Ciencia
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Durante el año 2018, en España murieron por enfermedad 411.946 personas (https://www.ine.es/prensa/edcm_2018.pdf). A 27 de marzo, 4.858 personas han muerto con Covid-19 en todo el Estado. Es una cifra alarmantemente alta y, sin embargo, no se encuentra muy alejada de los fallecimientos provocados por otras causas como el suicidio (3.539) o las caídas accidentales (3.143).

Si seguimos este ritmo exponencial y superamos los 10.000 fallecimientos, por duro que resulte, todavía será muy inferior a las personas que mueren por enfermedades en el sistema digestivo (21.689), enfermedades en el sistema respiratorio (53.687) o tumores (112.724).

Entonces, ¿por qué el Covid-19 ha generado mucho escándalo social y otro tipo de enfermedades más mortales pasan desapercibidas? 

Se podría argumentar que son muertes evitables porque no se han tomado las medidas necesarias, y que por tanto la culpa es del Gobierno, o que la gente no está siendo suficientemente responsable. Pero son argumentos que se pueden aplicar también a cualquier otra enfermedad con tasas de mortalidad más altas. Por ejemplo, resultaría sencillo relacionar algunas de las 53.687 muertes por enfermedades en el sistema respiratorio al tabaquismo o la contaminación, y que el Estado tomase medidas contra estas causas para prevenir esa parte de fallecimientos. Por no hablar de la responsabilidad de los distintos Gobiernos en los recortes en Sanidad y la consecuente menor capacidad del sistema sanitario para hacer frente a todo tipo de enfermedades, entre ellas las mortales. Por otro lado, a nivel individual, también nos dicen que no nos comportamos de forma responsable (sedentarismo, mala alimentación, tabaco y alcohol…) para evitar otras enfermedades graves.

Entonces, ¿cuáles son las razones del escándalo social que está provocando este virus?

En primer lugar, que esta situación la estamos experimentando en el "primer mundo". Aunque existan otras pandemias o enfermedades más mortales, afectan a personas que no viven en los países más desarrollados y, por tanto, no cumplen las condiciones para lo que consideramos como "vida humana". Un niño que trabaja extrayendo coltan y muere por una enfermedad que ha contraído en la mina vive en condiciones infrahumanas. No es que no empaticemos con él o su vida no nos importe, es que sus condiciones materiales no alcanzan lo que inconscientemente entendemos como vida, no nos impacta de la misma manera y no nos genera la misma sensación de alarma. Con el Covid-19, sin embargo, cualquier persona está en riesgo de contagiarse, independientemente de su etnia, orientación sexual o clase social.

En segundo lugar, el virus limita nuestro aparente poder de decisión y nuestro nivel de vida. El capitalismo abandera la libertad individual como un bien indispensable en cualquier ámbito vital (especialmente en esta época de postmodernismo), poniendo el foco en la satisfacción de los deseos individuales de cada persona y nos ofrece mucha variedad de actividades entre las que podemos elegir. Este ocio juega un papel central en nuestras vidas, también como evasión de las dificultades que nos genera el trabajo asalariado, y el Covid-19 nos limita la oferta de posibilidades y nos quita el aparente poder de decisión.

En tercer lugar, el ataque a nuestras necesidades básicas, especialmente a la alimentación y a la seguridad. Por un lado, en los países del "primer mundo", la sociedad capitalista actual hacía impensable que a cualquier persona le pudiese faltar comida y de hecho tenemos una amplísima variedad de categorías para elegir en cualquier alimento que se nos pueda imaginar. Pero ahora nos vemos obligados a comprar de más por si en un futuro próximo no podemos abastecernos. También era impensable que nuestra vida o la de nuestros seres queridos pudiese estar en riesgo. Cualquier enfermedad tiene un tratamiento, normalmente una cura, y de repente ha surgido una nueva enfermedad contra la que no podemos hacer nada. Es más, estamos viendo que la pandemia está desbordando nuestro sistema sanitario y que no se puede garantizar que, si una persona se contagia, pueda ser atendida correctamente; poniendo más en entredicho nuestra seguridad.

En conclusión, la raíz del escándalo social generado es que el Covid-19 ha sacado a la luz las contradicciones del sistema, en un idioma que se nos hace especialmente comprensible. De la noche a la mañana, ha puesto en duda que este sistema garantice las libertades individuales y las necesidades básicas de las vidas que entendemos como humanas, rompiendo la forma en la que muchísima gente concibe el capitalismo. Esto supone una fractura en la imagen de seguridad que transmite el sistema y obliga a buscar causas externas para poder recomponer dicha imagen tal y como estaba antes.

Es ahí, como marxistas, donde está nuestra labor. En ayudar no a que recompongan la imagen fracturada, sino a que comprendan que la fractura la genera el propio capitalismo y forma parte de él, a que adquieran una visión dialéctica acerca de cómo funciona la sociedad en la que vivimos. Mostrar que ahora sentimos de cerca esta pandemia, pero que el ébola lleva años atacando África de una forma parecida y no se ha hecho nada porque no sale económicamente rentable a los países ricos. Que la contaminación produce todavía muchas más muertes que el Covid-19 y no se toman medidas porque los ultra-ricos perderían algún millón. Que un sistema que pone por encima de todo el rendimiento económico deja muchas vidas humanas por el camino y la única forma de salvarlas es cambiar el propio sistema.

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