La Revolución Colonial
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Presentamos una reseña de este interesante libro del autor belga David Van Reubrouck, que analiza el papel del colonialismo holandés en Indonesia y la lucha por la que fue la primera independencia del poder colonial proclamada tras la II Guerra Mundial.

Indonesia, país asiático que con más de 270 millones de habitantes en la actualidad es el cuarto con más población del mundo tras China, India y Estados Unidos. A pesar de semejante importancia demográfica, el archipiélago situado a caballo entre el continente asiático y Australia no tiene un gran protagonismo en el panorama mediático y político actual tal como afirma el autor. Este hecho oculta la gran importancia histórica de esta República, que fue la primera en constituirse independiente en el antiguo mundo colonizado en 1945 tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La lucha indonesia por la descolonización traspasó el mero antagonismo entre los movimientos independentistas y su ex metrópoli, Países Bajos, ya que en la guerra de 1945-1949, acaecida tras la ocupación japonesa, estuvieron implicados tanto británicos como estadounidenses. Por otra parte, el movimiento independentista indonesio fue la fuente de inspiración para la liberación de diversos territorios de África y Asia, todavía colonizados igualmente por potencias europeas a mediados del siglo XX.

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La obra del belga David Van Reybrouck es así un extenso y documentado recorrido de la historia del archipiélago indonesio desde la llegada de los primeros colonizadores europeos (portugueses y holandeses) en el s. XV hasta los primeros pasos de la República independiente al mando de Sukarno en la década de 1950. Los testimonios de militantes independentistas así como de antiguos soldados neerlandeses que participaron en la guerra contra la denominada Revolución indonesia, ya bastante ancianos, constituyen uno de los principales soportes de esta obra histórica.

Colonialismo y capitalismo neerlandés

Como es relativamente bien conocido, el control de la producción y el comercio de especias como el clavo o la nuez moscada fue uno de los principales motivos para la expansión marítima de distintas potencias de Europa Occidental como España, Portugal, Países Bajos o Inglaterra, teniendo como base los avances en la navegación y la decadencia de las rutas terrestres hacia Oriente tras la conquista otomana de Constantinopla y la desaparición así del Imperio Bizantino. En esas rutas marítimas fue Portugal el primer país europeo presente en el Sudeste asiático, quedando así hasta el siglo XX los enclaves coloniales que mantuvo en Macao, Timor Oriental o Goa en India. Posteriormente, ya en el siglo XVII fue la República de las Provincias Unidas de los Países Bajos, recién emancipada de la Monarquía Hispánica de Felipe II, la que tomó el protagonismo en la zona a través de la fundación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC).

Hasta primeros del siglo XIX fue el monopolio de esta compañía privada la que asumió la colonización, que en un principio se basó en el establecimiento de asentamientos costeros como Batavia (la futura Yakarta) para el control de la comercialización de las especias y materias primas de estas islas, una importante etapa de la acumulación primitiva capitalista en el ciclo de hegemonía neerlandesa, que además contó con un fuerte auge de la esclavitud. En el periodo de las guerras napoleónicas en Europa, la VOC entró en quiebra, siendo así la Corona neerlandesa (Países Bajos se convirtió en monarquía tras la invasión francesa) la que pasó a controlar directamente la colonia, que llegó a ser invadida durante unos años por los británicos al mando de Raffles, el que posteriormente crearía la colonia de Singapur.

