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El segundo "día de acción" del 31 de enero vio grandes multitudes en las calles de Francia para oponerse a los ataques planeados por Macron contra las pensiones. La confederación sindical de la CGT estimó que hubo 2,8 millones manifestantes, que de ser exacto sería la mayor jornada de manifestaciones desde 2010.

Además de una alta participación de maestros, trabajadores de refinerías de petróleo, trabajadores del transporte, etc., multitudes de jóvenes, y especialmente de estudiantes secundarios, estaban en las calles para oponerse a que sus futuros fueran sacrificados en el altar de la ganancia. La ira de las masas es palpable. Ahora, ¿adónde vamos a partir de aquí?

Reproducimos el último editorial de Révolution (el periódico francés de la CMI), que apareció en la víspera del día nacional de acción. Los camaradas explican que, independientemente de su magnitud, ningún día de acción, por sí solo, puede hacer retroceder los ataques del gobierno. ¡Lo que se necesita es un programa de escalada hacia una huelga indefinida!

Macron y sus ministros se han dado cuenta de que pueden tener que modificar su proyecto de ley de pensiones. Podrían, por ejemplo, cambiar la cláusula actual que penaliza a las mujeres jubiladas dos veces. Se podría avanzar con otros "ajustes" con la esperanza de debilitar el movimiento de oposición. Pero las grandes empresas y el gobierno a su servicio siguen determinados a preservar la esencia del proyecto de ley: el aumento de la duración de las contribuciones (hasta 43 años) para conseguir la jubilación máxima, el aplazamiento de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años y el fin de los regímenes especiales para ciertos trabajadores.

Desde el punto de vista de la burguesía, esta contrarreforma es un gran desafío: por un lado, conducirá a ahorros presupuestarios significativos (a expensas de los trabajadores); por otro lado, promoverá el desarrollo del mercado privado de pensiones, que es una oportunidad potencialmente colosal de obtener ganancias.

Por su parte, Macron sabe que, si pierde esta batalla, saldrá de ella tan debilitado que tendrá que disolver la Asamblea Nacional, sin la menor garantía de encontrar una nueva mayoría en las urnas. Esto está fortaleciendo la determinación del presidente y sus ministros.

“Huelgas reconducibles”

El 19 de enero confirmó lo que las encuestas ya indicaban: la abrumadora mayoría de los trabajadores se opone a esta nueva contrarreforma. Pero está claro que esta poderosa movilización también fue alimentada por otros factores: la inflación, el deterioro de las condiciones de trabajo, la precariedad del empleo, la destrucción de la salud pública, y muchos otros problemas que la crisis del capitalismo está agravando constantemente. El país está plagado de una ira profunda y creciente. Los estrategas más sabios de la burguesía entienden esto. Saben que una vez que se abren las compuertas de la ira social, el torrente puede escapar de los canales seguros, ir más allá del marco de los ‘días de acción’ y tomar la forma de un vasto movimiento de huelgas, que se extienda de sector a sector hasta que haya una parálisis completa del país.

El gobierno solo retrocederá si el movimiento está firmemente comprometido en esta dirección. No olvidemos que, si Jacques Chirac renunció a su Primer Contrato de Empleo (CPE) en 2006, no fue bajo la presión de unos días de acción aislados. La lucha contra el CPE escapó al control de los dirigentes sindicales. La juventud de la escuela secundaria y la universidad se movilizaron masivamente, día y noche; invadieron las estaciones de tren, provocaron huelgas espontáneas en los servicios públicos y se ganaron la simpatía de toda la clase trabajadora. Las huelgas estallaron espontáneamente en todo el país, incluso en compañías que tenían fama de ser "pacíficas". En cierto momento, Chirac -quien experimentó de primera mano el Mayo del 68- sintió que la terquedad de su gobierno corría el riesgo de provocar una agitación social generalizada.

