Europa
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Mientras el ejército ruso continúa bombardeando las ciudades de Ucrania, la prensa y los políticos occidentales están haciendo todo lo posible para ocultar el papel del imperialismo occidental en el desastre. Lejos de ser un partido neutral, Occidente ha estado provocando el conflicto por sus propias razones imperialistas.

Las bombas y los cohetes caen sobre las ciudades ucranianas y, como es natural, los trabajadores de todo el mundo están consternados por la muerte y la destrucción causadas por la invasión rusa. Sin embargo, nunca se explica el papel que ha jugado Occidente en este conflicto.

Si lo pensamos por un minuto, está claro que la guerra en Ucrania no es solo una guerra entre Ucrania y Rusia, sino una guerra de poder entre los aliados occidentales y Rusia. No hay duda de qué lado está Occidente. Durante los últimos años, el ejército ucraniano ha sido armado y entrenado por países de la OTAN.

Hoy, Ucrania está viendo su esfuerzo de guerra financiado por la UE y los EE. UU. Están enviando armas y dinero de una manera sin precedentes. Alemania ha roto su política de no enviar armas. La Cámara de Representantes aprobó 13.000 millones de dólares para Ucrania, y así sucesivamente.

Podríamos preguntar: ¿dónde estaba este dinero cuando Ucrania estaba en medio de una crisis económica devastadora? Ahora que están en guerra, claramente se considera dinero bien gastado. Cuando la masa de ucranianos se enfrentó a la pobreza y la indigencia, no fue el caso. La guinda del pastel la ponen los fabricantes de armas occidentales, que están obteniendo enormes beneficios en este conflicto.

¿En qué ayuda este apoyo? En muy poco. Si tiene las consecuencias previstas, prolongará la guerra, pero a un costo devastador. Por supuesto, no serán los políticos, los periodistas y los directores ejecutivos de los EE. UU. o de Europa occidental los que tendrán que hacer frente a esta devastación, sino los millones de ucranianos que se han quedado sin hogar y sin medios de subsistencia. El ejército ruso claramente arrasará las ciudades de Ucrania antes de permitir que el país se una a la OTAN.

Los trabajadores europeos también están sufriendo consecuencias, como la subida astronómica de los precios de la energía. Esto sin mencionar a los trabajadores y pobres de Egipto y Líbano, que son grandes consumidores de trigo ruso y ucraniano. Sin embargo, en palabras del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y la secretaria de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Liz Truss, es “un precio que vale la pena pagar”. Eso es fácil de decir para ellos.

Para los países de la OTAN, hay un principio importante en juego: mantener firmemente a Ucrania en su esfera de influencia y no permitir la injerencia rusa. Esto es lo que subyace bajo los bonitos discursos sobre la soberanía y la autodeterminación. Detrás de bellas frases, como tantas veces ocurre, se esconden intereses imperialistas.

Promesas hechas

La raíz de este conflicto se remonta al colapso de la Unión Soviética. En aquel momento, estaba en vigor el Pacto de Varsovia en toda Europa del Este. El pacto había sido creado específicamente para contrarrestar la inclusión de Alemania Occidental en la OTAN. Los soldados de la Unión Soviética estaban estacionados en la zona este de Europa, por un lado, como garantía contra un ataque occidental y, por el otro, como un medio para asegurar el control de la burocracia estatal en Moscú sobre las naciones de Europa del Este.

Sin embargo, hacia 1989 el pacto empieza a desmoronarse. Los capitalistas de Occidente vieron una gran oportunidad para nuevas inversiones rentables en toda Europa del Este, incluida en la propia Rusia, como resultado del retorno al capitalismo, que estaba en juego en la región. Estaban muy interesados en evitar que el ejército de la Unión Soviética interviniera para revertir el proceso.

La burocracia estatal de la Unión Soviética había utilizado sus tropas para reprimir los movimientos revolucionarios en Hungría en 1956 y en Praga en 1968. En ese momento, más que la restauración del capitalismo estaba sobre la mesa la revolución política, había un temor entre los políticos capitalistas de que el ejército volviera a intervenir. La cúpula militar se aferraba, no al socialismo, evidentemente, sino al mantenimiento del prestigio de las fuerzas armadas de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia.

