Análisis Político
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La salvaje agresión de dos policías, aparentemente borrachos, a un vecino de Linares y a su hija de 14 años ha provocado una explosión social en la ciudad andaluza. Las imágenes de la brutal paliza, grabadas por varios vecinos, se hicieron virales en poco tiempo y generaron un rumor de indignación en la ciudad y fuera que ha desembocado en la explosión de este fin de semana. Este ambiente social ha obligado a la Policía Nacional a suspender a estos dos elementos y también ha obligado al juez de guardia a enviarlos a prisión.

En Linares ha estallado un polvorín generado por cerca de treinta años de desmantelamiento industrial. El otrora centro industrial y comercial del noreste andaluz es ahora la ciudad con más paro de todo el Estado, un 30%, con un paro juvenil del 40%. El cierre definitivo de Santana Motor en 2011, después de más de dos décadas de desmantelamiento de la fábrica, fue la puntilla al tejido industrial linarense. La ciudad ya vivió grandes movilizaciones en 2017 en defensa de la reindustrialización y de soluciones para acabar con la alta tasa de paro y la emigración que éste está generando, especialmente entre la juventud. En los últimos meses, el cierre de El Corte Inglés en la ciudad ha sido un nuevo golpe al empleo.

En otras circunstancias, la agresión de Linares hubiera pasado desapercibida o hubiera sido otro caso Alsasua; pero esos individuos han cometido un error: esto ha ocurrido en Linares y en las circunstancias ya descritas. La temperatura social de Linares lleva meses al límite, después de décadas de desmantelamiento industrial y tasas de paro y emigración juvenil inasumibles en el mundo civilizado. Los hechos de este fin de semana son la chispa que faltaba para la explosión general.

Desde primera hora de la tarde se concentraron cientos de personas, jóvenes en su mayoría, en la puerta de los juzgados de Linares. La tensión estalló cuando los detenidos fueron trasladados a Jaén para prestar declaración y la Policía cargó contra los concentrados, momento en el que se produjo la primera detención. A partir de ahí, los antidisturbios se desplegaron por el centro de la ciudad apaleando indiscriminadamente tanto a los manifestantes como a los transeúntes, con una violencia que parecía una venganza contra el pueblo de Linares por haber señalado a sus dos compañeros.

Las cargas se prolongaron durante buena parte de la noche, dejando numerosos manifestantes heridos. Al menos uno de ellos recibió un disparo de pelota de goma a bocajarro y fue abandonado tirado en la acera. Otros dos manifestantes resultaron heridos por disparos de perdigones o balines de goma, otra munición potencialmente mortal que, sin embargo, los antidisturbios usan con regularidad contra personas.

 

Las imágenes recogidas por los diferentes reporteros y usuarios de Twitter demuestran que, en la noche del 13 de febrero, la violencia partió únicamente de la Policía. Los lloros hipócritas ante la erección de barricadas y los daños al mobiliario urbano no pueden ocultar este hecho esencial. Ante la agresión policial, la juventud de Linares ejerció su derecho a defenderse con lo que tuviera a mano.

En el momento de escribir estas líneas, ni la Subdelegación del Gobierno en Jaén ni el Ministerio del Interior han ofrecido ninguna explicación de por qué se utilizó este material contra personas en Linares ni sobre el conjunto de la actuación policial, más allá de la consabida criminalización de los manifestantes. En la jornada del domingo 14, en la que la tensión ha bajado un tanto tras la entrada en prisión de los dos agresores del viernes, los antidisturbios de Linares han sido relevados por unidades trasladadas desde Granada.

Los sucesos de Linares demuestran una vez más la necesidad imperiosa de hacer una limpieza general en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Estas no sólo están llenas en todas sus escalas de elementos reaccionarios y fascistas, con una ideología heredada del franquismo; las FCSE son también un imán para elementos antisociales y lúmpenes entre los que cunde la adicción al alcohol y las drogas y la violencia contra las mujeres en todas sus formas. 

Demuestran, asimismo, la urgencia social que sufre Linares, como otras zonas de Andalucía y del Estado, en las que cualquier chispa puede desencadenar una explosión de proporciones aún mayores de la que hemos presenciado estos días. Esta explosión de Linares anticipa otras muchas y pone a las claras que el régimen del 78 y el capitalismo español están sentados sobre un polvorín. Sólo hace falta una dirección política a la altura para encauzar toda esta rabia y frustración hacia la revolución socialista.

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