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Según el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del pasado 29 de abril, 1.600 millones de trabajadores del sector informal perderán el 60 por ciento de sus ingresos después de un mes de crisis. En los países más afectados, las tasas de pobreza entre los trabajadores informales aumentarán hasta un 84 por ciento. A medida que la crisis avanza, los trabajadores en situación de precariedad se enfrentan al desastre.

En las últimas décadas, los apologistas del capitalismo se jactaban de la reducción de la pobreza. Millones de personas emigraron del campo a las ciudades, y sus ingresos (al menos sobre el papel) crecieron. Muchas de estas personas se incorporaron al trabajo informal en las ciudades, un sector que creció hasta abarcar a más de dos mil millones de trabajadores. Ahora, ese mismo sistema está reduciendo a estos trabajadores a la pobreza extrema.

A excepción de los países que la OIT define como países de ingresos medios altos (principalmente China), el impacto será desastroso. La pobreza relativa (trabajadores con menos de la mitad del ingreso medio) aumentará entre los trabajadores del sector informal del 28 al 80 por ciento en los países capitalistas avanzados, y del 18 al 74 por ciento en los países más pobres (ingresos bajo-medio y bajos).

De un solo golpe, los trabajadores que supuestamente habían salido de la pobreza se han precipitado al abismo. La OIT estima que las ganancias medias de los trabajadores informales disminuirán de 480 dólares a 88 dólares en los países de ingresos medios bajos y bajos, y de 1.800 dólares a 450 dólares en los países de ingresos altos. Y esto sucederá en todo el mundo, en África, América, Europa y Asia Central.

Significaría que el trabajador medio en los países de ingresos medios-bajos y bajos en el sector informal caería por debajo de la línea de pobreza del Banco Mundial, considerada en vivir con 3,20 dólares al día. Este grupo está formado por alrededor de mil millones de trabajadores, principalmente en el sur de Asia. El colapso en los ingresos ya ha obligado a millones de trabajadores empobrecidos a abandonar las ciudades para intentar regresar a sus pueblos. Los que se quedan sufren una situación desesperada, sin ingresos y a merced de los arrendadores de los barrios marginales que probablemente no obedecerán los edictos del gobierno en materia de salud.

Así es como el capitalismo trata a los trabajadores emigrantes, particularmente, en tiempos de bonanza, los arrancan  de la vida rural para ser exprimidos en las fábricas con salarios miserables. Cuando llega la crisis, los tiran a la basura como trapos sucios. Las migajas que dejaron caer los capitalistas del mundo a los más pobres de este mundo, ahora se las quitan.

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