Occidente, por lo tanto, prometió una serie de cosas a los líderes de la Unión Soviética. En particular, se comprometió a no ampliar la OTAN. En 1989, George Bush padre le prometía a Gorbachov que no se aprovecharía de los diversos movimientos en Europa del Este para dañar los intereses de seguridad soviéticos. La reunificación alemana en 1990 fue una cuestión particularmente delicada.

El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania Occidental, Genscher,  dio un discurso en el que dijo que, para no dañar los intereses de seguridad soviéticos, la OTAN debería descartar “la expansión de su territorio hacia el este, es decir, acercarse a las fronteras soviéticas”. Un tratado sobre la unificación alemana firmado por las dos repúblicas alemanas, la Unión Soviética, Francia, Reino Unido y Estados Unidos estipulaba que, aunque la nueva Alemania Unida era libre de unirse a la OTAN, después de la retirada de las tropas soviéticas de Alemania Oriental (RDA), no se colocarían tropas extranjeras en la antigua RDA.

A lo largo del proceso, las potencias occidentales fueron muy conscientes de que la aceptación de la Unión Soviética estaba condicionada a las garantías sobre las intenciones de Occidente frente a los países de Europa del Este. El 9 de febrero de 1990, el secretario de Estado de los Estados Unidos, James A. Baker,  hizo una oferta a Gorbachov, la OTAN no se expandiría ni una pulgada hacia el este, si la Unión Soviética aceptaba que la nueva Alemania Unida se uniera a la OTAN. Al día siguiente, el canciller de Alemania Occidental, Helmut Kohl,  se comprometía con Gorbachov a que “la OTAN no ampliaría su alcance”. Y las promesas continuaron a lo largo de 1990 y el año siguiente.

En marzo de 1991, pocos meses antes de que se disolviera el Pacto de Varsovia, John Major le hacía saber a Gorbachov que “no estamos hablando del fortalecimiento de la OTAN” y sobre la cuestión de la expansión de la OTAN que “nada de eso sucederá”. El Pacto de Varsovia se disolvió debidamente el 1 de julio de 1991.

El Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington compiló una serie de documentos que muestran la ráfaga de actividad diplomática diseñada para ofrecer garantías a los líderes soviéticos: Expansión de la OTAN: lo que escuchó Gorbachov . Realmente no dejan lugar a dudas sobre lo prometido en su momento. Pero las promesas se rompieron unos años después.

El saqueo de Europa del Este

La oligarquía en Rusia que se estaba creando a partir del saqueo de los bienes del Estado aún no era lo suficientemente fuerte como para imponerse. La economía estaba en caída libre y la resistencia de la clase obrera aún no había sido superada por completo. Rusia en la década de 1990 se convirtió en un patio de recreo para los nuevos oligarcas y el capital financiero occidental.

La personificación de este proceso fue el presidente Yeltsin, quien se apoyó mucho en Occidente para mantener su gobierno. Si Gorbachov trató de encontrar el equilibrio entre las reformas de mercado y la antigua economía planificada, Yeltsin se convirtió en el rostro de la contrarrevolución abierta y la reforma de mercado. En puntos cruciales, Occidente intervino para reforzar su posición frente a los trabajadores que protestaban y un ala de la burocracia que aún no se había pasado completamente al capitalismo.

Incluso cuando Putin se estaba posicionando para tomar el relevo de Yeltsin, se apoyó en Occidente, incluyendo reuniones públicas con Tony Blair y otros. Estaba destinado a ser su nuevo hombre en Moscú. La restauración del capitalismo hasta este punto había significado la subordinación de Rusia al imperialismo occidental.

Occidente estaba empujando su influencia hacia Europa del Este. La clase obrera de la región estaba completamente desmoralizada y atomizada por el proceso de restauración capitalista. El terreno estaba listo para la explotación y el capital occidental se movió para hacer precisamente eso.

