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Rajoy y Mas sept. 12Los grandes empresarios y banqueros, y los gobiernos de turno, utilizan su control sobre la economía y el Estado para hacernos pagar a los trabajadores la crisis de su sistema, especialmente a los sectores más desprotegidos de la sociedad: jubilados, parados, estudiantes, enfermos. A nadie sorprende, entonces, el enorme malestar social que hay contra los ricos y los políticos del régimen. No es casualidad, por tanto, que los gobiernos burgueses y de derechas del PP en Madrid y de Convergencia i Unió en Cataluña, estén agitando rivalidades y desconfianzas entre españoles y catalanes para desviar la atención de las masas trabajadoras de sus problemas.

Portada LdC13Para eso cuentan, además, con la colaboración entusiasta de grupos afines: UPyD en el caso del PP, y Esquerra Republicana de Catalunya en el caso de CiU. La culpa de todo, dicen, ya no la tienen banqueros, gobiernos ni multinacionales; sino el obrero español o catalán que es “egoísta”, “vago”, y además “me roba lo mío”.

Nacionalismo español reaccionario

El gobierno del PP, especialmente, tiene mucho interés en profundizar el agravamiento de la cuestión nacional catalana (y vasca). Piensa que apelando al nacionalismo español más primitivo y grosero va a ocultar los problemas sociales y recuperar apoyo popular. Pero el sector más inteligente y perspicaz de la burguesía española – con peso importante en bancos, industrias y multinacionales – tiene otra opinión. Teme las consecuencias del fortalecimiento de las tendencias independentistas en Cataluña por la actitud insultante de los dirigentes del PP hacia los sentimientos nacionales del pueblo catalán. Por eso, igual que los dirigentes del PSOE, está presionando para que los gobiernos español y catalán alcancen un acuerdo para aflojar las tensiones. Ellos saben que la posición proindependentista de CiU y del presidente catalán Mas, es ambigua y demagógica. De hecho, la gran burguesía catalana no es independentista, pero quiere contrapartidas del gobierno español en materia de financiación para Cataluña, a fin de aliviar el ajuste en la región y la tensión social; aunque sea a costa de agravarlos en el resto del Estado.

Pero el gobierno de Rajoy no quiere negociar nada; al contrario, quiere explotar políticamente el anticatalanismo y españolismo del sector más atrasado de la sociedad española. Y en el País Vasco, actúa como si ETA no hubiera declarado el cese definitivo de su actividad armada; manteniendo un acoso policial injustificable al movimiento abertzale.

El nacionalismo burgués catalán sirve a los ricos

Aunque Mas ha ido demasiado lejos en su juego “soberanista”, y está prisionero de ERC que ahora lo supera en las encuestas, los nacionalistas pequeñoburgueses de ERC tienen pavor a quedarse solos en su huida independentista. Se agarran desesperados a los faldones de CiU dándole un sólido apoyo en el Parlament. Tarde o temprano, el juego cínico de CiU y de ERC en relación a la independencia quedará expuesto, especialmente ante la clase obrera catalana, en la medida que vaya poniendo de manifiesto su carácter de clase reaccionario. Y esto ya está empezando a suceder.

Así, CiU votó con el PP en el Ayuntamiento de Salt (Girona) contra una moción de la izquierda en apoyo a los vecinos desahuciados que ocupaban un edificio propiedad de un banco. CiU y el PP, con la abstención de ERC, votaron contra la propuesta de la izquierda en el parlamento catalán de prohibir las subvenciones a las escuelas privadas que impartan clases separadas por sexo. CiU mandó a la policía autonómica catalana, los Mossos d’esquadra, a reprimir la huelga de los obreros de Panrico; CiU y dirigentes de ERC defendieron la actuación de los Mossos en el apaleamiento que provocó la muerte del comerciante Juan Andrés Benítez, y ERC votó en el Parlament contra la destitución del jefe de los Mossos, Manel Prat.

El derecho de autodeterminación y el socialismo

Nuestra posición en relación al problema nacional catalán es clara. El Estado español, como cualquier territorio, no es un ente sagrado por encima de los seres humanos que lo habitan. No se puede retener por la fuerza a ningún pueblo dentro de otro Estado, más aún si dicho pueblo, como el catalán, tiene una historia, lengua y cultura específicas, y ha sido marginado u oprimido en determinadas vicisitudes históricas por la nación dominante española. Justamente, el intento de forzar a Cataluña, como al País Vasco, a permanecer dentro del Estado español, sin permitirle expresar su opinión, es lo que ha hecho pervivir durante siglos este problema nacional.

