En defensa del Marxismo
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En las dos entregas anteriores explicamos que los planteamientos ideológicos de PODEMOS son comunes a todos los partidos “de izquierda” que históricamente no se plantearon superar el sistema capitalista; salvo limarle un poco las garras. Expusimos que, en su programa, los dirigentes de PODEMOS confían en solucionar los problemas sociales sin tocar la propiedad de los grandes banqueros, empresarios y terratenientes. En esta última entrega reivindicaremos el término “izquierda”, y criticaremos la concepción de PODEMOS sobre el papel de la “emoción” y del “patriotismo” en la lucha política, y explicaremos cómo la consecución de una democracia real está vinculada a superar el sistema capitalista de explotación.

Vindicación de la “izquierda”

Pablo Iglesias, el principal dirigente de PODEMOS, afirma que la dicotomía “izquierda-derecha” era propia de la “guerra fría” entre la antigua URSS y los países capitalistas occidentales (1945-1991) y que, por lo tanto, ya ha quedado superada. Lo que sorprende de esta afirmación no es sólo lo que dice, sino que es exactamente la misma argumentación que ha defendido la derecha y sus políticos en los últimos 20 años.

El uso político de la palabra “izquierda” tiene su origen en los primeros tiempos de la Revolución Francesa, y hacía referencia a los asientos que ocupaban en la Asamblea Nacional los delegados de las corrientes más radicales de la revolución, frente a las corrientes moderadas y promonárquicas, que se situaban en el lado derecho.

Desde entonces, izquierda y Derecha han quedado incorporadas al vocabulario político general y mundial. Durante algún tiempo, “la izquierda” quedó vinculada a la defensa de posiciones progresistas, republicanas y democráticas, frente a la derecha que se presentaba como la defensora del orden establecido y de las clases privilegiadas.

Con la irrupción de la clase obrera en la escena social y la formación de poderosas organizaciones políticas obreras desde fines del siglo XIX en adelante, el concepto de “izquierda” evolucionó hasta dotarse de un contenido de clase, en paralelo al del concepto de “derecha” con el que quedaron identificados los partidos formados por los grandes empresarios en cada país. Entre ambos polos, los llamados partidos de “centro”, fueron impulsados por políticos profesionales que explotaban las inquietudes políticas de las diferentes capas de la pequeña burguesía en sus variantes de “centro-izquierda” y “centro-derecha” para hacer carrera y negociar puestos y ministerios con las alas izquierda o derecha del espectro político.

La identificación de la “izquierda” con la lucha política de los trabajadores fue, y sigue siendo una conquista política preciosa, al reafirmar una separación de clase con los partidos de “derecha” que defienden los intereses de la burguesía, de los ricos.

Iglesias, que dice ser un gran defensor del papel de los “sentimientos” y de la emoción” en la lucha política – como si nos anunciara un descubrimiento o se atribuyera su innovación en la política española – no puede desconocer la fuerza emocional y sentimental que comporta el término “izquierda” para millones de trabajadores y jóvenes en el Estado español, sentimientos de “justicia”, de “solidaridad”, de “avances sociales”, de “lucha”, de “igualdad”; de la misma manera que el término “derecha” suscita en esos mismos trabajadores y jóvenes sentimientos y emociones asociados a la “injustica”, la “desigualdad”, la “explotación”, la “dictadura”, los “ricos” y los “opresores”.

Ya que el término “derecha” suscita una clara repulsa en la conciencia general de la clase trabajadora y demás sectores oprimidos de la sociedad, no es casualidad que desde hace un siglo la burguesía y sus partidos hayan realizado infinidad de intentos y esfuerzos por denigrar el término “izquierda”, abanderando la consigna “ni izquierda, ni derecha”.

Así, no fue una casualidad que los herederos más inteligentes del régimen franquista en 1977, denominaran a su partido “Unión de Centro Democrático”, esto es: ni izquierda, ni derecha; para tratar de borrar las sucias huellas de su procedencia.

