Una semana antes de que Ben Alí se viera obligado a huir, la revista británica The Economist negó la posibilidad de que Ben Ali fuera derrocado, e incluso que su régimen fuera sacudido. Luego, una vez que Ben Ali fue depuesto, agravó el error al tranquilizar a sus lectores afirmando que la revolución de Túnez no se extendería a países como Egipto, porque Egipto era "diferente", por supuesto. A los pocos días estalló Egipto.

Los compañeros de la Corriente Marxista Internacional "El Militante" en Bolivia, han sacado una declaración de solidaridad con la revolución árabe, en forma de afiche que está circulando en Potosí, Santa Cruz, Cochabamba y Sucre y La Paz.

Las masas han vuelto a tomar las calles en las mayores manifestaciones vistas hasta ahora en Egipto. Lo llaman el día de la despedida. Ya, esta mañana, Al Jazeera mostró una inmensa multitud de personas entrando en tropel en la plaza Tahrir. El estado de ánimo no era ni tenso, ni de miedo, sino de júbilo.

Este progrom fue presentado a la opinión pública mundial como una respuesta espontánea de ciudadanos comunes y corrientes que ya están hartos del desorden. Los medios de comunicación lo describieron como un choque entre dos movimientos políticos rivales.

La revolución en Egipto está alcanzando un punto crítico. El viejo poder del Estado se derrumba bajo los golpes de martillo de las masas. Pero la revolución es una lucha de fuerzas vivas. El viejo régimen no tiene intención de rendirse sin lucha. Las fuerzas contrarrevolucionarias están pasando a la ofensiva.

La Gran Pirámide de Giza ha durado 3.800 años. Hosni Mubarak ha durado algo menos, pero le gustaría sobrevivir un poco más. La diferencia de su régimen con la pirámide de Keops es que es una pirámide invertida. Toda su fuerza está en la parte superior, pero sólo hay un pequeño punto en la parte inferior. Las leyes de la gravedad y la arquitectura nos dicen que tal estructura es inherentemente inestable. El menor empujón puede hacer que toda la estructura se derrumbe.