America Latina
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El Paro Nacional Colombiano ha estado en pie por dos meses. En su punto álgido, 23 ciudades en todo el país vieron alzamientos en contra del gobierno de Iván Duque, un presidente visto por muchos como la marioneta del ex-presidente Alvaro Uribe. Cientos de miles de obreros y jóvenes bloquearon caminos y marcharon por las calles de ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla.

Este movimiento de masas se puede entender como una secuela del paro nacional de 2019, que tomó el relevo de los alzamientos de Ecuador y Chile contra Lenín Moreno y Sebastían Piñera. El nacimiento de las Primeras Líneas (órganos de defensa de los protestas en contra de la represión policiaca) y las Coordinadoras Populares (comités barriales creados con el objetivo de organizar protestas en el día a día) son pasos tremendos en la dirección correcta, y traen lecciones quq las masas obreras de Latinoamérica podrían aprender en el siguiente periodo en la lucha contra la burguesía del continente y sus amos imperialistas.

La retirada de la reforma tributaria

Inicialmente, el paro nacional fue convocado el 28 de abril por la CUT (Central Unitaria de Trabajadores), la CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia) y la CGT (Confederación General del Trabajo). Su objeto era realizar una manifestación masiva en contra de la reforma tributaria, un proyecto de ley que planeaba subir el impuesto a los bienes básicos. Este paquetazo fue aprobado por el senado con la meta de hacer que los trabajadores paguen el déficit en el presupuesto nacional, y que fue causado por la crisis del capitalismo detonada por la pandemia del COVID-19

Hablando históricamente, protestas como estas no llevan a concesiones de la clase dominante colombiana, una oligarquía compuesta por latifundistas y empresarios, conocidos por su brutalidad a nivel internacional. Después de todo, este es un país donde 3.062 sindicalistas y activistas han sido asesinados desde la huelga general de 1977. Sin embargo, en esta ocasión histórica, el gobierno fue forzado a retroceder y a retirar la reforma tributaria. Esto lo hicieron pensando que el movimiento estaba motivado enteramente por este proyecto de ley y que por consiguiente, retirándolo se disiparía. Pero el paro nacional era por muchas más razones que la tributaria.

El paro nacional ocurrió por la huelga general del 2019. Ocurrió por la brutalidad policiaca, como el asesinato policial de Javier Ordoñez en Septiembre del 2020. Ocurrió por el hecho de que el sueldo mínimo colombiano apenas llegaba al millón de pesos (223,26 euros) mientras que el costo de la canasta familiar (lo mínimo necesario para sobrevivir de mes a mes para una familia) estaba calculado entre 177 euros a 672 euros. Ocurrió por los 72.235 muertos por el Covid-19 a eso del 28 de abril, al igual que por la gestión criminal de la pandemia de parte del gobierno de Duque, que tomó más de un mes para establecer medidas de aislamiento solo para iniciar una “reapertura inteligente” en junio 2020, arrojando a los obreros y a la juventud al foso de la enfermedad para tratar de reiniciar la producción.

La retirada de la reforma tributaria fue una victoria histórica para una clase obrera que nunca había ganado semejantes concesiones en las últimas décadas. Semejante avance ameritaba más avances y por eso, los obreros y los jóvenes se arremangaron y se pusieron las manos a la lucha.

Un gobierno con pies de barro

Si hay una lección esencial que hay que sacar del paro general es que el gobierno de Duque es increíblemente impopular. De acuerdo a Pulso País, en una encuesta conducida para la Radio W, Duque tiene un nivel de impopularidad del 79%. Su mentor político y el hombre considerado por muchos de ser la sombra detrás de Duque, Alvaro Uribe Velez, ha llegado a un nivel de impopularidad del 76%.

Para contrastar, el paro nacional generó una aprobación del 74,5%, según una encuesta conducida por el CELAG (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica). La misma encuesta mostró que el 80% de la población en Colombia cree que la gente rica ha obtenido su riqueza debido a la corrupción o a su herencia. Estamos viendo un rechazo completo, no solo del gobierno de Duque en particular, sino de toda la oligarquía capitalista corrupta que Duque representa, incluyendo sus lazos con el narcotráfico y el paramilitarismo.

La base social sobre la que Uribe basó su represión se ha extinguido de manera paulatina a través del último periodo. Sin las FARC y con el ELN perdiendo su relevancia, la amenaza de las guerrillas (que el gobierno explotaba en el pasado) no ha sido igual de efectiva a la hora de asustar a las masas. En el 2008, Uribe tenía una aprobación del 85%. Durante el segundo término de su presidencia, tuvo apoyo general para sus tácticas de represión violenta en contra de las guerrillas y la izquierda. Intentos de reactivar el miedo a las guerrillas, como el atentado con coche bomba ocurrido en Junio 15 en Cúcuta, en la frontera entre Venezuela y Colombia, no han logrado distraer a la gente del paro nacional.