El capital alemán jugó un papel importante en esto, convirtiéndose en un actor clave en las economías de Europa Central y Oriental, así como en los Balcanes. En el proceso, desempeñó un papel decisivo en la ruptura reaccionaria de Yugoslavia. El capital financiero sueco se hizo cargo de la banca en los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania). Las industrias de toda Europa del Este fueron engullidas por empresas europeas, en particular las que estaban en buen estado. El fabricante de automóviles alemán Volkswagen se hizo cargo de Škoda, y así sucesivamente. Pero estas nuevas adquisiciones seguían siendo vulnerables ante una Rusia que comenzaba a encontrar su lugar.

La guerra en Chechenia, donde Rusia reprimió brutalmente las aspiraciones locales de independencia, fue una señal de que Rusia ya no era tan fácil de manejar como solía ser. La guerra también formó un componente crucial en la campaña presidencial de Putin. Calificó su presidencia como una era de reactivación, incluida la reintroducción del himno nacional de la Unión Soviética (con letras nuevas y nacionalistas).

Promesas rotas

Si los oligarcas rusos eran los grandes mafiosos, los pequeños mafiosos de Europa del Este que se habían enriquecido gracias a la venta de activos estatales estaban ahora preocupados por su vecino más grande del este. La inclusión formal en la esfera de influencia occidental era una opción atractiva.

En poco tiempo, entre 1999 y 2004, la mayoría de los estados del antiguo Pacto de Varsovia se incorporaron a la OTAN. La inclusión, en particular de los Estados bálticos, llevó a la OTAN hasta las fronteras de Rusia.

Ahora, las tropas estadounidenses podrían desplegarse fácilmente en las fronteras de Rusia, a unas dos horas en automóvil desde San Petersburgo, aunque para reducir la provocación, no se desplegaron tropas estadounidenses en esa etapa. Estados Unidos, por ahora, se atenía a la parte del acuerdo que estipulaba que no habría tropas estacionadas permanentemente al este de Alemania. Pero esto no duraría, como veremos.

Madeleine Albright, secretaria de Estado de Bill Clinton, relató la opinión rusa al respecto en ese momento (1998): “[El presidente ruso] Yeltsin y sus compatriotas se oponían firmemente a la ampliación, viéndola como una estrategia para explotar su vulnerabilidad y mover la línea divisoria de Europa al este, dejándolos aislados.”

Casi al mismo tiempo, la OTAN llevó a cabo una campaña de bombardeos de 78 días contra Yugoslavia (Serbia), que causó enormes daños económicos. En una conferencia sobre la crisis de 2014 en Ucrania, el profesor John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago explicó la importancia de esto: “La OTAN no solo intervino en los asuntos de un país no perteneciente a la OTAN, sino que tomó partido contra los serbios, aliados de los rusos, y lo hizo sin la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.

A esto le siguieron intervenciones en Kosovo, donde las unidades blindadas rusas se enfrentaron con las tropas de la OTAN; Afganistán, donde Estados Unidos activó espuriamente el artículo 5 de defensa mutua; y, más recientemente, Libia. La implicación era clara, la OTAN no era solo una alianza defensiva, sino algo que Occidente podría usar para promover sus intereses contra Rusia.

Rusia dibuja una línea en la arena

La OTAN continuó con su programa de expansión. En 2008, tuvo lugar una cumbre en Bucarest donde se adoptó una declaración. Contrariamente a los deseos de Ucrania y Georgia, los dos países no fueron aceptados de inmediato para ser miembros. No obstante, la declaración establece claramente que “La OTAN da la bienvenida a las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania y Georgia para ser miembros de la OTAN. Acordamos hoy que estos países se convertirán en miembros de la OTAN”.

En respuesta a esta declaración, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia declaró: “La adhesión de Georgia y Ucrania a la alianza es un gran error estratégico que tendrá consecuencias muy graves para la seguridad paneuropea”. Putin calificó la unión de Georgia y Ucrania en la OTAN como una “amenaza directa” para Rusia.

