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El 21 de febrero pasado se cumplieron 170 años de que, en aquel año de 1848, saliera de la imprenta de las oficinas de la “Asociación Educativa de los Trabajadores” -en el número 46 de Liverpol Street, en Londres– El Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels y publicado como parte de los acuerdos del Segundo Congreso de la recién renombrada Liga de los Comunistas.

El Manifiesto es uno de los textos más importantes de la historia. En sus páginas podemos encontrar una explicación profunda del origen y funcionamiento de la sociedad capitalista, sus crisis periódicas, la concentración de capital, la explotación de los trabajadores, la mercantilización de todos los aspectos de la vida, la globalización capitalista etc. Y, sobre todo, la explicación del papel histórico del proletariado, el carácter internacional de la lucha y la consiguiente necesidad de organizarnos para expropiar a los expropiadores. Es por esto que hablamos de un libro que, más de siglo y medio después, es incluso más vigente que cuando salió de la imprenta por vez primera.

Pero ¿Cuál es la historia detrás de este libro trascendental? ¿De dónde surgió la Liga de los Comunistas? ¿Por qué se le encomendó a Marx y Engels su redacción? Las respuestas se encuentran en el arduo trabajo de un pequeño círculo para influir en el movimiento obrero y sus organizaciones, cristalizando en los primeros núcleos y publicaciones marxistas de la historia; una historia llena de lecciones sobre cómo los fundadores del marxismo intentaron conectar las ideas revolucionarias con la clase trabajadora de carne y hueso, combatiendo desde el movimiento vivo las ideas sectarias, pequeñoburguesas, reformistas y oportunistas, pero siempre tomando al movimiento tal y como se les presentaba. Es una escuela increíble de ideas, organización, táctica y estrategia.

El historiador puede reconstruir estos épicos acontecimientos gracias a la introducción de Engels al texto de Marx Revelaciones sobre el proceso de Colonia que aporta un recuento que, aunque escueto, sigue siendo el mejor; Marx escribió su propia versión en un libro poco conocido, El señor Voght, que aunque no presenta la misma inspiración del texto de Engels se complementa con éste; la correspondencia entre Marx y Engels aporta elementos fundamentales, también hemos revisado las biografías de Mehring y McLlellan, entre otras fuentes citadas a pie de página. La maravillosa serie de conferencias de Riazanov –viejo bolchevique fundador del Instituto Marx Lenin de Moscú, el mejor y más erudito investigador de la obra de Marx y Engels, ejecutado por Stalin- publicadas como Marx y Engels, profundizan y problematizan sobre las fuentes primarias en el marco de la biografía política de Marx y Engels –no compartimos todas sus apreciaciones pero se trata de una fuente insoslayable-.

Riazanov recopiló todo tipo de documentos históricos; entre ellos, el único número de la Revista Comunista editada, antes de la publicación del Manifiesto, por la Liga de los Comunistas; así como los estatutos discutidos en el Congreso donde la Liga de los Justos cambia su nombre a Liga de los comunistas –o Liga Comunista- y se encomienda a Marx y Engels para escribir el Manifiesto. Para nosotros estos documentos, citados de manera somera por Riazanov, aparecían como legendarios. Así que cuando, hurgando en las librerías de viejo, nos encontramos una edición, bajo el título Biografía del Manifiesto Comunista, de toda una serie de documentos completos, traducidos al castellano, de los dos congresos de la Liga Comunista -comentados, además, por Riazanov-; entre ellos, la versión completa de la Revista Comunista y los estatutos, nuestra impresión no debió haber sido diferente a la de un biólogo parado frente a un Pie Grande que le habla en su idioma.

Este hallazgo nos impulsó a tratar de reconstruir la maravillosa y aleccionadora historia del surgimiento del Manifiesto Comunista, que es la historia del nacimiento del marxismo y de la Liga de los Comunistas desde su nacimiento hasta su disolución. Pedimos disculpas al lector por las citas extensas, pero ésta era la única manera de sacar provecho a los documentos que, en la parte final de este trabajo, pretendemos analizar. Esperamos que esta historia resulte tan interesante y aleccionadora como lo ha sido para nosotros.

El origen de la Liga de los Justos

La historia de la Liga de los Comunistas enlaza con la Revolución francesa, específicamente con la “Conspiración de los Iguales” de Babeuf. Graco Babuef y sus camaradas: Filippo Buonarroti y Agustin Darthé intentaron imponer los ideales de la revolución –un republicanismo con tintes comunistas, la “república de los iguales” – contra el corrupto Directorio por medio de una conspiración, un golpe de Estado. En su Manifiesto de los iguales reivindicaban un primitivo comunismo de los bienes de consumo: “[…] lo que pretendemos es vivir y morir iguales ya que iguales hemos nacido: queremos la igualdad efectiva o la muerte […] ¡el bien común o la comunidad de bienes! Nosotros reclamamos, nosotros queremos el disfrute común de los frutos de la tierra; los frutos pertenecen a todos”.[1] Si bien, el golpe fue preparado en todos sus detalles, al carecer de una base de masas el intento no podía más que estrellarse contra la realidad y los conspiradores fueron sentenciados a muerte. Babeuf fue ejecutado el 27 de mayo de 1797. A pesar de sus defectos conspirativos, el intento de putsch inspiró al movimiento socialista y comunista. Marx y Engels siempre consideraron aquella conjura como importante precursor del movimiento obrero moderno.

