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ldc002Para responder a los ataques del Gobierno y la Patronal, fortalecer la izquierda política y sindical

Las direcciones de UGT y CCOO, sin debate previo alguno en las estructuras de afiliados, firmaban el 28 de enero el preacuerdo de lo que a todas luces era un Pacto Social sobre: pensiones, medidas de fomento del empleo y reforma de la negociación colectiva. En el mismo, se aceptaba la ampliación de la edad de jubilación a 67 años y el recorte de las prestaciones.

 

ldc002Para justificar su firma, el argumento central fue el del “mal menor”. Asimismo, se aceptaba como buena moneda los argumentos del Gobierno acerca de que esta es la única “política posible”, que, como demuestran los ejemplos de Grecia o Irlanda y más recientemente Portugal, si no se aceptaban sus recetas, la situación sería aún peor.

Siguiendo con esta misma lógica del “mal menor”, UGT y CCOO han llegado también a un acuerdo con la autoridad aeroportuaria en AENA donde de facto se acepta la privatización de los aeropuertos de El Prat y Barajas. Eso sí, con la “garantía firmada” de que se respetarán las condiciones laborales de los trabajadores.

La alternativa que proponen los compañeros Toxo y Méndez es volver a la situación de acuerdos y negociación que han sido la tónica dominante durante los años de crecimiento económico. Ahora bien, entonces tenemos derecho a realizar un balance de dicha política ¿Qué distribución de la riqueza nacional ha habido en los últimos 15 años de crecimiento? ¿Qué sectores sociales han salido beneficiados?

Las cifras cantan. El saldo es claramente favorable a las rentas empresariales, que superan ya el 44% del PIB, mientras los salarios han perdido casi 9 puntos, desde el 56% hasta el 47% del PIB.

La siguiente pregunta cae por su propio peso. Si este es el balance en un periodo de crecimiento, ahora, con la mayor crisis en la historia del capitalismo ¿Qué puede ofrecer la Patronal?

La editorial de Cinco Días (26-03-2011) presentaba el  siguiente cuadro de la economía española:

“La economía tiene cada vez más focos activos, sin que ninguno de ellos termine de apagarse: crisis de deuda soberana, reestructuración financiera y de las cajas de ahorros, colapso político en Portugal, pacto de competitividad en la eurozona, rebajas constantes del rating de la deuda por parte de las agencias de calificación y, avivando las llamas, la escalada meteórica del precio del petróleo”.

Confirmando la denuncia de Karl Marx de que “El Ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía”, ese mismo día se volvía a escenificar en Moncloa una nueva reunión del Gobierno con los representantes de los 41 mayores bancos y empresas del Estado, cuya facturación anual representa casi el 50% del PIB. En la misma, se concretaban los planes de la clase dominante, cuya agenda había marcado previamente el Consejo Europeo con la firma del llamado Pacto de Competitividad.

El presidente del Santander, Emilio Botín, fue el primero en hablar:

“Pidió estabilidad hasta el 2012 para borrar el nerviosismo de los mercados y  aparcar el debate sucesorio [del PSOE] para no entorpecer las “reformas en marcha” y evitar lo que había ocurrido tres días antes con la dimisión de José Sócrates en Portugal”.

Todos coincidían en seguir aplicando las reformas: negociación colectiva, reestructuración de las cajas, reducción por ley del déficit público… y poner en marcha otras nuevas. Rodrigo Rato (Cajamadrid) fue claro:

“En las reformas no nos podemos quedar en la media de Europa, aquí deben ser más profundas”.

La respuesta de Zapatero no pudo ser más explícita:

“Las reformas no están condicionadas a ninguna circunstancia. El calendario político es secundario ante lo que necesita este país”.

Sin embargo, una semana después, Zapatero hacía ya pública su renuncia a presentarse a la reelección.

Se ponía encima de la mesa la dificultad de conciliar los intereses del sector del Gobierno y el PSOE más ligado al gran capital, con el de los barones socialistas que se basan en los miles de alcaldes y cargos públicos que quieren separarse como sea de la figura de Zapatero, para intentar evitar una debacle electoral más que probable.

La apuesta del gran Capital pasa por exprimir hasta el final al PSOE y evitar en lo posible la convocatoria anticipada de elecciones. Pretenden así abonar el terreno para el posterior triunfo de un Gobierno fuerte del Partido Popular ¡Que lo consigan o no, ese es otro cantar!

La cita electoral del próximo 22 de mayo va a suponer un importante reto para IU en todo el Estado. La cuestión central es cómo conectamos con los trabajadores, mujeres y jóvenes que conforman nuestra base potencial de apoyo social.

Desde Lucha de Clases creemos que para ello no es suficiente con limitarnos a la defensa del mero programa municipal. En nuestra opinión, es necesario que desde IU propongamos una alternativa global a los problemas del paro y de la carestía de la vida, que son las lacras que realmente nos marcan la vida a millones de familias obreras.

En este sentido, la oposición de nuestra dirección federal al Pacto Social firmado por los sindicatos, el voto contrario a la intervención militar en Libia, y las diferentes convocatorias de movilización en Sevilla y, después, el día 20 de marzo en Madrid, han sido pasos muy positivos.

Ahora bien, no nos podemos contentar con eso. Es necesario profundizar en esa dirección. También tenemos que posibilitar activamente la máxima unidad de la izquierda que lucha contra los planes del Gobierno y Patronal en cada acción que convoquemos. Tenemos que recuperar la calle a golpe de octavilla, como decía el compañero Cayo Lara. Tenemos que implicarnos abierta y organizadamente en la vida de los barrios y los sindicatos, en las movilizaciones de la juventud que se han desarrollado en las últimas semanas, proponer una respuesta de movilización frente a la ofensiva de la derecha y la Patronal. Sólo así lograremos ilusionar y ganar el apoyo activo de jóvenes y trabajadores.

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