¿Por qué lo hacen? Justamente para introducir la idea reaccionaria de la conciliación entre las clases, de que existen intereses comunes entre los trabajadores y sus patrones, entre los ricos y los pobres, para difundir la idea falsa de la “unidad nacional”, de que “todos somos españoles” – o, para el caso: “vascos”, “catalanes” o “gallegos” – mientras continúa la explotación y permanecen las injusticias sociales.

El carácter reaccionario de la consigna “Ni izquierda ni derecha” reside en que deja políticamente desarmados a los trabajadores y demás sectores populares oprimidos, con una consigna que dificulta su visión clara del origen de sus problemas, y la desvía a “la mala gestión” de los políticos, a que “en este país hay muchos sinvergüenzas”, etc. En lugar de hacerle ver la realidad tal cual es, debilita la conciencia política y orienta la mirada de los trabajadores y sus familias, no a la estructura económica de la sociedad y a las relaciones de propiedad, sino al terreno de la moral.

La consigna “ni izquierda, ni derecha” ha sido, precisamente, uno de los lemas preferidos de todos los demagogos reaccionarios, como Rosa Díez y su partido UPyD; y, especialmente, de los grupos fascistas, comenzando por el fundador del fascismo español, José Antonio Primo de Rivera, ya en los años 30 del siglo pasado.

En realidad, esta consigna cala especialmente en las capas políticamente más inexpertas y atrasadas de la sociedad, especialmente la pequeña burguesía que, por su papel social, no se enfrenta a un enemigo de clase directo, a diferencia de los trabajadores. Y es, justamente, a este sector de la sociedad a quien parece apelar enfáticamente Pablo Iglesias y los demás dirigentes de PODEMOS.

Pero, ¿es cierto que el término “izquierda” asusta o aleja no sólo a trabajadores, sino también a estas capas políticamente más atrasadas de la sociedad? No, no es cierto. La conciencia general es muy cambiante. No olvidemos que los dirigentes del PSOE que, cuando les conviene se proclaman enfáticamente de izquierda, ganaron hasta no hace muchos años bastantes elecciones. Más cercano en el tiempo, en Grecia, el nombre de SYRIZA, que se ha convertido en el primer partido del país y al que los dirigentes de PODEMOS dicen admirar, es un acrónimo que significa: Coalición de la Izquierda Radical.

Por tanto, el problema de la “izquierda” española en sus expresiones tradicionales más importantes (PSOE y PC-IU) no tiene que ver con el nombre o con su definición, sino con la política y el programa que han venido defendiendo y practicando desde la caída de la dictadura, que ha frustrado y alejado a millones que, en determinados momentos, buscaron en ellos una alternativa para transformar la sociedad.

De lo que se trata es de reivindicar el término “izquierda”, llenándolo de un verdadero contenido político de transformación social; es decir, socialista y revolucionario.

La emoción y el fascismo

Decíamos antes que Pablo Iglesias propone apelar a la emoción y a los sentimientos para hacer política. Ya respondimos que no sólo estábamos de acuerdo con eso, sino que ambos elementos forman parte indisoluble de cada lucha obrera y social, no sólo ahora – cuando parecen haberlo descubierto los dirigentes de PODEMOS – sino en toda la historia de las luchas de las clases sociales y pueblos oprimidos contra sus opresores.

Sin duda, podríamos identificar innumerables ejemplos de elevadas cotas de emoción y sentimiento al servicio de una lucha política por la liberación social, en los años gloriosos de la revolución y de la guerra civil española en los años 30, y en las luchas contra la dictadura franquista en los años 60 y 70.

Pero emociones y sentimientos hay muchos, y no todos juegan un papel revolucionario o progresista, también los hay reaccionarios, en el sentido de que alejan a las clases y sectores oprimidos de los verdaderos objetivos de su liberación. Hay que saber identificar entre unos y otros para evitar caer en una trampa.

Pablo Iglesias dice que el fascismo se alimenta de emociones, algunas irracionales, y que la izquierda debe disputarle ese campo. Concretamente, habla de que hay arrebatarle a la derecha y al fascismo los conceptos de “patria” y “patriotismo”.

