismo que protege sistemáticamente ultraderechistas y fascistas y encarcela a raperos de izquierdas por sus letras. Sólo la organización y la acción independiente de la clase trabajadora y la juventud podrá doblegar a los reaccionarios.

Entre otras cosas, el mitin Viva22 evidencia el páramo cultural en el que vive la extrema derecha española y la derecha en general. La derecha tradicional española supo tener de su lado a intelectuales y artistas de cierto prestigio y cierto nivel, como Marcelino Menéndez Pelayo. Hoy en día, más allá de la anécdota del karaoke reaccionario del Viva22, los referentes culturales de la derecha, en España y a nivel global, son simples advenedizos sin talento o viejas glorias venidas a menos como Vargas Llosa o Sánchez Dragó. Esto no es más que otro síntoma de la decadencia del arte y el pensamiento burgués en esta etapa senil del capitalismo.

En su momento álgido, el fascismo consiguió atraer, al menos temporalmente, a una buena nómina de artistas e intelectuales de alto nivel como los futuristas italianos o el poeta Ezra Pound. Pero el caso más especial es el de la cineasta alemana Leni Riefenstahl, que dirigió para el régimen nazi los documentales El triunfo de la voluntad (1935) y Olympia (1938) en los que revolucionó el género propagandístico introduciendo grandes avances técnicos y estilísticos. Suyas son las imágenes clásicas de las grandes concentraciones nazis en Núremberg que probablemente los organizadores del Viva22 trataron de imitar. Pero ni Vox ni ningún partido de extrema derecha tiene a una Leni Riefenstahl ni un Albert Speer1 ni, por supuesto, las masas de pequeño burgueses y desclasados que nutrieron las filas del nazismo, para organizar algo realmente amenazador. El Viva22 quedó en un patético intento más parecido a una fiesta de disfraces y a un festival indie veraniego que a una concentración de temibles reaccionarios dispuestos para el asalto al poder.

Meloni le marca el paso a Vox

El plato fuerte de la segunda jornada de Viva22 fueron los saludos de grandes figuras internacionales de la derecha reaccionaria, que la dirección de Vox exhibe como muestra de legitimación y ejemplo de que el partido navega a favor de la corriente. La nómina de oradores, tanto presentes en el escenario como en la distancia, era imponente: el ex presidente de los Estados Unidos Donald Trump, el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki2, el primer ministro húngaro y referente de Vox Víctor Orbán, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe (investigado en su país por fraude y sobornos). Hay, sin embargo, dos alocuciones en esa jornada que tienen una importancia especial, y en concreto una de ellas podemos considerarla como un toque de atención para Vox y para la derecha en general.

Javier Milei es la nueva estrella emergente de la derecha latinoamericana. Este economista de cincuenta y dos años lidera el partido La Libertad Avanza, surgido en la capital argentina con un discurso ultraliberal que ha calado en un sector no desdeñable de la "clase media" porteña, que le otorgó un 17% de los votos en las elecciones legislativas del año pasado. Pese a su formación, o tal vez a causa de esta, su discurso es tan histriónico y simplón que a veces no se sabe si es real o es un personaje de Diego Capusotto.

Milei no decepcionó y arrancó aplauso tras aplauso del auditorio con sus invectivas contra la izquierda (los zurdos, como nos llama la derecha argentina). El suyo fue un discurso puramente ultraliberal, que identifica cualquier tipo de intervención del Estado en la economía como socialismo y violencia, extendiendo (sin explicitarlo) esta definición a toda la política de la burguesía en momentos como la posguerra europea o el New Deal estadounidense. Milei parece olvidar un hecho esencial, que es que cualquier intervención del Estado burgués en la economía está siempre destinada a salvar al sistema capitalista en tiempos de crisis y a apuntalar la paz social. Lo cierto es que este discurso del liberalismo más extremo casa muy bien con el de los economistas de referencia de Vox y con su propia política actual, centrada en la bajada de impuestos y la oposición a cualquier forma de intervención que no sea la que asegure la propia supervivencia de su aparato.

Pero el discurso de más peso es claramente el de la futura primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Lo que todos pensaban que iba a ser un simple saludo diplomático fue en realidad un mensaje para la dirección de Vox y, por extensión, del Partido Popular; un mensaje en el que la nueva líder de la derecha italiana expuso sin rodeos lo que la burguesía espera de ella y el resto de de derechas europeas en materia económica ante la crisis que se avecina. El de Meloni fue un discurso abiertamente proteccionista e intervencionista, en el que propuso la intervención estatal sobre los precios de la energía y un mayor grado de proteccionismo en este sector y en la economía en general, con especial énfasis en las cadenas de suministro. Meloni mencionó incluso la crisis medioambiental, en abierto contraste con el discurso de Vox que califica las políticas medioambientales como “fanatismo climático”.

Meloni propone en definitiva una política pragmática en lo económico, lejos de veleidades doctrinarias como las que defiende Milei y más cercana a la política del conservadurismo de posguerra, dejando los aspectos ideológicos más reaccionarios para las políticas de derechos civiles y la tan cacareada “guerra cultural”. Pragmatismo fue la idea que más repitió Meloni en su mensaje, pragmatismo es lo que exige la clase dominante a sus representantes de la derecha. Tal vez Milei calificaría de comunistas las propuestas de Meloni para atajar la crisis energética, pero lo más seguro es que ni a la líder de Fratelli d’Italia ni a sus patrones de la patronal italiana, la Confindustria, les importen lo más mínimo las admoniciones de este advenedizo. Ellos simplemente tratarán de cuadrar el círculo para tratar de apuntalar de nuevo una paz social amenazada por la crisis y que cualquier provocación reaccionaria podría terminar de romper.

Meloni, sus patrones y sus socios son perfectamente conscientes de que la debilidad orgánica de Vox y su tendencia descendente hacen virtualmente imposible que este partido llegue a liderar un gobierno en España. Su misión ahora es disciplinar a los dirigentes de la ultraderecha española para que sean los socios fiables del Partido Popular en una hipotética mayoría de derechas tras las elecciones generales del año que viene y que acepten sin rechistar las medidas económicas dictadas por las patronales y la banca españolas y europeas. No dudamos de que los dirigentes de Vox aceptarían gustosos ese papel mientras les permita conservar sus actas de diputado y sus fundaciones y chiringuitos pagados con dinero público.

La advertencia es también para el Partido Popular, cuyas reducciones de impuestos a las rentas altas, aplaudidas por Vox, no son del agrado de las instituciones europeas. La misión de la clase trabajadora y la juventud en el Estado español es impedir que ambos lleguen al gobierno, pese a que la política del gobierno Sánchez y de Unidos Podemos haga difícil evitarlo. Sea como sea, la crisis que se avecina es de tal magnitud que tarde o temprano la explosión de la lucha de clases hará morder el polvo a la reacción independientemente de la chaqueta que se ponga.

 

1Dirigente nazi, arquitecto de formación, que diseñó la escenografía de los congresos de Núremberg.

2Morawiecki dejó en su discurso una frase interesante: "Algunas élites fueron seducidas por los contratos de gas barato y creyeron que Putin era un socio fiable"; al primer ministro polaco se le olvidó incluir entre esas élites a sus socios Salvini y Berlusconi, que hasta hace bien poco se paseaban del brazo con Putin.

3La patronal italiana.

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