Esta es la frase con la que, más tarde o más temprano, los compañeros terminan la conversación sobre la actualidad política o económica para volver al trabajo.
No hace tanto tiempo, mantener una conversación política en un descanso en vez de hablar de fútbol o cosas así era algo increíble. Hoy es bastante habitual. Antes, las conversaciones sobre política siempre acababan en risas y chistes, ahora acaban con escepticismo y rabia.
¿De dónde sale tanto escepticismo? ¿No vivimos en un régimen democrático, respetuoso con las personas y sus libertades?
A mi modo de ver, esto surge de lo poco creíbles que son nuestros dirigentes y las instituciones que nos gobiernan. Somos iguales ante la justicia, pero si eres rico el trato es distinto. También es distinto si has robado una cartera, o millones de euros... Las Cortes son elegidas por nosotros, pero siempre acaban legislando en “interés general” o por “razones de Estado” contra los intereses de quienes les han elegido.
Y mientras tanto veo los movimientos populares en Túnez y Egipto, que se extienden como una marea negra sobre las autocracias arabes. No puedo evitar pensar que esos mismos tunecinos, egipcios, jordanos, argelinos,... hace muy pocos días pensaban exactamente igual a como estamos pensando ahora aquí: “van a hacer lo que quieran”.
Pero se han sacudido esa apatía, esa pasiva actitud y han dado un vuelco a sus países ¿No es una magnifica lección para nosotros en este momento de escepticismo? ¿Cuánto nos falta a nosotros para sacudirnos esta losa de política sin ideales (que no sean los del capital, claro)? Espero que pronto también nosotros tomemos el control de nuestro destino, pasando por encima de burocracias sin principios y demagogos iluminados.
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