En un cable filtrado el 1 de febrero de 2008, el embajador estadounidense en Moscú explicaba la posición rusa:

“5. (C) Las aspiraciones de la OTAN de Ucrania y Georgia no solo tocan un nervio sensible en Rusia, sino que generan serias preocupaciones sobre las consecuencias para la estabilidad en la región. Rusia no solo percibe el cerco y los esfuerzos para socavar la influencia de Rusia en la región, sino que también teme consecuencias impredecibles e incontroladas que afectarían seriamente los intereses de seguridad rusos. Los expertos nos dicen que Rusia está particularmente preocupada de que las fuertes divisiones en Ucrania sobre la integración en la OTAN, con gran parte de la comunidad étnica rusa en contra, puedan conducir a una división importante, que involucre violencia o, en el peor de los casos, una guerra civil. En esa eventualidad, Rusia tendría que decidir si interviene; una decisión que Rusia no quiere tener que enfrentar”. (Cable: 08MOSCOW265_a)

Casi al mismo tiempo, Estados Unidos estaba jugando con la idea de establecer un sistema de defensa antimisiles en Polonia. El gobierno polaco estaba presionando para esto, no tanto porque habría protegido a Polonia de los misiles, sino porque habría establecido una presencia militar permanente de EE. UU. en el país. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia emitió una declaración en julio de 2008, utilizando las mismas palabras que Putin en enero, afirmando que, si el proyecto sigue adelante, “nos veremos obligados a reaccionar no con métodos diplomáticos, sino con métodos militar-técnicos”. El proyecto polaco supuestamente era defensivo y no estaba dirigido contra Rusia, pero eso eran solo palabras.

La cuestión del posicionamiento de los sistemas de misiles tiene una historia. A EE. UU. y sus aliados les gusta fingir que apostar soldados o misiles estadounidenses en Europa del Este no es un movimiento agresivo en absoluto. Pero EE.UU. ha mantenido durante mucho tiempo la doctrina Monroe que declara que todo el continente americano es una zona prohibida para otras potencias imperialistas. No tenemos que imaginar lo que hubiera pensado EE.UU. si uno de sus adversarios pusiera tropas y misiles en, digamos, el Caribe. Ya sabemos cuál habría sido su reacción. Durante la crisis de los misiles en Cuba, Estados Unidos amenazó con una guerra nuclear por la presencia de misiles y tropas soviéticas en Cuba. Podríamos imaginar lo que dirían si los chinos colocaran tropas y misiles en Cuba o en México hoy.

Las continuas provocaciones de la OTAN empujaron a Rusia y Putin a trazar una línea en la arena. Utilizaron el conflicto no resuelto entre Georgia y Osetia del Sur para lanzar una invasión de Georgia. La guerra duró 12 días y terminó con Georgia obligada a aceptar la independencia de facto de Osetia del Sur y Abjasia. Aunque esto nunca fue parte del acuerdo formal, también impidió efectivamente que Georgia continuara su camino hacia la integración en la OTAN.

Este podría haber sido el final, pero Occidente aún no había renunciado a sus esperanzas de expandir su esfera de influencia. De hecho, se hicieron ciertas concesiones: por ejemplo, se abandonó el plan de la base de misiles de Polonia. Sin embargo, otro punto crítico grave iba a ocurrir en Ucrania, un punto crítico que en realidad fue el preludio de la guerra actual.

El movimiento Maidán

En 2013, el presidente ucraniano Yanukovich estaba negociando acuerdos comerciales con Europa. Yanukovich desempeñó el papel de intentar equilibrar Rusia y Occidente. Había negociado un acuerdo de asociación con la UE, pero esto amenazaba la relación de Ucrania con Rusia.

Putin se opuso al acuerdo de asociación, viéndolo correctamente como un intento de acercar a Ucrania a la órbita de la UE. Los oligarcas del este de Ucrania se pusieron del lado de Putin, temiendo la pérdida del mercado ruso. Putin, en cambio, ofreció negociaciones trilaterales entre la UE, el FMI y Rusia, pero tal oferta fue rechazada por la UE. Esta era claramente una oferta para "tomar o dejar" para la UE, que no estaba interesada en apoyar a la economía ucraniana en crisis. Su promesa de mil millones de dólares fue insignificante y habría servido de poco. Rusia estaba ofreciendo $ 15 mil millones. No es de extrañar que Yanukovich se fuera con este último.

