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El lunes 9 de agosto, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) publicó su último informe climático, resultado de siete años de investigación. El presidente de la COP-26,[1] Alok Sharma, declaró que "No podemos permitirnos esperar dos, cinco, diez años, sino que nos estamos acercando peligrosamente al momento en que será demasiado tarde. […] Un fracaso de la COP-26 sería catastrófico, no hay otra palabra” (Alok Sharma, presidente de la COP 26 - AFP, 08/08/2021).[2]

Entre otros hallazgos alarmantes, el informe presentó los siguientes puntos:[3]

  • Para el año 2030, la temperatura media global podría llegar a 1,5 ºC, ó 1,6 ºC por encima de los niveles preindustriales. La expectativa anterior era que este nivel solo se alcanzaría en 2040;
  • Agotamiento de los sumideros de carbono. Los bosques, el suelo y los océanos absorben una parte importante del dióxido de carbono producido por las acciones humanas. Sin embargo, estos sumideros están mostrando signos de saturación, lo que significa más carbono en la atmósfera;
  • Aumento del nivel del mar. En la última década, la tasa de subida del nivel del mar se ha triplicado en relación a décadas anteriores. Si la temperatura media global alcanza los 2 ºC, se espera que los océanos aumenten alrededor de medio metro durante el siglo XXI;
  • La temperatura media del planeta es la más alta de los últimos 125.000 años;
  • Desaceleración de las corrientes atlánticas. Una de las consecuencias del calentamiento global es la desaceleración de las corrientes marítimas en el Océano Atlántico, que regula el tránsito de temperatura entre los hemisferios. La desaceleración podría provocar cambios drásticos en el clima en varias partes del planeta, como inviernos más severos en Europa, cambios en los monzones en África y Asia y aumento del nivel del mar en el Atlántico Norte.

Qué se ha hecho de momento

El problema del cambio climático se identificó en la década de 1970. En 1992, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro (Río-92), se aprobó el primer Tratado Internacional con el propósito de enfrentar el Calentamiento Global: la Convención Marco sobre el Cambio Climático.

Esta Convención estableció reglas generales sobre la responsabilidad de los Estados miembro, como la responsabilidad común pero diferenciada, que asignó diferentes obligaciones a los países de acuerdo con sus responsabilidades históricas por la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Así, en el Anexo I del Convenio Marco se enumeran los países que iniciaron el proceso de industrialización antes que los demás, lo que obligaría a establecer metas de reducción más ambiciosas. El Anexo I incluye, entre otras naciones: Estados Unidos, Japón, Rusia y buena parte de Europa Occidental. Grandes emisores de GEI, como China, India y el propio Brasil, aunque signatarios del Protocolo de Kioto, no estaban obligados a establecer objetivos de reducción.

La Convención Marco se pondría en práctica a través del Protocolo de Kyoto, aprobado en 1997. Según este tratado, los países del Anexo I del Convenio Marco deberían reducir sus emisiones de GEI en un 5,2% entre 2008 y 2012. El propósito de Kioto, aunque insuficiente para enfrentar el problema, nunca se logró. Estados Unidos, entonces el mayor emisor, no ratificó el Protocolo de Kioto, mientras que China, en este primer momento, tampoco estaba obligada a reducir sus emisiones. Las dos potencias económicas, hasta ese momento, eran responsables de prácticamente la mitad de las emisiones de GEI del planeta.

Las negociaciones posteriores a Kioto avanzaron poco en el período previsto. Sólo en 2015 se aprobó el Acuerdo de París, el actual tratado sobre el clima. El objetivo del Acuerdo de París, a diferencia de Kioto, no es alcanzar un objetivo específico de reducción de emisiones de GEI, sino fijar un techo para el aumento de la temperatura global en, como máximo, 2 °C por encima de los niveles preindustriales. Para lograr este objetivo, cada país debe establecer un objetivo de reducción. Brasil se comprometió a reducir el 35% de las emisiones a partir de 2005 para 2025 y el 42% para el año 2030.

