Está claro que ante problemas tan vastos, cuyos efectos se evalúan a lo largo de décadas, como el cambio climático, la reducción de emisiones nocivas, la transición a fuentes de energía limpia, sería necesaria una coordinación y planificación a nivel global a corto, medio y largo plazo. Sería necesario involucrar a la población en la elección de las estrategias a adoptar: ¿en qué sectores deberían invertirse los recursos públicos? ¿Qué proyectos de infraestructura deben priorizarse? ¿Qué medidas son más urgentes para la protección del territorio y del medio ambiente?

La clase trabajadora no es un sujeto explotado más que padece en esta sociedad, como cualquier otro (autónomos, pequeños propietarios, pequeñas naciones, minorías sexuales, discapacitados, etc.). Es la columna vertebral que sostiene todo el andamiaje económico y social del país. Sin trabajadores que pongan en marcha las máquinas de las fábricas, los trenes, los aeropuertos, los autobuses, las centralitas de telecomunicaciones, los ordenadores de las oficinas públicas, el sistema eléctrico, el sistema de saneamiento, los hospitales, los supermercados y grandes centros comerciales, los pequeños talleres, la recogida de verduras y frutas en el campo, los teatros, cines y programas de TV, etc., no habría trabajo, no habría medios de consumo, no habría sociedad, no habría vida, no habría nada. Esta es la fuerza potencial que descansa en las manos y el intelecto de la clase obrera, y de la cual no dispone ninguna otra clase o capa social oprimida en nuestra sociedad.

Como suele ocurrir con todos los problemas sociales y económicos, los voceros del sistema capitalista, sus medios de comunicación y sus políticos están tratando de evadir sus responsabilidades en el cambio climático. Han lanzado una campaña sibilina para tratar de instalar la idea en la opinión pública de que “todos somos culpables”. Así, para esta gente, el problema no está en la contaminación producida por las empresas, sino en que consumimos mucho, que comemos demasiada carne, que volamos demasiado en avión, que utilizamos demasiado el coche para desplazarnos, etc. En suma, el problema es que “vivimos por encima de nuestras posibilidades”. Incluso si tuvieran razón, que no es el caso, es ¡como si la gente corriente tuviera alternativa al modo de vida que nos obliga a llevar el propio sistema capitalista!

La lucha ambiental debe estar vinculada a la lucha más general por el derrocamiento del capitalismo. El actual modelo de desarrollo económico ha fracasado totalmente y pone el riesgo de la barbarie en el orden del día. La crisis ecológica, la explotación laboral, la pobreza, el desempleo, la crisis económica, las guerras comerciales y militares, el desarrollo desigual del mundo con países cada vez más ricos y países cada vez más pobres, la migración masiva debido al cambio climático,  las guerras y el hambre son consecuencias directas de un modelo económico irracional. Luchar contra la crisis ecológica significa luchar contra el capitalismo y por un modelo de desarrollo racional y diferente para toda la humanidad

Los efectos del cambio climático también tendrán repercusiones muy graves en el Estado español. Se han publicado algunos informes detallados en los últimos meses al respecto. Entre ellos, destacan los difundidos por la organización ecologista Greenpeace a fines de 2018 y el proyecto Open Data Climático, elaborado por la Agencia Española de Meteorología (Aemet)  y el Ministerio para la Transición Ecológica, que recoge algunas evidencias de los impactos del calentamiento global en España en los últimos 40 años.

En las últimas décadas se han ido desarrollando otras fuentes de energía, especialmente las energías renovables (solar, eólica, fotovoltaica, biocombustibles, etc.) con grandes avances. Desde los años 60 del siglo XX, la producción de energía renovable se ha incrementado entre 5 y 6 veces, y los costes han disminuido sustancialmente: desde los años 70 hasta ahora, el coste de producir energía solar ha disminuido ¡en un 99%! Pero este progreso nos muestra procesos contradictorios. Por un lado, el intento del mercado de dar respuesta a la destrucción del planeta ha conseguido mostrar el camino a seguir; por otro lado, como veremos, muestra a la vez los limites existentes en un sistema basado en la propiedad privada de los medios de producción.

Coincidiendo con la celebración de la Cumbre del Clima en Madrid, del 2 al 13 de diciembre, Lucha de Clases va a publicar por partes el contenido del documento que produjimos en el mes de septiembre acerca del cambio climático y cómo luchar contra él de manera consistente. Comenzamos esta serie publicando la Introducción y el primer capítulo del documento: Una situación global alarmante.