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Editorial del nº 59 de Lucha de Clases - En pocas semanas el gobierno de Pedro Sánchez será investido por el Congreso de los Diputados. Probablemente será un gobierno monocolor con algunas personalidades “independientes”. Quedaría así descartada la pretensión de los dirigentes de Unidos Podemos (UP) de formar un gobierno de coalición con el PSOE, quien a lo sumo les ofrece un “gobierno de cooperación”, sin ministros propios pero con cargos en la Administración.

La imagen transmitida por los dirigentes de UP, suplicando un lugar en el gobierno de Sánchez, ha sido lamentable. Además del cretinismo parlamentario que les invade, sin duda existen intereses de aparato que también les empujan hacia esta política. En respuesta, Sánchez ha tratado su petición con un desprecio insultante.

La organización que llevó el pánico a la clase dominante hace 5 años, impugnando este régimen podrido, y que consiguió barrer electoralmente al PSOE en la mitad del país, ahora se limita a implorarle de rodillas un lugar en el gobierno ¡Qué caída tan indecorosa!

Sin duda, también existe un cálculo táctico en la posición de la dirección de UP: insistir hasta el final para entrar en el gobierno para dejar claro que es el PSOE quien no quiere una coalición de izquierdas. Esta posición desafía la lógica más elemental y convierte este cálculo en una actitud absurda. Dicen los dirigentes de UP, con razón, que Sánchez no quiere, que se ha desdicho de muchas de sus promesas de campaña, que hace guiños a Ciudadanos, etc. pero que bastarían unos cuantos ministros de UP en minoría para convertir lo negro en blanco, y un gobierno timorato y cobarde en un verdadero gobierno de izquierdas que traería grandes transformaciones sociales. Es decir, que por algún efecto mágico ¡la minoría en el gobierno le impondrá el programa de gobierno a la mayoría, un programa de gobierno que ésta no quiere! ¿No sería mejor hablar claro desde el principio, explicando cómo son las cosas realmente, en lugar de crear falsas ilusiones en la militancia y votantes de UP y de gran parte del PSOE?

¿Un “gobierno de colaboración”?

Descartando la coalición, Pedro Sánchez detalló cuál sería el papel de UP en el gobierno “de colaboración” que le ha propuesto: “que sea socio preferente parlamentario; un acuerdo programático para poner en marcha avances sociales; y cooperación institucional” (eldiario.es 21/6/19). Es decir, UP carecería de poder decisorio en la acción de gobierno pero debería guardarle lealtad con “un acuerdo programático”.

En el momento de escribir este Editorial la dirección de UP aún rechazaba el ofrecimiento de Sánchez, insistiendo en la idea de la coalición, pero esto es algo secundario. Si hay acuerdo, sea en forma de coalición o de “cooperación”, debe darse sobre una base programática. En la noche electoral del 26 de mayo, Pablo Iglesias declaró: “Somos conscientes de la fuerza que tenemos, y a la hora de negociar el gobierno no vamos a poder pedir muchos elementos que nos gustaría”. Hablando claro: esto significa un programa impuesto por Sánchez donde las principales propuestas de UP quedarían fuera, por mucho que Iglesias esté tratando ahora de exagerar el alcance de medidas en un gobierno de coalición con el PSOE.

Está claro que Sánchez, atendiendo los intereses de la clase dominante, no quiere un gobierno de coalición con UP. Por muy poco que le exijan los dirigentes de UP, una coalición de izquierdas despertaría importantes expectativas en las familias obreras, que no se conformarían con migajas.

El pasado 5 de junio, la Comisión Europea pidió a Sánchez un ajuste de 15.000 millones de euros en dos años, que éste no replicó ¿Cómo podrían cumplirse entonces  los “artículos sociales” de la Constitución que demanda Pablo Iglesias? La ministra de Economía, Nadia Calviño, ha declarado que no revertirá la reforma laboral del PP, mientras que el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, ha respondido que los sindicatos saldrán a la calle si no la deroga. Así, el gobierno estaría sometido a la presión opuesta de empresarios y trabajadores. Y la experiencia histórica ha demostrado que los gobiernos del PSOE en los momentos decisivos siempre han cedido a la presión de los primeros, frustrando las aspiraciones de la clase trabajadora.

Sánchez, por tanto, necesita aguar las expectativas creadas en las familias obreras. Quiere un gobierno propio y tener las manos libres para pactar a izquierda y derecha, sin amenazar la estabilidad del régimen ni los intereses fundamentales de los empresarios, con la esperanza de que Ciudadanos se baje del monte para alcanzar un acuerdo con este partido. Los sectores más inteligentes de la burguesía en el IBEX35 están presionando arduamente en esta perspectiva, hasta ahora sin éxito.

UP debe permanecer en la oposición

Pablo Iglesias apoya sus pretensiones de entrar al gobierno central en los acuerdos que ha alcanzado con el PSOE y otras fuerzas regionales de izquierda en Valencia, Baleares, Canarias y La Rioja. Pero ya tuvimos el precedente del gobierno de coalición con el PSOE en Castilla-La Mancha en la legislatura anterior. Supuestamente, UP iba a demostrar sus dotes de estadista y su “utilidad” en las instituciones. El resultado fue catastrófico. El 26 de mayo, el PSOE consiguió una mayoría absoluta en el parlamento regional y UP se quedó fuera.