La gestión criminal de la pandemia, la crisis económica, la corrupción y las conexiones del gabinete de Duque con el narcotráfico han sido suficientes para crear este movimiento en su contra. Pero ha sido la represión la que ha demostrado la escala de la debilidad de este gobierno. El despliegue masivo del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) no fue una señal de fuerza sino de desesperación. Cuando el gobierno entendió que la retirada de la reforma tributaria no iba a ser suficiente para darle fin al movimiento, no tuvo ningún otro recurso más allá de la fuerza. Los intentos del gobierno de Duque de negociar con el Comité Nacional de Paro mientras mandaba lo que llamó “el despliegue militar más grande en la historia del país” a Cali (el epicentro de las protestas) fueron reconocidos como una gran farsa por muchos.

Los límites de la dirección sindical actual

Es necesario analizar el papel de los dirigentes de las organizaciones obreras en todo esto. Las mismas organizaciones que convocaron las manifestaciones masivas en contra de la reforma tributaria el 28 de abril (CUT, CTC y CGT) terminaron el primer día de protestas pidiéndoles a los manifestantes que se fueran a sus casas y mantuvieran sus protestas a través de reuniones diarias en línea. Esto fue una pequeña demostración del rol que jugarían en los siguientes dos meses.

Después de que la represión en Cali desencadenara un movimiento de protesta nacional que amenazaba con ir más allá de simplemente repeler un ataque del gobierno de Duque, la CGT, la CTC y la CUT (junto a los sindicatos estudiantiles) formaron el Comité Nacional de Paro (CNP) para representar los intereses del pueblo en las calles en negociaciones con el gobierno de Duque. Desafortunadamente, el papel principal del Comité durante el paro nacional fue el de intentar que la gente se fuera a sus casas mientras intentaban obtener concesiones mínimas del gobierno de Duque, como la matrícula cero (una medida que ofrece educación gratis para estudiantes de bajos recursos para el segundo semestre del año 2021)

Esta dirección capitulante quedó desacreditada de manera rápida. Muchos de los jóvenes y luchadores en las calles declaran que el CNP no los representaba. Esto fue loque dio impulso a la propuesta de una Asamblea Nacional Popular (ANP), que fue un intento de organizar una reunión nacional de todos los comités de huelga en cada ciudad con la meta explícita de crear un programa político que representara las demandas del pueblo que peleaba en las calles. La primera reunión de la ANP tuvo lugar en Bogotá el 6-8 de junio, pero desafortunadamente no tuvo mucha tracción con las masas.

Como Trotsky explica:

“Pero incluso cuando la antigua dirección ha revelado su propia corrupción interna, la clase no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si no ha heredado del período precedente los cuadros revolucionarios sólidos, capaces de aprovechar el derrumbamiento del viejo partido dirigente.”

Esto efectivamente explica que pasó en el paro nacional. La dirección de los sindicatos se había desacreditado desde el primer día cuando demostraron su renuencia a luchar. Luego fueron elegidos por el gobierno para representar al paro, precisamente por su papel como reformistas. En vez de reconocer la posibilidad de usar a los cientos de miles de miembros de los sindicatos para movilizar y sindicalizar al resto de la clase, el CNP prefirió apaciguar la situación y suspendió las protestas por su cuenta el 15 de junio. Si bien esto no será suficiente para parar todas las movilizaciones (hay una capa substancial de juventud radicalizada en las calles de las ciudades grandes, lista para luchar) ciertamente ha logrado desjarretar al movimiento

Los intentos de construir una organización alternativa en medio de estos eventos han sido increíblemente difíciles y reflejan la existencia de un vacío. El CNP fue un intento del liderazgo de los sindicatos de tomar las riendas del paro general y encauzarlo por canales seguros. Mientras que el movimiento en las calles gritaba “fuera Duque”, el CNP proponía esperar a derrotarlo en las elecciones del 2022.

Duque podría haber sido derrocado por el movimiento de masas, pero eso requería tomar pasos que los dirigentes de los sindicatos no estaban dispuestos a tomar: transformar el paro nacional en una huelga general que paralizara todos los sectores de producción, darle al movimiento una estructura democrática a través de delegados elegidos y revocables, al igual que la generalización de la Primera Línea como cuerpo de defensa del paro. En otras palabras, lo que se requería era una dirección revolucionaria y una perspectiva que estuviera a la altura de la determinación de los obreros y de la juventud en las calles.

