Arte y cultura
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El grupo madrileño VVV [Trippin’ You] estrena su tercer LP “Turboviolencia” el 5 de noviembre de 2021. Su música mezcla influencias post-punk con la música electrónica de los 90. Sin ser un grupo explícitamente político, su mensaje cala hondo en la juventud obrera. Sus letras hablan de fiestas, drogas y violencia, pero sobre un trasfondo de rabia contra el sistema y energía revolucionaria. Hablamos con Adrián Bremner, cantante; y Salvi Urbaneja, bajista.

Imagen: Helsinkipro

¿Que es Trippin’ You? ¿Cómo os definiríais?

Salvi Urbaneja: Un grupo de música que bien podría ser un grupo de gente que te encuentras en un parking.

Adrián Bremner: Un grupo de música que hace lo que le gusta, sin estar definidos en ningún género ni nada.

Sin ser un grupo político, representáis a una generación. Habláis de experiencias y de una ansiedad que representa a nuestra generación y al capitalismo en su etapa agónica. ¿Cuánto de este mensaje es intencionado?

AB: En nuestras letras hay más contenido político que otra cosa. Es fácil entreverlo, pese a que no tenemos letras panfletarias de “rapero chapas” que te da la murga. A la gente no tengo que decirle revolución, eso ya lo saben. Mola más contar las vivencias en este sistema que nos “turbodestruye”, y el mensaje llega mucho mejor. Incluso en la música que elegimos hay una decisión política. Pese a la etiqueta postpunk, quizá nos acercamos más a la música que se escucha en parkings en el extrarradio de Madrid, la música que se hacía en Alcorcón a finales de los 90…

Contadnos un poco sobre Turboviolencia. ¿Qué hay de nuevo?, ¿Qué hay de antiguo? ¿Qué podemos esperar?

SU: De nuevo, hay más revoluciones por minuto y hay un trabajo mucho más completo a nivel de producción, se ha grabado en un estudio profesional, y un nuevo bajista (rie).

AB: los anteriores discos los grabábamos en mi casa, y ahora el sonido es más profesional. Hemos contado con un ingeniero de mezclas, de mástering… También hemos incluido sonidos más agresivos, más rápidos… quedan cosas de Escama, pero de L’Ennui no queda nada.

La precariedad está al orden del día, especialmente para la juventud española. ¿Cómo es la precariedad en la música?

AB: no hay contratos. Trabajas en negro, incluso para instituciones públicas, y falso autónomo es a lo que más puedes aspirar. Hay ciertos sitios que contratan de forma digna, pero en la mayoría de los sitios cobras todo en negro o eres autónomo. Si quieres que te den de alta en la seguridad social, tienes que poner tú el dinero de tu bolsillo, te lo quitan del caché. La precariedad en la música es mucho más salvaje que otros sectores, junto con el audiovisual.

Y es un sector en el que se saca un beneficio brutal, ¿Verdad?

AB: Sí, y ya no solo son los promotores y los dueños de sala, que sacan unos márgenes bestiales, sino la diferencia entre la gente que vive de la música y la que no podemos vivir sólo de la música. Cachés desorbitados, beneficios ingentes… Se ve perfectamente quién es el obrero y quién es el empresario.

Estáis bastante activos en la sección musical de la CNT. ¿Podéis contarnos algo sobre la campaña contra Spotify, y también sobre qué otros frentes estáis reivindicando en la actualidad?

Lo de Spotify fue algo que se originó en EEUU a partir de la pandemia, y nos unimos a la campaña internacional. Spotify saca unos beneficios brutales. Pero también el problema son los intermediarios. Gente que compra las listas de reproducción para que sólo salgan sus artistas… Es un sistema muy complejo y opaco, así que no sabes muy bien dónde tienes que apuntar. Con la vuelta a la normalidad, queremos sacar a la luz los tratos injustos. Estamos creando un sello para los promotores y salas que sí dan un trato digno a sus artistas, y mandar inspecciones a sitios donde sabemos que están ocurriendo malas prácticas, o sea, al 99% de los lugares. El tema de Spotify es una campaña más a largo plazo, porque es una lucha más complicada.

SU: sí, la música es muy oligárquica. En cuanto te metes en el mundillo, tienes que estar a tope. Ellos tienen todo el control. En la música no hay clases medias, y como todo funciona a golpe de algoritmo y lo controlan ellos, limitan tu exposición, y hacen ganarse la vida con la música prácticamente imposible. Spotify es un parte del problema, pero no es la raíz. El problema es la industria musical en su conjunto y no acabará hasta que no acabe el capitalismo.

Hablamos del arte como industria dentro del capitalismo, que premia la inmediatez y acogerte a ciertos patrones populares, lo que restringe tu capacidad de poder crear libremente. ¿Cómo os afecta esto?

SU: Es una serpiente que devora su propia cola. Hagas lo que hagas, vas a perder. Tienes que estar haciendo cosas todo el rato. Cuando empezó la música Trap, estos artistas sacaban música prácticamente a diario. Ahora, parece que o sacas un disco al año, como mínimo, o estás “fuerísima”. Del mismo modo, si sacas cosas todo el rato, quemas a la gente y se te repudia. No tienes la oportunidad de tener la carrera que quieras y hacer música cuando te venga la inspiración. Hay que encontrar un equilibrio imposible en el que la música es un trabajo que también está influido por tus vivencias personales. Esto hace de la música algo que consumir y tirar, sin poder desarrollar carrera.

AB: Cierto. De los grupos que había cuando yo empecé a salir por Madrid no queda nadie. Como no da dinero, te come tiempo y acabas dejándolo. Si te da dinero un tiempo, como los ciclos son rapidísimos, una exageración del capitalismo, a los dos días has desaparecido. A Trippin’ le queda un disco como mucho, porque la gente ya no consume grupos, consumo proyectos. Es una pena, pero las cosas funcionan así.

¿Queréis decirnos algo para concluir?

AB: Muerte a todo.

SU: Gandhi fue un error.

 

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