La Francia de La Restauración, con su carácter reaccionario, no sólo desencadena el proceso revolucionario de 1830, la efervescencia renueva la creación de grupos revolucionarios, la mayoría de los cuales tenía un carácter clandestino. Uno de esos grupos fue la “Sociedad de las estaciones del año” dirigida por Blanqui y Barbés quienes intentan un golpe el 12 de mayo de 1839, en la línea de Babeuf –los conspiradores se concebían como “babuvistas”-. Éstos retoman el tosco comunismo de la “comunidad de bienes” –la repartición equitativa de los medios de consumo- que no plantea la socialización de los medios de producción. Naturalmente el golpe fracasa y los conspiradores son encarcelados. La sección alemana de aquella sociedad secreta fue la “Liga de los Justos” creada en 1836 como una escisión a la izquierda de la “Liga de los Conscriptos” surgida en 1834. Como resultado del golpe frustrado del 39, los dirigentes de la “Liga de los Justos” son encarcelados y luego enviados al exilio en Londres, Suiza y otros países de Europa, las cabezas más destacadas de este grupo son Joseph Moll, Karl Schapper y Heinrich Bauer.

Engels nos dejó un vívido retrato de estos pioneros comunistas fundadores de la Liga de los Justos. Schapper, por ejemplo, fue un veterano revolucionario que participó en varios intentos conspirativos, uno en 1832, en 1833 toma parte en el asalto contra el órgano central de la confederación germánica en Frankfurt; participó en la expedición guerrillera de Mazzini en Saboya. “[…] Era todo un hombre, y lo hecho por él para la fundación del movimiento obrero alemán nunca será olvidado. […] los conocí a los tres en Londres, en 1843; eran los primeros revolucionarios proletarios que veía; y, a pesar de lo mucho que por aquel entonces discrepaban en cuanto a detalle nuestras opiniones –pues su limitado comunismo igualitario oponía yo todavía, en aquella época, una buena dosis de soberbia filosófica, no menos limitada- , jamás olvidaré la formidable impresión que aquellos tres hombres de verdad me causaron, cuando yo empezaba precisamente a hacerme hombre”.[2]

La Liga de los Justos, más o menos reorganizada en el exilio, consistía en un núcleo secreto, a la manera de un grupo clandestino, abiertamente comunista y, por otra parte, en una plataforma abierta de carácter educativo, cultural y de propaganda. Éste fue creado en 1840, la Sociedad de Educación Obrera, en donde Marx dicta una serie de charlas sobre trabajo asalariado y capital. Dice Mehring que: “Un día de la semana se destinaba a la discusión, otro a entretenimientos y diversiones sociales (canto, declamación, etc.). además, se organizaban bibliotecas en el seno de la sociedad y, dentro de lo posible, clases para instruir a los obreros en los acontecimientos más elementales”.[3]

Casi todos los miembros de la Liga eran sastres, ebanistas; profesiones artesanales propias de un proletariado que apenas estaba surgiendo de los sectores más bajos de la pequeña burguesía. Engels escribió una especie de homenaje de estos revolucionarios que supieron trascender sus propias limitaciones: “Honra sobremanera a estos hombres el que no siendo todavía, como no eran, ni siquiera verdaderos proletarios, sino un apéndice de la pequeña burguesía que comenzaba a derivar hacia el proletariado moderno y que aún no se enfrentaba directamente con la burguesía, es decir, con el gran capital, fueran no obstante capaces de adelantarse a sus derroteros futuros y organizarse, aun cuando no fuera con plena conciencia de lo que hacían, en partido del proletariado. Pero era también inevitable que sus rancios prejuicios artesanales se les enredasen entre las piernas cuando trataban de criticar en detalle la sociedad vigente, es decir, de investigar los hechos económicos. Y me temo mucho que en toda la Liga no existiese, por aquel entonces, ni un solo hombre que se hubiese echado a la cara un libro sobre Economía. Pero no importaba; la Igualdad, la Fraternidad y la justicia bastaban, por el momento, para trasponer todas las montañas teóricas”.[4] Habremos de reencontrarnos con la Liga cuando relatemos la historia de cómo Marx y Engels ingresaron en ella, antes debemos plantear el nacimiento de la concepción científica del comunismo

El nacimiento del marxismo

Por aquéllas fechas, a mediados de 1842, un joven hegeliano de izquierda de 24 años –llamado Karl Marx- se entrega a la labor periodística al cerrársele las puertas –junto con su amigo Bruno Bauer- de la docencia, acusados ambos de ateísmo -en realidad eran racionalistas-. Si la incorporación a la izquierda hegeliana le abre a Marx las puertas al pensamiento dialéctico, la labor periodística lo enfrentará a la realidad económica y social; producto de estas influencias Marx llegará a conclusiones materialistas y comunistas.
Desde posiciones democráticas y liberales, Marx escribe para La Gaceta Renana una serie de artículos a favor de la libertad de prensa y pensamiento, en contra del gobierno feudal prusiano y que describen los intereses de clase que se ocultan en los debates del parlamento renano. Se involucra cada vez más hasta convertirse en director del periódico. Su defensa de los taladores pobres del Mosela –que sufren la prohibición que favorece a los acaparadores burgueses de la madera- lo enfrenta con intereses económicos de clase muy concretos en los que Marx descubre las insuficiencias del idealismo hegeliano.

