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Las jornadas de 2001 siguen presentes y su clima amenaza reactivarse ante la menor circunstancia. El clima adverso a la voracidad capitalista se manifiesta en las luchas sindicales y en la de los desocupados en las calles. Y también se va a manifestar políticamente, como ya se ha insinuado, a través de Proyecto Sur y la Constituyente Social.

Se cumplen 8 años de las jornadas del 19 y 20 de diciembre en las que el repudio a las políticas privatizadoras y de libre mercado de los ´90 culminó en una rebelión popular. Los trabajadores desocupados o precarizados, la juventud y sectores medios estafados por los bancos se manifestaron mediante cortes de ruta, cacerolazos, asambleas, movilizaciones, ataques a edificios públicos y de las empresas más odiadas. Y generaron un terremoto que hizo tambalear a las sacrosantas instituciones: la justicia, el parlamento, los cinco presidentes que debieron renunciar y hasta el derecho de propiedad de las grandes empresas como las de servicios públicos privatizadas. Todo el sistema político fue cuestionado al grito de ¨¡¡qué se vayan todos!!¨.

Faltó una alternativa revolucionaria de masas

Pero además el fracaso de las políticas de los 90 fue tan estrepitoso que para poder reconstruir cierta estabilidad y el ¨clima de negocios¨ capitalista era necesario un reacomodamiento de intereses entre distintos sectores empresarios donde debieron resignar y conceder algo, no sin grandes pujas y enfrentamientos internos.

En ese momento fue notoria la falta de una herramienta política de masas que canalizara el descontento hacia una salida revolucionaria. Por el lado de los dirigentes de las organizaciones sindicales y sociales fueron evidentes sus límites cuando se subordinaron a las maniobras de recomposición de la dominación capitalista.

Ante esa carencia, era necesaria una política audaz de frente único orientada hacia las masas por parte de las agrupaciones de izquierda. Y así ir recuperando para los trabajadores los sindicatos y las demás organizaciones obreras y populares.

Empresarios de servicios, industriales, exportadores y bancos aceptaron a regañadientes las propuestas de los sectores más perspicaces de la burguesía para continuar manejando en conjunto las palancas fundamentales del país. Debían barajar y dar de nuevo con ganadores y perdedores: devaluación asimétrica, renegociación de deudas, congelamiento de tarifas, etc.

El papel del kirchnerismo

El kirchnerismo fue la expresión política de esta salida a la crisis traumática. El ambiente social no toleraba la continuidad de las políticas de ajuste permanente y represión de la protesta social. Y los sectores dominantes se mostraron dispuestos ¨a soportar¨ a Kirchner, una cara ¨nueva y presentable¨ que, con algunas concesiones a las masas y muchos gestos ¨progres¨, consiguió estabilizar la situación.

Basado en la recuperación económica consiguió cierta recuperación del empleo y de los salarios, se renovaron algunas instituciones como la Suprema Corte de Justicia y se comenzaron a juzgar a los genocidas de la dictadura. Pero la crisis mundial y el desgaste de la gestión kirchnerista fueron agrietando el modelo y los empresarios industriales y del campo le bajaron definitivamente el pulgar basados en la pelea por las retenciones agropecuarias y la inseguridad, con la amplificación de los medios de comunicación. Ahora se abre una nueva etapa de mayor inestabilidad a partir del recambio parlamentario y de una economía mundial que tendrá dificultades para salir de la crisis.

El papel del kirchnerismo

Las jornadas de 2001 siguen presentes y su clima amenaza reactivarse ante la menor circunstancia. A la continuidad de los problemas de fondo: desigualdad, desempleo, miseria, graves falencias en la atención de salud, vivienda, etc. se suman la precariedad laboral, la inflación y los continuos abusos de las empresas sobre los trabajadores y consumidores. El clima adverso a la voracidad capitalista se manifiesta en las luchas sindicales y en la de los desocupados en las calles. Y también se va a manifestar políticamente, como ya se ha insinuado, a través de Proyecto Sur y la Constituyente Social.

Ante los fracasos de los grupos de izquierda y clasistas en estos años, la iniciativa popular ha pasado a los sectores de izquierda de las organizaciones sindicales (como CTA, que desde el congreso de fines de 2002 viene planteando, con idas y vueltas, la creación de un movimiento político y social). El desafío para los sectores clasistas sigue siendo la puesta en pie de una corriente sindical que desplace a la burocracia de las organizaciones obreras. Y en el plano político una audaz intervención en las organizaciones de masas que puedan surgir de la confluencia de los diversos grupos en la Constituyente Social.

Fuente: Corriente Socialista El Militante (Argentina)

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