Tanto Brasil, como el resto del mundo, difícilmente alcanzarán las metas establecidas. Por alarmantes que sean las advertencias, la voz del comercio internacional y sus grandes corporaciones siempre sonará más fuerte que cualquier sirena, incluso si ésta anuncia el fin del mundo.

El colapso climático es el colapso del sistema

Refiriéndose al informe del IPCC, el presidente de la COP-26, Alok Sharma, declaró que esta es “la advertencia más seria jamás hecha sobre el hecho de que el comportamiento humano acelera de manera alarmante el cambio climático”.[4] Pero no es el comportamiento humano el verdadero responsable del cambio climático. El colapso climático se deriva del desorden económico del capitalismo y su ruptura con el estado de la naturaleza.

Esto se debe a que en el capitalismo la producción no está orientada a satisfacer las necesidades humanas, sino a la voracidad del capital. El mismo capital que explota, chupa y oprime a la clase trabajadora para extraer plusvalía y concentrar la riqueza en manos de unos pocos, también usa la naturaleza de manera depredadora para servir a sus fines.

Lo que diferencia a los humanos de otros animales es precisamente su capacidad para transformar la naturaleza a través del trabajo. Este metabolismo (transformación) con la naturaleza lo explica Marx de la siguiente manera:

“El trabajo es, ante todo, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en el que el hombre, por su propia acción, media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. Se enfrenta a la materia natural como un poder natural [Naturmacht]. Para apropiarse de la materia natural de una manera útil para su propia vida, pone en movimiento las fuerzas naturales propias de su corporeidad: sus brazos y piernas, cabeza y manos. Actuando sobre la naturaleza exterior y modificándola a través de este movimiento, modifica al mismo tiempo su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que están latentes en ella y somete el juego de sus fuerzas a su propio dominio. No se trata aquí de las primeras formas instintivas y animales [tierartig] de trabajo”.[5]

Las diversas formas de organización del trabajo (esclavitud, servidumbre y trabajo asalariado) marcaron las diferentes formas sociales desde el inicio de la civilización. Las tres formas de organización del trabajo tienen en común la apropiación del trabajo ajeno en beneficio de la minoría (señor de esclavos, señor feudal y capitalista).

Este proceso de transformación de la naturaleza, en las sociedades de clases, siempre ha tenido como resultado un daño al medio natural, una pérdida que se intensifica exponencialmente en el modo de producción capitalista.

John Bellamy Foster, sociólogo estadounidense, analiza el concepto de metabolismo de Marx en la relación humana con la naturaleza y el problema que surge de este metabolismo en el modo de producción capitalista:

“Pero surgió una falla (rift) irreparable en este metabolismo como resultado de las relaciones de producción capitalistas y la separación antagónica entre la ciudad y el campo. De ahí que sea necesario, en la sociedad de productores asociados, “gobernar el metabolismo humano con la naturaleza de forma social, lo que sobrepasa totalmente las capacidades de la sociedad burguesa”.[6]

En El Capital y otras obras, Marx analiza los problemas propios de la explotación depredadora de la naturaleza, especialmente las prácticas agrícolas que llevan al agotamiento del suelo, el transporte de guano de América del Sur para Europa utilizado como abono y las pésimas condiciones ambientales del trabajo.

Por eso no hay posibilidad de resolver los grandes problemas ambientales sin superar el capitalismo. Las políticas ambientales experimentadas por el llamado “capitalismo verde”, defendido por Marina Silva y algunos empresarios comprometidos con la causa ecológica, tienen una función puramente cosmética en la crisis ambiental, ya que no abordan el tema fundamental.

Las “soluciones” reaccionarias a la crisis ambiental han existido desde la época de Thomas Malthus, quien acreditó el problema a la superpoblación y vio en el control demográfico el remedio para enfrentarlo. En la década de 1960, cuando el tema ambiental entró en el círculo de las relaciones internacionales, el Club de Roma[7] en su informe titulado “Los límites del crecimiento”, propuso la idea de “crecimiento cero”, por considerar que el crecimiento económico y la excesiva necesidad de recursos naturales conducirían, en unas pocas décadas, al agotamiento de dichos recursos. .

