Chile
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Es realmente maravilloso e inspirador el movimiento de estudiantes, trabajadores y demás sectores populares en Chile. El éxito de la huelga general de 48 horas de la semana anterior es la demostración de que un país entero está mirando a sus estudiantes y trabajadores para hacer con la movilización lo que no se hizo en 20 años de “transición”: acabar con el modelo económico social implementado por la dictadura y levantar un “Chile distinto”, con derechos garantizados para todos a la educación, la salud, la vivienda, el trabajo.

Las marchas del jueves, la muerte de Manuel

Foto: Nicolás FuentesLa convocatoria a huelga general de 48 horas salía tras 3 meses de intensas movilizaciones de los estudiantes y huelgas de varios sectores laborales. El éxito del paro convocado por la CUT es atestiguado por las imponentes marchas del pasado día jueves 25 (segundo día de huelga) que paralizaron al país de un extremo al otro (aquí un informe detallado). Se estima que en las diferentes marchas –4 sólo en la capital, Santiago– han participado alrededor de 600 mil personas, estudiantes, trabajadores, organizaciones sociales y militantes políticos, del PS y del PC principalmente.

Al finalizar una de las coloridas y pacificas marchas en la comuna de Macul los carabineros asesinaron a Manuel Gutiérrez, joven colegial de apenas 15 años.

Apuntarán el dedo a la violencia de los “encapuchados” –entre los cuales se infiltran los agentes– o dirán que se trata del exceso de un carabinero por la presión acumulada tras 3 meses de movilizaciones y enfrentamientos. La verdad es que este es el resultado de una evidente escalada represiva a la que apuesta el sector más radical de la derecha, y de los llamados de alcaldes y diputados a recurrir a las Fuerzas Armadas y la Ley de Seguridad Interior para reprimir las movilizaciones. Manuel ahora es un símbolo para todos los estudiantes chilenos. Sobra decir que solo la victoria del movimiento podrá impedir que sus asesinos, materiales e intelectuales, gocen de la total impunidad.

El éxito del paro

Los voceros del gobierno y los gremios empresariales han intentado minimizar la adhesión de los trabajadores a la huelga, que según ellos habría sido de apenas un 5% en el sector público y de un escaso 1% en la empresa privada. La Asociación Nacional de Empleados Fiscales estima en un 80% la adhesión de los trabajadores públicos. Hay que recordar que ya desde el año pasado este sector había realizado huelgas contra la cesantía y los despidos ocasionados por los recortes del gobierno de Piñera.

El Ministro de Trasporte tuvo que admitir que la huelga había provocado una congestión total del tráfico vehicular en las principales ciudades del país. Igualmente masiva fue la participación del magisterio. Aunque en los hospitales se garantizaron los servicios básicos, los trabajadores del sector salud fueron un componente notable de las movilizaciones.

Es muy difícil en cambio tener datos ciertos sobre la participación de obreros y trabajadores de empresas e industrias privadas. Hubo presencia de delegaciones de sindicatos de diferentes industrias en todas las marchas y, según un informe de TELESUR, por lo menos 250 empresas del sector privado en Santiago resultaron cerradas por efecto del paro. Sin embargo, y a pesar de la formal adhesión a la convocatoria de la CUT, algunos de los sectores estratégicos de la economía chilena, como la minería, no pararon totalmente.

Una demostración directa del éxito del paro es la disponibilidad manifestada por primera vez por el gobierno de reunirse con los dirigentes estudiantiles el martes 30 de agosto. Tomando en cuenta todos estos datos podemos fácilmente concluir que el paro fue contundente en el sector público y muy superior a las expectativas que había en el sector privado, aunque evidentemente todavía insuficiente para doblegar la resistencia del gobierno.

El sindicalismo chileno y la “transición”

Los escépticos en el movimiento no dejarán de atribuir el hecho de que la economía no haya parado totalmente al “aburguesamiento” del proletariado chileno, a su capitulación ideológica, al “consumismo” y otras amenidades al borde de la “magia”, mezcladas con toda clase de ideas reformistas. En realidad, el paro de los obreros industriales fue muy alentador y debe ser analizado realmente para encontrar el camino correcto hacia la victoria del movimiento y para revertir 40 años de retrocesos en las condiciones laborales y de vida del movimiento obrero chileno.

Como recordaba el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier: “sabemos que hay mucha más paralización en empresas privadas que en paros anteriores…. lo que es interesante, porque no es fácil para un trabajador un llamado a paro”. La principal dificultad objetiva para los trabajadores es el Código Laboral de Pinochet, sustancialmente vigente, que restringe el derecho a la huelga, limitándolo a la negociación a nivel de empresa. Y, sin embargo, esta justificación y otras por el estilo no son todavía exhaustivas.

Las décadas de dictadura desreglamentaron el mercado laboral y eliminaron de hecho el derecho a la huelga. A pesar de ello, los primeros años de gobierno democrático de la Concertación fueron de resurgimiento del movimiento sindical y huelguístico en Chile. Las huelgas de obreros en las principales minas y empresas privadas en 1991 rompieron el largo periodo de paz social instaurado con la dictadura y prorrogado en la democracia, elevando el número de trabajadores sindicalizados a casi 700 mil, de los 300 mil del último período de la dictadura.