Marx aún no se considera comunista pero defiende desde las páginas de la Gaceta Renana a los teóricos comunistas –Cabet, Wetling, Prohudon- frente a los ataques de la prensa reaccionaria: “[…] los escritos de hombres como Leroux, Considérant y, ante todo, la penetrante obra de Proudhon, sólo pueden criticarse tras un largo y profundo estudio, no con nociones superficiales y pasajeras”[5].

Cuaderno de EngelsEn noviembre de 1842 un joven hegeliano dos años y medio menor que Marx, llamado Engels, visita la redacción de la Gaceta –en la que colabora con dos artículos- ese primer encuentro fue frío. Engels se había convertido en octubre de 1841 en un ferviente comunista gracias a sus conversaciones con Moses Hess y, también, por su observación directa de la situación de la clase obrera en Manchester, donde Engels trabajaba en las fábricas de hilados de su padre. Aquí nacen los apuntes para La situación de la clase obrera en Inglaterra (publicado más tarde, en 1845) en donde, además de denunciar las espantosas condiciones de explotación capitalista y las consecuencias sociales de la Revolución industrial, la clase obrera ya no es presentada sólo como una clase que sufre –tal como era vista por los comunistas utópicos-, sino como un agente revolucionario. Moses Hess –el responsable directo de convertir a Engels al comunismo- fue un hombre que naturalizó el comunismo al suelo alemán -La historia sagrada de la humanidad fue el primer libro comunista originado en ese país-.

El primer encuentro entre Marx y Engels fue frío quizá debido a las últimas resistencias que Marx puso a las ideas que lo ganarán para el resto de su vida. Aunque defendía a los comunistas en la prensa, aún desconfiaba en privado de ellos al considerar que se trataba de sectarios que no se vinculaban realmente a la acción política, se negaba a que la gaceta se perfilara como una revista con una línea editorial comunista, o que se convirtiera -según los testimonios del propio Engels- en “[…] un vehículo de propaganda teológica, ateísmo, etc; en vez de abogar por la discusión y la acción políticas”. [6] Pero la opinión de Marx cambiará muy pronto, un brillante artículo de Engels que se publicó en el único número doble de la revista que Marx fundó tras clausurarse la Gaceta Renana, impulsó a Marx y Engels a mantener correspondencia y descubrir hasta qué punto sus caminos teóricos confluían.

Vemos a un Marx radical que está evolucionando hacia la izquierda por medio de un concienzudo estudio de las ideas comunistas y los teóricos clásicos de la economía política. Marx abandona la dirección de la Gaceta ante la presión de sus accionistas burgueses para moderar su línea editorial. Pero esto no la salvó: el 21 de enero de 1843 la Gaceta Renana es suprimida por el gobierno.

Desde París, Marx lanza una nueva revista, Anales francoalemanes, cuyo nombre hace referencia a la necesaria vinculación internacionalista entre la filosofía dialéctica alemana con el espíritu revolucionario francés. Esta revista sólo sacará un número doble antes de caer presa de la censura, también, por la ruptura de las relaciones entre sus dos directores -Marx y Arnold Ruge-, pues la deriva comunista de Marx chocó con el humanismo burgués de su colaborador. Marx defiende la insurrección campesina de Silesia, Ruge la condena. Sin embargo, la gran importancia de ese único número doble –publicado a finales de febrero de 1844- es que en sus páginas salen a la luz una serie de artículos donde Marx critica desde posiciones materialistas la filosofía del derecho de Hegel. También son publicadas las Notas Críticas sobre Economía política -artículo al que referimos en el párrafo anterior- donde Engels extrae conclusiones comunistas a partir de los teóricos de la economía política clásica: Adam Smith y David Ricardo. Este genial artículo de Engels impulsa a Marx a profundizar en la teoría económica que su trabajo periodístico también exigía. Anales francoalemanes es la primer revista marxista de la historia, aunque éste fuera el marxismo embrionario de dos hombres: Marx y Engels.

