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EDITORIAL LUCHA DE CLASES Nº 61 - Las elecciones del 10 de noviembre serán las cuartas celebradas en 4 años. Esto refleja  la enorme inestabilidad social y debilidad que atraviesa el capitalismo español. La falta de autoridad de todos los partidos lo expresa la fragmentación del electorado.

Ahora, en el horizonte, se dibuja una nueva crisis económica, cuya inevitabilidad nadie duda.

Tras 6 años de recuperación débil, España enfila esta crisis en peor situación que en la anterior. En el pico del boom anterior, en julio de 2007, la Encuesta de Población Activa (EPA) registraba 20,5 millones de ocupados, mientras que en el pico del “boom” actual, que ya quedó atrás, había 19,8 millones, 700.000 menos.

En 2007, según la EPA, el desempleo se situaba en 1,8 millones de personas; y ahora está en 3,2 millones.

Mientras que en 2007 la deuda pública alcanzaba los 392.000 millones de euros (el 35,8% del PIB) ahora alcanza 1,21 billones (el 98,9% del PIB).

La desigualdad social se ha ampliado. En 2008, el 10% de los hogares más ricos tenía 9,7 veces más ingresos que el 10% de los más pobres; y en 2017 tenía 12,8 veces más. Es de suponer que esta brecha se ha agrandado desde entonces. A todo lo anterior se suma un mercado laboral más precario y con peores salarios que 11 años atrás.

La próxima crisis, por tanto, tendrá efectos más devastadores y el Estado dispondrá de menos recursos para hacerle frente. Por eso, la clase dominante está preocupada con el resultado de estas elecciones. Necesita un gobierno fuerte que resista la inevitable contestación popular a la crisis, así como el malestar popular en Catalunya siempre presente. Obviamente, quieren un gobierno fuerte de los partidos del sistema. Por eso tratarán de apostar a corto plazo por un acuredo PSOE-C’s, y si esto no fuera suficiente por una gran coalición PSOE-PP, aunque esto tratarán de dejarlo para más adelante y sólo como última opción.

La responsabilidad por las elecciones del 10N

En rigor, estas elecciones del 10N no debían haberse celebrado. La izquierda, la estatal y la nacionalista, disponía de mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado. Además, el PSOE contaba con el apoyo de los nacionalistas burgueses del PNV y de los regionalistas cántabros.

Claramente, el primer responsable del 10N es la dirección del PSOE. Como dócil sirviente de los empresarios y banqueros no podía aceptar un gobierno de coalición con Unidas Podemos (UP) que, aun con un programa moderado e insuficiente, podría generar muchas expectativas en millones de trabajadores, jóvenes y pensionistas e impulsarlos a la lucha para recuperar las conquistas sociales y democráticas perdidas.

Ahora los dirigentes socialistas han girado al “centro”, se envuelven en la bandera monárquica al grito de “Ahora España” y consideran que la Legión, de siniestro recuerdo para los obreros y campesinos españoles, “representa lo mejor de la historia de España”, según la ministra de defensa, Margarita Robles.

Este giro al españolismo reaccionario, el terreno predilecto de la derecha, está sembrando estúpidamente votos para el PP, quien también ha girado al “centro”.

Hay otro responsable de estas elecciones: la dirección de UP, con su incomprensible pretensión de forzar un gobierno de coalición con el PSOE que éste ni quería ni podía aceptar, y que concluyó en el fracaso de la investidura de Sánchez. UP debía haber apoyado la investidura de Sánchez y pasado a la oposición. Así podría haberse probado en la práctica, ante los millones que aún confían en Sánchez, la falsedad de su “izquierdismo”, permitiendo a UP emerger en la oposición como la única referencia de izquierda.

Ahora, muchos que votaron a la izquierda el 28 de abril se preguntarán: “¿Qué sentido tiene votar si tanto PSOE como UP auguran un nuevo bloqueo? UP sólo apoyará un gobierno de coalición con el PSOE, y éste lo rechaza ¿Iremos entonces a otras elecciones? Esto no tiene sentido”. Y tienen razón. Por tanto, un gran incremento de la abstención será inevitable, y esto perjudicará fundamentalmente a PSOE y UP; así que la victoria del “trifachito”, esta vez, no puede descartarse.

Más País, más oportunismo

En el colmo de la irresponsabilidad los dirigentes de UP se han pegado un tiro en el pie. Han dado ahora una oportunidad de oro a Íñigo Errejón para que emerja como una referencia estatal, a costa suya.