Pero Pablo equivoca aquí las cosas y parece desconocer los hechos históricos. Allí donde el fascismo ganó – en los ejemplos clásicos y trágicos de Italia, Alemania o España – no sucedió porque fue más astuto que la izquierda manipulando los sentimientos “irracionales” de las masas, como parece deducir el compañero. En todos estos casos, y en otros, la razón fue que las direcciones que estaban al frente de la izquierda frustraron – en los momentos de mayor tensión social – las aspiraciones de liberación social de las masas trabajadoras negándose a dirigir sus luchas hacia la transformación socialista de la sociedad con la toma de la propiedad de los grandes banqueros, industriales y terratenientes. Como en el caso de PODEMOS, estas direcciones se esforzaron por circunscribir las luchas obreras y campesinas dentro de los marcos del capitalismo; negándose a tomar el poder apoyándose en la fuerza de la clase obrera organizada. La frustración resultante, cuando no las derrotas sangrientas, fue lo que pavimentó el camino al fascismo, y fueron los mismos trabajadores y campesinos quienes padecieron los peores golpes de la brutalidad fascista.

Debemos añadir, además, que en aquella época las clases medias y la pequeña burguesía – la base tradicional de masas del fascismo y de la reacción – enloquecidas por la aguda crisis social y frustradas por la incapacidad de las direcciones obreras de mostrarles una salida, constituían en la mayoría de los países el 40%, el 50% o el 60% de la población, que fue lo que le dio en aquel momento una base de masas al fascismo en esas circunstancias. Actualmente, la pequeña burguesía ha quedado reducida a un porcentaje pequeño de la población, y es la clase trabajadora – los trabajadores asalariados – junto con sus familias, el componen principal de la población (un 80% en el caso del Estado español). Por lo tanto, actualmente, el fascismo carece de una base de masas para desarrollarse, y la clase obrera es infinitamente más fuerte que hace 70 u 80 años.

El “patriotismo”

Históricamente, el “patriotismo” ha conocido momentos donde jugó un papel progresista, en las luchas de los siglos XVII al XIX en Europa, cuando agrupaba a las clases urbanas contra el particularismo feudad y la monarquía, para reunir a la “nación” contra los déspotas que poseían en propiedad los territorios que habitaban. Fue un sentimiento progresista en las luchas de los pueblos coloniales de América Latina, Asia y África, contra los viejos imperios coloniales, para crear naciones nuevas y regir sus destino por sí mismos, y este sigue siendo el caso en estas zonas contra la nueva dominación indirecta de las potencias imperialistas que les extraen y expolian sus recursos y las condenan a la indigencia.

El “patriotismo” de un trabajador o campesino venezolano es movilizado en la lucha contra el imperialismo norteamericano y europeo que trata de apoderarse de las riquezas del país y de esclavizar a su pueblo. Y eso es progresista.

Pero el sentimiento “patriota” en los países capitalistas desarrollados; es decir, imperialistas, como el caso del Estado español – aunque sea un país imperialista de segunda fila – el “patriotismo” es un sentimiento reaccionario, porque se basa en la exaltación de un sentimiento que se basa en la dominación y la opresión. Las grandes empresas y bancos españoles ya extraen la mayor parte de sus beneficios de la explotación imperialista de los países de América Latina y África, principalmente.

En lo concreto, el “patriotismo” es un sentimiento que identifica a personas de un mismo país, independientemente de su clase social, “hermana” al obrero de Coca-Cola despedido y a la anciana desahuciada con Botín y Rajoy. El “patriotismo” español tiene una historia y una tradición: apela a la grandeza de la “sangre” y del “Imperio hacia Dios” de Don Pelayo, Santiago Matamoros y de los Reyes Católicos, y al fascismo de la “España una, grande y libre”. Y enseña a despreciar a las minorías nacionales y su cultura en Catalunya, Euskadi y Galicia; lo mismo que al trabajador inmigrante, expulsado de su país por la acción depredadora de las multinacionales imperialistas, comenzando por las españolas.