Por esa razón, nosotros, los marxistas de Lucha de Clases, defendemos el derecho de autodeterminación para Cataluña, que decida el pueblo catalán en un referéndum democrático si quiere permanecer dentro del Estado español o probar un camino como Estado independiente. Lo que sí advertimos es que, bajo el capitalismo y bajo la dirección de los nacionalistas burgueses de CiU y ERC, una Cataluña independiente sería un paso atrás y una pesadilla para las familias obreras catalanas, en términos sociales y represivos, como lo es para los trabajadores de cualquier país capitalista. Tampoco es posible luchar por una Cataluña socialista, como parecen defender los compañeros de Procès Constituent o las CUP, sin hacerlo de manera unida con la clase obrera y la juventud del resto del Estado español. La verdadera tarea que nos plantea la historia es luchar por la unión voluntaria de los pueblos ibéricos en una Federación Socialista.

Frente al egoísmo burgués, los marxistas oponemos la solidaridad y fraternidad obrera, la unión y colaboración desinteresada de los pueblos, a través de la propiedad colectiva y la planificación democrática en común de nuestros recursos productivos. Esto haría avanzar y progresar a todos los pueblos que forman actualmente el Estado español, con el mayor grado de autonomía posible para cada uno, en el marco de en una Europa unida socialista y en un mundo socialista unido, sin fronteras que nos dividan y enfrenten.

La unidad de la clase obrera

Hay elementos que señalan un cambio en el ambiente social tras casi un año de repliegue en la movilización popular. Existe un malestar acumulado a punto de estallar, y lo demostró la enorme respuesta popular a la huelga y movilización educativa del 24 de octubre, donde salieron a la calle más de un millón de personas en todo el Estado. También vemos un recrudecimiento de las luchas obreras que resaltan por la intensidad y el carácter de las medidas de lucha: huelgas prolongadas, huelgas indefinidas, indisciplina sindical contra acuerdos de las direcciones sindicales, etc.

La aplicación de la reforma laboral del PP para despedir masivamente a trabajadores y recontratarlos en condiciones mucho peores, o la imposición de reducciones salariales del 10%, 20% o 45%, están encontrando una importante resistencia. Ahí están las huelgas indefinidas en Panrico (Barcelona), en la limpieza viaria de Madrid y Granada, en el metal de Huelva, yde manera intermitente en el transporte urbano de Zaragoza; o la huelga de 9 días de los trabajadores del metal de Asturias, los conflictos en el Metro Ligero Oeste de Madrid, las huelgas en RENFE y ADIF contra la segregación, en Roca y Altstom (construcción de locomotoras) en Barcelona; entre otras.

Está calando en la clase trabajadora la idea de que hay que prepararse para conflictos duros y prolongados en el tiempo, de que la crisis llegó para quedarse, y que hay que pelear hasta el final por cada conquista. Está llegándose a la conclusión de que huelgas de un día son insuficientes, aunque sean generales. La idea de movilizaciones más contundentes y huelgas indefinidas está extendiéndose a sectores cada vez más amplios.

Y mientras mayor sea la inercia que oponga el aparato sindical al nuevo ambiente que se está gestando desde abajo, mayor será la rebelión sindical en la base. Esto planteará la necesidad de dar un cauce organizado a la lucha por una recomposición sindical en la perspectiva de presentar una alternativa a las actuales direcciones de UGT y CCOO, que reflejen más fielmente el ambiente entre la clase, y la asunción por parte de la clase obrera y de sus organizaciones de masas de un programa político correspondiente que se plantee la superación del capitalismo.

La gran virtud de la lucha educativa de finales de octubre ha sido la utilidad que han reencontrado cientos de miles de trabajadores y jóvenes en la lucha unificada a nivel estatal, por encima de banderas y diferencias nacionales contra sus enemigos comunes, para disgusto de los nacionalistas burgueses vascos y catalanes y de la derecha española.

La necesidad de profundizar la unidad de la lucha y la comunidad de intereses de la clase obrera de todo el Estado va a ir creciendo, mostrando cada vez más el carácter mezquino y limitado de las divisiones nacionales, proceso que imbuirá en la conciencia de los trabajadores la necesidad de disponer de organizaciones sindicales y políticas con un programa socialista acorde con las demandas que nos plantea la historia.

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