Angela Merkel comentó sobre la oposición rusa al acuerdo: “la Guerra Fría ha terminado”. Pero las acciones tanto del gobierno ruso como de Occidente demostraron que ocurría lo contrario. Además, le comentó a Yanukovych que "habían esperado más" de él.

Durante algún tiempo, Occidente utilizó la idea de unirse a la Unión Europea como una zanahoria. Las promesas de fácil acceso al mercado laboral en Occidente, inversiones, etc., llevaron a una capa de la población a salir a la calle a favor del acuerdo en noviembre de 2013. Esto fue cultivado por los líderes de la UE.

Como demostrarían los acontecimientos posteriores, la UE no tenía ninguna intención de proporcionar a Ucrania la plena adhesión a la UE. Estaban felices de alejar a Ucrania de Rusia, incluso a costa de una guerra civil, pero no querían brindar ningún apoyo serio. Incluso ahora, los líderes de la UE se oponen a que Ucrania se una, sin embargo, el Parlamento de la UE vota. Si Ucrania se uniera a la UE, tendría acceso al presupuesto de la UE y viajes sin visa. Esto, los líderes de la UE no están interesados en lo más mínimo.

Sin embargo, a medida que se desarrollaban las protestas, no tuvieron problema en defender el derecho de Ucrania para unirse a la UE. El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Westerwelle, dijo que las manifestaciones en apoyo del acuerdo de adhesión demostraban que “el corazón del pueblo ucraniano late de manera europea”. Pero esto no significaba que se les permitiría unirse a la UE.

Estados Unidos se involucró a medida que se desarrollaba la protesta. El 3 de diciembre, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, declaró:

“La violencia y la intimidación no deberían tener cabida en la Ucrania actual. Seguimos apoyando las aspiraciones del pueblo ucraniano para lograr una democracia europea próspera. La integración europea es el camino más seguro hacia el crecimiento económico y el fortalecimiento de la democracia de Ucrania”.

Pero el ala más agresiva de la burguesía estadounidense quería ir aún más lejos. El senador John McCain hizo varias declaraciones belicosas y visitó las protestas de Maidán, donde pronunció un discurso el 15 de diciembre. Se estaba preparando un golpe de Estado.

Una grabación de audio de una conversación. entre el secretario de Estado de EE. UU. y el embajador de EE. UU. en Ucrania fue publicada en Youtube, muy probablemente por la inteligencia rusa. Es una clara evidencia de que Estados Unidos estuvo involucrado en la planificación de la eliminación de Yanukovych.

El objetivo de la participación de EE. UU. era claro: instalar un gobierno amigo de Occidente que firmara el acuerdo de adhesión a la UE y continuara abogando por la inclusión de Ucrania en la OTAN. Es dudoso que la intención fuera permitir la adhesión alguna vez, pero ciertamente pretendían continuar colgando la esperanza de prosperidad económica (como miembro de la UE) y seguridad militar (como miembro de la OTAN) frente a los ojos de los ucranianos.

El golpe tuvo lugar el 22 de febrero de 2014. El nuevo régimen no perdió tiempo en proclamar sus intenciones anti-rusas. Al día siguiente, 23 de febrero, el parlamento ucraniano derogó las leyes sobre las lenguas minoritarias rusas. Un mes después del golpe, firmaron el acuerdo de adhesión.

En el proceso de movilización contra Yanukovich, los imperialistas y los oligarcas ucranianos prooccidentales revivieron el fantasma de los grupos fascistas colaboracionistas con los nazis de la Segunda Guerra Mundial, y los neonazis proporcionaron los batallones de choque de las protestas de Maidán. Como hemos visto, el nuevo régimen incorporó el legado de los colaboradores nazis en sus instituciones, incluido el canto “¡Gloria a Ucrania! ¡Gloria a los héroes!”, que incluso se convirtió en el canto oficial del ejército ucraniano. Desafortunadamente, también los liberales occidentales lo han retomado en las últimas semanas.