Por supuesto, que debemos ser sensibles y diferenciar el sentimiento “patriota” pérfido, brutal, egoísta y opresivo de los fascistas y capitalistas españoles que ansían dominación y privilegios; del sentimiento “patriota” honesto del obrero y del joven parado que identifica la “patria” con un lugar digno donde poder vivir, trabajar y tener un futuro que le niegan sus “patriotas” ricos.

Pero tenemos que basarnos en ese “patriotismo” sano, ingenuo, del obrero y del parado no para reforzar ese sentimiento ni para excitar el odio o la animadversión hacia los “alemanes” o los “europeos del norte”, como lamentablemente - y no pocas veces – le hemos escuchado al compañero Pablo Iglesias. Sino para resaltar que no hay ni puede haber “hermandad” entre ricos y pobres, que la verdadera soberanía nacional reside en que el pueblo sea dueño de su propio país, de su riqueza, de sus recursos naturales; mientras que actualmente la riqueza del Estado español se la reparten no más de 200 familias de banqueros, industriales y terratenientes.

La verdadera soberanía nacional comienza, por tanto, expropiando la enorme riqueza que ostenta esa minoría de privilegiados para que esté en manos del conjunto de la sociedad, gestionada democráticamente para el interés de la inmensa mayoría.

En lugar de propagar prejuicios contra los alemanes y los europeos del norte de Europa hay que explicar que en dichos países también existen explotadores y explotados, y de lo que se trata es de unir a la clase obrera y la juventud combativa de toda Europa contra la Europa del Capital, de Merkel y de Rajoy. Explicar que actualmente los Estados nacionales son un estorbo para el desarrollo de nuestros pueblos, y que de lo que se trata, no es de reafirmar las fronteras nacionales, sino de borrarlas con la unión voluntaria y fraternal de los pueblos europeos, sumando nuestros recursos en una Europa socialista, unida y auténticamente democrática.

Cómo conseguir una democracia real

En una reciente entrevista en el diario on line Público, el compañero Pablo Iglesias, declaraba:

"Está claro quiénes fueron los enemigos de la democracia y quiénes lo son hoy. Los enemigos son quienes convierten derechos en privilegios. Quien privatiza la sanidad y la hace un privilegio es enemigo de la democracia, quien convierte la educación en un privilegio es enemigo de la democracia".

Ya desde el principio de su andadura política, los dirigentes de PODEMOS afirmaban que la dicotomía principal a la que se enfrenta la sociedad es “democracia frente a dictadura”.

En la misma línea, PODEMOS repite constantemente que su objetivo es el “empoderamiento” de la gente, algo así como que la gente tenga o tome el poder.

Aunque PODEMOS propone algunas medidas, que apoyamos sobre límites en los salarios de los altos funcionarios, limitación de cargos, revocación de los mismos por los electores, referéndums vinculantes, y demás; esto queda muy lejos de representar una democracia real.

Más aún, los dirigentes de PODEMOS no cuestionan el actual sistema de democracia burguesa, democracia representativa, donde los ciudadanos se limitan a votar a determinados partidos cada cuatro años, mientras que la gestión cotidiana de los asuntos generales sigue corriendo a cargo de especialistas, diputados, jueces, funcionarios que permanecen separados del pueblo y de sus preocupaciones e intereses.

La democracia seguirá siendo una palabra huera y vacía mientras sean otros quienes decidan quién puede trabajar y quién no, quién puede tener una vivienda y quién no, quién puede permitirse estudiar en la universidad y quién no, quién puede vivir en su país y quién no. En definitiva, mientras las fuentes de trabajo y de vida sigan siendo potestad y propiedad de una minoría nunca podrá haber verdadera democracia ni liberación social.

Mientras las grandes empresas sigan dominando con puño de hierro a la sociedad, seguirán disponiendo de millones de euros para corromper a funcionarios, jueces, policías, diputados y concejales; montando medios de comunicación de masas para condicionar a la población en todos los aspectos de la vida social. Los grandes partidos del régimen seguirán recibiendo cuantiosas donaciones en A o en B para monopolizar e instalarse en las campañas electorales jugando con la desesperación de la gente común.

