Movimiento Obrero
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Las diferencias entre las condiciones de vida de las mujeres y las de los hombres siguen siendo notables. Existen diferentes sectores que niegan esta desigualdad estructural, pero los datos reflejan a las claras una situación enormemente desfavorable para las mujeres.

Desigualdad laboral

Las mujeres de la clase trabajadora tenemos una mayor dificultad para encontrar trabajo y cuando lo logramos, nos enfrentamos a condiciones más precarias que la de nuestros compañeros.

Si observamos los datos de paro de diciembre de 2021 en el Estado Español, el número de mujeres desempleadas es de 1,8 millones mientras que esta cifra se reduce a 1,28 millones para los hombres. Igualmente si nos fijamos en los datos del Ministerio de Trabajo, el 53% de las afiliaciones a la Seguridad Social son hombres y el 46,68%, son mujeres, lo cual arroja una diferencia del 6,26%.

A pesar de que la diferencias salariales entre mujeres y hombres ha disminuido dos puntos en los últimos 10 años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), todavía nos encontramos ante una brecha salarial del 15%. Además, esta diferencia en trabajos a tiempo completo se sitúa en un 6,5%, en los contratos a tiempo parcial esta cifra aumenta hasta el 20,6%. Es decir, no solo la mujer tiene ya de por sí peores condiciones económicas que los hombres sino que estas condiciones se retroalimentan entre sí.

Además de esto, las mujeres somos quienes mayoritariamente nos reducimos la jornada o pedimos excedencias, para encargarnos del cuidado de familiares y del resto de tareas domésticas. Es innegable que el hecho de que sea la mujer en quien mayoritariamente recaigan estas tareas, nos dificulta enormemente la tarea de tener un trabajo estable y con unas condiciones mínimamente decentes o en condiciones de igualdad con respecto a los hombres trabajadores. Es imprescindible que las mujeres nos liberemos de esta carga.

Trabajo doméstico

Las tareas del hogar son un trabajo indispensable para el sostenimiento del sistema capitalista. Al igual que la alimentación o el descanso, las tareas de higiene y cuidado son necesarias para garantizar que la clase trabajadora pueda acudir a su centro de trabajo cada día para encargarse de la producción de los bienes y servicios. Y es el propio sistema el que ha dejado en manos de la familia trabajadora su propio mantenimiento sin desembolsar nada más que el salario para ello. Debido al papel que se ha otorgado a la mujer desde el surgimiento de la sociedad de clases y la consolidación de la familia nuclear, en la que el hombre tiene la supremacía, es la mujer mayoritariamente la encargada de acometer estas tareas.

El problema no es que los hombres trabajadores quieran o no quieran participar en el trabajo doméstico, por no hablar de las familias monoparentales en las que la mujer no tiene a nadie con la que compartir las tareas. El problema es que el sistema ya ha creado todas las condiciones necesarias para que dentro de la familia trabajadora quien asuma estas tareas sea la mujer. Lo que defendemos los marxistas es que estas tareas deben dejar de recaer sobre la familia trabajadora y que sean asumidas por el conjunto de la sociedad igual que asume los servicios públicos de sanidad o educación.

Hace 30 años era impensable que existiera un servicio como el servicio de ayuda a domicilio. El hecho de que profesionales cualificados acudan a los domicilios de las personas dependientes unas horas a la semana alivia enormemente la carga de trabajo de la mujer trabajadora. El problema es que este servicio público no cuenta con los recursos económicos necesarios para abarcar todas las necesidades existentes y solo mitigan esta carga de forma parcial.

Recientemente el Ministerio de Igualdad ha lanzado el Plan Corresponsables que en teoría tiene como objetivo que la administración pública asuma tareas de cuidado de menores de 14 años a través de cuidadores profesionales a domicilio. Sin embargo, este programa está muchísimo más infrapresupuestado que el servicio de dependencia (190 millones para el Plan Corresponsables frente a los 2.902 millones de euros) de manera que podemos pronosticar ya su fracaso.

