Ciencia
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El 26 de abril de 1986, alrededor de la 1 de la madrugada, el reactor nº 4 de la central nuclear de Chernóbyl estalló, liberando a la atmósfera increíbles cantidades de radiación. Durante estos 25 años, la información recibida mediante los medios de comunicación era manipulada al antojo del informador, creando entre la opinión pública una opinión contraria a la energía nuclear en general y contra la URSS en particular.


Según la información que nos llegaba, aquellas personas que fueron a trabajar en la contención del material radioactivo de Chernóbyl no sabían a lo que se enfrentaban. Por supuesto, esto no fue así. Físicos e ingenieros de toda la URSS se desplazaron voluntariamente hasta la central, sabiendo perfectamente a lo que se arriesgaban.

Aunque no especialmente famosa, hay una historia que no debería pasar desapercibida. En el momento del accidente, se utilizó agua con la intención de apagar los enormes fuegos que salían del reactor. Esta no fue una solución idónea, pero no había otro remedio. El agua usada, caía a las piscinas inferiores del reactor, juntándose con la caída de los sistemas de refrigeración, y creando una gran amenaza: la temperatura subía, haciendo aumentar la presión y las posibilidades de una explosión de proporciones incalculables debajo del reactor. La única solución era vaciar de una manera controlada estas piscinas.

Esta operación era sencilla en circunstancias normales, ya que bastaba con apretar un botón en el ordenador SKALA que controlaba la central; pero el ordenador había quedado inutilizado. La única posibilidad era abrir las compuertas manualmente para que las piscinas se vaciaran y evitar un mal mayor.

Hacían falta tres personas. No hubo discusión a la hora de decidir quién iría, aún sabiendo que era un viaje sólo de ida. La decisión se tomó con aquella simple frase que siempre bastó a los héroes: Yo iré.

Los dos primeros voluntarios fueron Alexei Ananenko y Valeriy Bezpalov. Ambos casados y con hijos, eran ingenieros nucleares. El tercero, Boris Boranov, era un joven trabajador de la central, sin familia.

Se pusieron los trajes de buceo e hicieron la inmersión en aguas radioactivas que seguramente, salvó a Europa de una gran catástrofe nuclear.

Los tres protagonistas dieron su vida, sabiendo lo que hacían, de una manera desinteresada. No fueron engañados.


Fuente: http://pozosconfondo.blogspot.com

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