Análisis Político
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En la tarde del 10 de junio conocimos dos sucesos que han llenado de dolor e indignación cada rincón del Estado Español. Hoy más que nunca debemos recordar que esta violencia tiene un claro origen: el sistema capitalista y patriarcal que domina nuestras vidas.

Imagen: CCOO

En la tarde del 10 de junio conocimos dos sucesos que han llenado de dolor e indignación cada rincón del Estado Español. Por un lado, se conocía el asesinato, a manos de su ex-pareja, de Rocío Caíz, la menor de 17 años, que llevaba desaparecida desde hacía una semana. Rocío es la víctima número 18 de violencia de género en 2021 y la número 1.096 desde que se registran datos al respecto, en 2003.

Prácticamente al mismo tiempo, se anunciaba el hallazgo del cuerpo sin vida de Olivia, la mayor de las hermanas secuestradas en Tenerife por su padre, tras amenazar a la madre de las niñas con un “no las vas a volver a ver” que desgraciadamente ha cumplido, con el único objetivo fue infringir el mayor daño posible a su ex pareja. Es la denominada violencia vicaria y es una de las peores formas que adopta la violencia machista.

Además de ello, el mismo día que la Policía Nacional de Ibiza ha concluido que la muerte de Elena Livigni fue un crimen machista, un asesinato que se produjo en la madrugada del pasado 3 de junio.

Por si fuera poca la indignación que producen estos crímenes, el abogado de Juana Rivas ha confirmado la entrada en prisión de ésta, tras ser condenada a dos años y seis meses de cárcel por el simple hecho de tratar de proteger a sus hijos de su padre maltratador. Sin embargo, el Sistema Judicial entiende que Juana no estaba protegiendo a sus hijos, sino secuestrándolos, y es por ello que la han condenado no solo a entrar en prisión, sino también se le priva de la patria potestad de sus hijos durante 6 años. Una verdadera injusticia que no debería terminar sin el indulto de Juana y su salida inmediata de prisión.

Esta concatenación de hechos ha provocado ya una respuesta importante por parte de las organizaciones de mujeres y de la izquierda. En la tarde noche del 11 de junio se han producido concentraciones en las principales ciudades del Estado que han reunido a miles de personas (cinco mil en Madrid y una cifra similar en Barcelona) en un ambiente de gran combatividad. En la concentración de Madrid, los manifestantes han expulsado a un grupo de provocadores de ultraderecha que intentaron reventar la movilización.

Hoy más que nunca debemos recordar que esta violencia tiene un claro origen: el sistema capitalista y patriarcal que domina nuestras vidas. La idea de propiedad llevada al extremo, considerándose a la mujer y los hijos e hijas propiedad del padre. Una idea cuya base material son las condiciones de desigualdad que sufre la mujer: brecha salarial, jornadas inferiores de trabajo, mayor tasa de temporalidad, tasa de paro mayor que la de los hombres, la carga del trabajo doméstico… Esta situación nos coloca en clara dependencia económica con respecto al hombre, tanto en la sociedad como en el seno de las familias, sembrando las bases de la violencia contra nosotras, llegando incluso a imposibilitar a las mujeres una salida en entornos de violencia.

¿Quiénes son los “negacionistas”?

Existe un lamento generalizado del aumento de los llamados “negacionistas”. Sin embargo, debemos entender por qué ahora parece que ha aumentado el número de reaccionarios que tratan de desacreditar la lucha de las mujeres contra la desigualdad y la violencia machista. 

El machismo y la misoginia siempre han existido en la sociedad de clases y son por lo tanto parte de la ideología dominante. La incorporación de la mujer al mundo del trabajo y las conquistas democráticas como el derecho al sufragio, al divorcio o al aborto no han eliminado este machismo estructural de la sociedad capitalista, sino que simplemente han relegado sus aspectos más extremos a la ilegalidad en los países desarrollados. Pese a los indudables avances de las últimas décadas, al menos en el los países capitalistas más desarrollados, la desigualdad persistente sigue alimentando la mentalidad y las conductas misóginas de muchos hombres, y la ultraderecha a nivel global está explotando y alentando esta misoginia en aras supuestamente de la lucha contra “la dictadura de lo políticamente correcto” y contra las políticas de discriminación positiva y de prevención de la violencia machista.

En el Estado español, la lucha contra la dictadura franquista y los avances en derechos democráticos de las mujeres en los primeros años del régimen del 78 relegaron a la marginalidad a los elementos más abiertamente reaccionarios de la sociedad, pero estos empezaron a rearmarse en el caldo de cultivo de la desigualdad persistente y de la reacción ideológica posterior a la caída del estalinismo. Los gobiernos de la derecha supusieron un retroceso en los derechos de las mujeres, cuyo ejemplo más extremo fue el intento de contrarreforma de la ley del aborto por Gallardón en 2013. En los últimos años, ante la cada vez mayor conciencia social contra la violencia machista y contra todas las formas de misoginia, estos grupos e individuos han aflorado y han lanzado una campaña de propaganda venenosa, negando la existencia de un problema de violencia estructural contra la mujer y extendiendo el bulo de las “denuncias falsas”. Finalmente, estos sectores han encontrado una representación política en Vox, que amplifica estas ideas reaccionarias y falsas en las instituciones y los medios de comunicación.