En estas páginas Marx argumenta que no es el Estado el que determina a la sociedad civil, sino que es la estructura de la sociedad civil la que determina al Estado. De esta manera, el primer paso en la construcción de la nueva concepción revolucionaria fue “poner de pie” a Hegel, para cristalizar una teoría dialéctica materialista. En la segunda entrega de ese número doble se publicó una polémica contra Bruno Bauer, Sobre la cuestión judía que marca el rompimiento definitivo con la izquierda hegeliana. En este último ensayo Marx argumenta que la cuestión religiosa no se puede combatir por medio de la razón pura o pidiendo a los judíos y cristianos que renuncien a sus creencias religiosas para que pudieran gozar plenamente de los derechos humanos y las ventajas de un Estado laico, la única manera de extinguir el sentimiento religioso es transformando las condiciones materiales que hacen a la religión y al Estado un reflejo inevitable de una sociedad escindida por contradicciones de clase. Marx plantea que la libertad formal del Estado liberal, el reconocimiento formal de los derechos humanos, no equivale a la emancipación real al subsistir las relaciones de explotación que, de hecho, sirven de base al Estado burgués.

La lectura de la obra de Feuerbach La esencia del cristianismo (1841) y, sobre todo, las Tesis preliminares para la reforma de la filosofía (1842) jugará un papel decisivo en la transición de Marx y Engels del idealismo hegeliano al materialismo dialéctico. En este último libro, Feuerbach sostiene que “la verdadera relación del pensamiento con el ser es ésta: el ser es el sujeto; el pensamiento, el predicado. El pensamiento surge del ser; el ser no surge del pensamiento […] La esencia de la teología es un pensamiento humano trascendente y exteriorizado”. Más allá de reconocer la genialidad de Feuerbach, Marx ya advierte que en estas tesis hace falta poner la importancia debida a la política y al desarrollo histórico.

En agosto de 1844 Engels visita Paris y permanece con Marx durante diez días. Este segundo encuentro fue trascendental para la historia del pensamiento y el movimiento obrero. “Su histórico encuentro con Marx aceció el 28 de agosto en el Café Régence, uno de los más famosos cafés parisienses de la época, que entre sus clientes había contado a Voltaire, Benjamin Franklin, Diderot, Grimm, Luis Napoleón, Sainte-Beuve y Muset. Su larga conversación inicial les persuadió a pasar juntos en la rue Veneau los diez días siguientes”.[7] Ambas mentes geniales discuten sus conclusiones comunes, solidificando una amistad única construida sobre la base granítica de la teoría y la acción revolucionaria conjunta. Lenin escribió al respecto que “Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres”.[8] Engels nos legó su testimonio de este encuentro histórico: “Cuando visité a Marx en París, en el verano de 1844, se puso de manifiesto nuestro completo acuerdo en todos los terrenos teóricos, y de allí data nuestra colaboración. Cuando volvimos a reunirnos en Bruselas, en primavera de 1845, Marx, partiendo de los principios básicos arriba señalados, había desarrollado ya, en líneas generales, su teoría materialista de la historia, y nos pusimos a elaborar en detalle y en las más diversas direcciones la nueva concepción descubierta”.[9]

Las líneas generales a las que se refiere Engels estaban plasmadas en un texto no publicado en vida de Marx, mejor conocido como Los escritos económico filosóficos de 1844, escrito entre julio y agosto de este año. Sobre la base del conocimiento enciclopédico de los principales economistas, Marx desentraña la alienación del trabajador y argumenta que la única manera de superar ese estado de cosas es por medio de la transformación comunista de la sociedad. Estos estudios son los primeros pasos en un camino que lleva a la redacción de El Capital. Marx expone que el simple comunismo de los bienes de consumo –el primitivo comunismo- no llega a la raíz de la explotación capitalista, la cual se encuentra en la propiedad privada de los medios de producción.

Producto del encuentro entre Marx y Engels nació el libro La Sagrada Familia. Engels y Marx rompen abiertamente con la izquierda hegeliana. Antes de desarrollar de forma positiva sus ideas “en las más variadas direcciones” debían deshacerse del antiguo cascarón. En este libro ambos amigos señalan que la “crítica-crítica” o la razón especulativa de los hegelianos no es el motor de la historia –como éstos creen-, el motor de la historia son las masas que producen y luchan en un marco histórico determinado y bajo determinadas relaciones de producción. La historia no es un sujeto que avanza por medio de la razón, la historia avanza si las masas asumen las ideas como propias y esto sólo puede suceder cuando las condiciones históricas están maduras para ese enlace. Mientras los hegelianos acusan a Marx de “idolatrar al proletariado”, Marx y Engels señalan que no se trata de idealizar a una clase, sino de determinar su papel histórico en función de su papel en la producción, a través de lo que realmente es. Mientras que los hegelianos desprecian a la masa y al materialismo ilustrado, Marx y Engels muestran que el materialismo de pensadores como Helvetius y Holbach conduce directamente al comunismo, pues si el hombre es producto de lo que percibe, de sus circunstancias, entonces hay que reconstruir humanamente el medio para que surjan seres realmente humanos. El libro se publica en febrero de 1845. Antes de su publicación, el 25 de enero de 1845, el Ministro del Interior, Guizot, expulsa a Marx de Francia y éste se dirige a Bruselas.

Bruselas, por su posición intermedia entre Francia y Alemania, y por su relativa libertad, era un verdadero campo de emigrados políticos. Ya en Bruselas, antes de que Engels se reuniera con él en abril, Marx redacta –sin intención de que fueran publicadas- once tesis, mejor conocidas como Tesis sobre Feuerbach en las que se señala la limitación del materialismo de Feuerbach y se establece la genial idea (onceava tesis) de que los filósofos sólo han interpretado el mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo por la vía revolucionaria.

