Después de cinco años de relativa calma en la lucha de clases en Guatemala, cuando la caída del gobierno corrupto de Otto Pérez y Roxana Baldetti hizo posibles movilizaciones de la juventud y la clase trabajadora, nuevamente estamos en el inicio de una crisis institucional y posiblemente el desarrollo de un movimiento de masas.

La elección de Sagasti (Partido Morado) en una lista compuesta exclusivamente de congresistas que no votaron la vacancia (destitución) de Vizcarra es un intento desesperado para mantener la continuidad de las instituciones de la desacreditada democracia burguesa y de recomponer su legitimidad, después de un paréntesis desde el domingo por la tarde en que el país estaba sin gobierno y sin autoridades.

El Apruebo a una nueva Constitución ganó con un arrollador 78%. También ganó por mayoría amplia que los diputados constituyentes sean elegidos entre la población y no con la participación de los parlamentarios actuales. Los medios corren hoy a saludar la “fiesta de la democracia”, la “victoria de la institucionalidad y contra la violencia”. La clase trabajadora, por su parte, celebra y siente como propia esta victoria ¿Qué sigue ahora?

Los acontecimientos se mueven a gran velocidad en el Perú, el día 9 de noviembre fue destituido el hasta entonces presidente Martin Vizcarra; una semana después el nuevo gobierno de Merino ha caído por la presión del movimiento de masas desatado en los últimos días. La crisis en el Estado burgués ha abierto las compuertas de la lucha de clases en las calles y la clase trabajadora y la juventud han derrotado al régimen en esta primera batalla.

Que Luis Arce era el favorito en las elecciones bolivianas del 18 de octubre pasado nunca fue un misterio. Pero ni las oposiciones, ni la comunidad internacional ni el propio MAS esperaban una victoria de Arce con más votos que Evo, del cual fue ministro de economía.

Con una mayoría contundente gana el Apruebo, un 78% contra 22% del Rechazo. El plebiscito decide cambiar la constitución de la dictadura. Una victoria que la clase trabajadora celebra y siente como propia. Después de un año de la marcha más grande de Chile, el pueblo ha pasado por muchas cosas. La represión, abusos, muertos y mutilados; también engaños y manipulaciones mediáticas. Y considerando la pandemia, vemos una importante participación récord de 50%. Y esto de cara a una verdadera tormenta electoral en los próximos meses. ¿Qué significa esta victoria?

El 18 de octubre de 2019 se abrió una nueva etapa en el Chile de post-dictadura. El Octubre Rojo chileno había sido anticipado por masivas manifestaciones estudiantiles en 2006 y 2011, que reivindicaban la demanda concreta por una educación pública gratuita y de calidad, pero que ya anidaban en su seno una frustración y descontento mucho más amplios. Las protestas iniciadas a fines del año pasado reflejan el colapso de un sistema capitalista extremo, impuesto a sangre y fuego durante la dictadura de Pinochet, y mantenido a base de amaños, corrupción y represión por los 30 años que siguieron a la caída del régimen.