Una verdadera democracia no es la que se limita a permitir que los ciudadanos voten cada cierto tiempo e inmediatamente pierdan el control efectivo sobre sus representantes. Nuestro modelo de democracia es una democracia directa y participativa, donde sea la propia población la que gestiona y decide directamente sobre todos y cada uno de los aspectos que determinan su vida: su barrio, su ciudad, su región o nacionalidad, su empresa, la escuela de sus hijos, el servicio sanitario que recibe, los puestos de trabajo públicos que se ofertan, etc.

Pero existe otra circunstancia que introduce severas limitaciones a la participación popular. Qué tipo de democracia participativa podemos tener cuando los trabajadores se ven obligados a trabajar 8, 10 o 12 horas diarias y llegan a sus casas cansados, y deben atender su vida familiar y sus problemas cotidianos, y lo último que desean es participar en reuniones, debates o asumir responsabilidades en organizaciones y partidos.

La medida básica para facilitar la participación de las masas de la población en la democratización de la vida social debe comenzar con la reducción drástica de la jornada laboral, sin reducción salarial, para que los trabajadores tengan tiempo libre y se sientan psicológicamente estimulados para acudir a reuniones, asambleas, etc.

Se mire por donde se lo mire es imposible asegurar las bases mínimas de una verdadera democracia en la sociedad actual. Se requiere una sociedad de nuevo tipo, y está vinculada a una transformación radical de las estructuras existentes, en las empresas y en el aparato del Estado.

Nuestra propuesta de democracia directa, que recoge toda la experiencia histórica de luchas y revoluciones de la clase obrera mundial, es la siguiente:

- Creación de comités de delegados de trabajadores, elegibles y renovables en cualquier momento en asambleas de trabajadores, en todas las fábricas, empresas, oficinas e instalaciones públicas, que tengan la facultad de ejercer un control obrero sobre todos los aspectos: libros de caja, producción, seguridad e higiene, beneficios, contratación de trabajadores.

- Coordinación de estos comités de trabajadores a nivel de rama de producción, localidad, regional y estatal, con la elección de delegados que participen en las reuniones en cada nivel.

- Creación de comités de vecinos en cada barrio, elegidos y revocables en cada momento en asambleas vecinales, que tengan la facultad de decidir y proponer sobre todos los aspectos del mismo. Coordinación de todos los comités de barrio a nivel de ciudad. Elegir en dicho comité de ciudad los integrantes que compondrían un gobierno popular de la ciudad, elegible y revocable en cualquier momento.

- Comités paritarios de profesores, trabajadores y estudiantes en cada facultad que dirijan todos los aspectos de la misma, elegibles y revocables en cualquier momento. Dirección de cada Universidad por un comité paritario de profesores, trabajadores y estudiantes elegidos en una asamblea general de cada universidad, con representantes paritarios de cada facultad.

- Coordinación de todos los comités de trabajadores, vecinales, de universidad a nivel local, provincial, regional y estatal, con delegados elegidos en cada ámbito, elegibles y revocables en cualquier momento.

- Obligatoriedad de elección mínima de los integrantes de todos los comités cada 3 meses.

- Convocatoria de un Congreso estatal de comités, formado por delegados elegibles y revocables procedentes de cada comité local, que elija un comité central de delegados que asuma las funciones de un gobierno estatal, y cuyos miembros puedan ser elegibles y revocables en cualquier momento. En lugar de la actual separación entre poder ejecutivo y legislativo, que escapan a cualquier control obrero y popular, se fusionarán ambos organismos en un único cuerpo deliberativo y ejecutivo, y cuyos integrantes estarán sujetos en todo momento a revocación inmediata.

- Que ningún representante público reciba un salario superior al salario medio de un trabajador cualificado, como la manera más efectiva de cerrar el paso a los arribistas profesionales.

- Que las tareas de representación, control y administración en cada ámbito a nivel de empresa, barrio, localidad, provincia, comunidad y estatal tengan un carácter rotatorio.

