Norteamérica
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La administración Trump y la bancada Republicana en el Congreso han sufrido una derrota tras el desplome de su propuesta de “Revocar y reemplazar el ObamaCare”, el programa sanitario aprobado por el anterior gobierno de Obama. Hablando históricamente, un nuevo presidente tiene mayor fuerza en los primeros 100 días de gobierno. Trump ha estado menos de 65 días sin ninguna victoria y ahora con una gran derrota.

Trumpcare brainstorming session Public Domain

Los Republicanos han retirado la propuesta de Ley antes de votarla dado que sabían que no tenía oportunidad de pasarla a la Cámara de Representantes. Este es un órgano que ellos controlan con una mayoría de 237-193, junto a 5 escaños vacantes, y todo lo que necesitaban eran 216 votos para ganar. Esta es una fenomenal derrota para Trump y muestra que la crisis capitalista no sólo ha dividido la clase dominante en su conjunto, sino que ha dividido al Partido Republicano y su gobierno. Las y los trabajadores y la juventud deben estudiar estos acontecimientos y aprovechar la situación para construir las fuerzas del marxismo.

La austeridad capitalista y la industria de la seguridad social

Los Republicanos han clamado por siete años que quieren revocar y reemplazar el ObamaCare, pero el problema al que se enfrentaban era que el ObamaCare era en realidad el plan de seguridad social de los Republicanos. Hace años, la Fundación Heritage, un think tank de derechas, elaboró un plan de seguridad social de contratos individuales como una alternativa a la seguridad social de cotizante único, un modelo que gozaba de creciente popularidad. El Gobernador republicano Mitt Romney de Massachusetts logró que esa Ley fuese aprobada en 2006. El Presidente Obama inspiró su plan nacional en base a este modelo estatal. Irónicamente, Romney fue su oponente futuro en las elecciones presidenciales del 2012.

Karl Marx explicó que el capitalismo suele tomar los servicios que eran proveídos gratuitamente para convertirlos en mercancías. En algún momento, los hospitales eran instituciones de caridad que proveían cuidados para los enfermos como parte de un deber religioso, y no para obtener dinero. Pero hay enormes ganancias potenciales que pueden ser obtenidas de la medicina, el equipamiento médico, seguros e instalaciones de salud, que incluyen hospitales, centros de tratamiento e instalaciones para cuidados de emergencia. El problema es que a pesar de que la población tiene la expectativa de recibir cuidados, la mayoría de las personas no puede costearse de sus bolsillos los gastos o pagar un seguro de salud adecuado.

En la mayoría de los países capitalistas industrializados, la clase trabajadora se ha organizado en partidos socialistas, comunistas y laboristas. Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, de auge capitalista, la clase trabajadora de estos países forzó a las clases dominantes a proveer algún tipo de seguridad social universal, para así controlar la voracidad de la industria sanitaria.

Por el contrario, en los Estados Unidos, no hay un partido de masas trabajadoras, y por ende, no hay un sistema universal de seguridad social, aunque diversos sindicatos consiguieron seguros sanitarios pagados por los empleados. Algunos capitalistas empresas no sindicalizadas emularon la medida para mantener los sindicatos fuera de sus empresas. Los movimientos de Derechos Civiles y juventud en los 60 presionaron  a Lyndon Johnson y los Demócratas para que aprobaran el MediCare y MedicAid (conocido como MediCal en California). MediCare es un plan de seguridad social de cotizante único para las personas de 65 años o más. MedicAid es una versión de segunda clase de un plan de seguridad social de cotizante único para personas pobres no cubiertas por sus empresarios. Pero sus cuotas de reembolso son bajas y algunos doctores evitan tomar pacientes con MedicAid y aquellos que sí lo hacen no son usualmente la “crema y nata” del gremio médico.

El final del auge de la postguerra obligó a las grandes empresas a disminuir agresivamente los salarios, prestaciones laborales y romper los sindicatos. Con el tiempo, cada vez menos estadounidenses gozaban de una seguridad social pagada por sus jefes y fueron obligados a pagar una parte de su cobertura aumentando las cotizaciones de empleados, los deducibles y co-pagos. ObamaCare fue sobre todo una gran oportunidad de negocio para las grandes compañías aseguradoras. No implementó un sistema de seguridad social universal, ni público, ni eliminó la naturaleza de segunda clase del MedicAid. Pero expandió la cobertura y sí proveyó de subsidios a una parte de la población que había sido empujada a comprar seguros individuales. Actualmente, más de 70 millones de personas dependen del MedicAid.