Lo que UP debería hacer es presentarse ante la opinión pública con su programa. En las campañas electorales los dirigentes de UP deslizaron algunas propuestas relevantes: derogación de las reformas laborales y de la ley Mordaza, un impuesto a los bancos, contratos temporales hasta 6 meses por única vez, universidad pública y atención bucodental gratuitas, educación infantil pública de 0 a 3 años, salario mínimo de 1.200 euros, obligatoriedad de los tenedores de 10 viviendas en adelante de ofertar sus propiedades en alquiler, una compañía pública de energía, entre otras. UP debe explicar que esta vez la izquierda sí tiene mayoría absoluta, sumando los escaños de la izquierda estatal y nacionalista. No hay excusas para que el PSOE rechace estas demandas, y si lo hace es porque le atan más los intereses de los ricos que los de las familias obreras.

Luchar en la calle

En lugar de un gobierno de coalición o “de colaboración” con el PSOE, para hacerse corresponsable de su política timorata y cobarde, UP debe votar la investidura de Sánchez y permanecer en la oposición, apoyar las medidas progresistas que  impulse el gobierno y oponerse a las que supongan un paso atrás. Y debe llamar a la movilización en la calle para luchar por su propio programa.

Contra la reforma laboral y la ley Mordaza que Sánchez no va a derogar, contra el encarecimiento de la vivienda y de la luz, contra los precios abusivos de las matrículas en la universidad, contra las provocaciones del aparato del Estado sobre la Memoria Histórica, los dirigentes de UP deben emplazar a los sindicatos y movimientos sociales de cada ámbito a movilizar unitaria y activamente en la calle para exigir soluciones a estas demandas sociales. No pedimos a los dirigentes de UP que defiendan un programa socialista como el nuestro, sino que luchen en la calle por el programa que ellos mismos levantaron el 28A y el 26M.

Hay cientos de miles dispuestos a pelear por ese programa y contra las provocaciones del “trifachito”. Si UP no muestra su utilidad ante sus bases y millones de votantes de esta manera, su declive político y organizativo proseguirá y se encontrará completamente desarticulado cuando una nueva oleada lance de nuevo a millones a las calles.

Legislatura inestable

La burguesía española está muy preocupada por el foso abierto entre los bloques de izquierda y derecha, agrandado aún más con los pactos postelectorales en ayuntamientos y autonomías.

Las provocaciones reaccionarias del “trifachito” han escorado a la izquierda a la clase trabajadora, que desconfía de un acercamiento de Sánchez a Ciudadanos. Pero la burguesía necesita liberar al gobierno de la presión de sus bases para someterlo firmemente a su control. Por eso quiere resucitar el “centro” a través de un pacto PSOE-Cs, ejerciendo una presión implacable sobre la dirección de este último para que rompa con la derecha, lo que está provocando fisuras importantes dentro de Cs.

Realmente, no existen diferencias sustanciales entre PP y Cs. Sus vínculos con las grandes empresas, el aparato de Estado neofranquista y la embajada de Washington en Madrid son los mismos. La trayectoria de Cs en los últimos años lo demuestra. El supuesto “centro” liberal que debería representar Cs sólo es un taparrabos para ocultar la explotación del país a favor de los ricos. La burguesía no quiere hoy un gobierno “trifachito” en la Moncloa, sin una base social sólida y con los payasos lunáticos de Vox dando la nota, porque mostraría sin tapujos su carácter de clase y reaccionario, y detonaría una explosión social. Sus intereses se defienden mejor hoy bajo un disfraz de “centro” PSOE-Cs que mantenga la fundamental de la política de ajuste y represiva de los últimos años con un rostro “amable”.

Por ahora, la dirección de Cs mantiene su bloque sólido con PP y Vox, aunque eso podría cambiar. Mientras tanto, el PSOE está obligado a recostarse incómodamente sobre UP y los independentistas catalanes de ERC.

Así las cosas, ¿qué ocurrirá dentro de unos meses tras la sentencia del “Procés”? Como mínimo, habrá condena por sedición. El aparato del Estado y el régimen se jugarían su reputación con una condena menor. El movimiento de Catalunya se levantará una vez más exigiendo el indulto de los condenados. UP estará obligada a respaldar esa demanda para no caer en un descrédito completo. La derecha, en cambio, no querrá oír ni palabra de eso. ¿Qué posición adoptará el gobierno? Nadie sabe. Además del fracaso de su política de medias tintas en el terreno social, por sus ataduras con el gran capital, Sánchez corre el peligro de quedar en tierra de nadie sobre Catalunya y en todos los asuntos fundamentales, abandonado a derecha e izquierda.

Sánchez podría buscar un aliado en la nueva formación amorfa que está gestándose alrededor de Íñigo Errejón. La escandalosa pretensión de Errejón de llegar a un acuerdo con Ciudadanos y PSOE en el ayuntamiento y la Comunidad de Madrid demuestra que ninguna diferencia sustancial le separa del PSOE de Sánchez. Pero esta organización aún está en pañales, sin estructuras, y su perfil abiertamente pequeñoburgués y timorato apenas le deja espacio para crecer a la izquierda del PSOE.

Pase lo que pase, la nueva legislatura será cualquier cosa menos estable. Debemos estar preparados para cambios bruscos y repentinos en la situación, mientras impulsamos una corriente socialista revolucionaria dentro del movimiento que proponga una alternativa completa a los problemas sociales y democráticos insolubles del capitalismo español

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