Movimiento Obrero
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La devaluación de los salarios y la destrucción de los derechos sociales, sanidad, educación, desempleo, pensiones, etc., es la única palanca que tiene la burguesía para hacer frente a la crisis de su sistema económico.

La apropiación de la plusvalía por parte del capital no es ninguna novedad, ahora simplemente por las circunstancias excepcionales de la crisis se convierte para ellos en una cuestión de vida o muerte. En los últimos 25 años los salarios han estado prácticamente congelados en España mientras los beneficios de las empresas han crecido exponencialmente, esto ha ocurrido tanto en periodos de crecimiento como en periodos de recesión.

El Instituto Nacional de Estadística dice que los salarios reales han caído en España un 10%, pero es un porcentaje que se queda corto y que todavía no refleja la reforma de la negociación colectiva y la pérdida de ultraactividad de los convenios que ha entrado con toda intensidad en julio.

Los datos aportados por UGT de los convenios firmados y registrados hasta Octubre son los siguientes: los firmados con anterioridad con efectos plurianuales tenían pactado un incremento medio del 0.56%, los pactados en 2013 tenían un incremento salarial medio de 0.42%. Hay que tener en cuenta que sólo han firmado convenio 4,2 millones de trabajadores, uno de cada tres trabajadores está cubierto por un convenio colectivo. De ellos el 30% ha pactado congelar los salarios o reducirlos. Teniendo en cuenta los empleados públicos, con salarios congelados, la mitad de los asalariados en España no ha sido partícipe de un incremento salarial. Mientras la renta familiar cae, los servicios básicos de nuestras casas suben de forma astronómica como la factura eléctrica que ha aumentado un 60% desde el 2007 o el gas que lo ha hecho un 30%.

Las reformas llevadas a cabo para reducir drásticamente los salarios persiguen, según datos de UGT, transferir rentas del trabajo al capital por valor del 4% del PIB, 40.000 millones de euros.

Su objetivo es que estos salarios devaluados permanezcan. No tienen otra forma de competir más que con salarios bajos, y cuando la economía repunte y los trabajadores se pongan en pie para recuperar lo perdido, contenerlos con las reformas laborales que han hecho, que dan toda la autoridad al empresario, y con las leyes represivas de recorte de los derechos de huelga, manifestación, que están preparando.

La clase dominante de este país ha desarrollado una economía tan débil que sólo puede competir en el exterior rebajando los salarios. Como reconocen estudios comparativos de salarios “los costes salariales por empleado en España son significativamente mas bajos de media que en la unión europea, pero siguen siendo altos en comparación con los países de Asia y del este de Europa.”

El mismo estudio dice que los bajos salarios no pueden ser la base de la ventaja competitiva en la industria frente a otros países. Se tiene que invertir en I+D para ganar competitividad; sin embargo, las inversiones en maquinaria y equipo respecto al valor añadido bruto se han reducido en el periodo 2000-2011, entre el 35% y el 70% en la mayor parte de los sectores. La inversión en investigación y desarrollo se ha desplomado en 2012, y lleva reduciéndose 4 años. La industria, que aporta los mejores empleos y salarios, ha caído en este país del 30% del PIB al 15% en los últimos 35 años.

Sin embargo, los oráculos de esta vieja teología que defiende como bien social la ruina inevitable de la mayoría de la población en beneficio de una minoría, insiste en más reformas laborales, bajada de pensiones, etc. Rehn, de la Unión Europea, ha dicho recientemente “la flexibilidad salarial es excelente para la competitividad externa pero supone un freno a la demanda interna. Con la tendencia actual se hace difícil pensar que la economía española pueda dejar atrás tasas insoportables de paro, al menos durante una década”. Eso es lo que nos proponen los “guardianes” del negocio a los trabajadores de este país.

Además, como demuestran estudios económicos, hundir los costes laborales para incrementar las exportaciones y sustituir el consumo interior por la demanda externa se ha demostrado que es una autentica estafa, porque solo se reducen los salarios y la contrapartida no es una mejor competitividad de los precios de exportación, sino un aumento de la tasa de beneficios. Los datos dicen que a medida que descienden los costes laborales aumentan los beneficios empresariales.