Una vez que Países Bajos retomó su control colonial y se restituyó como Estado independiente tras el Congreso de Viena de 1815, la colonización empezó a profundizar en el interior de las principales islas del archipiélago (Java, Sumatra, Bali, Lombok, Borneo, Célebes) sometiendo uno tras otro a sultanatos y viejos dominios feudales, cuyas élites pasaron a ser colaboracionistas del poder holandés. Por tanto, el control neerlandés sobre lo que más tarde se conocería como Indonesia fue un proceso de construcción de siglos que se prolongó hasta fecha tan tardía como 1914, cuando se culminó el control de la región de Aceh (en la isla de Sumatra). Este dominio territorial más extendido que dio lugar a las Indias Orientales Neerlandesas coincidió en el tiempo con el auge de los imperialismos europeos del siglo XIX, que supuso una nueva etapa histórica en el desarrollo del colonialismo de siglos anteriores. De hecho, “los Países Bajos lucharon más tiempo contra Aceh del que lo gobernaron: cuarenta años de enfrentamientos armados frente a veintiocho años en el poder” (pg. 66)

Con esto, los holandeses se afianzaban como una de las principales potencias imperialistas de Europa Occidental y el archipiélago indonesia se convertía en su principal colonia, importante soporte y fuente de explotación y acumulación burguesa de su desarrollo capitalista:

“El régimen de cultivos del rey Guillermo I aportó muchísimos ingresos a los Países Bajos, incluso décadas después del final de su reinado en 1840: se calcula que fueron ochocientos veintitrés millones de florines entre 1831 y 1877, lo que al año solía representar más de la mitad del total de la recaudación tributaria…En su discurso anual de 1859, el rey Guillermo III habló de la ‘situación altamente satisfactoria del erario público’ y constató que era ‘en gran medida fruto de las ventajas que aportan al reino las posesiones en las Indias Orientales’. Sin embargo, mientras tanto, sus súbditos coloniales se empobrecían de forma dramática. En uno de los territorios más fértiles del mundo reinaba la hambruna. Durante las epidemias de fiebre que asolaron Java Central en los años 1846 y 1847 fallecieron decenas de miles de personas. La atención sanitaria era casi inexistente” (pg. 62)

De este modo, en la obra tenemos el claro retrato de los mecanismos de explotación colonial como núcleo esencial de la expansión capitalista europea, consistente en la extracción de las riquezas de los territorios dominados a través de la imposición de trabajos forzados, abusos y esclavitud para una importante proporción de las poblaciones autóctonas.

Lucha anticolonial

La situación de colonización con la injusticia y la desigualdad social consiguientes fueron el germen para el desarrollo de movimientos por la autonomía y la independencia de los territorios de las Indias Neerlandesas Orientales. La obra de Van Reybrouck describe de forma bastante minuciosa la fuerte división social jerarquizada existente atravesada por líneas de clase y étnicas. Como era tradicional, existía un sistema de enseñanza colonial como mecanismo de reproducción de ese modo de producción capitalista subalterno a la metrópoli, condenando al analfabetismo a las grandes masas de población. Por otra parte, otro rasgo característico mencionado y compartido con la mayoría de dominios coloniales es el apoyo de la aristocracia autóctona al poder colonizador europeo.

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En este contexto fue en el que en los albores del siglo XX creció un primer despertar de la conciencia nacional entre estudiantes de la mediana y pequeña burguesía, étnicamente autóctona o mestiza, que fue creando la idea de una unidad entre todo el archipiélago (hay que tener en cuenta que la diversidad cultural y lingüística de las islas que conforman Indonesia es y era bastante notable):

“Estos estudiantes habían visto el mapa de las Indias Neerlandesas en las aulas de las escuelas secundarias. Las láminas escolares eran algo nuevo. Ellos fueron los primeros en descubrir que su isla o comarca formaba parte de un conjunto más grande. El rompecabezas de las Indias Neerlandesas se convirtió para ellos en un hecho de la naturaleza: estos somos nosotros, este es nuestro país.” (pg. 100)

El creciente anticolonialismo se fue vehiculando así a través de tres grandes movimientos en el tiempo: el islamismo (la mayoría de la población indonesia pertenece a esta confesión monoteísta desde los siglos XV-XVI), el comunismo tras la Revolución Rusa de 1917 y el nacionalismo interclasista. Es especialmente reseñable el hecho de la fundación en 1920 del Partido Comunista de Indonesia (PKI) como evolución de la ya existente Asociación Socialdemócrata de las Indias por el obrero del ferrocarril neerlandés Henk Sneevliet. Así, los comunistas indonesios fueron los primeros asiáticos en ser admitidos en la III Internacional fundada por Lenin en 1919:

“Era una época de grandes cambios: el zarismo ruso había sido expulsado, el Imperio alemán, destruido, y el presidente estadounidense Wilson defendía el derecho de autodeterminación para todos los pueblos. ‘Pueblo de Java –escribió Sneevliet tras el triunfo de los bolcheviques-, también vosotros podéis extraer lecciones de la Revolución rusa’. A fin de cuentas: ‘Aquí vive un pueblo necesitado e ignorante. Aquí vive un pueblo que produce riquezas que desde hace siglos desaparecen en las cajas fuertes de los magnates de Europa Occidental. […]Es inevitable que el pueblo de Java, de las Indias, coseche lo que consiguió el pueblo ruso: la victoria” (pg. 113)

Esta expansión de las ideas revolucionarias bolcheviques impulsó la organización de la clase obrera indonesia de diferentes sectores en sindicatos y provocó una creciente oleada de huelgas en la década de 1920 tal como narra el autor de la obra. Frente a esta movilización social, el poder colonial holandés a través de su gobernador desplegó una política bastante represiva con encarcelamientos masivos y deportaciones a campos en la isla de Nueva Guinea. Hecho que con ciclos de crecimiento y reflujo no hizo más que incrementar el apoyo a la lucha anticolonial hasta convertirse en un fenómeno de masas en las dos décadas posteriores, especialmente entre la juventud:

“El PKI creció con rapidez. Las convicciones ideológicas eran muchas veces una mezcolanza de consignas bolcheviques y esperanzas mesiánicas de salvación. En las lejanas Molucas, los propagandistas gritaban que quien no se afiliara se arriesgaba a ‘tener que marcharse con los holandeses a su frío país’...Durante la Primera Guerra Mundial, el comercio global se había quedado casi paralizado por completo…La consecuencia fue que los precios se triplicaron entre 1913 y 1920…En menos de quince años, la deuda de las Indias había aumentado mil millones de florines…El nuevo gobernador general Fock incrementó los impuestos e introdujo drásticos recortes en avances éticos como la enseñanza y la sanidad…Por fuerza aquello tenía que desembocar en huelgas…Al gobernador general Fock, que responsabilizó al PKI de todos aquellos disturbios, no le apetecía en absoluto tener a un Lenin, a un Atatürk o a un Gandhi indonesio. En mayo de 1923, Semaun (líder del PKI) fue arrestado media hora después del nacimiento de su hijo. Fock lo desterró a los Países Bajos sin juicio alguno. A raíz de ello, un total de trece mil trabajadores ferroviarios se sumaron a una huelga, aunque su protesta fue disuelta con mano dura” (pg. 115-116)

Por otra parte, de forma paralela a este auge del PKI, se dio el nacimiento del otro gran movimiento político anti-colonial, el nacionalismo indonesio, entre estudiantes de clase alta autóctona en universidades de la metrópoli. Así, aparece la figura del político javanés Sukarno, que fundó en 1927 el Partai Nasional Indonesia (PNI), que funcionó durante unos años hasta su ilegalización. La relación de este movimiento nacionalista con los comunistas tendrá etapas de alianza y enfrentamiento tal como se puede constatar en la segunda parte de este libro, constituyendo esto un antecedente de la realidad política de la futura República indonesia que culminará con el genocidio anticomunista de 1965.

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A pesar de estos desarrollos, la política represiva de los gobernadores coloniales neerlandeses consiguió durante un tiempo neutralizar la expansión de las luchas anticoloniales y mantener el statu quo, incluyendo un avance del partido nazi entre los colonos holandeses en Indonesia. Es bajo estas circunstancias en las que se produce tanto la ocupación alemana de Países Bajos en 1940 y japonesa en las Indias Neerlandesas, hechos que marcaran de forma notable los siguientes pasos del pueblo indonesio en su lucha por la liberación.

