PREGUNTAS FRECUENTES
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Hoy nos encontramos en medio de una de las más profundas crisis que el capitalismo ha enfrentado. Mientras que al 99% se le pide pagar por la crisis, el otro 1% están amasando riqueza a un ritmo cada vez más veloz. El nivel saturante de escándalo y corrupción en el establishment está alejando a millones de la política tradicional.

Todo esto está provocando un profundo cuestionamiento de la sociedad capitalista. Muchos están buscando una alternativa al sistema que tenemos y un número creciente está buscando la respuesta en el socialismo revolucionario.

Para muchos, está claro contra qué luchamos: corrupción, crisis y austeridad; pero puede ser más difícil articular o incluso imaginar exactamente por qué estamos luchando. Concretamente, ¿Cómo podría funcionar una nueva sociedad? ¿De qué manera se verían afectadas nuestras vidas individuales? ¿A qué se parecerá el socialismo?

Los marxistas no tenemos una bola de cristal. No podemos predecir el futuro con absoluta certeza y, por lo tanto, no podemos decir exactamente cómo será el socialismo. Por ejemplo, cuando se habla de la familia bajo el socialismo, Engels dice que “[la naturaleza de las relaciones familiares bajo el socialismo] se verá cuando haya crecido una nueva generación... Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho!”. La sociedad no está conformada por la especulación de las generaciones pasadas, sino por las decisiones y acciones del presente.

No obstante, todavía es posible hacer algunas deducciones sobre cómo será el socialismo (ya que los marxistas son socialistas científicos) aplicando un análisis materialista al desarrollo de la historia y la sociedad. En otras palabras, podemos hacer hipótesis sobre el futuro basándonos en la evidencia del presente y del pasado. Esta no es una ciencia exacta (así como un médico no puede decir con precisión cuándo va a morir un paciente y un geólogo no puede dar la fecha y hora del próximo terremoto o erupción volcánica) por lo que un marxista no puede predecir exactamente cuándo estallará una revolución o la forma específica que tomará. Pero, así como al mirar a un niño se puede ver aproximadamente en qué tipo de adulto podría llegar a convertirse, al mirar a la sociedad capitalista podemos ver el potencial de cómo sería una sociedad socialista.

Ya podemos ver el embrión del socialismo dentro del capitalismo. Es importante destacar que al examinar las contradicciones y barreras que el capitalismo (un sistema de propiedad privada y producción con fines de lucro) impone a la sociedad, podemos ver cuál podría ser el potencial para una futura sociedad socialista; una sociedad en la que se eliminen estas barreras y en la que la producción se lleve a cabo en función de las necesidades humanas.

Una economía sin lucro

El desarrollo económico es la premisa material para el desarrollo de todos los demás aspectos de la sociedad. Sin un desarrollo suficiente de las fuerzas productivas (de la industria y la agricultura, de tecnología y técnica) una sociedad no tendrá las condiciones materiales presentes y los medios necesarios para avanzar en los campos de la ciencia, el arte, la cultura, la filosofía, etc. Este es el principio fundamental de la visión marxista (materialista) de la historia.

El capitalismo ya no es capaz de desarrollar este aspecto fundamental de la sociedad, debido a sus contradicciones y la anarquía e ineficiencia resultantes. Se perdieron miles de millones de libras en la crisis de 2008, que no fue causada por la codicia o la ideología individual, sino por el funcionamiento inherente del capitalismo mismo. Se produjo un estancamiento de las fuerzas de la producción económica a escala mundial. Esto ha hecho que muchos países retrocedan años o incluso décadas en términos de su desarrollo económico: en Gran Bretaña, por ejemplo, la inversión económica permanece un 25% por debajo de su pico anterior a la crisis y la construcción sigue siendo un 10% más baja.
El capitalismo es incapaz de desarrollar las fuerzas de producción económica en todo su potencial. La utilización de la capacidad de las fuerzas productivas en los países desarrollados se encuentra actualmente entre el 70 y el 80%, incluso después de haber visto el cierre de vastas franjas de producción y la pérdida de millones de empleos. En todo el mundo, la utilización media de la capacidad es del 70%. Esto significa que en la actualidad tenemos la capacidad de aumentar la producción económica mundial en casi un 50%, simplemente utilizando la capacidad existente en la economía. A pesar de que las personas de todo el mundo necesitan desesperadamente alimentos, refugio, atención médica y otros productos básicos, esta capacidad sobrante no se está utilizando. De hecho, muchos economistas burgueses hoy hablan de exceso de capacidad, es decir, que la economía es capaz de producir demasiado (desde la perspectiva del mercado) y necesita recortarse aún más, por lo tanto, cierres y pérdidas de empleo.

La razón de esta contradicción es el beneficio. Bajo el capitalismo, el poder económico de la sociedad sólo se usa para producir bienes que se pueden vender con una ganancia. Si esto no se puede hacer, no se producirá nada. Los propietarios de los medios de producción preferirían permitir que sus negocios permanezcan inactivos antes que producir con pérdidas, incluso si las cosas que podrían producirse se necesitan desesperadamente. La economía capitalista se rige por el lucro y no la necesidad. Por eso es muy ineficiente en cuanto a satisfacer las necesidades de la sociedad, a pesar de lo que afirman todos los apologistas del capitalismo. Con frecuencia se nos dice que el capitalismo es el más eficiente de todos los sistemas económicos. Sin embargo, si este fuera el caso, ¿por qué las fábricas y oficinas permanecerían inactivas y vacías, a pesar de poder producir una abundancia de bienes y servicios que la sociedad necesita?

Si el beneficio fuera eliminado de la ecuación, no habría ninguna barrera para utilizar todos los medios de producción a nuestra disposición en su máxima extensión. Esta idea de una economía que no se administra con fines de lucro nos da la primera idea de cómo será el socialismo.

Capitalismo = pobreza en medio de la abundancia

El desempleo mundial se sitúa oficialmente en 200 millones pero en realidad el número de desempleados y subempleados se acerca a los mil millones. Estas personas no se quedan sin trabajo porque no puedan trabajar, ni porque no haya trabajos que deban hacerse, sino simplemente porque no es rentable emplearlos.
Mientras tanto, las cifras publicadas en 2012 mostraron que el 24% de las personas en Gran Bretaña tienen dos trabajos, de los cuales el 90% requirió un segundo trabajo porque los ingresos de un solo trabajo eran insuficientes. En 2012, hubo un aumento del 37,4% en las personas que se unieron a sitios web de contratación en busca de un segundo empleo. Con inflación, congelamientos salariales y salarios bajos, esta es una tendencia que continuará en el futuro. Es una flagrante contradicción del capitalismo que algunas personas se vean obligadas a tener dos trabajos mientras millones permanecen desempleados, un absurdo nacido a partir de la búsqueda de ganancias.

Sin la barrera de las ganancias, estos mil millones de desempleados y subempleados podrían tener un trabajo productivo. Todos podrían trabajar en un solo trabajo con un estándar más alto, con suficientes personas restantes para crear muchos más trabajos. Sobre esta base, las fuerzas productivas podrían recibir una enorme inversión de trabajo humano y la producción económica mundial se vería drásticamente impulsada.

