Argentina
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Mauricio Macri ha sido derrotado en las urnas. Sin lugar a dudas estas elecciones demostraron la voluntad de los trabajadores, los estudiantes y la juventud de poner fin a las políticas de ajuste.

Ante la ausencia de una alternativa de izquierda que pueda derrotar a Juntos por el Cambio la herramienta que los sectores populares encontraron para golpear al macrismo fue el voto hacia el Frente de Todos de Alberto Fernández. Se abre así una nueva etapa política en el país.

Con el 97,2% de las mesas escrutadas el Frente de Todos suma el 48,1% de los votos mientras que Juntos por el Cambio contabiliza el 40,4%. Existiendo una diferencia, hasta el momento, de unos dos millones de votos. Consenso Federal cuenta con el 6,2% y el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) se ubica en el cuarto lugar con el 2,2% es decir unos 560.899 votos.

A su vez el voto blanco y nulo suman el 1,5% y el 0,9% respectivamente sumando entre ambos 631.464 de los sufragios.

Lo que arrojan los números es que el macrismo sumó 2.348.918 votos más -respecto a las recientes elecciones PASO- de las opciones por derecha que había en las PASO (Frente NOS, Unite-Despertar e incluso de Consenso Federal) y sumó votos de nuevos votantes que participaron en esta elección general y no en las primarias abiertas (la participación aumento en más de 1 millón de personas). Mientras que Alberto Fernández sumó solo unos 250.000 más, que en gran medida, vinieron de la base electoral que votó por el FIT-U en las PASO donde había cosechado 723.147 votos.

El macrismo contó con el apoyo de todos los medios de comunicación, Donald Trump, el Fondo Monetario Internacional y el conjunto del establishment dentro y fuera del país, con todo esto a su favor, Macri y “el mejor equipo de los últimos 50 años”, no logró la relección.

No deja de ser cierto que el macrismo realizó una muy buena elección, lejos de un retiro en desbande luego de los resultados en las PASO. No solo consolidó su bloque Parlamentario, sino además conservó por lejos la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que sigue en manos de Cambiemos, Mendoza en manos del radical Alfredo Cornejo, Córdoba en manos del peronista Schiaretti, así como en San Luis y Entre Ríos. En la provincia de Santa Fe, que en las últimas elecciones a Gobernador ganó el peronista Perotti, Macri logró un 43,49%, contra el 42,65% de FyF.

Finalmente la amplia ventaja obtenida en la PASO se ha convertido en un escenario de inseguridad, ya que Mauricio Macri estaba a solo 8 puntos por debajo de Alberto Fernández cuando en las PASO la diferencia había sido de 17 puntos aproximadamente. Restará esperar el escrutinio definitivo para comparar la diferencia final.

Por su lado, Axel Kiciloff, quien venció a la actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires por una diferencia de casi 10 puntos, no mostró entusiasmo en su discurso, comentó que después de cuatro años del gobierno de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal en el primer distrito del país, las perspectivas no son buenas y según sus palabras, el resultado de la gestión del gobierno de Cambiemos-Unido por el Cambio es de «tierra devastada» y que la situación es sumamente compleja, “primero es necesario recuperar lo perdido, y pido el apoyo popular para seguir adelante”.

La izquierda

La izquierda, representada por el FIT-U, ha reducido su número de votos en comparación con las elecciones de 2015, que fueron 3,27% en comparación con solo 2.2% de este año. Esto muestra la evidente debilidad de la izquierda para mantener un diálogo claro con la clase trabajadora. Su sectarismo impide que sus líderes reconozcan la necesidad de un frente único y de poner en pie lo que votaron en 2011 con la constitución del FIT su programa.

Los líderes de FIT-U no establecen los puentes con la clase trabajadora para que vean a la izquierda como una alternativa viable en las elecciones que pueda representar sus intereses no solo en el Parlamento.

Ni una sola autocrítica, solo autocomplaciencia, ni siquiera se menciona la fuerte pérdida de su representación parlamentaria. Disfrazar un retroceso como un avance, y salvaguardar sobre todo el prestigio de la dirigencia, por este camino el FIT-U pavimenta el camino hacia un declive mayor.

Las elecciones argentinas han visto un fuerte retroceso de la izquierda, el FIT-Unidad, compuesto por 4 grupos que se reivindican del trotskismo (PO, PTS, IS y MST).
En las elecciones presidenciales han pasado del 3,23% y 812.000 votos en 2015, al 2,16% y 580.000 votos ahora; y en las elecciones a diputados nacionales han pasado del 4,90% y 1.156.000 votos en 2017 (5,4% y 1.250.000 votos realmente, si sumamos al MST que se presentó aparte ese año) al 3% y 760.000 votos ahora, casi medio millón de
votos menos.

En 2013 (su elección histórica donde consiguieron con mucha visibilidad mediática el 5,25% y 1.224.000 votos, sin contar al MST) consiguieron 3 diputados, en 2015 llegaron hasta 4, en 2017 retrocedieron a 3 y ahora sólo mantienen 1.