Ocupación alemana en la metrópoli y japonesa en la colonia indonesia

En Indonesia, así como en todo el Sudeste asiático, la expansión del imperialismo japonés tras el ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941 supuso el fin a siglos de dominio europeo. Durante 1942, los británicos son expulsados de Birmania, Malasia y Singapur; Francia perdió Indochina (Vietnam, Camboya y Laos), EEUU fue desplazado de Filipinas (anterior colonia española hasta 1898) y los Países Bajos ocupados por la Alemania nazi dejan de controlar Indonesia tras más de tres siglos de dominio. Así que durante la Segunda Guerra Mundial se dio la situación de que tanto la metrópoli como la principal colonia fueron ocupadas por potencias del Eje, mientras la Corona y el gobierno neerlandés se exiliaban en Londres.

Tal como explica la obra, en la que este periodo ocupa una parte sustancial de la misma, esto planteó algunas divisiones en la lucha anticolonial indonesia. Por un lado, los indonesios residentes en la metrópoli en muchos casos decidieron unirse a la resistencia holandesa contra la invasión nazi en una posición antifascista con la esperanza de que una vez superada la guerra el estatus de las Indias cambie de forma notable respecto a la metrópoli. Por otro lado, en la Indonesia colonial (en la que la ocupación japonesa llegó casi dos años después a la de la metrópoli) la represión contra el activismo continuó a pesar del apoyo de muchos de ellos al Gobierno neerlandés en el exilio. No obstante, una vez que se dio la invasión japonesa tal como relata Van Reybrouck una gran parte de las masas indonesias así como del movimiento nacionalista liderado por Sukarno tiene una actitud favorable hacia Japón. El hecho de que el Imperio japonés emplease una retórica de cara al exterior de carácter anticolonialista europeo (en realidad ellos vendrían a implantar un nuevo colonialismo) bajo la idea de “Esfera de Coprosperidad de Asia Oriental” y las promesas de dar un cierto estatus de soberanía nacional a las antiguas colonias bajo su manto, hizo que a priori los nipones tuviesen una mejor acogida que los colonos holandeses.

Tal como se explica en el libro, la continuación en el saqueo de los recursos naturales, la explotación, las hambrunas y los continuos abusos de todo tipo contra la población indonesia, destacando los de tipo sexual contra las mujeres, hace que la visión que tenían los locales de los japoneses evolucione de forma bastante negativa. Eso provocó una fuerte grieta al interior del independentismo indonesio, crecientemente tensionado en aquellos años entre Sukarno y otros dirigentes que colaboraron con Japón mientras se creaban las primeras instituciones de carácter cuasi-nacional e independiente y la juventud que empujaba cada vez con más fuerza a favor de una independencia real de cualquier colonialismo, ya fuese este europeo o asiático:

“…Sukarno difícilmente podía ser sospechoso de simpatías fascistas. Nunca le gustó el imperialismo nipón, y la fascinación por el militarismo y el totalitarismo le era extraña. Todo su compromiso político estaba marcado por una única misión: conseguir la independencia de Indonesia. Para alcanzar ese ideal estuvo dispuesto a hacer generosas concesiones al invasor, sobre todo si este procedía de un país al que él admiraba, porque nunca había sido colonizado y aun así era moderno y próspero” (pg. 260)

En la obra toda esta etapa de ocupación japonesa (1942-1945) aparecen reflejadas en los capítulos 6 hasta el 9, sustentado en el testimonio de distintos supervivientes que vivieron aquel periodo clave de la historia asiática y mundial. Además, el reparto entre los Aliados hace que tanto Reino Unido como Estados Unidos jueguen un papel destacable en la siguiente etapa, que es la de la Revolución indonesia y Guerra de independencia (1945-1949).