Hay otras contradicciones absurdas de este tipo bajo el capitalismo. 6.500 personas duermen a la intemperie solo en las calles de Londres, un aumento del 77% desde 2010. Otras formas de mendicidad también están en aumento, con solicitudes de hogares para personas sin hogar establecidas por ley que aumentaron un 26% a 111.960 en Inglaterra, más 38.500 espacios en albergues ocupados por personas sin hogar. Pero al mismo tiempo hay 610.000 viviendas vacías en Inglaterra según el gobierno. ¿Por qué tenemos una creciente epidemia de personas sin hogar junto con un número creciente de propiedades vacías? Las propiedades sólo se venderán o alquilarán a personas que puedan pagar, independientemente de si necesitan un lugar para vivir. Para los capitalistas es una cuestión de lucro, no de necesidad.

La atroz pérdida humana causada por esto se complementa con el desperdicio material de lugares como Bishop's Avenue en Londres. La segunda calle más cara de Gran Bretaña, donde un tercio de las mansiones están vacías y algunas en mal estado, no se han utilizado durante 25 años. Estas propiedades se mantienen como inversiones con fines de lucro, no como casas para que las personas vivan. Aquí hay 350 millones de libras en propiedades que se han convertido en un páramo. El resultado de una economía basada en las ganancias.
Esta economía también obstaculiza el desarrollo tecnológico y la aplicación de maquinaria. Las máquinas no compran productos básicos por lo que si la burguesía quiere tener un mercado para sus productos, esta debe emplear a un cierto número de personas como trabajadores. Bajo el capitalismo, la implementación de maquinaria y tecnología conduce al desplazamiento de la mano de obra lo que resulta en un desempleo masivo (tecnológico) para algunos junto con un intenso exceso de trabajo para el resto. Pero sin el concepto de beneficio en el camino, se podrían crear máquinas para hacer los trabajos peligrosos y sucios que nadie más quiere hacer, con la automatización liberando tiempo a muchas más personas para dedicarse a otras actividades económicamente productivas y reduciendo las horas de la semana laboral y, por tanto, generando así un auténtico tiempo de ocio. La inactividad forzada del desempleo (o subempleo) que vemos bajo el capitalismo sería reemplazada por el ocio voluntario.

El beneficio se interpone en el camino de la distribución y la producción bajo el capitalismo. Las infames "montañas" y "lagos" de excedentes de alimentos producidos en la UE alcanzaron 13.476.812 toneladas de cereales, arroz, azúcar y productos lácteos y 3.529.002 hectolitros de alcohol / vino en 2007. Mientras este exceso de alimentos se acumula y la política agrícola común de la UE se utiliza para pagar a los agricultores para que no produzcan alimentos, seis millones de niños mueren cada año debido a la desnutrición. No hay ninguna razón lógica por la que las tierras fértiles de algunos países no puedan utilizarse para producir alimentos que se distribuirán a las personas que viven en entornos más hostiles. La única razón por la que no se hace es porque no es rentable hacerlo y por la enorme barrera del Estado nación que impide que se implemente una solución genuinamente internacionalista. Bajo el capitalismo, es preferible desperdiciar comida que alimentar a quienes más la necesitan.

Una economía planificada

A menudo se nos dice que la competencia es el secreto de la eficiencia capitalista pero en realidad la competencia conduce a un mayor desperdicio. Por ejemplo, existe una duplicación significativa de trabajo entre empresas que realizan funciones similares, lo que significa que el tiempo y el dinero se invierten dos veces en las mismas cosas. Tomemos los supermercados como ejemplo: si la distribución de alimentos fuera realizada por una organización, las economías de escala abaratarían el proceso y la planificación centralizada lo haría más eficiente.

La competencia también obliga a las empresas a crear necesidades para sus productos particulares a través de la publicidad, cuyo costo se transfiere al consumidor. Los secretos comerciales y los derechos de propiedad intelectual significan que las mejores ideas e innovaciones no se persiguen tan plenamente como podrían y conducen a costosos casos judiciales, como los infames casos Apple vs Samsung para teléfonos móviles, que nuevamente elevan los precios para la gente común. En lugar de que las mejores y más brillantes mentes del mundo se empleen en conjunto para producir las cosas que la sociedad necesita, los científicos, ingenieros y diseñadores se dividen en diferentes corporaciones y compiten entre sí, lo que resulta en una duplicación completamente innecesaria de esfuerzos y recursos.

En cualquier caso, la competencia genuina en la era del imperialismo, la etapa más alta del capitalismo, es algo así como un mito. En 2012 se descubrió que Barclays, UBS, Citibank, RBS, DB y JP Morgan tenían tasas de interés fijas para obtener mayores ganancias. En los últimos años se descubrió que British Airways y Virgin Atlantic en la industria de las aerolíneas, Grolsch, Bavaria y Heineken en la elaboración de cerveza y Sainsbury's, Asda y otros supermercados, se habían confabulado en los precios para obtener mayores beneficios. La razón de estos escándalos es que estas empresas reconocen que la planificación es una forma más eficiente de hacer funcionar la economía que dejarla a la anarquía del libre mercado.

La mera presencia de tales monopolios multinacionales gigantes en todas las industrias, con solo un puñado de empresas dominando el mercado, demuestra cómo la libre competencia se convierte en su opuesto precisamente debido a la mayor productividad y eficiencia que se puede lograr produciendo en una escala tan grande. Dentro de cada empresa hay un inmenso nivel de planificación, coordinación y cooperación, todo en aras de aumentar la eficiencia en nombre de obtener mayores beneficios. Entre las empresas, mientras tanto, permanece la anarquía de la competencia y la mano invisible, lo que genera una enorme ineficiencia y despilfarro a nivel social.

Como ejemplo, en el libro Multinational Corporate Strategy: Planning for World Markets, James C. Leontiades cita el ejemplo de la empresa de electrónica Texas Instruments, una organización multinacional que planifica todas sus operaciones desde su sede en Dallas. El nivel de control centralizado de la multinacional está indicado por los elementos de estrategia decididos en la sede. Estos incluyen:

  • Un análisis regional y global de la competencia.
  • Un núcleo de diseños de productos estandarizados en todo el mundo.
  • Investigación y desarrollo centralizados y coordinados para evitar costosas duplicaciones.
  • Producción racionalizada a nivel global para aprovechar al máximo las eficiencias relacionadas con el volumen a escala internacional.
  • Políticas de precios globales.

Aquí vemos la semilla de una nueva sociedad presente en la vieja. Una sociedad socialista abrazaría las posibilidades que conlleva la planificación de la economía, pero, por supuesto, seríamos capaces de planificar en función de las necesidades de la mayoría, en lugar de en función de las ganancias de unos pocos. Ésta es la base de una sociedad de superabundancia, en la que todas las fuerzas de producción e inversión económicas se planifican racional y democráticamente en interés de la mayoría. El primer paso hacia esto será la expropiación de los puestos de mando de la economía, es decir, la tierra, los bancos, los servicios públicos, la infraestructura y las empresas más grandes, todo para ser ubicado bajo el control democrático de la clase trabajadora como parte de una economía planificada.

Los resultados de una economía planificada se pueden ver en la transformación de Rusia en los cincuenta años entre 1913 y 1963 después de la Revolución Rusa de 1917, a pesar del enorme freno al desarrollo creado por la burocracia estalinista. En ese período, el país pasó de ser económicamente más atrasado que el actual Bangladesh a ser la segunda nación más poderosa del mundo. La producción industrial aumentó 52 veces frente a seis veces en Estados Unidos y dos veces en Gran Bretaña. La productividad del trabajo aumentó en un 1.310%, frente al 332% en Estados Unidos y el 73% en Gran Bretaña. La esperanza de vida en Rusia se duplicó y la mortalidad infantil se redujo nueve veces. Y el país tenía más médicos por cada 100.000 habitantes que Italia, Austria, Alemania Occidental, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y Suecia. Si esto se logró en la Rusia del siglo XX, que era un país atrasado, casi feudal en ese momento y fue devastado por dos guerras mundiales y una guerra civil, además de sufrir una burocracia estalinista, imagínense lo que una economía democráticamente planificada en Gran Bretaña y el resto del mundo económicamente avanzado en el siglo XXI podría lograr.