La responsabilidad de los medios de comunicación, fundamentalmente los privados, en esta reacción misógina no es menor. No sólo dan voz a los negacionistas y a los reaccionarios, amplificando su venenoso mensaje, sino que contribuyen a relativizar el problema haciendo de la información un espectáculo y perpetuando los estereotipos machistas más burdos en su programación.

Todos estos no son más que los voceros de la clase capitalista. Desde la primera huelga convocada el 8 de marzo en el año 2018, que señaló directamente al sistema capitalista como responsable de las condiciones de opresión de la mujer; la clase capitalista, que no tienen ningún interés en que  mujeres y hombres tengamos igualdad de condiciones, ha desarrollado una táctica clara para desactivar el movimiento. Por un lado, ha tratado de adueñarse del movimiento de la mujer trabajadora, arrebatándole su contenido de clase, y por otro, ha dado voz por todos los medios posibles de elementos que ponen en duda las características y la base sobre la que se sustenta la violencia machista. Es por ello que no podemos dar ni un paso atrás y continuar identificando al sistema capitalista como el mayor culpable de nuestra situación de opresión.

Ni un paso atrás contra la violencia machista

Desde que conocimos los últimos crímenes machistas en la tarde de ayer, se han convocado concentraciones en los Ayuntamientos de miles de municipios de todo el Estado, que deben ser masivas. Es inasumible que la lista de mujeres asesinadas aumente día tras días y que hayamos tenido un pasado mes de mayo, que se ha convertido en el peor mes, en cuanto a asesinatos machistas, del último año y medio. Es escandaloso que un día después de conocer el hallazgo del cuerpo sin vida de una de las pequeñas de Tenerife, tengamos que ver como Juana Rivas entra en prisión por proteger a sus hijos de su padre maltratador. Debemos rebelarnos ante ello.

El Sistema Judicial no sólo se muestra completamente ineficiente para acabar con esta situación, en muchos casos, como el comentado de Juana Rivas o el caso de la manada, demuestra que es un colaborador necesario para mantener las cifras de la violencia machista en los niveles actuales. La solución no es el aumento de las penas. Necesitamos una depuración urgente del aparato judicial, y del aparato del Estado en su conjunto, de los elementos reaccionarios y misóginos cómplices de la violencia contra las mujeres, y la elección por sufragio universal de los jueces y fiscales, su revocabilidad y su control democrático por la clase trabajadora.

Pero solo podremos acabar con esta lacra con la organización y movilización bajo la bandera de un programa socialista y revolucionario, que actúe sobre las bases que sustentan las condiciones de desigualdad y que defienda el acceso garantizado al empleo de calidad y a la vivienda con el objetivo de que las mujeres podamos desarrollar nuestros proyectos vitales de forma independiente. Además, las mujeres debemos despojarnos de la carga que supone el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos y los mayores, de forma que sean asumidos por la sociedad a través de servicios públicos y de calidad, como guarderías, lavanderías, servicio de atención a mayores con profesionales cualificados. Asimismo, necesitamos medidas más eficaces de prevención y erradicación de violencia machista.

El capitalismo, aun en los países más desarrollados y avanzados, no da solución a la violencia machista. Hay leyes especiales, penas especiales, recursos especiales, policías especiales y  son impotentes para dar una solución efectiva a la violencia machista. Como a ninguna violencia de las que genera el sistema. Sin desmerecer los mínimos avances que puedan alcanzarse, es el movimiento de las mujeres junto al movimiento obrero y social en general quienes deben actuar con acciones de masas directas: se paran desahucios con acciones directas, se lucha contra los despidos con acciones directas, etc. Los movimientos de mujeres en particular, acompañados por el resto de movimientos sociales, deben actuar con cada denuncia haciendo actos en cada barrios o bloque residencial afectado, ya sea como acompañamiento de solidaridad a víctimas de maltrato como escraches a violentos y maltratadores en sus calles y viviendas: hacerles sentir la fuerza de las víctimas, llevar el pánico a su terreno, que sientan en su nuca la vigilancia social, que sepan que cada nueva acción puede traerles consecuencias de ira popular; esa debería ser la acción principalísima del movimiento que lucha contra violencia machista, ya que no podemos confiar en el Estado burgués a que haga nada efectivo.

Debemos continuar organizándonos y luchando hasta lograr una transformación socialista de la sociedad, que nos libere de cualquier tipo de desigualdad, opresión y explotación. Solo sobre la base de una sociedad basada en la igualdad y la cooperación, las personas podrán empezar a relacionarse entre sí de una forma más humana. Y solo mediante la construcción de una nueva sociedad socialista, podremos ser plenamente libres.

LLEVEMOS LA INDIGNACIÓN A LAS CALLES. ANTE LA VIOLENCIA MACHISTA ¡NI UN PASO ATRÁS! ¡NI UNA MENOS!

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