Una vez hecha la crítica, ambos amigos se propusieron exponer de forma positiva sus nuevas ideas, Marx comienza lo que a la postre será su Crítica de la Economía Política, redacción que interrumpe por la necesidad de escribir una obra que preparase al público para su teoría económica y que rompiese la falsa idea sostenida por los neohegelianos de que Marx y Engels no eran más que feuerbachianos dogmáticos. A finales de septiembre de 1845 –después de un viaje de seis semanas por Inglaterra, en donde Engels presenta a Marx con los principales dirigentes cartistas- ambos comienzan la redacción de un libro que no verá la luz pública: La ideología alemana. Por vez primera las tesis fundamentales del materialismo histórico son expuestas de manera genial: “Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que empieza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”.[10] El investigador debe diferenciar las formas de conciencia que dominan la vida de los hombres –su ideología- de las condiciones materiales que aquéllas representan, los intereses de clase que ocultan. Marx y Engels sostienen que el materialismo naturalista de Feuerbach es insuficiente, hay que extender el materialismo al estudio del desarrollo histórico. Desde principios de 1846 hasta finales de 1847 trataron de que el libro fuera publicado pero no encontraron editor que quisiera comprometerse con el enorme y revolucionario texto. Finalmente, “abandonamos a las ratas nuestro manuscrito tanto más confiadamente cuanto que habíamos logrado nuestro propósito principal: aclararnos a nosotros mismos nuestras propias ideas”. El importante manuscrito no será publicado hasta 1932. Efectivamente, el original estaba corroído por las ratas.

Marx y Engels en el movimiento obrero y radical

Hemos visto que la teoría de Marx y Engels fue desarrollada en el marco del activismo revolucionario, desde el periodismo radical y desde el contacto con el primitivo movimiento comunista y con los trabajadores cartistas. Sería un profundo error creer que Marx y Engels escribían como intelectuales eruditos separados del movimiento obrero y democrático de su tiempo. Marx expuso, incluso en sus textos más tempranos, la imprescindible vinculación entre su teoría y la práctica: “Así como la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamiento muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se llevará a cabo la emancipación de los alemanes como hombres […] la cabeza de esta emancipación es la filosofía, su corazón el proletariado”.[11]

Este vínculo con el movimiento obrero se vio impulsado por el entusiasmo generado por la teoría recién descubierta. Engels lo explica con claridad: “Nuestra intención no era, ni mucho menos, comunicar exclusivamente al mundo erudito, en gordos volúmenes, los resultados científicos descubiertos por nosotros. Nada de eso. Los dos estábamos ya metidos de lleno en el movimiento político, teníamos algunos partidarios entre el mundo culto, sobre todo en el occidente de Alemania, y grandes contactos con el proletariado organizado. Estábamos obligados a razonar científicamente nuestros puntos de vista, pero considerábamos igualmente importante para nosotros el ganar al proletariado europeo, empezando por el alemán, para nuestra doctrina”.[12] En la táctica que los fundadores del marxismo establecieron para ganar a los trabajadores podemos encontrar una verdadera mina de tesoros muy ilustrativos para los marxistas de nuestros tiempos.

Como vimos, ya en su viaje de seis semanas por Inglaterra, en julio de 1845, Engels presenta a Marx con los principales dirigentes cartistas. El Cartismo, con su Carta del pueblo, fue el primer movimiento político independiente de la clase obrera, aunque sus reivindicaciones electorales eran de carácter reformista, fue entre ellos que Marx y Engels obtuvieron a importantes cuadros políticos, futuros dirigentes de la Primera Internacional. Un sectario hubiera rechazado el contacto con un movimiento que por su programa no aspiraba a la transformación revolucionaria –de hecho los comunistas del tipo Weitling se negaban a entablar relaciones con aquéllos- pero Marx y Engels no eran sectarios. Establecen, por ejemplo, relaciones con Julián Harney y se vuelven colaboradores de la publicación cartista Norther star. Ambos participan en un mitin cartista en donde se plantea la creación de una organización democrática internacional que toma la forma de los “Demócratas Fraternales”. El lema de esta organización era “Todos los hombres son hermanos” –esta consigna también era enarbolada por la Liga de los Justos pues ambas organizaciones compartían adherentes- slogan que Marx y Engels transformarán en “Proletarios de todos los países, uníos”. En una de las proclamas de los Demócratas Fraternales se podía leer: “Hacer por vosotros mismos lo que los gobiernos se niegan a hacer por vosotros” [13] que se convertirá, en El Manifiesto Comunista, en “La emancipación de la clase obrera tiene que ser obra de los trabajadores mismos”. Lo que hacen Marx y Engels, al retomar estas consignas, es desarrollar políticamente, y desde una perspectiva de clase, lo que ya estaba en los labios de los sectores más avanzados del proletariado organizado. Siguiendo el ejemplo de esta organización fundan una plataforma similar en Bruselas: la “Sociedad democrática” en donde dicta conferencias –también lo hace para los “Demócratas fraternales” y en la plataforma educativa de la Liga- que se convertirá en su famoso libro Trabajo asalariado y capital (1849).