Cuba también ofrece un buen ejemplo de los éxitos de una economía planificada incluso a pesar de su limitada democracia obrera. La esperanza de vida al momento del nacimiento en Cuba hoy (según las cifras del Informe de Desarrollo Humano 2005 de la ONU) es de 77,7 años (62 en 1959 en el momento de la revolución), casi la misma que en Estados Unidos (77,9) y mucho más alto que el vecino Haití donde solo tiene 59,5 años y sustancialmente más alto que el poder capitalista regional de Brasil (71,7). La tasa de alfabetización de adultos en Cuba es del 99,8% mientras que en Brasil es apenas del 88,6% y también es superior a la de Chile (95,7%) y Costa Rica (94,9%). En realidad, según el mismo informe de Naciones Unidas, Cuba tiene el cuarto Índice de Desarrollo Humano más alto de América Latina. Si nos fijamos en las cifras de mortalidad infantil (en muertes por cada 1.000 nacidos vivos), según el World Factbook 2008 de la CIA, la situación en Cuba (5,93 hoy frente a 78,8 en 1959) es mucho mejor que incluso en Estados Unidos (6,3 ), Chile (7,9), Costa Rica (9,01) y que en Brasil (26,67), por no hablar de Haití donde la tasa es de 62,33 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. Estas cifras no deben sorprendernos ya que, según cifras del Banco Mundial, Cuba es el segundo país del mundo en número de médicos por cada 1.000 habitantes (5,91) mientras que EE.UU. tiene solo 2,3, Brasil 2,06, Chile 1,09, Costa Rica 1,32 y Haití apenas 0,25.

Nuevamente, este era un país económicamente atrasado en 1959 cuando tuvo lugar la revolución de Castro. Su historia fue dominada por potencias extranjeras utilizada como campo de juego para los capitalistas estadounidenses y como productor monocultivo de azúcar. Los avances desde entonces solo fueron posibles sobre la base de una economía planificada libre de dominación imperialista.

Trabajo, salario y dinero

El resultado de tal planificación, combinado con una distribución racional de la mano de obra entre todas las personas capaces de trabajar (en lugar de que algunas personas trabajen en dos o tres empleos mientras que otras están desempleadas como ocurre en el capitalismo), significaría una reducción en la duración de la jornada sin pérdida de salario. La evidencia de esto se puede encontrar en la fábrica ocupada Flasko en Brasil. Desde 2003, cuando la fábrica fue ocupada por primera vez y el trabajo se planificó democráticamente, la jornada laboral se ha reducido de 40 horas semanales a 30 horas sin pérdida de salario ni disminución de la productividad.

Con el desarrollo de tecnología para reemplazar cada vez más mano de obra, las horas de trabajo podrían reducirse aún más. Por ejemplo, en 1870 el 70-80% de la población de los EE. UU. estaba empleada en la agricultura mientras que hoy la cifra es sólo del 2%. Pero a pesar de la disminución de personas empleadas en la agricultura, la producción de este sector ha aumentado enormemente. De 1950 a 2000 la productividad agrícola aumentó enormemente. Por ejemplo: la cantidad promedio de leche producida por vaca aumentó de 5.314 libras a 18.201 libras por año (+ 242%), el rendimiento promedio de maíz aumentó de 39 bushels a 153 bushels por acre (+ 292%) y cada agricultor en 2000 produjo en promedio 12 veces más producción agrícola por hora trabajada que un agricultor en 1950. Este desarrollo en la productividad se debió en gran parte a la mecanización, el desarrollo de nuevos fertilizantes y otros avances en tecnología. Un mayor desarrollo de este tipo en otros sectores puede lograr resultados similares en términos de reducción de la duración de la jornada laboral. Sobre esta base, las necesidades de mano de obra para cada persona podrían eventualmente calcularse de por vida en lugar de diaria, semanal o mensualmente.

A menudo se pregunta a los marxistas cuál será el incentivo para trabajar en una sociedad socialista. El incentivo para trabajar bajo el capitalismo toma la forma de exigir que las personas trabajen para ganar dinero y poder vivir sus vidas. Por eso la gente demanda libertad para trabajar, para poder vivir. El socialismo, por el contrario, se trata de la libertad del trabajo. El incentivo para trabajar bajo el socialismo será que estamos trabajando para construir una sociedad en la que seremos libres de la necesidad de trabajo. Esta libertad podría obtenerse mediante los esfuerzos colectivos de la sociedad para desarrollar la economía y las fuerzas de producción hasta tal punto que se requeriría poco trabajo humano para mantenerla en movimiento dejándonos libres para llevar nuestras vidas como queramos.

Los capitalistas tienen una concepción muy estrecha e incorrecta de lo que incentiva a las personas a hacer cosas: lo ven todo como una cuestión de dinero a pesar de que hay muchas cosas que todos hacen (aficiones, etc.) que están motivados simplemente porque nos gusta hacerlos. Cosas que nos desarrollan como personas, nos dan un sentido de propósito y nos ayudan a formar vínculos con los demás.

De hecho, hay algunos capitalistas que lo reconocen ellos mismos. Una profesora de la Escuela de Negocios de Harvard, Teresa Amabile, ha escrito un libro llamado The Progress Principle que argumenta que es la sensación de progresar y avanzar, tanto profesional como personalmente, lo que realmente motiva a las personas en el trabajo. Según Alfie Kohn, científico social de Harvard Business Review, el argot de la gestión capitalista se refiere a cuatro factores que motivan o incentivan a las personas a trabajar duro: crecimiento personal, reconocimiento, responsabilidad y trabajo estimulante (la recompensa monetaria está notablemente ausente de esta lista). Son estas formas de incentivo las que el socialismo pondría en primer plano, por encima de las ganancias monetarias.

En lugar de alejarnos de nuestro trabajo, el socialismo nos proporcionará un verdadero interés por la economía y por la sociedad, al darnos la propiedad colectiva sobre ellos. El trabajo en sí, no solo los salarios derivados de él, tendrá por tanto un propósito más directo y será claramente para nuestro propio beneficio y el de los que nos rodean en lugar de para los peces gordos en una distante sala de juntas. Así lo testificó el presidente de una de las fábricas ocupadas de Venezuela cuando informó que, en su fábrica, los trabajadores buscan activamente mejorar el proceso productivo porque saben que sus ideas son capaces de mejorar la vida de las personas.

Si el dinero juega un papel pequeño en incentivar a las personas bajo el socialismo, ¿significa esto que se abolirán los salarios? La respuesta a esto es no, no de inmediato; pero lo que sí significa es que los salarios podrían desaparecer gradualmente a medida que se desarrolla la economía. A los trabajadores se les seguirá pagando en dinero (cuyo valor, a su vez, está vinculado a la economía real) al principio. Esto no es algo que pueda simplemente abolirse por decreto de la noche a la mañana. De hecho, es probable que existan diferencias salariales en un período socialista de transición a medida que la conciencia y las fuerzas de producción están cambiando y desarrollándose. Este fue el caso en Rusia poco después de 1917 donde los bolcheviques permitieron diferencias salariales cuando fuera necesario, pero estrictamente limitadas a una proporción de 1: 4.