Proclamación de independencia: Países Bajos no renuncia al mantenimiento del colonialismo con apoyo de los imperialismos británico y estadounidense

Una vez que Japón se rindió, Sukarno proclamó la independencia de Indonesia el 17 de agosto de 1945. El archipiélago se convirtió así en protagonista de la primera independencia acaecida tras el final de la Segunda Guerra Mundial, lo que supuso una fuente de inspiración para todo el mundo colonizado. No obstante, las tropas británicas, estadounidenses y neerlandesas procedieron a llevar a cabo una ocupación de las islas en los meses siguientes, lo que a toda luz evidencia que a pesar de toda la retórica anti-nazi o anti-fascista que se emplease, gobiernos europeos como el de Países Bajos no estaban dispuestos a renunciar al dominio colonial. Esto demostró que la burguesía de las potencias aliadas combatieron a Hitler más por disputa geopolítica entre potencias que por unos sinceros sentimientos antifascistas. Y esto último provocó una posterior oleada de guerras de liberación nacional en distintas colonias africanas o asiáticas.

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Manifestación campesina durante la Revolución de independencia indonesia

En los capítulos del 10 al 14 de la obra del historiador belga se explican las distintas etapas de esta inestable y violenta etapa en Indonesia, en la que el movimiento por la liberación nacional tuvo que enfrentarse a los imperialismos occidentales por el mantenimiento de la República creada en 1945. Tal como se explica se dieron diferentes pogromos o matanzas contra población indoholandesa (mestiza entre pueblos indonesias y holandeses) o contra la comunidad china, lo que creó dificultades al programa nacional basado en la diversidad étnica y religiosa planteado por Sukarno. Por otra parte, una vez que avanzaba el conflicto y hacia 1947-1948 la retórica anticomunista dominaba la recién iniciada Guerra Fría, hizo que el papel de Estados Unidos fuese más determinante. Si hasta entonces, había apoyado el regreso del colonialismo neerlandés a Indonesia, a partir de entonces cambió su posición en un gran giro bajo la premisa de construir un nuevo país independiente que fuese un bastión antisoviético en el Sudeste asiático ante la constatación de que el colonialismo europeo estaba de capa caída y las luchas contra el mismo podían ser un impulso para el movimiento comunista:

“Estados Unidos no encontraría mejor aliado en la lucha contra el avance del comunismo en Asía….El 7 de diciembre de 1948, cuando Stikker (ministro de Asuntos Exteriores de Países Bajos) llegó al aeropuerto de Schiphol después de sus conversaciones, recibió un memorando del Departamento de Estado de Estados Unidos, en el que se decía que una eventual acción militar neerlandesa podría tener consecuencias para la ayuda del plan Marshall a los Países Bajos y su colonia.” (pg. 444-445)

Otro aspecto a destacar de este periodo son los distintos acuerdos entre Países Bajos y Sukarno, que resultaron en fracaso todos ellos por el simple hecho de que la metrópoli quería reducir la nueva República indonesia a la nada. Su plan era la división del archipiélago en una serie de estados federados con Países Bajos bajo la denominación de Estados Unidos de Indonesia, que no serían independientes y estarían bajo soberanía de la Corona neerlandesa por tanto. En cada uno de estos Estados, Holanda estableció una serie de gobiernos subalternos al poder colonial. Todos estos planes contaban con el apoyo del Gobierno holandés, en el que participaba la socialdemocracia en aquellos años, y el aplauso y aprobación entusiasta de la reina Guillermina, mostrándose así la falsedad del supuesto papel “neutral” de la Corona en las monarquías constitucionales y parlamentarias. En el transcurso de este periodo además se dieron episodios de fuerte violencia ejercida por el ejército neerlandés, como los mencionados en el libro que se dieron en Célebes en 1946-1947, con matanzas y destrucción de aldeas (kampongs) enteras.