Errejón está atrayendo a todo tipo de burócratas y buscadores de cargos que anidan en las estructuras provinciales y regionales de Podemos, y que buscan un mejor lugar  para medrar. Errejón, que siente urticaria hacia cualquier tipo de izquierdismo, está en su elemento con este tipo de personajes.

Los dirigentes de UP reprochan a Errejón que carece de programa. Esto es muy cierto. Como oportunista y maniobrero consumado, su obsesión es escalar en el poder a cualquier precio. Pero la gente está cansada de palabras, y de programas muy bonitos sobre el papel, y exige hechos. Y el programa de UP por sí mismo no ha evitado el peligro de la vuelta de la derecha. Además, ¿de qué vale presentar un programa radical improvisado de la noche a la mañana sin participación alguna desde abajo, y que se guarda en el cajón al día siguiente de las elecciones, sin agitar por él el resto del año?

En cambio, Más País tiene algo que UP no está ofreciendo: previsibilidad. Errejón asegura que con él habrá “gobierno progresista”. Saque más o menos votos, mucha gente común no interiorizada con los problemas internos de Podemos, votará a Errejón con la esperanza de que algún gobierno “progresista” se formará.

La clase dominante también se siente bendecida por este regalo del cielo. Ya en mayo pasado, Errejón mismo propuso un acuerdo a PSOE y Ciudadanos para gobernar el ayuntamiento y la comunidad de Madrid ¡Esto entronca enteramente con los planes de la burguesía para el gobierno del Estado, que además podría darle un barniz “progresista” a esta maniobra!

UP debe cambiar radicalmente de rumbo

Si los dirigentes de UP quieren hacer valer la utilidad de su voto, deben cambiar radicalmente de táctica, y no queda tiempo.

UP debe proclamar su voluntad de ganar, presentándose con un programa radical en materia de empleo, energía, educación, sanidad, derechos democráticos, impuestos, etc., no en base a lo que el capitalismo español puede otorgar, sino de lo que necesitan las familias obreras. Esto sólo puede conseguirse con un programa socialista valiente que proponga nacionalizar los bancos, grandes empresas y latifundios, sin indemnización salvo a pequeños accionistas, y bajo el control de los trabajadores, y así planificar los recursos en beneficio de la mayoría.

UP debe comprometerse a apoyar la investidura de Sánchez si aquél resulta ganador en la izquierda, pasando a la oposición para tener la libertad de luchar por su propio programa. UP aparecería como una fuerza de izquierda con un programa valiente que se enfrenta a los ricos y poderosos, y además se ofrecería como garantía de que la derecha no llegará al gobierno, mientras avisa de la traición que prepara un eventual gobierno del PSOE. UP podría recuperar así la confianza de las bases perdida en años anteriores, e incrementarlas. Esto redundaría en mayor apoyo electoral el 10N. En cambio, mantener su táctica actual a favor de un gobierno de coalición imposible, es suicida.

Con su obsesión por gobernar con el PSOE como socio menor, los dirigentes de UP  admiten que ya no aspiran a superar al PSOE electoralmente, y que consideran a UP una fuerza subalterna. Sólo confían en ser vistos como una fuerza útil, no en la fuerza de su programa y en la intervención en las movilizaciones sociales, sino como parte de un gobierno al precio que sea. En lugar de transformar la sociedad y terminar con el régimen monárquico decrépito del 78, aspiran a integrarse al mismo y a gestionarlo dentro de los límites del capitalismo.

La necesidad de una corriente socialista revolucionaria

Para nosotros, la actual dirección de UP no está a la altura de lo que demanda la situación.

¿Qué hacer entonces? Pese a todo, las capas más avanzadas de los trabajadores y de la juventud siguen mirando a UP como su referente, porque no existe otra cosa a la izquierda. Por eso llamamos a votar críticamente a UP. Pero eso no basta, el elemento más relevante que se hace notar es la ausencia de una corriente socialista revolucionaria, tanto en materia de programa como de orientación e intervención en la lucha de clases, que presente una alternativa completa de sociedad. A los trabajadores, jóvenes, mujeres y luchadores sociales avanzados que buscan una alternativa radical y revolucionaria, les decimos que se unan a los socialistas revolucionarios, a Lucha de Clases y la Corriente Marxista Internacional, para luchar organizadamente por la república y el socialismo, como parte de la lucha por el socialismo a nivel mundial. 

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