Sin embargo, con el tiempo, los salarios podrían ser reemplazados por cupones, que a su vez podrían ser reemplazados por nada ya que las personas podrían tomar todo lo que necesiten. Cuanto más se acerca la sociedad a un estado de superabundancia menos salarios se requieren para racionar el consumo ya que habría suficiente de todo para todos.
Al igual que ocurre con los salarios, ocurre también con el dinero en general. Trotsky explicó la necesidad de una moneda no regulada con una oferta monetaria vinculada al nivel real de producción en la economía, incluso bajo el socialismo. Claramente, muchas de las funciones del dinero bajo el capitalismo cambiarían o desaparecerían (la necesidad de salarios monetarios es un ejemplo), pero aún podría desempeñar un papel como indicador de la salud de una economía planificada.

Bajo el capitalismo, el flujo de dinero y el uso de señales de precios actúan para indicar dónde hay escasez o abundancia dentro de la economía. Donde, por ejemplo, la demanda excede la oferta, los precios de las materias primas se elevan por encima de sus valores reales generando superbeneficios para los capitalistas de ese sector. Esto anima a los capitalistas de otros lugares a invertir su dinero en estos sectores y, por lo tanto, hace que la oferta vuelva al equilibrio con la demanda. En las primeras etapas del socialismo, este papel del dinero y las señales de precios seguirán siendo necesarios pero, en cambio, las principales palancas de la economía (los bancos y las grandes empresas) estarían bajo el control del estado de los trabajadores que podría dirigir la inversión en consecuencia para eliminar cualquier escasez. Por lo tanto, las señales de precios serán un indicador de la oferta y la demanda de bienes en diferentes regiones y sectores y la tasa de inflación señalará cualquier problema económico potencial. El flujo de dinero será una medida de hasta qué punto se está expandiendo el comercio en la economía planificada.

Gradualmente, a medida la economía se someta más y más a un plan de producción común y democrático, la producción y el intercambio de mercancías disminuirán, y el dinero en su conjunto desaparecerá a medida que estas funciones de medir la salud de una economía sean reemplazadas por las administrativas, en lugar de control financiero.

El estado y la democracia

Así como el dinero eventualmente se marchitará bajo el socialismo, también lo hará el estado. Un estado proletario genuino, con su primer acto, comenzará el proceso de su propia destrucción. Esto se debe a que la expropiación de los medios de producción y su administración bajo el control democrático de los trabajadores, como parte de una economía planificada, iniciará la eliminación de las distinciones de clases definidas como son por la distinción entre los que poseen propiedades y los que no. Una sociedad en la que todos poseen y trabajan los medios de producción no tiene clases, es una sociedad que ya no requerirá de un aparato estatal formado por cuerpos armados de hombres que son utilizados por la clase explotadora para mantener a raya a los explotados.

Antes de la sociedad de clases, que surgió alrededor del 10.000 a. C. en el momento de la revolución neolítica, la sociedad estaba organizada según las líneas comunistas primitivas. Las clases no existían en este momento porque las fuerzas productivas eran incapaces de producir más de lo que se requería para la subsistencia, por lo que una clase poseedora y una clase desposeída era una imposibilidad económica. Engels, basándose en el trabajo del antropólogo Lewis Henry Morgan, describe la forma en que operaban estas sociedades comunistas primitivas. De manera crucial, en el contexto de un estudio de la Gens iroquesa, señala:

“El poder del sachem (líder) en el seno de la gens es paternal, de naturaleza puramente moral. No dispone de ningún medio coercitivo.... La gens depone al sachem y al caudillo a voluntad ... Los miembros de la gens se debían entre sí ayuda y protección, y sobre todo auxilio mutuo para vengar las injurias hechas por extraños... La gens tiene un consejo, la asamblea democrática de los miembros adultos, hombres y mujeres, todos ellos con el mismo derecho de voto”.

Esta es una descripción de una sociedad sin estructuras estatales como la policía, el ejército, los tribunales, las cárceles o un establishment político separado de la sociedad y por encima de ella. Debido a que las fuerzas productivas eran mantenidas y trabajadas en común por esta tribu (por la necesidad de sobrevivir), los intereses económicos de todos estaban alineados, lo que significa que no se requería ningún instrumento estatal con poderes coercitivos para hacer cumplir la voluntad de una clase contra otra.

Expropiar los puestos de mando de la economía, colocarlas bajo el control y la gestión democrática de los trabajadores y administrarlas como parte de una economía socialista planificada, eliminaría de manera similar la división económica de las personas en clases, eliminando así la base material del estado. Volveríamos a una forma de sociedad comunista pero a un nivel superior, con fuerzas productivas avanzadas en lugar de primitivas.

Esta imagen de cómo será el estado bajo el socialismo contrasta fuertemente con lo que sucedió en la URSS bajo Stalin. El monstruoso estado burocrático que asfixió la economía planificada en ese país no era un estado obrero saludable ya que carecía de democracia obrera, la cual es fundamental para el funcionamiento de una economía socialista saludable. El capitalismo tiene como objetivo (aunque a menudo fracasa, como se ha discutido) utilizar la competencia para mantener al mínimo la producción ineficiente. Bajo el socialismo, sin empresas competidoras, se requiere un mecanismo más eficaz para garantizar la eficiencia y prevenir la corrupción; ese mecanismo debe ser el control democrático de la economía por parte de la gente común. Como dijo Trotsky una vez, la economía planificada necesita la democracia de los trabajadores como un cuerpo necesita oxígeno.

En términos concretos, esto significa implementar medidas como el pleno derecho de revocación para todos los funcionarios electos, quienes también deben ganar no más que el salario promedio del trabajador, para que tengan los mismos intereses materiales que las personas que se supone que representan. No se nos debe hacer esperar cinco años antes de poder echar a los representantes que han tomado decisiones que no son del interés de la mayoría: la democracia proletaria implica más control que eso. Lenin también habló de la necesidad de involucrar a todos en el trabajo de administración de la nueva sociedad para que no se establezca una clase especial de burócratas separada y por encima del resto de la clase trabajadora. Si todos son burócratas, nadie será burócrata.

La formación de sindicatos representó una gran victoria para la clase trabajadora ya que son organizaciones democráticas creadas por la clase trabajadora para la clase trabajadora. En ese sentido, encarnan las semillas de la democracia socialista. El autor marxista Rob Sewell señala este punto en su libro In the Cause of Labor: History of British Trade Unionism, donde dice: “Los sindicatos son las organizaciones básicas de la clase trabajadora. Pero son mucho más que eso. Son el embrión de la sociedad futura dentro de la vieja ". Continúa explicando que esto significa que están mejor capacitados para luchar por los intereses de la clase trabajadora:

“Una y otra vez los trabajadores se han movido para transformar sus organizaciones en órganos y escuelas de solidaridad, lucha y socialismo, usando la frase de Frederick Engels”.
La fábrica ocupada Flasko en Brasil nos ofrece nuevamente un ejemplo de los elementos concretos de la democracia obrera en la práctica. El consejo elegido de fábrica está sujeto a un derecho de revocación inmediato. Este consejo se reúne semanalmente para discutir los planes de la fábrica y las actas de esas reuniones se publican para que todos los trabajadores las examinen. Además, el presupuesto de la fábrica es votado por todos los trabajadores de la fábrica todos y cada uno de los meses. Este modelo, al igual que los soviets en Rusia a principios del siglo XX, coloca el control económico en manos del propio pueblo sin obligarlo a depender de nadie más.