La represión anticomunista de 1948 como antecedente que presagiaba el genocidio de 1965 o por qué Estados Unidos cambió de posición. El papel de Sukarno y el nacionalismo indonesio en la nueva República

En septiembre de 1948, se produjo un levantamiento de los comunistas en la ciudad javanesa de Madiun como respuesta a la obligatoriedad del desarme de todas las guerrillas que no estuviesen bajo control del gobierno de Sukarno, tal como se firmó con Países Bajos. El hecho de que la guerra ya durase tres años y que la situación se cronificase sin resultados positivos para el pueblo actuó también de impulso a que el PKI se decidiese a entrar de forma más decidida en la escena política:

“’Hermanos –exclamó Muso (dirigente del PKI) en una concentración masiva en septiembre de 1948-, nuestra revolución dura ya tres años, pero los obreros, los campesinos, los pemuda (juventud que luchaba por la independencia) y las mujeres siguen sin recoger sus frutos. Al contrario, han sufrido mucho.’ El motivo era sencillo: ‘La proclamación de nuestra independencia se ha desvirtuado y el liderazgo de la revolución está ahora en manos de la burguesía y de los hacendados, mientras que el proletariado queda del todo excluido’” (pg. 437)

La revuelta finalmente fue reprimida por Sukarno y su gobierno como hecho que marcaría el carácter de la nueva República una vez independizada: “…Sukarno y Hatta solucionaron el problema con mayor rapidez y contundencia de lo que habían creído posible. Derrotaron al comunismo en 1948 con el mismo entusiasmo con el que los holandeses lo habían hecho en 1926 o lo harían los militares en 1965: a gran escala y sin piedad. En tres ocasiones se declaró algo parecido a una revuelta comunista en Indonesia y, en todas ellas, la represión fue despiadada. Un anticomunismo manifiesto, rayo en el macartismo, es desde entonces una constante en la sociedad indonesia” (pg. 442). Esto hizo que Estados Unidos, tal como se ha explicado anteriormente, cambiase de posición y viese en Sukarno un aliado para la Guerra Fría en el Sudeste Asiático. No obstante, posteriormente volvieron a desconfiar a Sukarno y a acusarlo de cercanía hacia el bloque soviético y el PKI, lo que contribuyó al desencadenamiento de la matanza de 1965.

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Sukarno, primer presidente de la Indonesia independiente

El cambio de postura de Washington encarriló el proceso de descolonización de Indonesia por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mientras tanto, Países Bajos se quedaba aislado en la escena internacional y los estadounidenses invitaron al gobierno holandés a que concediese de una vez la independencia a Indonesia a cambio de la concesión de fondos de la recién creada OTAN en 1949:

“…los Países Bajos tuvieron que aceptar la pérdida de Indonesia en 1949. Estados Unidos seguía siendo el gran mariscal de campo, solo que había cambiado de bando, no impulsado por un arrebato de anticolonialismo, sino por un anticomunismo cada vez más virulento. La ONU le servía de vehículo para defender sus propios intereses geopolíticos” (pg. 488)

Así que a finales de 1949, Indonesia consiguió acceder al reconocimiento internacional de su independencia, más de cuatro años después de aquella primera proclamación de agosto de 1945. En 1950, se incorporó como miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), quedando reducida la presencia holandesa a la parte occidental de la isla de Nueva Guinea de donde fueron expulsados por Sukarno en 1962. Nacía así uno de los principales países surgidos del proceso de descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Conclusiones. El legado colonial europeo y la importancia mundial de Bandung

El último capítulo de la obra hace un repaso y una reflexión del papel que el proceso de independencia de Indonesia tuvo en el despertar de la conciencia anticolonial de los pueblos africanos y asiáticos que habían estado durante siglos en una posición similar. Este proceso estuvo muy influenciado por la realidad de la Guerra Fría, de este modo en el caso indonesio marcó tanto la concesión definitiva de la independencia en 1949 así como su evolución política interna posterior. Los intereses de Estados Unidos coincidieron con la necesidad de sustituir el colonialismo neerlandés por una República no comunista liderada por Sukarno mientras que década y media después apoyaron un golpe de Estado que tuvo como resultado la eliminación física del Partido Comunista de Indonesia y la instauración de la dictadura derechista del militar Suharto, que se prolongó hasta 1998. El sueño de la liberación del colonialismo europeo había sido así opacado e incluso secuestrado por el neocolonialismo que dictaban las políticas de Washington y su bloque.