Las condiciones de nuestra victoria son, por lo tanto, bastante claras. Se debe hacer todo lo posible para involucrar a tantos sectores como sea posible en un movimiento de huelgas reconducibles (huelgas indefinidas que se renuevan día a día). Naturalmente, no debemos contar con Laurent Berger (líder de la CFDT - confederación sindical democrática francesa) para avanzar un milímetro en esta dirección. Y lamentablemente, Philippe Martínez (líder de la CGT) apenas es más combativo: concentra todas las esperanzas en la estrategia de los días de acción, a pesar de su notoria insuficiencia en los últimos 20 años. Dicho esto, varias federaciones de la CGT, incluidas las de las industrias energética y química, han establecido un "calendario" para una escalada hacia huelgas reconducibles. Los trabajadores ferroviarios también han anunciado movilizaciones, complementarias a los días de acción. Una cosa es cierta: o estas iniciativas toman forma y se expanden a otros sectores, o el gobierno ganará esta batalla.

¿Podría haber una tercera vía, en forma de una concesión del gobierno a la CFDT? Laurent Berger está en contra de retrasar la edad de jubilación, pero está muy a favor de aumentar la duración de las contribuciones y la destrucción de los regímenes especiales. Se opone al cianuro pero nos ofrece un vaso de arsénico. Esta es la formulación de este agente consciente de la burguesía dentro del movimiento obrero. No se puede descartar por completo que, en algún momento, si el movimiento de oposición crece, Macron renunciara al aumento de la edad de jubilación y mantenga todo lo demás en el proyecto de ley. Pero está lejos de ser inevitable, porque tal concesión sería una espada de doble filo: podría alentar el movimiento en lugar de dividirlo. Además, el gobierno saldría debilitado. Por lo tanto, Macron no tiene un interés inmediato en tal compromiso.

¡Pasar a la ofensiva!

Lo hemos dicho antes: la movilización se alimenta de una ira generalizada. Precisamente por esta razón, el movimiento no debe contentarse con exigir el abandono del proyecto de reforma. Debe tener un programa positivo y combativo. En el editorial del número anterior de Révolution, explicamos lo siguiente:

En un contexto en el que llueven golpes por todos lados (inflación, pobreza y precariedad crecientes, desintegración de los servicios públicos, etc.), los jóvenes y los trabajadores tomarán medidas de una manera excepcionalmente masiva y duradera solo si el objetivo de la lucha es mucho más amplio que el abandono de este proyecto de reforma, que sabemos bien que, si se expulsa por la puerta, volvería por la ventana unos años más tarde, si nada más cambia. Los objetivos de la lucha deben estar a la altura de los sacrificios que requiere”.

Por supuesto, no se excluye que un vasto movimiento de huelgas reconducibles pueda comenzar sobre la base de la consigna única de abandonar el proyecto de reforma. Pero un programa más combativo facilitaría la participación de amplias capas de jóvenes y trabajadores.

Tomemos, por ejemplo, la situación de la juventud. Saben muy bien que su derecho a la jubilación, en tres o cuatro décadas, no estará vinculado al destino del actual proyecto de reforma. Sabe más o menos que su futuro, a todos los niveles, está amenazado por la crisis del capitalismo y las políticas reaccionarias de los gobiernos. Ciertamente, no podemos excluir que la juventud se movilice masivamente contra el proyecto de reforma actual, aunque solo sea con el objetivo de infligir una derrota a Macron.

Pero la movilización de los jóvenes se vería muy facilitada si la dirección del movimiento pidiera medidas que afecten directamente a sus condiciones de vida actuales, por ejemplo: educación superior gratuita y eliminación de la asignación injusta de plazas universitarias.

Un programa combativo, ampliamente difundido y construido adecuadamente, debería incluir el derecho a jubilarse a los 60 años (máximo), un aumento general de los salarios en línea con la inflación, la contratación masiva de funcionarios públicos, la derogación de las dos últimas leyes laborales, y otras medidas similares. Esto debe ser coronado por la consigna que, hace cuatro años, resonaba cada fin de semana en las ciudades del país: “¡Macron, fuera!”

En el momento de escribir este artículo, los líderes del movimiento no están tomando este camino. Se limitan a días de acción y a un programa defensivo. Por su parte, Jean-Luc Mélenchon de La Francia Insumisa reduce los objetivos al mínimo común denominador: “Estamos en un momento en que la ofensiva debe unirse y encontrar una manera de evitar nuestros temas de desacuerdo. Esta es la razón por la que aceptamos la retirada de nuestro programa”.

Hemos tratado de demostrar que se trata de un grave error estratégico. Sin embargo, nada está decidido. En los días y semanas venideros, el torrente puede elevarse y barrer todo a su paso, a pesar de los errores y el conservadurismo de los dirigentes del movimiento.

 

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