Los soviets eran consejos de trabajadores elegidos en los que los trabajadores participaban y eran elegidos para administrar sus lugares de trabajo, localidades y regiones. Tal método democrático está mucho más cerca de la clase trabajadora que una democracia burguesa porque le da a la gente un control inmediato sobre sus vidas de una manera que la democracia parlamentaria nunca puede lograr. Tomemos como ejemplo las próximas elecciones generales en Gran Bretaña: cualquiera que sea el partido que forme un gobierno, será un gobierno que implemente la austeridad. No tenemos una opción real en este asunto porque la economía está en manos privadas y para mantener la economía capitalista funcionando, el gobierno debe someterse a la voluntad de quienes poseen las alturas dominantes de la economía, es decir, los capitalistas. Sólo dando el control de la economía a la clase trabajadora podemos garantizar una auténtica elección democrática.

La Comuna de París

A parte de los soviets rusos, la anterior Comuna de París de 1871 es también un ejemplo de un estado proletario muy diferente del estado tal como lo entendemos bajo el capitalismo.

Marx describe la Comuna de la siguiente manera:

“El primer decreto de la Comuna, por tanto, fue la supresión del ejército permanente y su sustitución por el pueblo armado.”

“La Comuna estaba formada por los concejales municipales elegidos por sufragio universal en los distintos distritos del pueblo, responsables y revocables a corto plazo. La mayoría de sus miembros eran naturalmente trabajadores o reconocidos representantes de la clase trabajadora. La Comuna debía ser un organismo funcional, no parlamentario, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo.”

“En lugar de seguir siendo agente del Gobierno Central, la policía fue despojada de inmediato de sus atributos políticos y convertida en agente responsable y en todo momento revocable de la Comuna. También lo eran los funcionarios de todas las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna hacia abajo, el servicio público tenía que hacerse con salario de trabajador. Los intereses creados y las prestaciones de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron junto con los propios altos dignatarios. Las funciones públicas dejaron de ser propiedad privada de las herramientas del Gobierno Central. No sólo la administración municipal, sino toda la iniciativa hasta entonces ejercida por el estado fue puesta en manos de la Comuna.”

“Una vez que se deshizo el ejército permanente y la policía (los elementos de fuerza física del antiguo gobierno) la Comuna estaba ansiosa por romper la fuerza espiritual de la represión, el "poder del párroco", mediante el desestablecimiento y despojo de todas las iglesias como entidades propietarias. Los sacerdotes fueron enviados de regreso a los recovecos de la vida privada para alimentarse de las limosnas de los fieles a imitación de sus predecesores los apóstoles.”

“Todas las instituciones educativas se abrieron gratuitamente al pueblo y, al mismo tiempo, quedaron libres de toda injerencia de la Iglesia y el Estado. Así, no sólo la educación se hizo accesible a todos, sino que la ciencia misma se liberó de las cadenas que el prejuicio de clase y la fuerza gubernamental le habían impuesto.”

“Los funcionarios judiciales serían despojados de esa falsa independencia que sólo había servido para enmascarar su abyecta subordinación a todos los gobiernos sucesivos a los que, a su vez, habían prestado y roto los juramentos de lealtad. Como el resto de servidores públicos, los magistrados y jueces debían ser electivos, responsables y revocables”.
Por supuesto, para que la gente común pueda participar genuinamente en el funcionamiento democrático de la sociedad, en la forma descrita anteriormente por Marx, también debe tener tiempo para hacerlo. Bajo el capitalismo, la duración de la semana laboral y la presión del día a día hacen que la gran mayoría esté completamente divorciada de la actividad política. Para alguien que trabaja muchas horas o dos trabajos, lo último que puede o está dispuesto a hacer en sus noches y fines de semana es estudiar las complejidades de la planificación económica o el arte de gobernar. Esto se ve agravado por el conocimiento de que, incluso si se llevara a cabo dicho estudio, no supondría ninguna diferencia porque los trabajadores comunes no tienen nada que decir sobre cómo se maneja la economía o la sociedad en su conjunto.

En una sociedad socialista, donde la tecnología, la automatización y la eficiencia de una economía planificada han reducido las horas de la jornada laboral, la gente común finalmente tendrá el tiempo libre necesario para participar plenamente en la gestión de la sociedad. Al colocar la economía bajo un control democrático genuino de la clase trabajadora, la gente también tendrá la motivación para participar gracias al conocimiento de que sus pensamientos y acciones pueden marcar una diferencia tangible.

Como ilustra la descripción de Marx de la Comuna de París, la democracia proletaria también consiste en reemplazar los órganos parlamentarios por ejecutivos, reemplazando las charlas con la actividad real. Por ejemplo, la huelga general de 1926 en Gran Bretaña vio al comité de huelga del noreste rechazar la solicitud del gobierno de distribuir suministros esenciales a la región porque ya habían establecido un sistema para hacerlo por sí mismos. Este comité de huelga no se limitó a hablar, aprobar resoluciones y luego pasar la responsabilidad a otros. Sus representantes tomaron decisiones, asumieron la responsabilidad de implementarlas y experimentaron las consecuencias junto con todos los demás. Esta es una auténtica democracia proletaria y es completamente diferente a la caverna de palabras huecas que son las Cámaras parlamentarias.

En el corazón de la democracia socialista, por lo tanto, está la capacidad de la sociedad para poder implementar las decisiones que toma. Esta es la barrera fundamental para la democracia bajo el capitalismo: incluso si la sociedad vota por demandas como el pleno empleo y la inversión en este o aquel sector, ¿cómo se pueden llevar a cabo esas demandas en la práctica, cuando todas las decisiones reales sobre qué puestos de trabajo se crean? ¿Y dónde va la inversión en manos de banqueros y jefes no elegidos? En última instancia, por lo tanto, la democracia genuina requiere que el control económico esté en manos del 99%, y no en manos del 1%.

La policía, el ejército y la ley

Los marxistas entienden el estado como cuerpos armados de hombres que están por encima de la sociedad (instituciones como la policía y el ejército). Bajo el capitalismo, el estado es un arma de la burguesía que usa la policía y el ejército para mantener su dominio; pero un estado proletario sería un arma de los trabajadores para usar contra los intentos de los capitalistas de seguir explotándolos y oprimiéndolos. Esto es lo que quieren decir los marxistas cuando exigimos el armamento de la clase trabajadora. Significa reconstruir completamente la policía y el ejército siguiendo líneas proletarias, dando el control de estas organizaciones a los trabajadores mediante la elección democrática de oficiales y su sujeción a la disciplina de la clase obrera organizada.

Se vieron ejemplos de tales medidas en Turín, Italia, en 1920 cuando se formaron Brigadas Rojas compuestas por trabajadores voluntarios bajo el control de los comités de fábrica. El sindicato FIOM ocupó fábricas y colocó grupos de vigilantes para vigilar las puertas de la fábrica. No se apoyaron en las fuerzas del estado burgués, crearon una alternativa a esa estructura bajo el control del proletariado.

