Editoriales
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El humo tóxico del chovinismo y del patriotismo español comienza a dispersarse rápidamente, conforme se diluye el ambiente reaccionario de histeria anticatalana y pro-régimen promovido por la clase dominante, sus políticos y sus medios de comunicación. Como venimos explicando desde hace meses, no existe una base material en la sociedad española que dé un sustento sólido a la confianza de las familias trabajadoras en el régimen del 78, alrededor de la bandera rojigualda y de su monarca.

En 2017, los salarios volvieron a perder poder adquisitivo (-0,6%), igual que los pensionistas (-1,75%) y los funcionarios (-1%). El empleo temporal aumentó hasta el 26,7%. El empleo a tiempo parcial alcanzó al 15% de la población. 8 de cada 10 jóvenes menores de 30 años viven con sus padres, según el Consejo de la Juventud de España, porque no pueden pagar un alquiler. Según UGT, los salarios de los nuevos contratos son hasta un 30% inferiores a los de los trabajadores veteranos en la misma empresa. Y, según el propio Ministerio de Trabajo, el 25,8% de los contratos en 2017 duraron una semana o menos. Esta es la realidad que ninguna banderita española puede ocultar.

Las protestas de los jubilados

Dialécticamente, son los pensionistas –tradicionalmente más pasivos y retardatarios al cambio– quienes han pasado al frente de la movilización social, ayudando a transformar el ambiente. Esto no es casual, la recuperación de la protesta social tenía que comenzar por las capas que, hasta el momento, habían permanecido al margen del movimiento, tras la quemazón sufrida en años anteriores por los sectores que protagonizaron la intensa lucha social del período 2011-2014. Tampoco es casualidad que a la cabeza de este movimiento se hayan situado veteranos activistas sindicales y de izquierda de los años 70. La chispa que ha provocado la movilización de los jubilados es la ridícula subida del 0,25% de las pensiones –apenas 1-2 euros de media al mes– en medio del alarde del gobierno del PP sobre el crecimiento económico y el aumento del empleo. A esto se han sumado las declaraciones provocadoras de Rajoy y de políticos del PP, insinuando que la gente debe ahorrar y suscribirse a un plan privado de pensiones.

En realidad, la llamada crisis del sistema de pensiones es una muestra de la crisis del capitalismo español. Una de las razones del déficit de la Seguridad Social se debe a la exención y bajada de impuestos a las grandes empresas, pese a que sus beneficios han recuperado el nivel anterior a la crisis. Esto se agrava con el empleo precario y los bajos salarios de los nuevos contratos, que reducen también las cotizaciones de estos trabajadores al sistema. Pero el capitalismo español no tiene alternativa a al empleo precario. Lo necesita para sobrevivir ante la competencia global, dado el bajo nivel competitivo de su tecnología y su renuencia a invertir para modernizarla.

En una situación donde la deuda pública ha alcanzado el nivel más alto de la historia, con 1,44 billones de euros, el 98,8% del PIB, la política de austeridad y recortes en el gasto público se mantendrá. El gasto de las pensiones, que es creciente, sólo puede sostenerse sacándolo de otras partidas del recortado gasto público. Es un escándalo que habiendo cerca de 4 millones de parados, no puedan encontrar una actividad productiva  y crear un 25% de riqueza adicional en el país, para suministrar recursos para pensiones y otros gastos sociales. Y no encuentran trabajo porque, dada la crisis global y el limitado tamaño del mercado local y mundial, no hay dónde colocar la producción de 4 millones de trabajadores adicionales. Esta es la lógica irracional del sistema capitalista, que no puede utilizar la enorme riqueza potencial existente porque lo impide la camisa de fuerza de la propiedad y del beneficio capitalista. Producen, no para satisfacer necesidades sociales, sino para conseguir beneficios para unos pocos.