Los dirigentes del FIT-U han venido justificando su retroceso de los últimos dos años por el giro a la derecha en América Latina y la polarización tradicional en casa entre el kirchnerismo y la derecha. Ayer, cuando no se podía negar el auge de luchas insurreccionales en todo el continente, a la tradicional excusa de la polarización kirchnerismo- derecha, añadieron un argumento nuevo y sorprendente: estas insurrecciones son «todavía recientes, y sin el
protagonismo de la clase trabajadora con sus métodos y programa». es decir, la inmadurez política de las masas, que no dan la talla, es la responsable de nuestros magros resultados electorales. Por supuesto, nada de autocrítica de los dirigentes del FIT-U, quienes con oscilaciones arriba y abajo de 1-2 puntos han mantenido el mismo apoyo electoral del
2%-3% invariablemente durante 6 años, el mismo porcentaje que durante más de 30 años sacaba el conjunto de la izquierda argentina cuando cada grupo se presentaba a las elecciones separadamente.

En todas estas décadas la rica experiencia de la clase obrera argentina ha conocido explosiones revolucionarias, huelgas colosales, levantamientos populares, períodos de reflujo y desmoralización, boom económico, catástrofes económicas, destrucción de partidos tradicionales y centenarios, surgimiento explosivo de otros nuevos, etc. pero al parecer toda esta experiencia acumulada le parece poca a la dirigencia del FIT como capaz de hacer madurar a la clase trabajadora argentina para que visualice a la izquierda como una alternativa digna de ser tomada en cuenta, aunque sólo sea por el irrelevante hecho de que en Argentina no existe nada comparable a un partido de izquierda reformista de masas del tipo del PSOE, de IU o de Podemos que pueda representar un obstáculo objetivo en el camino de una izquierda radical. Ni su fuerte sesgo parlamentarista en estos años, ni su claudicación al feminismo
pequeñoburgues, con la adopción del mal llamado «lenguaje inclusivo», les ha servido para atraer a una capa significativa de votantes.

La razón clave del raquitismo electoral y social de la llamada izquierda en Argentina es el sectarismo y la incapacidad orgánica de sus dirigentes de comprender la táctica del frente único con las masas de carne y hueso que componen la clase trabajadora de este país .Pese a su jactancia arrogante al respecto, nunca comprendieron en términos marxistas lo que representa el peronismo ni, más recientemente, el kirchnerismo, ni la manera de dirigirse a las masas peronistas, lo que a su pesar, en momentos decisivos, les ha llevado a aparecer al lado de la derecha.

Perspectivas: ¡Preparar el futuro!

Tan pronto como salieron los resultados de las elecciones, la CGT ya estaba celebrando la victoria de Alberto Fernández, mostrando su total falta de voluntad para estar en las calles y luchar junto a la clase trabajadora por lo que está por venir, y el Consejo Directivo de la CGT promete colaborar con el tremendo desafío que enfrenta el nuevo gobierno electo, negociando con varios sectores populares, incluidos empresarios. A pesar del aparente escenario de calma ahora que se terminaron las elecciones, la situación sigue siendo caótica, ya que esta madrugada, 28 de octubre, el Banco Central ha reducido el valor de las compras en dólares a solo u$s200- por mes por persona física, con el objetivo de evitar más drenaje de las reservas.

La orientación de las masas va a estar determinada por las condiciones objetivas del capitalismo argentino en crisis, inserto en la crisis mundial y en segundo lugar por la política de contención del Frente de Todos. Pero entre estos factores el decisivo será el primero, ya que los diques de contención no pueden durar por siempre.

La bomba de tiempo de la economía impide cualquier recuperación económica sostenida. El endeudamiento, el déficit fiscal, la restricción externa y la bota del FMI sobre la economía argentina representan una enorme loza imposible de sortear con un “pacto social”. Si bien Alberto Fernández no cuenta con un programa de ajuste abierto será la crisis capitalista la que lo empuje hacia una política de ajuste más allá de sus intenciones personales. No se trata de una crisis neoliberal sino de una crisis capitalista.

Las elecciones burguesas, en términos generales, no representan los intereses de las masas.
La necesidad política de los trabajadores para frenar el ajuste y avanzar hoy pasa por organizarse en las ideas de la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía bajo control obrero, discutir la necesidad de la propiedad común de la tierra, los bancos, y las principales industrias. Plantear que un plan de producción común es la única manera de movilizar el colosal potencial de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica en beneficio de la mayoría aplastante de la población y no para el enriquecimiento obsceno de una minoría de empresarios, banqueros y terratenientes como ocurre hasta ahora.

La salida ahora es construir un Partido de Trabajadores, un verdadero Partido de los Trabajadores, para guiar a la clase trabajadora Argentina hacia su propio gobierno, al Socialismo.

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