Del mismo modo, después de 1917, a Trotsky se le asignó la tarea de reconstruir el Ejército Rojo en Rusia desde cero en las condiciones más difíciles. Implementó un sistema de comisarios en todo el ejército cuyo papel como cuadros dirigentes del partido bolchevique era mantener la disciplina política de los regimientos y los generales que los comandaban (quienes, por razones de escasez de capacidad técnico-militar eran a menudo generales que había servido anteriormente a los antiguos regímenes reaccionarios del zar y Kerensky). De esta manera, el ejército se construyó como un arma del proletariado, no como la herramienta de la burguesía contrarrevolucionaria.

Con el tiempo, a medida que las clases se desintegran en las condiciones de producción socializada, estos cuerpos se marchitarán porque una clase ya no los necesitará para mantener su dominio sobre otra. Las tareas administrativas permanecerán, pero, con todo el mundo como burócrata, esto no conducirá a que un grupo de la sociedad esté separado del resto. La aplicación de las normas sociales de comportamiento, etc. se lograría mediante la presión social desde dentro de la sociedad en lugar de una fuerza coercitiva fuera de ella, de la misma manera que el comportamiento civilizado se regula en un grupo de amigos o como lo era en las sociedades comunistas primitivas.

Engels describe una sociedad comunista tan primitiva, basada en el estudio de Morgan sobre los iroqueses, de la siguiente manera:

“¡Admirable constitución ésta de la gens, con toda su ingenua sencillez! Sin soldados, gendarmes ni policía, sin nobleza, sin reyes, gobernadores, prefectos o jueces, sin cárceles ni procesos, todo marcha con regularidad. Todas las querellas y todos los conflictos los zanja la colectividad a quien conciernen, la gens o la tribu, o las diversas gens entre sí; sólo como último recurso, rara vez empleado, aparece la venganza, de la cual no es más que una forma civilizada nuestra pena de muerte, con todas las ventajas y todos los inconvenientes de la civilización. No hace falta ni siquiera una parte mínima del actual aparato administrativo, tan vasto y complicado, aun cuando son muchos más que en nuestros días los asuntos comunes, pues la economía doméstica es común para una serie de familias y es comunista; el suelo es propiedad de la tribu, y los hogares sólo disponen, con carácter temporal, de pequeñas huertas. Los propios interesados son quienes resuelven las cuestiones, y en la mayoría de los casos una usanza secular lo ha regulado ya todo. No puede haber pobres ni necesitados: la familia comunista y la gens conocen sus obligaciones para con los ancianos, los enfermos y los inválidos de guerra. Todos son iguales y libres, incluidas las mujeres.”
Durante la gran mayoría del tiempo durante el cual los humanos han estado en este planeta, alrededor de dos millones de años, hemos vivido en sociedades como esta y hemos regulado nuestro comportamiento desde dentro de la sociedad en lugar de hacerlo por cuerpos que están fuera y por encima de ella. El socialismo marcaría un regreso a esta forma humana natural de organizar la sociedad, cooperativamente en lugar de antagónica.

Además de los órganos que hacen cumplir la ley, está la propia institución de la ley que Marx señaló no puede ser superior a su base económica. Entonces la existencia de la Ley continuará mientras el estado lo haga pero al igual que el estado, eventualmente, también desaparecerá.

El jurista soviético Evgeny Pashukanis lo analiza en su libro A General Theory of Law and Marxism:

“La desaparición de las categorías del derecho burgués significará, en estas condiciones, la desaparición total del derecho, es decir, la desaparición del factor jurídico de las relaciones sociales”.

Una característica del derecho en el socialismo, que está en proceso de extinción, es que ya no adoptaría una forma totalmente abstracta como lo hace en el capitalismo. La ley burguesa insiste en que la justicia es ciega, en otras palabras, que tratará las cosas desiguales por igual. Así, el derecho contractual asume que las dos partes contratantes son totalmente iguales aunque en la realidad económica y social este no sea el caso. Tal actitud dentro del derecho burgués simplemente afianza la desigualdad y la injusticia. La ley bajo el socialismo, por otro lado, no sería ciega, tendría los ojos bien abiertos y buscaría defender los intereses de la clase trabajadora.

Así como la propiedad de los medios de producción dejará de ser una cuestión de propiedad individual bajo el socialismo y se convertirá en una cuestión de propiedad colectiva, el derecho se volverá menos una cuestión de derechos individuales y más de derechos colectivos de la sociedad. Será contra estos derechos que el comportamiento será juzgado como criminal o de otra manera bajo el socialismo.

El refrán dice que la propiedad es nueve décimas partes de la ley por lo que la abolición de la propiedad privada de las fuerzas de producción ciertamente verá una disminución en las disputas legales y el crimen ¿Cómo se puede robar en una tienda cuando los productos de dicha tienda existen en abundancia, libremente disponibles para que la gente los tome en función de sus necesidades? ¡Sería tan absurdo como acusar a alguien de robar oxígeno al respirar el aire que necesita para sobrevivir!

Bajo el capitalismo, la gran mayoría del trabajo legal existe únicamente para redactar contratos y establecer claridad sobre los derechos de propiedad privada. Con la propiedad ahora en titularidad colectiva, bajo el socialismo, esta enorme cantidad de trabajo legal se volvería obsoleta y en su lugar podría ser redirigida hacia tareas socialmente más necesarias.
Además, en la cuestión del crimen, cuanto más nos acerquemos a una sociedad de superabundancia en la que todos tengan un trabajo y un interés directo y democrático en la economía y en sus propias vidas, menor será el motivo para que se cometa el crimen. En la medida en que lo sea, quienes cometan delitos pueden ser tratados como víctimas de los males de la sociedad, en lugar de como animales rabiosos para encerrarlos. Pashukanis explica este punto de la siguiente manera:

“Imagine por un momento que el tribunal se preocupara realmente sólo por considerar las formas en las que las condiciones de vida del acusado pudieran cambiar de tal modo que mejoraran o la sociedad estuviera protegida de él, y todo el significado del término 'castigo' se evapora de una vez ".

La cuestión del derecho también plantea la cuestión de los propios legisladores: los partidos políticos. El socialismo no significa un Estado de partido único pero sí significa un cambio de partidos como los entendemos hoy, es decir, agrupados alrededor de diferentes intereses de clase, porque esas distinciones de clase se erosionarán rápidamente. Mientras que los conservadores han representado tradicionalmente los intereses de la burguesía en Gran Bretaña, el laborismo fue fundado por los sindicatos para representar los intereses de la clase trabajadora. En los Estados Unidos, los demócratas y los republicanos representan diferentes alas de la burguesía que tienen puntos de vista ligeramente diferentes sobre la mejor manera de mantener el dominio del capital. Bajo el socialismo, los partidos políticos ya no se fundarán con el objetivo de representar un interés de clase particular sino ideas diferentes sobre la mejor manera de planificar la economía: dónde mejor canalizar la inversión y la investigación, cuáles son las prioridades para la sociedad, etc. Veremos partidos basados en ideas y deseos, no en clases.

El fin del nacionalismo, el sexismo y el racismo

El estado nación tal como lo entendemos hoy se estableció con el desarrollo del capitalismo a partir del feudalismo, muy a menudo de manera arbitraria (las fronteras de muchos países africanos son simplemente el producto de líneas regidas trazadas en un mapa por los imperialistas). Hoy, el estado nación es un grillete para el desarrollo de las fuerzas productivas ya que genera proteccionismo, competencia entre estados y controles de inmigración. También actúa como un freno al desarrollo de la cultura humana al fomentar un nacionalismo venenoso que rechaza las ideas culturales extranjeras y al limitar la libre circulación de personas y la mezcla de sus culturas.