En su base de operaciones en Bruselas –Bélgica- Marx y Engels fundan –inspirados en la plataforma cultural de la Liga- la “Asociación de cultura obrera” que utilizan como tribuna para difundir sus ideas entre los trabajadores y la intelectualidad radical. En torno a este trabajo político Marx y Engels van aglutinado lo que podría llamarse el primer núcleo marxista de la historia, un puñado de personajes de talento–aunque incluso entre sus allegados más cercanos había una pobre comprensión de las ideas-: Se encontraba Moses Hess –recodemos que fue pionero del comunismo en Alemania y el responsable de convertir a Engels; lamentablemente, no completará la transición y por sus ideas utópicas romperá con sus amigos más adelante-. También estaban Ernst Dronke, más tarde redactor de la Nueva Gaceta renana; Wilhelm Wolff, muerto tempranamente y a quien Marx dedicó el primer volumen de El Capital; Joseph Weydemeyer, ex oficial de artillería; el poeta George Weerth; Edgar de Westfalia, cuñado de Marx; Sebastian Seiler, antiguo colaborador de la Gaceta renana; el famoso poeta Freiligrath –más bien un colaborador equívoco-, Stefan Born quien jugará un papel muy importante en la revolución de 1848, entre otros. Marx y Engels intentaban aglutinar a estos grupos dispersos – cuyo nombre sería “Comités Comunistas de Interrelación”- en vistas una conferencia internacional que se pensaba realizar a finales de 1845 o inicios de 1846.[14] Parece ser que esta última iniciativa nunca se concretó.

Desde el comienzo la estrategia de Marx y Engels tenía un indeleble contenido internacionalista. Con la intención de vincular a los núcleos comunistas de Bruselas, Londres y París, para crear una plataforma para debatir y confrontar sus ideas con otras tendencias del movimiento, crean el “Comité comunista de correspondencia” que será el antecedente de la Primera y segunda Internacionales. Marx –según Riazanov- se inspira en los “Comités de correspondencia” de Londres de Thomas Hardy de 1792, que no son más que comités jacobinos revolucionarios.[15] No se trata de simples comités de intercambio de cartas –como podría sugerir el título de “comités de correspondencia”- sino comités revolucionarios, el embrión de un Partido internacional.

Para desarrollar esta plataforma Engels se traslada a París en agosto de 1846 con el fin de entrar en contacto con la Liga de los Justos. Marx, mientras tanto, intenta atraer al comité de correspondencia a Proudhon, le envía una carta en la que le explica que la intención es “sacar a la luz las diferencias de opinión y obtener un intercambio de ideas”. [16] Sin embargo, Proudhon, en su respuesta, demostró que no pretendía construir una organización seria –disciplina que para todo pequeñoburgués es sinónimo de intolerancia- sino simplemente –y esto sigue siendo marca registrada del pensamiento anarquista- discutir por discutir:

“[…] no nos convirtamos, simplemente por estar a la cabeza de un movimiento, en líderes de una nueva intolerancia, no nos convirtamos en apóstoles de una religión, aunque sea la religión de la lógica, la religión de la razón. Reunámonos y estimulemos toda disensión, pongamos fuera de la ley toda exclusividad, todo misticismo, no consideremos nunca agotada ninguna cuestión, y cuando hayamos hecho uso de nuestro último argumento, comencemos de nuevo, si es necesario, con elocuencia e ironía. Bajo estas condiciones me sentiré feliz de entrar a formar parte en su asociación. En caso contrario, ¡no!”. [17]

Proudhon1 150x150Marx pretendía debatir para acordar la acción revolucionaria común, Proudhon quería discutir sin propósito práctico alguno. Aquí se pone de relieve una de las diferencias entre el marxismo revolucionario y el anarquismo paralizante. Proudhon termina la carta anunciando a Marx la publicación de su libro La filosofía de la miseria y convoca al “azote” de la crítica de Marx. Éste le toma la palabra y responde con el primer libro plenamente marxista que fue publicado – la Sagrada Familia es aún un esbozo polémico- La miseria de la filosofía vio la luz en diciembre de 1846. Aquí, Marx demuestra que Proudhon pretende rechazar los aspectos negativos del capitalismo –concentración del capital, explotación, etc.- sin erradicar la propiedad privada sobre los medios de producción, intento que es como desear el polo positivo magnético rechazando el negativo. Explica que pretender erradicar la explotación por medio de la circulación – a través de los famosos “bancos de intercambio” impulsados por el Estado- es un proyecto utópico que evade la raíz del problema. Marx muestra el carácter pequeñoburgués de esta teoría, que basa sus elucubraciones en la pequeña propiedad y el intercambio directo. La pequeña propiedad es suprimida o subordinada por la gran producción capitalista, sin que juegue ya un papel económico independiente. Es una crítica demoledora al anarquismo y a las utópicas ideas del pequeño propietario. Cabe agregar que Marx nunca dejó de reconocer el papel pionero de Proudhon y la valiosa contribución de su primara obra Qué es la propiedad (1840) donde escribe la poderosa frase “Toda propiedad es un robo”. Proudhon y Weitling fueron exponentes primigenios del comunismo pequeñoburgués y en ello no debe omitirse el mérito.

