Análisis Político
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Por un gobierno de izquierda con un programa que defienda los intereses de la mayoría trabajadora que conformamos la Euskadi real.

El 26 de junio al mediodía el lehendakari Urkullu iniciaba en Gernika la campaña de las elecciones al Parlamento vasco recordando a las víctimas del Covid-19. Y lo hacía sin ninguna autocrítica, amparándose en lo imprevisible de la crisis, evitando el más mínimo cuestionamiento de sus actuaciones. No habló de la infravaloracion por su gobierno de la infección que tuvo efectos muy graves al inicio de la pandemia, ni del sector público cuyos recursos humanos y presupuestarios llevaban años siendo laminados por su gobierno. No habló de la fiscalidad, totalmente favorable a las rentas del capital. En definitiva, no habló de lo esencial y nos tememos que tras esta pandemia, que ha puesto en situación límite a toda la sociedad, sin embargo, no considerarán necesario cambiar absolutamente nada.

El mismo día 26 de Junio a las 11 de la mañana, todos los sindicatos de la sanidad vasca se manifestaban unitariamente en los hospitales de Basurto, Txagorritxu, Donostia y en los centros de salud de todo Euskadi, denunciando la privatización de trabajos correspondientes al sector público, cierres de servicios, reducciones de plantilla del personal médico de atención primaria, falta de medios en los ambulatorios etc. Reivindicaciones totalmente necesarias a la vista de lo ocurrido en la pandemia en la que ha sido el personal sanitario quien realmente ha hecho frente al Covid-19, a pesar de la falta de medios y de personal en las plantillas. Médicos, enfermeras, celadores, personal de limpieza, conductores de ambulancias han sido los verdaderos héroes a pesar suyo, han sido lanzados desarmados al campo de batalla, y exigen arropados por el reconocimiento de la sociedad, recuperar lo perdido.

Esta es una imagen que refleja perfectamente la situación política vasca. Una clase dirigente, pagada de sí misma, autosatisfecha, impermeable a las críticas, habitante en una Arcadia feliz donde no existen los problemas y si los hubiera siempre vienen de fuera, una clase dirigente cuyo fin no es el bien común, como predican, sino favorecer los intereses del capital.

Por otro lado, la mayoría de la sociedad, los trabajadores y sus familias, los estudiantes, los parados, las mujeres, los pensionistas, que con la gran sacudida que ha supuesto esta crisis, sus vidas se han transformado en una permanente cuesta arriba, sin perspectiva de futuro, que observan con malestar el tratamiento privilegiado que recibe ese exiguo grupo propietario de las rentas del capital. Y se preparan para la lucha.

La crisis está golpeando de lleno la economía vasca. Hasta comienzos de junio había unos 200.000 trabajadores afectados por ERTES, el 20% de la fuerza laboral registrada, sobre todo en la hostelería y comercio, pero también ha golpeado a la industria, con cerca de 5.000 trabajadores de empresas automovilísticas afectados y 9.000 de un centenar de empresas metalúrgicas.

La gestión de este gobierno, secuela de años de control de la Administración pública vasca por el PNV y su fiel escudero el PSOE, la podemos valorar en tres aspectos significativos: el progresivo deterioro de los servicios públicos y el gasto social, la gestión del Covid-19 y la gestión del vertedero de Zaldibar. Son tres cuestiones centrales, cercanas en el tiempo, que muestran la cara auténtica de este gobierno y la necesidad de cambiarlo.

En el análisis de los últimos presupuestos de 2020 realizados por el sindicato ELA vemos claramente cómo en la elaboración de los presupuestos, la parte de la riqueza generada que se dedica a cubrir las funciones de Sanidad, Educación, se ha reducido enormemente en los últimos años.

Nos vamos a detener en Sanidad por ser la partida más importante para la vida de las personas, como se ha demostrado especialmente en la pandemia. En el departamento de Salud, que ha sido crucial, la evolución que se ha dado desde 2009 es muy negativa. Ha habido reducción presupuestaria año tras año. En 2009 se dedicaba al gasto público en Salud el 5,39% del PIB, (0.61% puntos del PIB más que en el 2020) lo que supone una merma presupuestaria en 2020 sobre 2009 de 501,7 millones de euros. Esa reducción presupuestaria criminal ha supuesto una factura enorme en salud y en vidas, de los sanitarios y de toda la sociedad con la crisis del coronavirus. Euskadi ha registrado una tasa de contagios y fallecimientos por cada 100.000 habitantes: 624 y 70, respectivamente; superior a la media del Estado, 528 y 60.

En la gestión del Covid-19, aparte de su responsabilidad en la progresiva privatización del sector público, residencias de ancianos y los recortes anteriormente citados, la imprevisión y falta de medios para enfrentarse a la crisis, en el discurso y acción de este gobierno, han sido dominantes, utilizando la imagen del dirigente de ELA: “mirar la realidad con las gafas de la patronal”.

El PNV ha repetido hasta la saciedad, en medio de una situación dramática, mientras estábamos confinados en nuestras casas como el único método conocido para defender la salud, la exigencia al Gobierno central de reanudar la producción, de volver al trabajo. Ha sido la voz de la patronal anteponiendo la explotación y el negocio frente a la salud.

Otro dato que confirma que el gobierno vasco es un títere de la patronal es que en Euskadi en los últimos diez años la recaudación procedente de las rentas del trabajo se incrementó un 18% mientras que la contribución de las rentas empresariales, profesionales y de capital se redujo en un 38,3%. El ejemplo más descarado es el Impuesto de Sociedades, único impuesto que recauda menos que en 2007 a pesar del aumento de los beneficios empresariales.

La tragedia del vertedero de Zaldibar, cuyo derrumbe causó la muerte de dos trabajadores que todavía no han sido encontrados y provocó una crisis medioambiental y sanitaria que afectó a miles de familias obreras de Eibar, Ermua, Zaldibar, Mallabia, Abadiño... es un ejemplo palmario de una pésima gestión, una despreocupación total por la salud de los habitantes del entorno, por la salud de los propios trabajadores enviados al rescate sin la protección adecuada, una falta de exigencia y vigilancia del cumplimiento de las normas en el vertedero, y una amplia y generosa tolerancia con la propiedad del vertedero. Ha sido una demostración de lo que realmente es: un gobierno para defender los intereses del capital.

Es necesario y urgente, desalojar a este gobierno, conformar una mayoría social que atienda las necesidades de la mayoría de la sociedad, los trabajadores y sus familias. EH Bildu, Elkarrin Podemos, PSE-PSOE pueden conformar una mayoría social. Estas elecciones son una oportunidad de conseguirlo. De hecho, lo más probable es que la suma de votos y diputados de la izquierda superen al PNV y a la derecha.

Ante esa situación, sería lamentable que los dirigentes del PSE-PSOE se empeñaran en mantener sus vínculos con los representantes de la burguesía vasca. Es por eso que desde ya, EH Bildu y EP deben proponerse conjuntamente como una alternativa de gobierno levantando un programa socialista valiente que plantee hacer pagar la crisis del capitalismo a los patrones. Eso provocaría un gran entusiasmo que podría arrastrar hacia ellos a una parte del voto del PSE.

Pero más importante aún que estas elecciones será la movilización social que le seguirá. El malestar social se acrecentará en los meses venideros conforme se agrave la crisis. Ante todo necesitamos desarrollar una corriente marxista que impulse y agite por un programa y una alternativa socialista dentro de la izquierda vasca.

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