La reacción de Putin y el gobierno ruso fue previsiblemente hostil. El nuevo gobierno representaba una amenaza para la base naval rusa en Sebastopol, en particular, y en un mes Putin anexionó Crimea para asegurar el acceso ruso al Mar Negro y al Mediterráneo. También respaldó, inicialmente a regañadientes y finalmente con fuerza, a los rebeldes separatistas en Donbás, particularmente en las dos ocasiones en que parecía que el ejército ucraniano estaba a punto de derrotarlos.

Irónicamente, el movimiento nacionalista ucraniano se saldó con la pérdida de tres importantes regiones de Ucrania. Todo esto claramente alentado, de principio a fin, por EE.UU. y también, algo más a regañadientes, por la UE.

La continua intromisión de la OTAN

En 2017 y 2020, la OTAN agregó a su alianza dos países más, que anteriormente formaban parte de la esfera de influencia rusa: Montenegro y Macedonia. En sí mismas, estas adiciones no fueron decisivas, pero demostraron que la OTAN estaba preparada para continuar su expansión, incluso posiblemente a Ucrania.

Estados Unidos y la UE continuaron incitando a Ucrania contra Rusia. Se les animó a romper el acuerdo de Minsk II, al que los nacionalistas ucranianos se habían opuesto desde el principio. Turquía proporcionó nuevos drones a Ucrania y EE. UU. proporcionó misiles antitanques Javelin. Básicamente, se estaban preparando para otra ofensiva en el Donbás. En enero de este año, el secretario del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, Oleksiy Danilov, declaró:

“El cumplimiento de los acuerdos de Minsk significa la destrucción del país. Cuando se firmaron bajo el cañón del arma rusa, y los alemanes y los franceses observaron, ya estaba claro para todas las personas racionales que es imposible aplicar esos documentos”.

El gobierno ucraniano continuó con su hostilidad hacia la minoría de habla rusa: en 2019, Zelensky introdujo una ley lingüística que exige el uso del idioma ucraniano en la industria de servicios y para la matrícula en las escuelas. Ahora era censurable por ley que un camarero saludara a alguien en ruso, a menos que el cliente lo hubiera solicitado específicamente. Del mismo modo, las escuelas que habían estado realizando su matrícula en Rusia ahora tenían prohibido hacerlo. Fue otra provocación más contra la minoría rusa, y contra Rusia.

Y la presión se mantuvo. En la primavera de 2021, la OTAN realizó unas maniobras masivas denominadas “Defender Europa 2021”, que incluía a todos los Estados bálticos y Polonia. Ucrania fue uno de los 26 países participantes. Según el ejército de EE. UU., dichas maniobras “demuestran nuestra capacidad para servir como socio estratégico de seguridad en las regiones de los Balcanes occidentales y el Mar Negro, al tiempo que mantiene nuestras capacidades en el norte de Europa, el Cáucaso, Ucrania y África”. Básicamente, todas las áreas que se disputan Rusia y Occidente. La OTAN, por supuesto, afirmaría que esto no era hostil a Rusia. Pero sus maniobras fueron tan "amistosas" como las rusas en Bielorrusia antes de la invasión. Las maniobras también incluyeron bombarderos B1 de EE. UU. que bordearon el espacio aéreo ruso, lo que obligó a Rusia a responder desplegando cazas.

En el verano de 2021, el gobierno británico también envió un buque de guerra, el HMS Defender, a aguas territoriales rusas, al sur de Crimea. Estaban allí para "enviar un mensaje", que Gran Bretaña no reconoce a Crimea como rusa, refiriéndose a ella como "aguas ucranianas". En octubre, EE.UU. voló una vez más con bombarderos sobre el espacio aéreo ruso, esta vez en el Mar Negro. Luego, en septiembre, bajo el pretexto de la 'Asociación para la Paz', la OTAN realizó maniobras en Ucrania en las que participaron tropas estadounidenses.