Armas frente a mantequilla

El capitalismo es un sistema en decadencia. La clase dominante debe llevar a cabo medidas de austeridad para mantener su decrépito sistema. El gobierno federal tiene actualmente una deuda de 19,5 billones de dólares, equivalente al tamaño del PIB nacional en 2015, mientras el crecimiento económico se ha mantenido bajo. El gobierno debe pagar esta deuda con sus respectivos intereses a todos los bancos e inversores tenedores de bonos.

Al mismo tiempo, el gobierno de Trump quiere gastar más en el ejército, como medida paliativa ante el debilitamiento del imperialismo estadounidense, y construir un muro en la frontera con México. Esto exige recortes en el presupuesto y el plan para "revocar y reemplazar" el ObamaCare era visto como una vía para recortar subsidios a los seguros sanitarios y al MedicAid. Se estimó que para el 2024 unas 24 millones de personas adicionales no serían cubiertas si el TrumpCare era aprobado. Además, muchos en MedicAid hubiesen visto empeorar su cobertura mientras los reembolsos a los doctores seguirían reduciéndose. Muchos receptores de MedicAid esperan más tiempo para ver doctores y cuando finalmente lo ven, éstos tienen tiempo limitado. Millones habrían sido calificados como “no aptos” para ser cubiertos por el MedicAid. En 2015, el gobierno gastó más de 545 mil millones de dólares en MedicAid. 

Esto creó un problema para Trump y el portavoz del Partido Republicano Paul Ryan. En la campaña, Trump dijo que revocaría el ObamaCare “fácilmente” para reemplazarlo con algo mejor y más barato que proveería de seguridad social a todos, pero evitó dar detalles al respecto. Sectores de la clase trabajadora votaron por Trump asumiendo que su discurso era legítimo. Pero a medida los detalles de este reemplazo de Ley empezaron a hacerse públicos, muchos de quienes habían votado por Trump en Virginia Occidental, Pennsylvania, Kentucky, Wisconsin y Michigan se volvieron contra él. Multitudes de personas se volcaron a las consultas abiertas del congreso en febrero para manifestar su desaprobación, con muchos congresistas negándose a sostener tales eventos, por temor al descontento de la población. El New York Times informó en un reciente sondeo de Quinnipiac que sólo el 17% de los estadounidenses apoyaban el TrumpCare, mientras el 56% se oponía. Entre aquellos auto identificados como republicanos, sólo el 41% aprobaba la propuesta de Ley.

Divisiones entre los Republicanos

La Corriente Marxista Internacional (CMI) ha explicado que la crisis del capitalismo conlleva a la división en la clase dominante y sus partidos. Los Tories en Gran Bretaña están divididos. La derecha tradicional francesa está dividida. El Partido Democrático en Italia está dividiéndose. Los Estados Unidos no serán la excepción a este proceso.

El Partido Republicano empezó a dividirse con el surgimiento del Tea Party, ahora conocido en la Cámara de Representantes como el “Freedom Caucus”. La única “libertad” que esta bancada apoya es el derecho del capital a explotar trabajadores y destruir el medio ambiente. Fueron los ideólogos del Tea Party los que condujeron a la renuncia del ex-portavoz republicano John Boehner. Tal vez a ellos les gustaría que ahora Paul Ryan juegue el papel de Julio César, aunque el idus de marzo apenas haya pasado.

Estos fanáticos de ultraderecha reciben abundantes sumas de dinero de los hermanos Koch, irónicamente una familia que acaudaló dinero con inversiones en la URSS de Stalin. Estos miembros del Partido Republicano quieren una Ley mucho más draconiana que la que Ryan y Trump propusieron. En el mejor de los casos, exigen recortes mayores a los subsidios y al MedicAid, en el peor, la práctica eliminación de estos programas. Cuando Trump comenzó a negociar con estas personas, el proyecto de Ley se escoró aún más hacia derecha y los Republicanos más “moderados” comenzaron a oponerse. Los llamados Republicanos moderados son simplemente tradicionales reaganistas temerosos de perder sus bancadas en la próxima elección. Teóricamente, les encantaría recortar todo el gasto gubernamental en seguridad social, pero de ser así no podrían continuar en el Congreso, ya se podía palpar el enfado entre muchos de los votantes republicanos.