Pero a pesar de estas limitaciones de estos servicios el camino hacia el que hay que avanzar es en la ampliación de los servicios públicos. Desde la Administración Pública se deben dotar presupuestariamente los servicios públicos ya existentes de forma que se dé una respuesta completa a las necesidades de las familias trabajadoras, además de crear servicios públicos adicionales para la elaboración de comidas y las tareas de limpieza, entre otros. Estos servicios deberán estar siempre adecuadamente financiados para que su acceso esté garantizado de forma universal y gratuita y llevado a cabo por un número suficiente de profesionales con condiciones laborales decentes.

Condiciones materiales para la violencia

La desigualdad en el ámbito laboral unido al peso del trabajo doméstico suponen una dificultad mayúscula para las mujeres a la hora de enfrentarnos a nuestro día a día y tienen como consecuencia que las mujeres tengamos un mayor riesgo de pobreza y de exclusión social. Es por ello que son las mujeres quienes mayoritariamente viven situaciones extremas por las que se ven obligadas a recurrir a la prostitución o la pornográfia para poder sobrevivir.

Además, las condiciones materiales en las que viven las mujeres tienen otros peligros graves para nosotras. El hecho de que el hombre se coloque socialmente por encima de la mujer, unido a las tensiones constantes generadas por el sistema capitalista (precariedad, inseguridad, individualismo, etc) provoca que la mujer sufra situaciones de violencia cada día, de la que por las propias condiciones de vida de la mujer, es muy complicado huir. Esta situación es la que genera las altas cifras de agresiones, violaciones y asesinatos de mujeres por parte de los hombres.

La lucha de la mujer trabajadora

photo5854711955925874526En los últimos años ha habido un enorme avance en la lucha de la mujer trabajadora en el Estado Español. Las movilizaciones masivas en los días 8 de Marzo de los años 2018-2020, con jornadas de huelga convocadas, son una buena muestra de ello. Sin embargo, el movimiento se ha desinflado desde el año 2020. Es innegable que la pandemia que aún hoy afecta de forma notable a nuestras vidas, también perjudica al movimiento. No obstante hay elementos que es importante analizar para entender qué está ocurriendo.

El 8 de Marzo de 2018 se convocó la primera huelga con motivo del Día de la Mujer Trabajadora. El hecho de incorporar a las movilizaciones el elemento de la huelga supuso que desde el principio las reivindicaciones del movimiento se llevaron a cabo desde un punto de vista de clase, y que las mujeres obreras fueran interpeladas directamente. Además, alejó en un principio a las mujeres de la burguesía, aunque algunas de ellas en la misma jornada de huelga se vieron arrastradas a participar.

Sin embargo, la dirección del movimiento, minada de elementos pequeñoburgueses, trató de agrupar a todas las mujeres dejando de lado la cuestión de clase y haciendo concesiones importantes. El hecho de abandonar el punto de vista de clase en la cuestión de la mujer y arrojarse a la interseccionalidad, fomentando la división entre “identidades”, en una lucha por ver quien está más explotado, no ha hecho más que alejar a las mujeres trabajadoras de la lucha, asestando un golpe terrible al movimiento. Como Marxistas, reconocemos todos los tipos de opresión dentro del capitalismo, pero esto no debe dividirnos para ver quién está más explotado, sino en la unidad de todos los colectivos explotados por la emancipación de todo el conjunto de la clase trabajadora.

La desigualdad es un problema estructural que sufrimos las mujeres de la clase trabajadora fruto del sistema capitalista y patriarcal. Nuestra tarea principal es la recomposición del movimiento en torno a la cuestión de clase: nos une más a cualquier compañero de trabajo que a una empresaria que explote por igual a hombres y mujeres. Es por ello que debemos unir nuestras reivindicaciones a un programa transformador que nos haga avanzar como clase hacia una sociedad libre de desigualdad y de opresión. Solo con la participación masiva de la mujer trabajadora, junto a los compañeros trabajadores, en la acción política por la superación de este sistema y la transformación socialista de la sociedad será posible acabar con la desigualdad de género.

 

Fuentes:

https://www.mites.gob.es/ficheros/ministerio/estadisticas/documentos/RUD.pdf

https://www.observatorioigualdadyempleo.es/estadisticas-2/

 

 

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