En 20 años de gobierno la Concertación no hizo más que poner unos parches a lo más intolerable que había hecho la dictadura.

En el Código Laboral por ejemplo se modificó la norma que permitía a los empresarios contratar a otros trabajadores en caso de huelga, sin revertir mínimamente la desreglamentación laboral. La Central Única de Trabajadores (CUT), en su primer Congreso de 1991, apostó por la Concertación recibiendo de la misma un “compromiso inquebrantable” con el mercado, como dijo el entonces Ministro de Hacienda, Foxley. El resultado ha sido una caída vertiginosa en el nivel de sindicalización de los trabajadores chilenos. Actualmente poco más de 300 mil trabajadores chilenos están afiliados a un sindicato, un 12% de toda la clase trabajadora de Chile. Esto es el resultado de 20 años en los que la CUT fue la correa de trasmisión entre la Concertación y la clase trabajadora.

La actual generación de trabajadores chilenos ha conocido prácticamente una sola movilización nacional en 20 años de democracia, y fue la marcha del 29 de agosto de 2007, denominada “El Despertar de los Trabajadores”. Sin embargo esa gran manifestación de disponibilidad a la lucha fue despreciada en juegos y equilibrismos políticos –en función electoral– lo cual genera todavía un cierto escepticismo entre los trabajadores.

Un primer balance de las movilizaciones

Los estudiantes están demostrando una determinación y un valor absolutamente encomiables. Tres meses de combativas luchas han causado un enorme daño mediático al gobierno que a estas alturas apunta a deshacerse de las movilizaciones para concentrar su segunda parte de gestión en recuperar apoyo. Pero no lo han obligado a retroceder definitivamente. En cambio, una sola semana de paro productivo en CODELCO, la empresa estatal del cobre, que genera el 30% de los ingresos fiscales de Chile, pondría al gobierno de rodillas. Es por esto que es tan importante soldar la unión entre trabajadores y estudiantes, y por eso nos detuvimos en un análisis real del impacto de la huelga.

De hecho, en cualquier balance que podamos sacar de estos 3 meses de movilización hasta la huelga general la verdad es que el gobierno no ha dado todavía ningún paso atrás decisivo, más bien ha aumentado su apoyo parlamentario –como demuestra el voto favorable del Partido Demócrata Cristiano a la ley educativa de Piñera– ejerciendo evidentemente una fuerte presión sobre la componente burguesa de la Concertación, asustada por la oleada de protestas.

Huelga política por la caída de Piñera

En la rueda de prensa conclusiva al paro, Martínez (dirigente de la CUT) anunciaba la conformación de un gran pacto entre organizaciones sociales, el Acuerdo por la Democracia Social. Que también fue reivindicado por Cristian Cuevas, dirigente sindical de los mineros, para quien este pacto debería completar la transición, deshacerse de la dictadura y de sus leyes con la movilización social, tras el fracaso de la Concertación. Sus principales reivindicaciones son el plebiscito por definir el tema educativo, la reforma laboral y la reforma constitucional.

Es absolutamente correcto que la CUT se proponga como el eje de una movilización social más amplia, asumiendo los reclamos de diferentes sectores. Sin embargo es evidente que a pesar de su manifiesta y natural simpatía hacia los estudiantes y el movimiento en general, una capa de trabajadores esté delegando su papel en la lucha a otros actores sociales. El problema es que hay un elemento de confusión y poca claridad que todavía no mueve de su inercia a las capas menos avanzadas políticamente del movimiento obrero, y desarma a la vanguardia.

El problema es la actitud de la CUT hacia el actual gobierno y una posible alternativa al mismo. Dos años de derecha han sido suficientes para que la clase obrera considere a Piñera como su enemigo, pero ni la CUT ni sus partidos políticos, Partido Socialista y PC en primer lugar, la convocan a luchar por la caída del gobierno. Por otro lado los trabajadores perciben muy claramente que entre Piñera y la Concertación esta última representa un “mal menor”, pero “un mal menor” no es exactamente lo más motivador para luchar, hacer huelgas, perder jornadas de salario.

La burguesía y el gobierno chilenos ven con miedo el ingreso de la clase trabajadora a la escena con todo su potencial en este contexto de movilizaciones. Las aperturas al dialogo con los estudiantes representan una forma de desactivar la movilización ante el temor de los efectos que esta pudiera tener sobre la clase trabajadora. Un paro más prolongado y efectivo de la economía provocaría fisuras en el bloque dominante y Piñera sería abandonado por sus mismos patrocinadores burgueses.

Para poder contar plenamente con la fuerza del movimiento obrero es necesario convocarlo a luchar claramente por la caída del gobierno Piñera y por un gobierno de los trabajadores, para hacer un Chile distinto junto a la mejor juventud del país. Esto armaría a toda la vanguardia de militantes sindicales y políticos con el entusiasmo necesario y la capacidad convencedora como para poder arrastrar a todo el movimiento obrero en esta lucha a partir de sus sectores estratégicos.

