Mujer y Socialismo
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El capitalismo se encuentra actualmente en una de sus crisis más profundas. La decadencia de este sistema no solo se revela por todo el mundo, sino también en diferentes ámbitos de la sociedad. La situación de la mujer es precisamente un reflejo de la estructura de este sistema irracionalmente estratificado.

Incluso desde las sociedades precapitalistas, la mujer ha sido relegada a una posición de inferioridad y dependencia, por ejemplo, limitando su función a la de progenitora. Con la aparición de la propiedad privada capitalista y el trabajo asalariado la situación no mejora, pues todo el núcleo familiar se integra en el proceso de producción con la explotación de las mujeres e hijos, proporcionando mano de obra barata para una minoría.

Esta idea ha seguido desarrollándose hasta la actualidad, sometiendo a la mujer a una doble explotación: en el trabajo y en el hogar, donde además se presenta como mano de obra gratuita. Si a esto añadimos la brecha salarial existente (según el último informe del INE, hay una brecha salarial por sectores de hasta el 25,6 %, salvo en las industrias extractivas, donde las mujeres contratadas constituyen solo el 10 %), se da el caldo de cultivo para el posicionamiento del hombre sobre la mujer, especialmente en una sociedad donde generalmente los individuos son valorados según su nivel adquisitivo. En el caso de aquellas que no encuentran trabajo o cuya situación no les permite ejercer, se crea una completa dependencia de la pareja hasta producirse una verdadera deshumanización, donde el derecho a la propiedad privada pasa de lo puramente material a lo sentimental, a la pareja.

Como consecuencia de todo lo anterior, en 2019 hemos observado cómo 55 mujeres han sido asesinadas a golpes, apuñaladas, acuchilladas; humilladas en vídeos mientras las dejaban morir; violadas o intoxicadas, y mucho más. Y 8 ya en lo que llevamos de año en este 2020. A pesar del número mayor de víctimas en 2019 con respecto a 2018, el número de denuncias por parte de estas ha sido inferior, siendo 11 el año pasado, y 15 el anterior. Estas cifras evidencian que los sistemas de prevención y los mecanismos de protección de las víctimas no son eficaces.

En 2019, además, se ha reducido el número de perceptoras de la Renta Activa de Inserción, así como las ayudas para el cambio de residencia y las ayudas económicas conforme al artículo 27 de la Ley Integral, reducidas estas últimas casi a la mitad de acuerdo con los datos del Ministerio de la Presidencia. Estas podrían ser algunas de las causas del aumento del número de víctimas, aunque también el negacionismo hacia la violencia de género introducido en la escena política por parte de la derecha, especialmente por Vox.

El acuerdo PSOE-Unidas Podemos incluye medidas progresistas, como el Plan Integral de Compensación, Reparación y Recuperación de la Autonomía para mujeres que sufren violencia de género, y, aunque muchas medidas no son suficientemente concretas, tendremos que presionar para que se cumplan.

La situación en que se encuentra la mujer, junto con los ataques constantes a la clase trabajadora revela que existe una capa de la sociedad interesada en que las mujeres y los hombres no tengamos igualdad de condiciones. Se trata de una clase capitalista que busca acumular riqueza a costa de los sectores más vulnerables de la sociedad y, precisamente, hasta que no acabemos con esa explotación económica, la mujer trabajadora no encontrará una verdadera emancipación económica de su pareja. Hay mujeres que pueden permitirse contratar a otras para las tareas domésticas, o adquirir una residencia en caso de maltrato; algunas incluso emplean su posición para oprimir a otras mujeres (como Cayetana Álvarez de Toledo (PP), a la que la huelga del 8M le parece un disparate, o Alicia Rubio (Vox) con su asignatura de costura para «empoderar» a las mujeres).

Por todas estas razones, debemos organizarnos también con los hombres que defienden nuestros derechos para luchar conjuntamente contra la explotación que sufrimos bajo el capitalismo y hacerles conscientes de la opresión machista existente. Necesitamos reunir una capa de mujeres revolucionarias que sientan la lucha de cada oprimida como propia, que rebasen las fronteras, dispuestas a construir un movimiento de mujeres reivindicativas que no solo salgan a la calle el 8M, que entiendan que solo a través la emancipación económica, mediante cambios profundos, podremos ser verdaderamente libres.

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