También hay que tener en cuenta que el consumo interno representa en términos del PIB el doble que la demanda externa. Por lo tanto, si hay reducciones salariales fuertes y continuadas, como las actuales, arruinarán el consumo interno, y habrá que conseguir tasas de exportación imposibles para conseguir compensar las pérdidas del mercado interno. La depresión salarial puede que no se traslade a la bajada de precios, como sucedió en 2012, sino que se traslade a beneficios y obtener, por ello, unas exportaciones raquíticas.

Estas políticas han producido un doble efecto, las empresas del IBEX35 (las 35 empresas con mayor valor en Bolsa del país) han tenido en los primeros nueve meses un incremento de beneficios del 13% sobre el año anterior, los bancos ganaron un 80% más que en el mismo periodo del año 2012.

Otro dato que ilustra cómo les va a los ricos en nuestro país, según CREDIT SUISSE el número de millonarios ha crecido un 13.2% entre mediados del 2012 y 2013.

Sin embargo a los trabajadores nos empujan a la precariedad generalizada, a la inseguridad y, en muchos casos, a la marginalidad. El informe mundial de 2012 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), señala que, en el año 2012 el salario medio en España es el 40% de la media de los países analizados. Es también el único país donde los salarios reales no han aumentado en los últimos 20 años; es el país donde trabajar no significa tener lo necesario para vivir, ya que hay un 30% de los ocupados que son trabajadores pobres. Y es a su vez, el país donde un grupo de 3,5 millones de desempleados de larga duración ya se pueden considerar expulsados del mercado de trabajo, y donde un 57% de los jóvenes está desempleado.

La comprensión progresiva por los trabajadores de la actitud decidida de la patronal de reducir los salarios y aumentar brutalmente el nivel de explotación está haciendo reaccionar a los trabajadores. Las luchas para defender los convenios colectivos e impedir despidos masivos han tenido un brillante ejemplo en la lucha de los trabajadores de la limpieza urbana de Madrid. Su actitud decidida, sus métodos de lucha y la participación activa en asambleas diarias, la solidaridad de los trabajadores de Madrid que se han visto reflejados en su lucha contra la privatización de los servicios públicos, ha permitido una victoria, que aunque no total, ha golpeado a las empresas concesionarias y al ayuntamiento.

Hay un rosario de huelgas indefinidas por todo el país, de diversos sectores de la producción, que deberían seguir el ejemplo de los trabajadores de la limpieza urbana, son huelgas duras, reflejo del periodo que vivimos, que exige una dirección sindical radicalmente distinta para hacer frente a esta situación de emergencia para la mayoría de los trabajadores, que están librando luchas empresa por empresa. Es necesario desde los sindicatos apoyar, coordinar y generalizar los conflictos, que los trabajadores nos veamos como parte de un todo que lucha coordinado y no como una lucha aislada y desesperada por mantener el empleo o los salarios.

Es imprescindible acabar con la política del dialogo social y el mal menor, estas políticas han debilitado a los trabajadores y son las responsables del enriquecimiento de la patronal a costa del retroceso de los trabajadores en los últimos 25 años.

Los sindicatos deben movilizar a los trabajadores y a la sociedad para conseguir la derogación de la legislación regresiva: reforma laboral, pensiones, educación, etc.…

Tiene que haber una participación activa y democrática de las secciones sindicales y afiliados en las decisiones de nuestras organizaciones sindicales, tenemos que acabar con esa ficción de democracia existente que nos lleva a congresos “a la búlgara”, que no reflejan ni las necesidades ni las opiniones de la propia afiliación.

Últimamente, para desprestigiar al sindicalismo por parte de la derecha, se acusa a los sindicatos de corrupción en el uso de ayudas públicas. Tenemos que exigir tolerancia cero con estos comportamientos, la aclaración de los hechos y la expulsión del sindicato de los responsables, si los hubiera, de forma inmediata. La falta de reacción perjudica el crédito del sindicato y debilita un instrumento decisivo para los trabajadores cuando es más necesario.  

 

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