La propuesta de Ley de Trump y Ryan también enfrentó presión de los gobernadores Republicanos que tenían que llevar a cabo los recortes de MedicAid a la clase trabajadora y los votantes pobres de sus Estados, que ya se mostraban indignados ante la idea de perder su cobertura. Otro factor en la derrota es la industria de la seguridad social en sí, puesto que ésta se lucra con grandes beneficios de las ayudas gubernamentales. Varias compañías aseguradoras no querían recortes en los subsidios, ya que estos acaban directamente en sus bolsillos en forma de ganancias.

Aún con la ayuda del Vicepresidente Mike Pence, un ultraderechista, y las tan afamadas habilidades de negociación de Trump –recordemos su libro The Art of the Deal–  no fue posible asegurar suficientes votos para aprobar la ley. Dado que los Demócratas no estaban a favor de desmantelar la política que ellos mismos habían implementado, la división de los Republicanos fue la que llevó a esta derrota. Ante el reflejo de esta humillación, no queda claro si Paul Ryan será capaz de mantener su posición de portavoz, y la eventual competencia para reemplazarlo significará aún más roces en el seno del partido republicano.

El rol de los Demócratas

Los Demócratas celebraron la derrota de los Republicanos. Pero, ¿merecen ellos algún crédito por esto? A unas horas de la elección de Trump, millones de personas se lanzaron en protesta a la calle. En un acto sin precedentes, más del 1% de la población de los Estados Unidos en más de 200 ciudades se manifestaron contra Trump el día después de que tomara el poder. Después siguieron una serie de protestas en el Capitolio en febrero. Estos sucesos muestran el malestar de la población hacia los ataques de Donald Trump y los Republicanos. Debido a la falta de audacia de Bernie Sanders y los dirigentes sindicales para romper con los Demócratas, son éstos últimos los que llenarán el vacío.

Sin embargo, como los Republicanos, los Demócratas son también parte de la clase dominante. Ellos también están divididos entre Hillary Clinton y Bernie Sanders. El sector de Clinton ha asegurado una victoria eligiendo a Tom Pérez a la posición de líder de la Convención Nacional Democrática contra el congresista Keith Ellison, partidario de Sanders. Cuando los Demócratas están en la oposición, suelen presentar una imagen más radical. Esta máscara se la quitan una vez regresan al poder, la sed de poder les resulta irresistible. Después de esta derrota, Trump propuso que si los Demócratas negociaban con él, podría ser posible “arreglar el ObamaCare”. Los Demócratas bien podrían aceptar esta propuesta, a fin de obtener algunos beneplácitos a cambio.

Históricamente, la peor austeridad es implementada por la vía del bipartidismo. Los dos partidos saben que si un solo partido implementa la austeridad, ese partido cargará con toda la culpa. Esta es la razón por la que aprueban medidas de austeridad enmascaradas bajo “compromisos”, como si no hubiese otras alternativas a más y más recortes. Como ejemplo, las mayores medidas regresivas en la seguridad social fueron aplicadas durante la administración de Reagan con la ayuda del portavoz Demócrata Tip O’Neil. Fue entonces cuando se decidió que la edad de jubilación sería gradualmente aumentada. Las y los trabajadores y la juventud no deben caer en esta trampa. Independiente de su postura actual, los Demócratas no son amigos de la población trabajadora. ¡La clase trabajadora necesita su propio partido!

¿Revisión y equilibrio o parálisis?

La Constitución de 1789 representa una forma peculiar de régimen burgués. La mayoría de democracias burguesas tienen algún tipo de sistema parlamentario de gobierno. En los Estados Unidos, el Presidente es el jefe del Estado y del gobierno, esto es, un jefe del ejecutivo electo, independiente del poder legislativo. Se apoyan en una mayoría de la Cámara de Representantes y en el Senado para legislar. Frecuentemente, las dos cámaras están divididas entre ellas y con el Presidente, que dirige el órgano ejecutivo.