- Ningún ejército o fuerza represiva separados del pueblo. Disolución de las Unidades de Intervención Policial (antidisturbios). Depuración de fascistas y reaccionarios el ejército, la policía y la Guardia Civil. Control de las academias del ejército y de la policía por las organizaciones obreras y sociales, y cuyos integrantes serán responsables ante los comités obreros y vecinales en cada ámbito. Elección de los oficiales por los soldados.

- Disolución del cuerpo judicial corrupto y clasista. Creación de tribunales populares responsables ante los comités locales

- Disolución de esa reliquia del feudalismo como es la Monarquía y los privilegios dinásticos de la familia Borbón. Proclamación de una república federal y socialista que consagre la unión voluntaria de los pueblos que componen el Estado español, como un primer paso para una república socialista ibérica y los Estados Unidos Socialistas de Europa.

Llevar a la práctica una democracia obrera de este tipo es incompatible con el dominio de las grandes empresas y bancos. Para ello se requiere la expropiación del gran capital, en las condiciones que explicamos en un apartado anterior, bajo el control de los trabajadores.

PODEMOS e IU

Se nos puede reprochar que seamos muy exigentes con los compañeros de PODEMOS cuando otras organizaciones que sí se reclaman abiertamente de izquierda, como es el caso de Izquierda Unida, defienden posiciones similares a la de PODEMOS. Pero nosotros nunca hemos dejado de señalar las insuficiencias del programa actual y de la política de IU. Si bien observamos una diferencia. Independientemente del programa y de la práctica habitual de IU y de sus dirigentes, una cosa es cierta: pese a todo, IU se reclama una organización de la clase trabajadora, propone como su horizonte político el socialismo y apuesta abiertamente por la república. Desde el punto de vista ideológico, ofrece al menos un punto de partida a partir del cual se puede ir avanzando, combatiendo al mismo tiempo, como hacemos, las posiciones y los sectores en su interior que entran en contradicción con los fundamentos ideológicos de la organización.

Sin embargo, PODEMOS, que se presenta como lo “nuevo” y ha conseguido atraer la atención de sectores no organizados que muy recientemente se han incorporado a la vida política activa, y que forman parte de la misma base social del resto de la izquierda, parte de una posición ideológica mucho más atrasada que IU. Rehúye referenciarse centralmente en la clase trabajadora, no contempla en su objetivo el socialismo – la sociedad sin clases – y se asume como organización interclasista, dando a entender como posible y realizable la conciliación entre clases sociales con intereses antagónicos. Y se desentiende del debate sobre la República. Sus posiciones ideológicas, lejos de hacer avanzar la conciencia política de la clase trabajadora y de la juventud combativa, la hace retroceder hacia posiciones superadas por la historia.

Lo más grave de la posición de los dirigentes de PODEMOS es que ellos en conversaciones en “petit comité” se declaran a sí mismos de izquierda, republicanos y hasta socialistas y marxistas; pero consideran que su público es demasiado inmaduro para que se eleven hasta esas posiciones. En lugar de aprovechar la autoridad política que han alcanzado sobre sus bases para hacer avanzar su conciencia, se adaptan a sus prejuicios más atrasados, para reforzarlos y desacreditar la idea de la “izquierda”.

La vida enseña

PODEMOS insiste una y otra vez en que “quieren ganar”, “ya estamos cansados de perder”. Nosotros también, pero queremos ganar para llegar a nuestro objetivo, no para desviarnos de él y ofrecer una vía muerta en la solución de los problemas sociales.

La impaciencia en política siempre condujo al ultraizquierdismo y al oportunismo. Los ultraizquierdistas dicen “no podemos esperar”, de ahí que busquen atajos con acciones “ejemplarizantes” para “despertar” a las masas, que sólo tienen el efecto de alejarles de la clase obrera y desacreditarles. Los oportunistas también claman “no podemos esperar”, y traten de buscar un atajo abandonando sus consignas “demasiado radicales”, para “aguar” y “moderar” sus ideas. Y esto ya sabemos a dónde conduce.