No fue Proudhon el único invitado al “Comité de correspondencia comunista”, Wilhelm Weitling se integró por breve tiempo antes de salir de la coordinación en torno a 1846 muy molesto al ser el único en el comité en votar a favor de una circular –no era Weitling alguien quien soportara estar en minoría-. Sastre autodidacta, Weitling había pertenecido a la Liga de los Justos antes de que sus miembros fueran expulsados de Francia. A solicitud de la liga escribe Cómo es y cómo debería ser la humanidad en donde plantea –inspirado en Saint Simon y Fourier- un comunismo cristiano tan tosco que parece “tallado en madera”.[18] Después, en 1842 escribió Las garantías de la armonía y la felicidad. Weitling defendía el rechazo a toda política, la necesidad de una revolución absoluta e inmediata basada en los que más sufren: el “lumpenproletariado”, los vagabundos, los bandidos. Estas ideas ultraizquierdistas serán retomadas –plagiadas- por Bakunin que las combinará con las recetas de Proudhon. Después de ser encarcelado en 1844, Weitling se dirige a Londres donde adquiere, en parte por su aureola de mártir, notable influencia entre los activistas, especialmente entre sus viejos compañeros de la Liga de los Justos.

WilhelmWeitling 150x150Sin embargo, para la época en que se forma el Comité de Correspondencia Comunista, Weitling comenzaba a perder su influencia entre los emigrados ingleses. Los elementos más avanzados de la Liga de los Justos se daban cuenta que el ultraizquierdismo de Weitling no se correspondía con el movimiento que ellos veían en el centro industrial del mundo. La influencia del cartismo demostraba palpablemente que los trabajadores no podían omitir la lucha por reformas políticas y que si se excluía todo aquello que no fuera la instauración inmediata del comunismo no habría posibilidad alguna de desarrollo y avances en la lucha. Sin embargo, Marx intenta ganar a Weitling, aunque éste ya se percibe aislado y, por tanto, vive amargado y paranoico. Sin embargo, Marx siempre reconoció, al igual que en el caso de Proudhon, que el sastre había escrito dos textos que expresaban los primeros balbuceos del proletariado alemán.

Marx recibió a Weitling en su casa. Pero Weitling –según señala Engels- “ya no era aquel joven y candoroso oficial de sastre que, asombrado de su propio talento, se esforzaba por saber cómo iba a ser la futura sociedad comunista. Era el gran hombre que se sentía perseguido por los envidiosos de sus superioridad, el que veía en todas partes rivales, enemigos secretos y celadas; el profeta acosado de país en país, el que guarda en el bolsillo la receta para hacer descender el cielo sobre la Tierra y se imagina que todos quieren robársela […] Marx y su mujer lo acogieron con una paciencia casi sobre humana, no pudo tampoco entenderse con nadie. En vista de eso, pronto se marchó a América, para probar allí el oficio de profeta”.[19] Entre los presentes en aquél debate estuvieron Engels, Edgar von Westphalen, Weydemeyer y un turista ruso llamado Paul Annenkov quien escribió un testimonio de esta reunión. Weitling expuso que: “la humanidad se halla siempre en condiciones [para la revolución] o nunca lo estará […] las revoluciones surgen como tormentas y nadie puede cartografiar sus operaciones de antemano […] el intelecto cumple un cometido muy pobre y, sin emoción, no puede hacerse nada […] las mayores hazañas se logran mediante las emociones que mueven a las masas”.[20] Marx explicó que la práctica revolucionaria debía basarse en una base teórica firme, que explicara el funcionamiento de la sociedad capitalista y que partiera de una análisis objetivo del nivel de organización y conciencia de los trabajadores; a los trabajadores no se les debía engañar con prédicas religiosas. Weitling objetó que la teoría es inútil al estar alejada del mundo de la gente sufriente y afligida. “Cuando oyó estas últimas palabras –según Annenkov- Marx perdió al fin su propio control y su puño golpeó con tal dureza la mesa que la lámpara retumbó cayendo. Saltó diciendo: ¡Nunca jamás ayudó la ignorancia a nadie!”[21]

Marx y Engels y la Liga de los Justos

Pero más que tratar de atraer a Proudhon y a Weitling, la estrategia marxista consistía en ganar a sus bases, a ello dedicaron la mayor parte de su tiempo y esfuerzo. Como vimos, Engels se dirigió a París en agosto de 1846 y entabla contacto con las tres “comunas” –células o comités- de la Liga de los Justos que funcionaban allí. Engels hubo de enfrentarse a las ideas de Weitling –ya en retirada-, a las de Proudhon y a las de Herman Kriege, estas últimas la de un socialismo del “amor”, “saturado de amor y desbordando amor por todas partes”.[22]