En el pasado, el capitalismo e imperialismo estadounidense era un sistema en crecimiento que acumulaba enormes beneficios. Esto daba el aceite que engrasaba la maquinaría del sistema y permitía que el Presidente y ambas cámaras llegaran a acuerdos. Pero el capitalismo estadounidense está en decadencia. El sistema de contrapesos y equilibrios diseñado para mantener a las masas adormecidas se ha convertido en un frente de batalla entre los elementos de la clase dominante –un estado de parálisis– dado que no se cuenta con la misma base material para engrasar la maquinaria gubernamental.

Donald Trump, como Obama antes que él, verá que hay límites al poder del Presidente. Trump tendrá muy probablemente problemas similares con su propuesta de reforma tributaria. Esta incluirá alguna forma de impuesto a las importaciones, a lo que se oponen con ferocidad WalMart y los hermanos Koch. Más y mayores divisiones entre Republicanos son de esperar.

La crisis de Trump y los Republicanos, al igual que el impasse de los años de Obama, es sólo un reflejo de la crisis del régimen capitalista. Sólo la clase trabajadora y el socialismo pueden mostrar una salida de esta pesadilla.

¡Construir la organización revolucionaria!

Trump ha sufrido una derrota, pero sigue siendo el Presidente y los Republicanos y Demócratas siguen controlando el Congreso. Cuando la clase enemiga sufre una derrota, la organización de la clase trabajadora es el siguiente paso. ¡No debemos perder esta oportunidad!

Los dirigentes obreros tienen la responsabilidad de organizar asambleas en cada central y consejo sindical a lo largo y ancho del país para organizar y movilizar una manifestación enorme el 1 de mayo de 2017. Una gran participación en mayo permitiría a la clase trabajadora afirmar sus propios intereses y reivindicaciones como clase. Si esto se coordina con actos de protesta en los lugares de trabajo y huelgas, sería mucho más efectivo. Imaginemos a los sindicatos más grandes yendo a la huelga en mayo. Las obras y las fábricas cerradas ese día. Los profesores en huelga y dirigiendo a sus estudiantes de secundaria y universitarios a que se unan a las protestas. Los trabajadores del transporte público podrían aceptar no entrar en huelga para facilitar la movilización de manifestantes. El llamamiento debe hacerse además a todos aquellos trabajadores no sindicalizados para que se unan a la acción ese día. Una jornada como ésta debe partir con la pregunta: ¿Quiénes hacen que la sociedad se mueva? ¿Quiénes deberían en realidad controlar la sociedad?

El movimiento por una seguridad social universal y de calidad –gratuita a la hora del uso– debe estar vinculada con la lucha por la defensa de los trabajadores inmigrantes y sus familias, la lucha contra la austeridad, por un salario mínimo más alto, y una campaña para integrar a trabajadoras y trabajadores aún no sindicalizados. Si los dirigentes obreros emprenden esta lucha, Trump, los Republicanos y los Demócratas podrían ser derrotados fácilmente. Sin embargo, la reticencia de los dirigentes sindicales para adoptar los métodos de lucha de clases significa que nuestra batalla será larga.

A fin de cuentas, estas reivindicaciones sólo pueden ser aseguradas en una sociedad socialista, con un gobierno de los trabajadores. Para alcanzar esto, necesitamos construir una corriente revolucionaria en el movimiento obrero y entre estudiantes y jóvenes. Esta fuerza batallará por un partido socialista de la clase trabajadora. La CMI está trabajando en construir estas nuevas fuerzas ya. Este noviembre será el centenario de la toma del poder por parte del proletariado ruso, barriendo a los capitalistas y los terratenientes. Hoy en día, la clase trabajadora estadounidense es una fuerza mucho más grande que la que había en Rusia en aquel entonces y los Estados Unidos es un país industrializado y tecnológicamente avanzado. Todas las condiciones materiales existen para proveer vivienda, educación, seguridad social y mucho más para cada uno y cada una. ¡Únete a la CMI y ayúdanos a hacer esto realidad!

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