La Revolución Española
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Alrededor del conflicto entre Ucrania y Rusia numerosas voces del campo guerrerista "de izquierda", o pretendidamente "progresistas", han insistido en los paralelismos con la Guerra Civil española de 1936-1939 para justificar el envío de armas a Ucrania. En este artículo rechazamos la manipulación que se hace de nuestra Guerra Civil para justificar el apoyo a la OTAN y al imperialismo occidental en este conflicto y restablecemos la verdad histórica.

El pasado 2 de marzo, el diputado de Compromís Joan Baldoví defendió el envío de armas a Ucrania, frente a la oposición al mismo de Podemos, comparando la guerra imperialista en Ucrania con nuestra guerra civil. El argumento de Baldoví, que ha tenido cierto eco en las redes sociales entre sectores de la izquierda, es que la República necesitaba dicho envío de armas "y no una neutralidad estéril que la condenó a una derrota e instauró una dictadura de 40 años". El argumento puede parecer inteligente, pero equipara y confunde dos conflictos esencialmente distintos y coloca a Baldoví objetivamente del lado del imperialismo y la OTAN.

Es evidente, no ya para un marxista, sino para cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento político, hasta qué punto son diferentes una guerra entre potencias o bloques imperialistas por el control de mercados y áreas de influencia y una guerra civil, que es la máxima expresión de la lucha de clases. Lo que tenemos ahora mismo en Ucrania es un conflicto imperialista entre Rusia y la OTAN por el control de Ucrania y el resto de fronteras occidentales de Rusia y el espacio post-soviético. El envío de armas a Ucrania no cambiará sustancialmente la correlación de fuerzas militares sobre el terreno y sólo servirá para prolongar la guerra con la idea de desgastar a Rusia a costa del sufrimiento del pueblo ucraniano.

Además, se ha comprobado a lo largo de los ya dos meses de conflicto que buena parte de estas armas enviadas por las potencias europeas han ido a engrosar los arsenales de las milicias fascistas que han reprimido a los propios civiles ucranianos en Mariupol, entre otros crímenes cometidos por estos elementos desde 2014. A esto se añade la importante cantidad de voluntarios fascistas que han acudido a Ucrania y van a retornar a sus países con experiencia en combate y manejo de armas. En la satisfacción de sus intereses inmediatos, la burguesía europea está añadiendo material explosivo a la lucha de clases en el futuro.

Una guerra civil es un asunto muy distinto a una guerra imperialista. Al estallar la guerra de España en julio del 36, las mismas “potencias democráticas” que ahora arman sin reparo al ejército y las milicias de Ucrania, empezando por Gran Bretaña y Francia, declararon un embargo de armas sobre España, oficializado en el infame Pacto de No Intervención. Por supuesto el pacto fue ignorado por la Alemania nazi y la Italia fascista, que no sólo armaron al bando sublevado sino que enviaron tropas voluntarias sobre el terreno. Fue de hecho la aviación alemana la que perpetró el bombardeo de Gernika en 1937, y fue la aviación italiana la que bombardeó Barcelona en 1938.

Las “potencias democráticas” eran perfectamente conscientes de ello, pero no por ello variaron su posición; esta estaba dictada no por principios morales, sino por los intereses de su clase dominante: armar al gobierno republicano en 1936 era armar a las milicias antifascistas y a la revolución social; era necesario abortar cualquier intento revolucionario en España aunque fuera a costa de una victoria fascista.

Hay que comprender que las potencias imperialistas se posicionan ante los conflictos y envían armas o no en función de los intereses de su clase dominante, de sus intereses comerciales y geopolíticos. Es por eso que envían a Ucrania, y también es por eso por lo que en su día no enviaron armas al gobierno republicano durante la guerra civil española. Cuando el presidente ucraniano Zelenski se refirió teatralmente al bombardeo de Gernika en su discurso ante el Congreso de los Diputados parecía ser consciente de cuál era la posición de la izquierda y de qué argumento, ya empleado por Baldoví, tenía que usar para erosionarla. Por fortuna, la izquierda no ha variado su posición, pero esta no se ha traducido en movilizaciones independientes contra la guerra imperialista. La niebla de chovinismo, pacifismo y confusión aún no se ha disipado; nos toca a los marxistas poner las bases y prepararnos para cuando la guerra imperialista vuelva a ser la partera de la revolución.

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