Ya antes, en 1843, Schapper le había propuesto a Engels ingresar en la Liga de los Justos, pero en esa ocasión Engels declina, quizá porque no quiere comprometerse a asumir los compromisos de una organización de carácter conspirativo que pudieran atarle las manos para intervenir en otras plataformas o, simplemente, porque la formación de las ideas de Engels aún se encontraba en una fase que no le permitió comprender la necesidad de afiliarse a una organización con cientos de adherentes -Engels mismo señaló que en aquélla época su pedantería filosófica era no menos unilateral que el tosco comunismo de esos dirigentes-. Lo cierto es que no rompe relaciones con los dirigentes de la Liga y cuando se funda el Comité de Correspondencia, la Liga de los Justos de Londres se conforma como la sección londinense del comité. Marx también estableció contactos que serán imprescindibles en el futuro: “Durante mi primera estadía en París, yo mantenía relaciones personales con los dirigentes locales de la Liga, como también con los de la mayoría de asociaciones obreras francesas, sin entrar, no obstante, a formar parte de las mismas”.[23]

Marx explicó las características generales de la propaganda con la cuál ganan a la Liga: “[…] publicamos una serie de panfletos, ya fueran impresos o litografiados, en los que la mezcolanza de socialismo anglo-francés y de filosofía alemana, era sometida a una crítica despiadada que por aquél entonces consistía la teoría secreta de la Liga, recomendándose, en cambio el estudio científico de la estructura económica de la sociedad burguesa, como único fundamento pertinente, explicándose en un lenguaje netamente popular, que lo que se trataba no era la imposición de un sistema utópico cualquiera, sino la participación activa y consciente en el proceso revolucionario social a que asistíamos”.[24] Es decir, el trabajo consistió en aterrizar la teoría compleja del marxismo en una forma que los trabajadores la pudieran comprender, participando allí donde ellos se agrupaban y/o creando plataformas conjuntas para debatir con los sectores más avanzados del movimiento.

Así pues existían, tanto por parte de Marx como de Engels, contactos firmes con los dirigentes de la Liga de los Justos: Schapper, Bauer y Moll –quienes se encontraban en diversos grados de acercamiento con las ideas de aquéllos-en virtud de los cuales la Liga de los Justos de Londres envía, el 20 de enero de 1847, a Moll hacia Bruselas para solicitar la entrada de Marx y Engels a esta organización en vistas de un futuro congreso en que habrían de reorganizarse frente a la revolución que todos presentían estaba tocando la puerta. Engels escribió que a esta solicitud era imposible negarse. Así pues, esta histórica invitación, de la que surgirá el Manifiesto Comunista, no fue el simple producto de dos sabios de gabinete a los que se acercaron los trabajadores por “generación espontánea”. Sólo un sectario ignorante podría interpretar ese evento histórico de esa manera fabulosa e irreal –aún hoy los sectarios creen que las masas se les acercarán sin su participación en los espacios y organizaciones propias de los trabajadores-. Fue el trabajo de explicación paciente en el seno de esa organización obrera la que finalmente rindió sus frutos. Marx y Engels sembraron aquello que habían cosechado.


[1] Graco Babeuf, “Manifiesto de los iguales”, en El socialismo anterior a Marx, México, Grijalbo, 1969, pp. 22-23.

[2] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 186.

[3] Mehring, Franz; Carlos Marx, Barcelona, Grijalbo, 1967, p. 151.

[4] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 189.

[5] Citado en: McLellan, David; Karl Marx, su vida y sus ideas, Barcelona, Grijalbo, 1977, p.67.

[6] Mayer, Gustav; Friedrich Engels, México, FCE, 1978, p. 123.

[7] McLellan, David; Op. cit. pp. 154-155.

[8] Lenin, “Federico Engels”, Marx, Engels, Marxismo, Pekin, Ediciones en lenguas extranjeras, 1980, p. 59.

[9] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 190.

[10] Karl Marx, La ideología alemana, (edición completa), Montevideo, Ediciones de cultura popular, 1979, p.19.

[11] Marx, “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, México, Grijalbo, 1958, p. 15.

[12] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 191.

[13] Riazanov, David; “Biografía del Manifiesto comunista”, México, Compañía general de ediciones, 1964, p.37.

[14] Riazanov, David; Marx y Engels, Argentina, Ceip, 2012, p. 105.

[15] Ibid. p.106.

[16] Carta de Marx a Proudhon, citado en McLellan, Op. cit. p. 181.

[17] Ibid. p. 186.

[18] Cf. Riazanov, David; “Biografía del Manifiesto comunista”, México, Compañía general de ediciones, 1964, p.36.

[19] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 192.

[20] Citado en McLellan, Op. cit. p. 198.

[21] Ibid. p. 184.

[22] Engels, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, en: Marx, Engels, Obras escogidas en tres tomos, Tomo III, Moscú, Progreso, 1976, p. 192.

[23] Marx, El señor Voght, México, Juan Pablos Editor, 1977, pp. 101-102.

[24] Ibid. p. 102.

 

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