Antes de eso, la recién nacida República de Indonesia se convirtió en foco de atención mundial con la Conferencia de Bandung de 1955. Esta era la primera cumbre en la que no participaba ninguna potencia occidental, siendo así el símbolo del ascenso de las metas y esperanzas de los pueblos colonizados africanos y asiáticos:

“Era el 18 de abril de 1955. Mientras que en Europa se celebraban las últimas exposiciones etnográficas con cuerpos oscuros y anónimos en réplicas de chozas, aquí una nueva generación de líderes políticos seguros de sí mismos salía a la luz del amanecer” (pg. 512)

Las expectativas que había abierto aquel movimiento internacional emergente pronto quedaron frustradas en el seno de la dinámica de la Guerra Fría y la cruzada anticomunista liderada por Estados Unidos anteriormente mencionada:

“En torno a 1965, todos los pioneros del movimiento afroasiático habían sido eliminados. Sukarno en Indonesia, NKrumah en Ghana, Lumumba en el Congo: todos depuestos o incluso asesinados…el espíritu de Bandung fue sofocado deliberadamente e Indonesia volvía a ser la triste precursora” (pg. 530)

Algunos de los testimonios recogidos en el libro por Van Reybrouck recogen precisamente este estado de frustración y derrota que dominó en parte de aquella juventud que luchó durante décadas contra el colonialismo capitalista, y que veía como sus países eran presa de un nuevo tipo de dominación liderado por Estados Unidos. Por otra parte, y en lo que a Europa se refiere, este libro deja una reflexión sobre interpretación de hechos históricos muy interesante. Se hace así una relación entre el final del colonialismo, la conferencia de Bandung de 1955 y la crisis del canal de Suez de 1956 con el nacimiento de la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) a través del Tratado de Roma de 1957:

“Europa tampoco volvería a ser nunca la misma tras Bandung…La historia de la unificación europea se presenta a menudo como una ordenada serie de medidas. Sin embargo, en la práctica, no se trató en absoluta de una lógica stairway to heaven, una ‘escalera al cielo’. En el momento en que se celebraba la conferencia de Bandung, el proyecto europeo estaba bastante bloqueado…Lo que puso de nuevo en marcha el proyecto no fue una noción moral, sino la Realpolitik geoestratégica después de la crisis de Suez…Durante las negociaciones sobre el Tratado de Roma se prestó mucha atención a las colonias: ¿cómo implicarlas en el mercado único europeo?...El ministro neerlandés de Asuntos Exteriores, Joseph Luns, consideraba que el Tratado de Roma no solo garantizaba más prosperidad para el viejo continente, sino además ‘la continuación de su gran misión civilizadora a escala mundial’. La base de Europa no fue el pensamiento poscolonial, sino el colonial tardío” (pg. 522-523)

 Some of the leaders who attended the Bandung Conference 1955 in Bandung Indonesia

Conferencia de Bandung. De izquierda a derecha: Nehru, Nkrumah, Nasser, Sukarno y Tito.

Finalmente, cabría destacar que frente a todos estos intentos de la burguesía por reinventar una y otra vez esas relaciones coloniales como soporte básico de la plusvalía que extrae a nivel mundial, el desarrollo del movimiento obrero e internacionalista tuvo el papel clave en el desencadenamiento de las luchas de los pueblos colonizados por su liberación tal como se reflejan en tantos testimonios recogidos a lo largo de este libro. Están los ejemplos del obrero del ferrocarril holandés destinado a una ciudad de Java en la década de 1920 y contribuyó a la creación del Partido Comunista Indonesio, sin el que no se podría entender el movimiento anticolonialista. Por otro lado, están los casos de indonesios residentes en Países Bajos y que colaboraron con la resistencia a la invasión nazi.

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