PODEMOS se lamenta de que la izquierda, por ahora, sólo llega a una minoría, a un 15% o menos. Desde luego, la situación está lejos de ser satisfactoria y hay mucho que avanzar, en la calidad de la dirección, en la democratización de nuestras organizaciones, en agitar un programa y unas consignas correctas y en acompañar las luchas en las calles.

Pero también hay un hecho sobre el que merece la pena reflexionar. Si miramos la historia de las grandes revoluciones pasadas, el ala más consecuentemente revolucionaria siempre aparece en minoría al comienzo de la revolución. Son los partidos moderados de la revolución quienes concentran el apoyo de las masas trabajadoras. Sólo a través de su experiencia viva y de la explicación paciente – por medio de un proceso de meses o unos pocos años – las masas trabajadoras abandonan su confianza en los partidos moderados y se aproximan al ala revolucionaria, que gana en apoyo e influencia. La historia enseña que la impaciencia por ganar a las masas, tratando de forzar una experiencia que no puede forzarse a voluntad, condujo a incontables derrotas, bien por errores ultraizquierdistas u oportunistas. La experiencia exitosa del Partido Bolchevique en la revolución rusa nos ilustra el modelo de agitación y de organización que se requiere para asegurar la victoria revolucionaria que, dicho sea de paso, se consiguió sin apenas violencia y con un apoyo aplastante entre la clase obrera y el campesinado en octubre de 1917.

El error de los compañeros de PODEMOS es tratar un problema político que no admite atajos para su solución – cómo rebasar los límites “naturales” de la izquierda – como si se tratara de un problema organizativo – “esconder nuestras banderas”. No es ocultando nuestras ideas como conquistaremos la mayoría, sino explicando pacientemente el programa de medidas que se necesita, acompañando la experiencia de la clase trabajadora y demás sectores populares explotados, que tarde o temprano terminarán de agotar su confianza e ilusiones en encontrar una solución dentro de los márgenes del capitalismo.

Cuál es la tarea inmediata

La tarea más inmediata es utilizar los mecanismos que nos proporciona el sistema para hacer agitación de masas para popularizar y difundir nuestras consignas y atraer a los sectores más conscientes y avanzados de la clase obrera y de la juventud.

De lo que se trata es de agrupar y organizar a la vanguardia del movimiento obrero y de la juventud que crece día a día. Dotarla de una visión científica de la realidad y de la sociedad, de convencerla de la justeza de un programa completo de transformación social. Una vez sea consciente de sus objetivos y se encuentre organizado, este sector que ya hoy se cuenta por decenas de miles, estará en condiciones de atraer a sectores y capas cada vez más amplios de la clase trabajadora y de la juventud, y también a sectores de la clase media más próximos a la clase trabajadora y de sus condiciones de vida.

El mejor instrumento de que disponemos para realizar esta tarea son las ideas científicas del marxismo, del socialismo revolucionario. La concepción clasista de la historia y de la sociedad, que ha sido corroborada y enriquecida por la experiencia histórica de las últimas décadas. Esto incluye la asimilación y superación de la experiencia del estalinismo, esa deformación burocrática y totalitaria del socialismo que tanto daño ha hecho a nuestra causa, causada por el aislamiento de la revolución en un país pobre y atrasado acosado durante años por el capitalismo y el imperialismo.

La lucha por transformar la sociedad, por terminar con las injusticias y la opresión y por un mundo auténticamente humano y feliz, es una lucha difícil que no admite análisis superficiales, simplistas ni moralistas.

Los trabajadores y, sobre todo, la juventud, que se incorporan a la lucha política activa no se conformarán con eso. Arden en deseos de conocer y estudiar. Sólo en el marxismo podrán encontrar plena satisfacción a sus inquietudes y proclamar: definitivamente no, la revolución no será banalizada.

LEER TAMBIÉN:

* La revolución no será banalizada - A propósito de PODEMOS (2ª Parte)

* La revolución no será banalizada - A propósito de PODEMOS (1ª Parte)

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