Alternativas a Piñera y a la Concertación

La alternativa a Piñera es una cuestión central para el movimiento y para sus objetivos. Aunque la CUT, el PS y el PC sean renuentes a plantearlo públicamente, la realidad es que este tema ya está puesto sobre la mesa por la fuerza misma de los acontecimientos. La victoria de la derecha había sido nada más que el reflejo de una crisis de liderazgo y de proyecto de la Concertación, incapaz de hacer ni siquiera una verdadera transición, y menos aún afirmar los derechos de los trabajadores, los estudiantes y demás sectores populares. El movimiento no está haciendo nada más que profundizar esta crisis.

Sobre la cabeza de los estudiantes y los trabajadores se juega una lucha a brazo partido entre los dos polos de la Concertación. El voto del PDC a favor de la ley educativa de Piñera y las reuniones que este partido sostuvo con el gobierno para consensuar una agenda política representan un ultimátum al PS y son la expresión de la influencia que la derecha ejerce sobre las componentes burguesas de la Concertación. El PDC le está diciendo a los socialistas que no está dispuesto a abandonar el modelo neoliberal que ha guiado a Chile hasta ahora, ni a dejar de representar a su base social burguesa por las presiones de las plazas.

Los dirigentes del Partido Socialista en cambio demuestran querer defender a toda costa la Concertación pero con un mayor peso de su partido en la misma. Tratan de ofrecer al movimiento salidas institucionales, proponiéndose como trámite entre los estudiantes y los trabajadores y el sistema institucional, para tener un mayor control de las plazas y reducirlas de alguna manera a las razones de la Concertación. Al mismo tiempo buscan atraer a la órbita de la Concertación al Partido Comunista para tener aquella cobertura a izquierda que le faltó durante la presidencia de Bachelet y aumentar su margen de maniobra frente al PDC.

El papel del Partido Comunista por una alternativa a Piñera

El PC ha quedado como partido extraparlamentario durante toda la transición hasta 2009. El acuerdo con la Concertación que le permitió en 2009 conseguir por primera vez 3 diputados llegó con el más grande colapso electoral del partido, que pasó de un 6% a un 2%. En el momento en que los trabajadores y los estudiantes pedían al PC una alternativa a la Concertación, el partido llegaba al voto tras una serie de acuerdos de omisión con la Concertación en las municipales, y la perspectiva clara de que apoyaría al candidato del PDC en la segunda vuelta de las presidenciales, recibiendo así su mayor revés electoral.

Los militantes comunistas están entre los más destacados activistas y dirigentes del movimiento actual. Sin embargo, el Partido no se está desmarcando en lo sustancial de la línea del PS ni está intentando realmente resolver a favor del movimiento la crisis de la Concertación, lo cual deja pensar que la dirección del Partido cree que es mejor un partido del 2% con diputados que uno del 6% sin diputados, y que la estrategia de “inclusión” llevada adelante por el PS le dará un amplio margen de maniobra para poder condicionar a la Concertación.

El PC, los comunistas y el movimiento de los estudiantes y trabajadores no tienen nada que ganar con esta línea política. El acercamiento a la Concertación puede haber traído diputados, pero es la nueva generación de luchadores sindicales y el nuevo ambiente de combatividad entre los trabajadores y los estudiantes a partir de 2006 y contra la Concertación lo que ha permitido al Partido Comunista ganar un enorme espacio en sindicatos como el magisterio, los mineros, los empleados públicos. La luna de miel entre la clase trabajadora y la Concertación ha acabado, el objetivo del Partido Comunista no puede ser resucitarla generando nuevas y peligrosas ilusiones como en 1991.

El Partido Comunista representa la más grande estructura organizada con carácter de masas y presencia nacional que interviene activamente en el movimiento. Un reflejo de esto son las agresiones sufridas por sus sedes y militantes en las semanas anteriores. Lo que haga es de vital importancia para el movimiento. Es necesario que Teillier lance a todo el movimiento la consigna de la una huelga general política por la caída de Piñera y que todo el cuerpo militante del partido prepare en la CUT y los sindicatos el terreno para esto.

Para desmarcarse de la crisis de la Concertación y plantear al movimiento obrero y los estudiantes una alternativa clara a Piñera, el Partido Comunista debería lanzar al Partido Socialista una propuesta de Frente Único de Izquierda, basado en las reivindicaciones más avanzadas del movimiento, por la renacionalización del cobre, la reforma laboral y tributaria, el derecho a la educación y la salud gratuitas y de calidad etc. El pueblo, los trabajadores, los estudiantes no quieren más de lo mismo aunque con nuevos disfraces. Quieren un Chile distinto y confiarán en quien mejor sepa representar estas instancias. Si el movimiento fuera barajado en maniobras políticas, la rabia y la decepción consecuentes hundirían primeramente al PC que, en cambio, en estas movilizaciones tiene una portentosa ocasión para abrir en Chile una nueva época de luchas por un sistema sin explotación y desigualdad social.

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