La Revolución Española
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Lecciones de la II República

La aguda crisis del capitalismo español y el descrédito de las instituciones del Estado burgués, como la Monarquía, han traído a un primer plano la tradición republicana de la izquierda y del movimiento obrero español. Extraer lecciones de la experiencia republicana de 1931-1939, en ocasión del 82º aniversario de la proclamación de la II República, es una necesidad para encarar la lucha por la República hoy día.

La Monarquía de Alfonso XIII.

A comienzos del siglo XX, España era uno de los países más atrasados de Europa. El 70% de la población vivía en el campo y el 60% era analfabeta.

La burguesía española, resultado de la fusión de la débil burguesía industrial con la vieja oligarquía terrateniente, era una clase profundamente reaccionaria. Vinculada a la Monarquía decadente de los Borbones, debía recurrir regularmente a golpes militares para mantener la estabilidad social.

El proletariado español tenía una rica tradición de lucha y formó organizaciones de masas, como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE); la Unión General de Trabajadores (UGT), la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarquista; y, en menor medida en un primer momento, el Partido Comunista (PCE). Protagonizó importantes luchas insurreccionales, como la Semana Trágica de Barcelona en 1909 y la huelga general revolucionaria de agosto de 1917, que inició un período tormentoso de lucha de clases conocido como el Trienio Bolchevique (1917-1920). El agotamiento de este período de ascenso de luchas, sumado al desastre de la política colonial en Marruecos, derivó en el golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923.

La proclamación de la república. En 1930, España fue golpeada por la crisis económica mundial y los trabajadores y campesinos se lanzaron a innumerables luchas. El número de desocupados se disparó hasta el millón. La Monarquía estaba completamente desacreditada. En un intento desesperado por sobrevivir, el rey Alfonso XIII cesó a Primo de Rivera.

En su agonía, el gobierno monárquico convocó elecciones municipales el 12 de abril de 1931 para buscar una legitimidad popular que no tenía. Pero los partidos monárquicos sufrieron una derrota humillante en las ciudades, y las masas se lanzaron a la calle exigiendo la proclamación de la República. El rey Alfonso XIII tuvo que abdicar. La oposición republicana (socialistas y burgueses liberales) asumió el gobierno provisional y el 14 de abril fue proclamada la II República, 37 años después de la efímera República de 1873-74.

La demanda de una república democrática tenía hondas raíces en la tradición de lucha de los obreros españoles y de sus organizaciones, y en la pequeña burguesía progresista. Los trabajadores y campesinos pobres buscaban en la República la satisfacción radical de sus reclamos: condiciones de vida decentes, tierra para los campesinos, terminar con el atraso y el analfabetismo... Pero para los capitalistas y terratenientes, la proclamación de la República era simplemente un cambio cosmético para contener la acometida de los millones de obreros y campesinos.

¿República burguesa o república socialista?

 En las primeras elecciones, los republicanos burgueses "progresistas" y el PSOE obtuvieron la mayoría, formando un gobierno de coalición.

La coalición republicano-socialista fracasó completamente en su intento de resolver las tareas democráticas pendientes: la reforma agraria, el desarrollo industrial, modernizar la sociedad, separar la Iglesia del Estado, democratizar el ejército, liberar Marruecos y resolver el problema nacional en Cataluña y el País Vasco. Consumar estas tareas era incompatible con el mantenimiento del capitalismo porque la burguesía española estaba soldada al viejo orden reaccionario.

Sólo la clase obrera, tomando el poder con el apoyo del campesinado pobre, podía sacar al país del atraso expropiando a la gran burguesía y disolviendo el podrido aparato estatal para sustituirlo por organismos de poder obrero y campesino. Sólo la clase obrera, que no está interesada en ningún tipo de opresión, podía liberar Marruecos del colonialismo español y ofrecer al resto de nacionalidades oprimidas una unión voluntaria en una República Socialista de Pueblos Ibéricos.

La clase obrera y el campesinado pobre tendieron instintivamente desde el primer momento a traspasar los límites del capitalismo para resolver sus problemas, particularmente en los momentos agudos de lucha de clases (octubre de 1934, febrero-junio de 1936, y sobre todo en la Guerra Civil), con la toma de fábricas, oficinas, la tierra, etc. Sin embargo, la actitud de los dirigentes obreros del PSOE, del PCE y también de la CNT fue, en diferentes momentos y circunstancias, bloquear dichas tentativas revolucionarias y ayudar a restaurar el edificio del Estado burgués, demolido por las masas trabajadoras en esos momentos decisivos.

La ausencia de una dirección socialista consecuente fue lo que provocó el fracaso del gobierno de coalición republicano-socialista (1931-33), del gobierno del Frente Popular (Febrero-Julio de 1936) y, sobre todo, de la revolución social desatada por los trabajadores y campesinos en la España republicana durante la Guerra Civil.

La incapacidad para vincular la construcción de una república verdaderamente democrática con la transformación socialista de la sociedad terminó en la sangrienta derrota de 1939 y en la dictadura franquista.

Hoy, como ayer, una república verdaderamente democrática es incompatible con el sistema capitalista. Reproduciría los mismos problemas e injusticias sociales actuales, bajo la monarquía juancarlista. Conduciría a la desmoralización y a un nuevo triunfo de la reacción. Por eso, hoy como ayer, la lucha por una república consecuentemente democrática debe estar vinculada a luchar para que la inmensa mayoría de la población, los trabajadores y demás capas oprimidas de la sociedad, posean, gestionen y controlen colectivamente la riqueza que crean con sus manos y cerebros para el único interés del avance y el desarrollo de la sociedad. Una república consecuentemente democrática sólo puede tener existencia como república socialista.

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