La creación de zonas francas, como la Unión Europea, es una admisión por parte de la burguesía de que el desarrollo económico requiere el desmantelamiento de las barreras nacionales y la actual crisis de la zona euro es una prueba de que el desmantelamiento de las barreras nacionales es imposible bajo el capitalismo. El socialismo es un sistema que une a la clase trabajadora más allá de las fronteras y que derriba las barreras nacionales y la competencia entre estados. Esto no significa una destrucción de las diferencias y la cultura locales: tener diferentes regiones unidas dentro de un estado bajo el socialismo no destruiría su individualidad; simplemente destruye los impuestos artificiales, la migración y otras barreras entre las personas.

Este es un punto que se destaca en un artículo escrito por el Partido de los Trabajadores de Francia hace más de 120 años titulado Patriotism and Socialism. En una discusión sobre los méritos del internacionalismo, el artículo dice:

“El internacionalismo nunca dejará de ser patriótico. Verá el florecimiento completo de la humanidad. Tal como vimos a finales del siglo pasado, cuando, aunque nos hicimos franceses, todavía veníamos de Provenza, Borbón, Bélgica o Bretaña”

En otras palabras, aunque las revoluciones burguesas en lugares como Francia y Alemania superaron las divisiones locales y cimentaron la existencia de estados nacionales, eso no destruyó las identidades y tradiciones locales de la gente. De manera similar, el internacionalismo significa eliminar las barreras a la cooperación entre personas de diferentes nacionalidades pero no significa imponer una identidad única para todos en todo el mundo.

Otras divisiones entre las personas retrocederían en un sistema socialista, por ejemplo, los prejuicios contra las mujeres. Engels explica que el origen de la opresión de la mujer está en la propiedad privada. El socialismo, al abolir la propiedad privada, elimina las condiciones materiales para esa opresión. Lo mismo ocurre con la familia tradicional que bajo el capitalismo desempeña el papel de unidad más básica de explotación económica. Bajo el socialismo, la familia podría liberarse de las limitaciones burguesas y las tareas domésticas podrían socializarse, quitando esta carga de trabajo no remunerado de los hombros de (predominantemente) mujeres y haciéndola responsabilidad de la sociedad en su conjunto. La cocina, la limpieza, el lavado y el cuidado de los niños podrían proporcionarse como servicios públicos, liberando así a las mujeres de las limitaciones de la vida familiar tradicional. Esto no eliminaría la posibilidad de seguir viviendo una vida familiar tradicional si así se desea, pero dejaría de convertirla en una necesidad. En tales condiciones, las leyes que rigen el matrimonio, el divorcio y el aborto serían absurdas.

Los bolcheviques avanzaron en esta dirección después de la revolución de octubre de 1917. Trotsky explica los objetivos del estado socialista en un artículo para Pravda en julio de 1923 titulado From the Old Family to the New:

“La preparación física para las condiciones de la nueva vida y la nueva familia, nuevamente, no puede separarse fundamentalmente del trabajo general de construcción socialista. El estado de los trabajadores debe enriquecerse para que sea posible abordar seriamente la educación pública de los niños y la liberación de la familia de la carga de la cocina y la lavandería. La socialización de las tareas domésticas familiares y la educación pública de los niños son impensables sin una mejora notable en nuestra economía en su conjunto. Necesitamos formas económicas más socialistas. Sólo bajo tales condiciones podemos liberar a la familia de las funciones y cuidados que ahora la oprimen y desintegran. El lavado debe realizarse en una lavandería pública, el servicio de catering en un restaurante público y la costura en un taller público. Los niños deben ser educados por buenos profesores públicos que tengan una verdadera vocación por el trabajo. Entonces el vínculo entre marido y mujer se liberaría de todo lo externo y accidental y el uno dejaría de absorber la vida del otro. Por fin se establecería una auténtica igualdad. El vínculo dependerá del apego mutuo. Y por eso en particular, adquirirá una estabilidad interior, no la misma, por supuesto, para todos, pero obligatoria para nadie”.

Como explica Trotsky, tales cambios también contribuirían en gran medida a romper muchos otros prejuicios como la homofobia, que bajo el capitalismo son utilizados por la clase dominante para causar divisiones dentro de la clase trabajadora. De hecho, los bolcheviques comenzaron muchas de estas reformas, incluida la legalización de la homosexualidad, después de 1917 bajo el liderazgo de Lenin y Trotsky.

El prejuicio racista tampoco sobreviviría bajo el socialismo. La clase dominante también utiliza el racismo como una herramienta para dividir a la clase trabajadora entre sí para que los patrones puedan explotar a los trabajadores más fácilmente. No es una coincidencia que la retórica racista y antiinmigrante pase a primer plano en períodos de crisis capitalista cuando la burguesía considera necesario reducir aún más el nivel de vida de los trabajadores.

Bajo el socialismo eventualmente no habrá una base material para el racismo ya que no habrá divisiones de clases. Aunque es un ejemplo muy distorsionado, la URSS nos da una idea de algunos de los avances que se pueden lograr bajo el socialismo en esta esfera. Gran parte del arte de la propaganda soviética presentaba imágenes de un grupo racialmente diverso de personas que luchaban por el socialismo para enfatizar el hecho de que la batalla por el socialismo la lleva a cabo la clase trabajadora en todo el mundo. Además, la URSS ofreció educación gratuita a los ciudadanos de los estados africanos y estableció la Universidad de la Amistad del Pueblo Patrice Lumumba, que lleva el nombre del líder revolucionario congoleño de izquierda. Mientras tanto, en el archicapitalista Estados Unidos, la segregación racial duró hasta mediados de la década de 1950.

Además de eliminar la base material de estos diferentes tipos de opresión y prejuicio, el proceso de revolución y de construcción de una sociedad socialista acabará con estos prejuicios. En el contexto de la revolución socialista, son las cuestiones de clase las que pasan a primer plano mientras que las divisiones entre razas, géneros, etc., pasan a un segundo plano.
La huelga de los mineros en Gran Bretaña en 1984-85 es un ejemplo del efecto de un proceso revolucionario en las relaciones de género. Loretta Loach en su libro sobre las mujeres en la huelga minera explica cómo las relaciones entre hombres y mujeres se transformaron radicalmente dentro de las comunidades de la clase trabajadora en este momento como resultado de su lucha común contra el gobierno archicapitalista de Thatcher:

“A medida que las dificultades se profundizaban, más se fortalecía la determinación de las mujeres. Comenzaron a marchar con sus hombres y a asistir a mítines y reuniones aprendiendo todo el tiempo. Anteriormente, mujeres reservadas y apolíticas emergieron como creadoras talentosas y hablaron en reuniones con el fin de recaudar fondos para continuar con la tarea que tenían por delante ".

En la lucha por el socialismo lo importante es el compromiso con la revolución socialista, un rasgo de carácter que no se limita a ningún género o raza en particular. Todas las demás divisiones se rompen en el proceso de lucha común.

Florecimiento de la ciencia y la cultura

En la URSS se llevaron a cabo programas masivos de alfabetización y la nacionalización de bibliotecas públicas. Con más personas capaces de leer y escribir, la cultura literaria, teatral y poética de la gente podrá alcanzar nuevas alturas muy rápidamente.