La Corriente Marxista Internacional (CMI) en junio de 2020 publicó su Tesis sobre la crisis climática, donde desmitifica las políticas burguesas de “combatir” el problema climático:

El daño ambiental no es causado por la industrialización o el crecimiento, sino por la forma en que la producción está organizada y controlada bajo el capitalismo. Lejos de proporcionar eficiencia, la competencia y el afán de lucro conducen a una carrera hacia el fondo, creando enormes niveles de desperdicio y contaminación. Las corporaciones incorporan la obsolescencia en los productos para vender más. Una enorme industria publicitaria intenta convencernos de que compremos cosas que no necesitamos. Y empresas como Volkswagen hacen trampa y violan activamente las regulaciones ambientales para reducir costes y aumentar las ganancias.

Por eso es necesario combatir las ilusiones sobre la resolución de la crisis ambiental en el marco del capitalismo. Solo una sociedad organizada por los productores asociados permitirá una relación racional y sostenible entre la sociedad humana y la naturaleza. Si los grandes problemas ambientales ponen en riesgo la vida humana en el planeta, la necesidad de superar el capitalismo es más urgente.

El movimiento ecologista fue durante mucho tiempo apropiado por organizaciones pequeñoburguesas, liberales, ONGs, a menudo financiadas por grandes corporaciones. El resultado ha sido una política no sólo equivocada e infructuosa, sino que también enmascara, omite la realidad y perpetúa el problema.

Marx habló sobre la necesidad de ser radical. Radicales para ir a la raíz del problema y el problema climático surge sobre todo del modo de producción capitalista. Por tanto, la solución a la crisis climática es una tarea urgente para la clase trabajadora y la juventud, porque, como concluye la tesis del CMI:

Solo con la transformación socialista de la sociedad podremos satisfacer las necesidades de la mayoría en armonía con el medio ambiente, en lugar de generar ganancias para una minoría parasitaria. Existe la ciencia y la tecnología para hacer frente al cambio climático. Pero bajo el capitalismo, estas fuerzas están destruyendo el planeta Tierra, no salvándolo. Socialismo o barbarie: este es el futuro que tenemos por delante.

 

[1] Acrónimo de la Conferencia de las Partes, formada por un representante de cada Estado Miembro de la Convención Marco sobre el Cambio Climático, tratado internacional aprobado durante la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, celebrada en Río de Janeiro en 1992.

[2] El informe del IPCC es “la advertencia más seria jamás hecha” sobre el clima, dice el presidente de la COP26. Portal Isto É Dinheiro, 08/08/2021. https://www.istoedinheiro.com.br/relatorio-do-ipcc-e-advertencia-mais-seria-ja-feita-sobre-o-clima-afirma-president-da-cop26/

[3] Parte de los efectos del cambio climático pueden ser irreversibles, advierte el IPCC. Portal Uol, 09/08/2021. https://noticias.uol.com.br/meio-ambiente/ultimas-noticias/redacao/2021/08/09/relatorio-ipcc-agosto-2021.htm?cmpid=copiaecola

[4] El informe del IPCC es “la advertencia más seria jamás hecha” sobre el clima, dice el presidente de la COP26. Portal Isto É Dinheiro, 08/08/2021. https://www.istoedinheiro.com.br/relatorio-do-ipcc-e-advertencia-mais-seria-ja-feita-sobre-o-clima-afirma-president-da-cop26/

[5] Marx, Karl. Capital - Libro 1: Crítica de la economía política. São Paulo: Boitempo, 2013. p. 255.

[6] FOSTER, John Belamy. Ecología de Marx. Materialismo y naturaleza. Trans. María Teresa Machado. 3ª Ed. Río de Janeiro: Civilización brasileña, 2011. p. 201.

[7] Grupo formado en 1968 por el industrial italiano Aurelio Peccei y el científico escocés Alexander King, con el objetivo de encontrar soluciones globales para temas como la economía, la política y el medio ambiente. Actualmente cuenta entre sus miembros a personajes como César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y el Emérito Juan Carlos de Borbón.

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