Además, los países de la OTAN se esforzaron por entrenar a las fuerzas armadas ucranianas. Usando el campo de entrenamiento militar de Yavoriv, entre Lviv y la frontera polaca, también conocido por el nombre orwelliano del Centro Internacional para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad, desde 2015, los entrenadores de la OTAN han estado moldeando al ejército ucraniano según los estándares de la OTAN, incluidos los batallones neonazis. que forman parte de la Guardia Nacional. Esta es la base militar que fue destruida por los bombardeos rusos el 12 de marzo.

La intención de estas maniobras, vuelos y entrenamientos es clara. La OTAN ni siquiera fue tan circunspecta al respecto: deseaban demostrar su voluntad de mover tropas en Europa del Este, prepararse para la guerra con Rusia y apoyar a Ucrania en su conflicto con Rusia. Por supuesto, como han demostrado los acontecimientos, la OTAN no tiene intención de librar una guerra, pero querían enviar una señal.

Zeeshan Aleem, columnista de MSNBC, lo expresó muy bien: “al dejar en el aire durante años la posibilidad, pero nunca cumplida, de que Ucrania se afilie a la OTAN, creó un escenario que animó a Ucrania a actuar con dureza y desafiar a Rusia, sin ninguna intención de defender directamente a Ucrania con su potencia de fuego si Moscú decidiera que Ucrania había ido demasiado lejos”.

El profesor Maerskheimer lo expresó sin rodeos en 2015: “Occidente está conduciendo a Ucrania por un camino de rosas y el resultado final es que Ucrania se va a hundir”. Añadió:

“Lo que estamos haciendo es animar a los ucranianos a jugar duro con Rusia. Estamos alentando a los ucranianos a pensar que acabarán convirtiéndose en parte de Occidente porque finalmente derrotaremos a Putin y nos saldremos con la nuestra”.

El resultado final de jugar duro con Rusia es que ahora Ucrania está siendo destruida. No podemos saber si los líderes occidentales como Biden y Johnson realmente imaginaron que Rusia invadiría Ucrania, pero claramente estaban preparados para arriesgarse. Estuvieron apostando fuerte durante todo el otoño y el invierno, defendiendo el derecho del territorio de Ucrania a unirse a la OTAN, al igual que habían estado defendiendo el derecho de Ucrania a unirse a la UE. O tal vez, más específicamente: su derecho a solicitar su adhesión, porque hasta ahora no hay ningún plan para integrarlos en ninguna de las dos organizaciones.

¿Quién es responsable?

Ahora que nos acercamos a los tres millones de refugiados, y con la mayoría de las ciudades de Ucrania sitiadas y bombardeadas, muchos se preguntan quién es el responsable de esto. Occidente culpa a Putin, especulando que puede haberse vuelto loco. Pero si miras más allá de los titulares, este conflicto no es más que la salida a la superficie del antagonismo entre Rusia y los países de la OTAN.

El imperialismo occidental ha estado constantemente intentando ampliar los límites de la OTAN y la UE. Cuando lo ha hecho, Rusia ha explicado persistentemente que esto era inaceptable. Incluso amenazó con usar la fuerza. Cuando las amenazas no tuvieron éxito, los rusos usaron la fuerza, como en Georgia, en el conflicto de Donbás y en Siria. Estaba muy claro que Rusia estaba dispuesta a utilizar medidas militares para hacer valer sus intereses.

Occidente probablemente no sabía hasta dónde podía empujar a Putin. Pero estaban dispuestos a jugar con la vida del pueblo ucraniano. Provocaron persistentemente, y ahora el pueblo de Ucrania está pagando el precio.

Este invierno, Estados Unidos podría haber ofrecido algunas concesiones. La verdad del asunto es que EE. UU. y la UE no estaban dispuestos a otorgar a Ucrania un estatus formal en la OTAN o la Unión Europea. No tenían tales intenciones. Se podría haber acordado algo. Putin pedía garantías por escrito, ya que las verbales parecen tener poco valor.