En Venezuela, un país que bajo Hugo Chávez ha adoptado una serie de políticas socialistas como parte de la revolución bolivariana, los efectos del enorme programa de educación y alfabetización que ha enseñado a leer y escribir a 1,5 millones de personas, se pueden ver en el auge de la escritura de ficción venezolana. Según el periodista Boris Muñoz, la ficción venezolana se ha "abierto para encontrar un público mayor, a través de novelas negras, novelas históricas, sin renunciar a su propia idiosincrasia venezolana". Otro crítico literario, Antonio López Ortega, describe la ficción venezolana como “el secreto mejor guardado del Caribe”, mientras que en 2006 un venezolano ganó por primera vez el prestigioso Premio Herralde de Novela además de ser finalista al premio de ficción extranjera del diario Independiente. Además, en la Feria Internacional del Libro de La Paz en 2006, Venezuela eligió distribuir 25,000 libros gratis a la gente de La Paz y la vecina ciudad de El Alto, en lugar de venderlos a los visitantes internacionales adinerados, con el objeto de ampliar el acceso a cultura. Tales desarrollos y actitudes sólo han sido posibles en un país que ha utilizado la riqueza de sus recursos naturales en beneficio de la mayoría y no en beneficio de unos pocos

¡Sobre esta base, imagine lo que se podría lograr en el ámbito de la cultura en una sociedad socialista sana y plenamente desarrollada!

Y esta pregunta va más allá de la simple expansión de los programas de alfabetización. El socialismo ofrece a los jóvenes un futuro más brillante y lleno de posibilidades que, en comparación con las sombrías perspectivas para los jóvenes bajo el capitalismo, proporcionará la inspiración para grandes avances en el arte y la filosofía. No es coincidencia que los más grandes filósofos burgueses escribieran en los albores del capitalismo cuando la sociedad emergía del decrépito sistema feudal hacia un futuro capitalista más brillante. Del mismo modo, los artistas más grandes, Da Vinci, Beethoven, Shakespeare, etc., produjeron sus obras maestras gracias a la inspiración de la lucha revolucionaria de la burguesía contra el antiguo orden feudal. Estos avances culturales tendrán lugar con la llegada del socialismo; pero con el beneficio adicional de varios cientos de años de desarrollo humano a sus espaldas, estas obras maestras socialistas expresarán ideas en un plano infinitamente más alto que cualquier cosa que hayamos visto antes.

Una economía planificada permitirá que la inversión racional en investigación científica produzca resultados mucho más efectivos que en el caso del capitalismo. La asistencia sanitaria de Cuba de renombre mundial es producto de inversiones planificadas en desarrollo científico y su eficacia ha sido demostrada repetidamente, más recientemente con la cantidad superior de ayuda proporcionada por Cuba a los países afectados por el virus del Ébola y las cifras de número de médicos per cápita, como se mencionó anteriormente.

Cuando se trata de cuestiones científicas sobre el cambio climático, parece que el socialismo es lo único que puede salvarnos de la destrucción del planeta. Lo que necesitamos es un plan coordinado internacionalmente para hacer frente al cambio climático. Uno en el que las ganancias y las fronteras nacionales no sean una barrera. Si bien esta es la antítesis directa del capitalismo, describe el socialismo exactamente. Con los esfuerzos científicos planificados internacionalmente para reducir las emisiones y mitigar el cambio climático, podríamos resolver el problema más grave que enfrenta toda la vida en la tierra hoy.

La tecnología ya existe para aprovechar la energía del viento, las olas y el sol, que podría usarse para alimentar todo el planeta. En 1986, un físico alemán Gerhard Knies descubrió que en seis horas los desiertos de la tierra reciben más energía del sol de la que consumen los humanos en un año, lo que significa que un área del Sahara del tamaño de Gales podría proporcionar energía para toda Europa. Aprovechar esta oportunidad sería eliminar toda dependencia de los combustibles fósiles reduciendo así drásticamente las emisiones de carbono, algo que el planeta necesita desesperadamente. Esto no se hace porque sería un ejercicio poco rentable para aquellos capitalistas que han construido e invertido en enormes empresas de combustibles fósiles. El capitalismo es incapaz de planificar el futuro ya que sólo le interesan las ganancias a corto plazo. Desde el punto de vista de un capitalista, destruir el planeta es un precio aceptable a pagar por mayores ganancias, sobre todo porque son las personas más pobres del mundo las que sufrirán la peor parte del cambio climático extremo. Solo mediante una planificación democrática racional a largo plazo podemos hacer lo necesario para salvar el planeta.

Los avances científicos en la exploración espacial podrían perseguirse de manera mucho más eficiente utilizando una economía planificada en lugar de que cada nación produzca, lanzara y mantuviera sus propios satélites y otros equipos. De hecho, incluso ahora, las empresas privadas que intentan lanzar misiones a Marte han tenido que recurrir a proyectos financiados por el gobierno como la NASA para obtener ayuda con fondos y experiencia. Un sector público planificado racionalmente es una forma más eficaz de continuar la exploración espacial, como demostró la URSS al ser la primera nación en poner a un hombre en el espacio y al estar a punto de lanzar una estación espacial completa capaz de alcanzar los límites exteriores del Sistema Solar, mientras que los EE. UU. aún estaban en la etapa de poner un hombre en la luna.

El final y el principio

¿Habrá marxistas bajo el socialismo? ¿Tendrá la teoría marxista algún papel que desempeñar después de la victoria de una revolución socialista? Actualmente el marxismo es ante todo una herramienta política y quienes estudian las ideas y tratan de ponerlas en práctica son activistas políticos por encima de todo.

Sin embargo, en una sociedad socialista, el materialismo dialéctico, la filosofía del marxismo, seguirá siendo una herramienta vital para analizar los desarrollos de esa sociedad. Además, se convertirá en un elemento consciente de la investigación científica y la creación cultural. En la actualidad, esta filosofía está implícita en diferentes áreas de la ciencia, como la investigación de los procesos cuánticos y la teoría del caos, pero al convertirla en un elemento explícito en nuestra comprensión de la sociedad, la conciencia de los seres humanos se desarrollará mucho más y más rápido bajo el socialismo. Así como las filosofías del liberalismo y el racionalismo han jugado este papel en la sociedad capitalista, el marxismo jugará este papel bajo el socialismo.

El socialismo significa el fin de una sociedad en la que los seres humanos son oprimidos y explotados por otros seres humanos. Significa el fin de la propiedad privada a gran escala y el fin del beneficio privado y la anarquía del libre mercado. Pero el socialismo no significa el fin inmediato de todos los problemas del mundo y la creación de un paraíso en el que todos vivan felices para siempre; tampoco significa el fin de la historia y todo el desarrollo futuro de la sociedad humana.

De hecho, el socialismo es solo el comienzo de la historia. Promete un sistema que es capaz de desarrollar las fuerzas de producción hasta tal punto que los humanos pueden dejar de destruirse a sí mismos y a su planeta y, en cambio, comenzar a tomar el control consciente de sus propias vidas.

El filósofo Hegel decía que la verdadera libertad no proviene de intentar trascender las leyes que gobiernan el mundo, sino de comprenderlas; ya que, una vez comprendidas, estas leyes pueden aprovecharse para nuestro propio beneficio. La teoría del marxismo nos proporciona la comprensión de las leyes físicas, sociales y económicas que gobiernan el mundo y la práctica del socialismo nos brindará la libertad que proviene de aprovecharlas para nosotros mismos. Lo que hagamos con esa libertad será la cuestión que impulse todo el desarrollo humano futuro.

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