La convocatoria de la ANP fue un intento de remover una dirección que no sabía qué hacer con la energía de las masas. Desafortunadamente, la velocidad de los acontecimientos ha complicado la posibilidad de construir una organización alternativa.

Un año preelectoral

Las elecciones del 2022 se están configurando como una contienda entre el candidato del Centro Democratico (el partido de Iván Duque) y Gustavo Petro, el candidato progresista de Colombia Humana. Petro tiene una favorabilidad del 40% y un 30% de la intención del voto, de acuerdo a la encuesta del CELAG citada arriba. Esto no sería sorprendente considerando que en la última campaña a la presidencia de Petro reflejó el gran descontento de la clase obrera que existe bajo la superficie. Es muy probable que estas elecciones sean la siguiente expresión de la furia de las masas colombianas, ya que el CNP, los dirigentes sindicales y el resto del liderazgo reformista han resaltado la necesidad de sacar a ese nido de ratas a través de unas elecciones.

Como demuestran las cifras, hay mucha esperanza en Gustavo Petro. Desafortunadamente, debemos notar que vivimos en una crisis mundial del capitalismo que no le permitiría al gobierno de Petro mucha maniobra. Si Petro fuera presidente, cualquier intento de reformar o cambiar la economía sería debilitado debido a la deuda externa (que está al 51% del PIB y proyectada a crecer al 62%) sin mencionar a una oligarquía conservadora y violenta que no está dispuesta a conceder ni un milímetro en la lucha para preservar sus ganancias.

Muchos de los reformistas (incluyendo a Petro) llamarían a la moderación en este periodo como argumento para impedir los peores ataques de la clase dominante. Sin embargo debemos de ser claros. La moderación no ayudaría a la causa. El ejemplo reciente de Pedro Castillo en Perú es instructivo. Castillo moderó su programa en el curso de su campaña electoral para aplacar a la burguesía peruana. Como resultado, perdió una gran parte del apoyo masivo que había obtenido durante la primera ronda, mientras que la campaña histerica anticomunista de la clase dominante no paró. Esto prueba que cuando se le ofrece la mano a la clase dominante, esta te agarra el brazo.

El programa de Petro está basado en la idea de que el capitalismo colombiano puede ser reformado, tratando de apelar a un sector de la clase dominante “productiva y honesta” a que actúe en el nombre del interés nacional. Esto es completamente utópico. La clase capitalista colombiana está conectada por miles de hilos personales, familiares y financieros a los latifundistas y narcotraficantes. Al mismo tiempo, la oligarquía está atada de pies y manos a sus amos en Washington. La única manera de avanzar hacia un desarrollo nacional genuino y soberano del país es a través de la expropiación de estos parásitos y la unidad de los obreros y campesinos colombianos con sus hermanos y hermanas de clase de todo el continente.

Hay una capa entera de la juventud y de trabajadores que ha sido radicalizada en los últimos dos meses. Esta capa entiende de manera instintiva que el posponer la lucha, que debería ser resuelta ahora, para las elecciones del 2022 es un retraso sustancial y están buscando respuestas con respecto a por qué el gobierno de Duque todavía está en pie cuando es tan débil y cuando las masas han demostrado semejante fortaleza. Al final del día, esto fue debido a la ausencia del factor subjetivo: una dirección revolucionaria.

Es imperativo llegar a esta capa y explicarles que los intentos de los reformistas de tomar la presidencia no serán una panacea para la crisis del capitalismo por la que está pasando Colombia. Debemos de proponerles una opción alternativa: necesitamos una organización revolucionaria que pueda conectar las luchas de la clase obrera, el campesinado y la juventud con un programa socialista. Una organización que pueda desafiar de manera abierta a la oligarquía colombiana por el poder y no solo por concesiones.

El paro general de los últimos dos meses no solo fue un primer paso sino un salto gigante para las masas de obreros, campesinos y jóvenes de este país. Cientos de miles de obreros, estudiantes y campesinos se enfrentaron a las fuerzas estatales y lograron obtener victorias sustanciales contra medidas de austeridad. Esto demuestra que la acción combativa, y no la moderación, son la mejor manera de oponerse no sólo a Duque sino a la clase que representa. Solo con la construcción de un partido obrero que pueda expresar la voluntad política de los obreros, los obreros colombianos podrán darle el golpe de gracia a este gobierno podrido de una vez por todas.

Bogotá, 22 de junio

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