Un nuevo ciclo de luchas

En el ambiente se barrunta un espíritu de revancha entre la clase trabajadora y la juventud, tras años de retrocesos sociales y democráticos. Además de los jubilados, hay luchas de los trabajadores y usuarios de la sanidad pública, funcionarios, etc. Las protestas laborales aunque están a un nivel bajo, aumentan mes tras mes. Este 8 de marzo tenemos la movilización y huelga contra la opresión de la mujer, que se anuncia masiva y dará rienda suelta a la rabia e indignación acumuladas. Más relevante aún, desde el punto de vista político y de la conciencia: están comenzando a darse movilizaciones contra la represión del Estado y los recortes a los derechos democráticos. Ahí están las protestas contra las condenas a tuiteros y cantantes de rap, o el escándalo por la censura en la feria anual de arte ARCO de un mural fotográfico con los presos políticos que existen en el Estado español, incluidos los presos independentistas catalanes. Si los dirigentes de la izquierda española quisieran mostrar la mitad del valor que han exhibido los jubilados en sus protestas, deberían poner en pie una plataforma estatal contra la represión que organizara movilizaciones multitudinarias en la calle y frente a los juzgados, para arropar a cada encausado y condenado, generando un movimiento de masas de protesta y desobediencia civil, que pondría al débil gobierno del PP contra las cuerdas. Esto ayudaría, además, a estrechar lazos de solidaridad y comprensión hacia la lucha en Catalunya contra la represión del régimen, disolviendo el anticatalanismo reaccionario que sigue propagando la clase dominante.

Ahora Alberto Garzón ha anunciado una iniciativa parlamentaria para derogar toda una serie de leyes antidemocráticas, pero eso es insuficiente. La gente está cansada de iniciativas parlamentarias que terminan siendo papel mojado y no sirven para cambiar la situación. Lo que se necesita es organizar el movimiento de la calle, que está huérfano de orientación y dirección.

El gobierno del PP tiene fecha de caducidad

Ante el hartazgo cada vez más amplio hacia el gobierno de Rajoy, la burguesía está preparándose para el inevitable final. A la insatisfacción social creciente se suma la podredumbre corrupta que corroe al partido del gobierno. Lejos de ofrecer estabilidad, la incompetencia de Rajoy y de sus ministros aparece como un tanque de combustible en medio del fuego social. No es casualidad, por tanto, que los sectores decisivos de la burguesía estén promocionando descaradamente a Ciudadanos, como recambio. Es el caso de El País, el ABC, El Mundo, y otros. Están inflando sus encuestas de opinión para crear un estado de opinión pública favorable a Albert Rivera. En el horizonte, tienen planeada la perspectiva de un gobierno de coalición C’s-PSOE, como sustituto del PP.

Pedro Sánchez, “el mudo”, no le hará ascos a esta perspectiva que ya intentó sin éxito tras el 20D de 2015. Su “izquierdismo” explotó como una pompa de jabón, volviendo al redil del régimen de manera servil, como hemos visto en el conflicto catalán. Los actuales refunfuños de la dirección socialista contra Ciudadanos tienen como objetivo aspirar a ser el primer violín en un nuevo parlamento y en ese hipotético gobierno de coalición.

Es improbable que Rajoy termine esta legislatura. Llegado el momento, a indicación del IBEX35, Ciudadanos le soltará la mano para provocar una crisis de gobierno y un adelanto electoral. Pero la burguesía sólo dará este paso cuando considere que tiene plenas garantías de éxito. Aguardará a que se profundice el descrédito del PP, mientras Ciudadanos, como está haciendo, comenzará a marcar distancias con su política. Indudablemente, explotarán demagógicamente las ansias de cambio y estabilidad de las clases medias y de los sectores más atrasados de la clase obrera que podrían depositar expectativas en un gobierno “de progreso” C’s-PSOE. En perspectiva, el fracaso de estas expectativas preparará más adelante un giro masivo de estas capas a la izquierda.

Perspectivas para Unidos Podemos

Sin embargo, en el volátil ambiente social y político del país, nada está predeterminado. Pese al lamentable papel de la dirección de Unidos Podemos en el conflicto catalán, negándose a acompañar hasta el final la lucha contra el régimen monárquico, y al cretinismo parlamentario que ha caracterizado su política en el último año, la ruptura irreversible con el régimen del 78 de millones de trabajadores y jóvenes, y el nuevo ambiente social que se prepara, colocarán a UP como un punto de referencia ineludible. Pese a su declive en los últimos meses, UP mantiene una sólida base de apoyo en las encuestas. Con una política valiente y ofensiva podría remontar y situarse, si no como una alternativa de gobierno a corto plazo, sí como la oposición clara al régimen monárquico. En este proceso, lo que se necesita es desarrollar una fuerte corriente marxista que aporte al movimiento, dentro y fuera de UP, una alternativa republicana, socialista y revolucionaria frente a la crisis orgánica del capitalismo español y del régimen que lo sustenta.

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