Sindical
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“Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear”. Esta frase de Ghandi revela con crudeza el dilema para la clase trabajadora: “luchar o claudicar, esa es la cuestión”.

Cinco de cada diez jóvenes están en paro. En agosto, casi tres meses después de imponerse la reforma laboral, el 94% de los contratos realizados han sido temporales. La temporalidad repercute directamente en los accidentes de trabajo y la salud laboral, degrada profesionalmente y explica el nulo gasto en formación por las empresas. Si se impone la jubilación a los 67 años los jóvenes accederán mas tarde a un empleo.

La OIT habla de “generación perdida”, al referirse a los jóvenes que rotan en un mercado laboral que ofrece empleos cada vez mas precarios y peor pagados. No son sólo los jóvenes, uno de cada tres trabajadores europeos siente temor a no poder llegar a fin de mes, a no poder afrontar los gastos básicos o a perder el puesto de trabajo.

La reforma laboral ensombrece el paisaje; facilita y abarata el despido, especialmente de los contratos indefinidos, da mas poder a la patronal en la gestión interna de la organización del trabajo en las empresas, facilita el descuelgue de acuerdos salariales pactados, empeora las fórmulas para contratar jóvenes, y debilita los servicios públicos de empleo a favor de empresas privadas. Llueve sobre mojado, porque antes redujeron el gasto social a costa de los mas débiles; pensionistas, personas dependientes y trabajadores, aumentaron los impuestos indirectos, que no dependen del nivel de renta, y subieron el precio de la luz, agua, gas o teléfono. Y aún falta lo peor, la reforma del sistema de pensiones o el copago en sanidad y educación.

La capitulación de los dirigentes del PSOE ante los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, especialmente las financieras y de seguros, ha sido total, y convierte la respuesta obrera en imprescindible. No será fácil, porque la campaña mediática antisindical, para desmovilizar, es salvaje, y porque nunca tantos trabajadores tuvieron tan difícil ejercer su derecho a la huelga por presión patronal.

La huelga, cuando define sus objetivos, se organiza bien, y promueve la participación, es siempre una oportunidad porque forma y dispone a la lucha, y potencia la organización y solidaridad obreras. El salario no cobrado no sólo no se pierde sino que es una inversión para un presente y un futuro dignos.

Al que pregunta: ¿qué garantías hay de que esta huelga cambiará las cosas?. Responderemos con palabras de León Trostky: "¡Pregunta miserable y filistea! En la lucha obrera no hay garantías por adelantado, no es posible hacerlo. La clase obrera trepa por los peldaños que ella misma cava en el granito. Algunas veces retrocede unos cuantos pasos, otras el enemigo dinamita los peldaños que ya han sido cavados, otras se desmoronan porque el material es de mala calidad. Después de cada caída hay que levantarse, después de cada retroceso hay que avanzar, cada escalón destruido debe ser reemplazado por otros dos nuevos..." .

Los dirigentes de ELA y LAB han anunciado su intención de no apoyar esta huelga, a pesar de que las movilizaciones están convocadas en toda Europa. No puede haber mayor despiste. Cuando la clase obrera es llamada a construir diques de contención ante la riada de la ofensiva capitalista ellos aconsejan permanecer en casa por rencillas con el vecino. Se equivocan de enemigo, y su actitud divide y fragmenta aún mas al movimiento obrero, justo cuando mas necesaria es la unidad. No hace falta ser muy listo para comprender quienes intentan desprestigiar la huelga, quienes quieren restringir su ejercicio, quienes quieren que no haya negociación colectiva y quienes que los sindicatos no existan.

Esta huelga general puede ser un primer paso si los dirigentes sindicales abandonan la política de pactos sociales y se ponen al frente de un descontento que es generalizado. Hay que cambiar las actuales políticas económicas y sociales lo que exige medidas para que los recursos económicos, la tecnología y la ciencia estén al servicio de la mayoría de la población, y no subordinados al máximo beneficio de una minoría de parásitos que ejercen, a través de los gobiernos, una auténtica dictadura del capital.

El 29 de septiembre estaremos en la huelga general, codo a codo con millones de trabajadores, en Europa y en el mundo, igual que estuvimos el 29 de junio en Euskal Herría, porque como dice Benedetti en su poema Vamos Juntos: “La historia tañe sonora su lección como campana. Para gozar el mañana hay que pelear el ahora”.

 

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