En cambio, Biden, Johnson y Macron se envalentonaron, hablando de “soberanía ucraniana”, “y su derecho a unirse a la OTAN”, etc. También estaban instando al gobierno ucraniano a tomar una línea dura: “adelante, os apoyamos”, fue el mensaje. Esto, lejos de tranquilizar a los rusos, probablemente los inquietó un poco más.

Solo Macron y Scholtz parecen haber tenido dudas, temiendo el costo de los millones de refugiados, la factura de la reconstrucción de Ucrania y, por supuesto, la amenaza para los suministros de petróleo y gas europeos.

La actitud de Occidente fue, y sigue siendo, que están preparados para luchar hasta la última gota de sangre por el derecho de Ucrania a unirse a la OTAN, es decir, hasta la última gota de sangre ucraniana.

Por supuesto, no hay nada progresista en la invasión rusa. La cháchara sobre la lucha contra los nazis, aunque sin duda bastante popular en Rusia, es simplemente una cortina de humo. El efecto de esta invasión es, al menos temporalmente, fortalecer las fuerzas reaccionarias en todos los lados. También amenaza con fomentar profundas divisiones entre los trabajadores rusos y ucranianos.

No obstante, ver esto como una mera invasión rusa de Ucrania es bastante erróneo y sirve para encubrir el papel que desempeñó y sigue desempeñando la OTAN en el avivamiento de las tensiones. Lejos de ser una alianza defensiva, es una alianza dirigida principalmente contra Rusia en Europa del Este, que continúa acercando sus fronteras cada vez más.

La OTAN, al igual que la UE, es un medio para promover los intereses occidentales en Europa del Este, contra los de Rusia, y China, si llega el caso. La guerra en Ucrania se trata precisamente del nivel de influencia que los países de la OTAN, principalmente Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, deben tener sobre Ucrania. Como la alianza no está dispuesta a comprometer sus propias tropas en la lucha, se está desarrollando como una guerra de poder entre el ejército ruso y el ejército ucraniano, financiada y abastecida por los países de la OTAN.

De esto, también podemos deducir que esta no es en absoluto una guerra sobre el “derecho a la autodeterminación” de Ucrania, o su “soberanía”, sino sobre qué potencia imperial debería dominarla. ¿Ucrania estará bajo el dominio ruso, el dominio occidental, o pueden llegar a algún tipo de acuerdo sobre la explotación mutua del país? No lograron resolver esta cuestión por medios diplomáticos y ahora intentan resolverla por la fuerza de las armas. Como dijo Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Hace poco más de 100 años, Lenin señaló que el capitalismo inevitablemente conducía al imperialismo. De hecho, llamó a su libro El imperialismo: la etapa superior del capitalismo. La burguesía y diferentes organizaciones pacifistas y reformistas han argumentado que esto está mal y que, de hecho, el capitalismo, e incluso el imperialismo, conducen a la paz y la estabilidad. Tal es su absurda defensa de la OTAN. Si Estados Unidos y la OTAN pudieran dominar toda Europa del Este, tendríamos paz, dicen. Pero la verdad es concreta y es precisamente lo contrario de lo que afirman.

El colapso de la Unión Soviética no condujo a un “dividendo de paz” como afirmaron Thatcher y Bush en ese momento. El gasto militar está en su punto más alto y los conflictos entre las potencias imperialistas se están intensificando en todo el mundo. La expansión de la OTAN es una de las formas en que se persigue este conflicto.

Esta guerra es producto de los intereses capitalistas en conflicto. Se trata de hasta dónde puede llegar la OTAN en sus aspiraciones imperialistas, y hasta dónde la potencia imperialista más pequeña, Rusia, puede resistir y recuperar algunas de sus esferas de influencia perdidas.

Nuestra tarea ante los trabajadores de todos los países es poder explicar pacientemente nuestro análisis marxista de los aconteciemientos. Y decimos que mientras sobreviva el capitalismo, continuarán los conflictos por los mercados y las esferas de influencia. La barbarie del capitalismo continuará una vez que termine la guerra en Ucrania y conducirá a nuevas guerras. Solo cuando los trabajadores de todos los países pongamos fin al capitalismo veremos el final de estos conflictos.

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