Economía
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El reciente informe publicado por Oxfam, Poder, ganancias y pandemia (9 de septiembre de 2020) muestra cómo la clase capitalista se ha llenado los bolsillos durante la pandemia de COVID-19, incluyendo el reparto de beneficios entre los jefes y accionistas de sus compañías utilizando las ayudas estatales recibidas,mientras despedían trabajadores.

Asistimos a la crisis económica y social más profunda de la historia del sistema: decenas de millones de vidas están en riesgo por un virus devastador, se han perdido 400 millones de puestos de trabajo; se están hundiendo 430 millones de pequeñas empresas y la cantidad de personas que padecen hambre ha aumentado hasta duplicarse en 265 millones. Este informe condenatorio revela con detalle cómo los más ricos de la sociedad han seguido beneficiándose de los superbeneficios e incluso han utilizado la desesperada situación mundial en su provecho.

El escandaloso comportamiento de estas empresas y multinacionales multimillonarias, al anteponer las ganancias a las vidas humanas, no es sorprendente. Desde nuestra plataforma, ya hemos tratado en previos artículos algunos aspectos de los que informa Oxfam, como los horrores a los que se enfrenta la clase trabajadora en todo el mundo, desde India hasta Estados Unidos, las dos versiones de la pandemia para ricos y pobres, la especulación de las grandes farmacéuticas o la carrera frenética de apuestas en el mercado de valores. Cualquiera que tenga ojos para ver u oídos para oír habrá sentido la desigualdad crónica que esta crisis pone aún más de manifiesto. Pero los detalles grotescos que revelan los datos y ejemplos recopilados por Oxfam no son menos impactantes y crispantes. La magnitud de la cruel indiferencia de la clase dominante por las vidas humanas y los medios de subsistencia, representados en las cifras y en las descripciones proporcionadas en el informe, nos dan una imagen completa de un sistema depravado y putrefacto que no tiene reparación.

Beneficios en medio de la pobreza

La cifra que destaca del informe de Oxfam es que 32 de las empresas más grandes del mundo experimentarán un aumento de 109 mil millones de dólares en ganancias en 2020. Mientras tanto, 500 millones de personas están siendo empujadas a la pobreza por la pandemia.

Se estima que "GAFAM" (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), las cinco grandes firmas de tecnología, generarán $ 46 mil millones en ganancias adicionales este año por el estallido de la pandemia. Además, las siete compañías farmacéuticas más grandes del mundo terminarán el año con una ordenada tasa de ganancias del 21%, agregando $ 12 mil millones en ganancias debido a la pandemia de COVID-19.

Las 100 empresas más valiosas han agregado $ 3 billones de valor bursátil en 2020. Jeff Bezos, el jefe de Amazon, ha aumentado su propia riqueza personal en $ 92 mil millones desde el inicio de la pandemia. Oxfam calcula que esto sería suficiente para pagar a cada uno de sus 876.000 empleados un bono de 105.000 dólares y seguir teniendo la misma cantidad de dinero que tenía en marzo. Sin embargo, los trabajadores de Amazon están estancados con bajos salarios, trabajando turnos agotadores y en condiciones totalmente inseguras.

Oxfam también aporta datos sobre las empresas de té indias, las cuales mantuvieron e, incluso, aumentaron sus ganancias durante la pandemia simplemente al no pagar el 100% del salario de las trabajadoras de las plantaciones de té. El minorista de ropa Kohl's canceló este año pedidos por valor de 150 millones de dólares y envió a su casa, sin sueldo, a trabajadores de la confección en Bangladesh y Corea del Sur, pero, aún así, ha desembolsado 109 millones en pago de dividendos. De hecho, solamente en Bangladesh, hasta 2,2 millones de trabajadores se han visto afectados por la cancelación de pedidos textiles este año. El país ha perdido aproximadamente $ 3 mil millones en ingresos debido a los cierres de fábricas. ¡Sin embargo, los accionistas de las 10 empresas de ropa más grandes del mundo han recibido $ 21 mil millones en 2020!

El informe también menciona cómo el gigante estadounidense de combustibles fósiles, Chevron, está recortando entre un 10 y un 15 por ciento de su fuerza laboral global, estimada en 45.000 empleados, pero repartió más dividendos y recompras de acciones entre sus accionistas durante el primer trimestre del año que lo percibido por sus ingresos básicos. Del mismo modo, la empresa cementera más grande de Nigeria, Dangote Cement, sacrificó de un golpe a más de 3.000 empleados, pero este año pagará un 36% por ciento más en ganancias a sus accionistas.

Pagos a los accionistas

Los pagos a los accionistas son un tema importante del informe. Por supuesto, la mayoría de las acciones de empresas en el mundo pertenecen a personas extremadamente ricas. El informe señala que el 10 por ciento más rico de los estadounidenses posee el 89 por ciento de todas las acciones con sede en Estados Unidos, mientras que el 46 por ciento de toda la riqueza de las pensiones en el Reino Unido pertenece al 10 por ciento más rico, en comparación con el 50 por ciento más pobre, que posee menos del 1 por ciento. Fuera de los países más ricos del mundo, el contraste es aún más extremo.

En realidad, en todos los países del mundo, la mayor parte del valor de las acciones y las acciones se concentran en manos de una pequeña minoría, una fracción de un porcentaje de la población mundial. Durante un período de inversión históricamente baja en las fuerzas productivas del mundo en relación con la producción económica total, esta pequeña minoría está tomando una porción cada vez mayor del pastel simplemente pagándose más, ya sea en forma de dividendos de acciones y recompras o en sueldos y bonificaciones a ejecutivos. A lo que Oxfam se refiere como el modelo de “accionistas primero” es simplemente la clase capitalista que se asegura de seguir aumentando su bienestar mientras que los mercados se contraen y una inversión más prudente parece inútil.

El informe destaca que, de 2016 a 2019, 59 de las empresas más rentables del mundo pagaron casi 2 billones de dólares a sus accionistas, con pagos que rondaron  el 83% de las ganancias. En muchos casos, los pagos a los especuladores excedieron los beneficios de la empresa. Un ejemplo especialmente relevante en el contexto de la COVID-19 es el caso de  las tres compañías de atención médica más grandes de Sudáfrica (Netcare, Mediclinic y Life Healthcare Group), las cuales repartieron un increíble 63 por ciento más en ganancias entre sus accionistas, a través de dividendos y recompras de acciones. Oxfam establece correctamente el vínculo entre estos enormes pagos y lo gravemente afectado que se ha visto Sudáfrica por la pandemia, cuyo servicio de salud sufre una falta de financiación crónica y la sobre explotación de su personal sanitario, totalmente mal equipados para hacer frente al brote de coronavirus.

Un aspecto particularmente repugnante del informe detalla cómo las empresas de todo el mundo continuaron pagando a los accionistas mientras solicitaban - y recibían - donaciones gubernamentales masivas debido a la pandemia. El gobierno del Reino Unido dio a los gigantes químicos BASF y Bayer 1.600 millones de libras en un momento en que las compañías confirmaron planes para pagar casi € 6 mil millones en dividendos a sus accionistas. Siete empresas francesas pagaron a sus accionistas al mismo tiempo que utilizaban dinero público para pagar a su personal. En total, las 40 empresas más grandes de Francia han pagado entre 35.000 y 40.000 millones de euros a los accionistas este año. En EE. UU., Royal Caribbean, Halliburton, General Motors, McDonalds, 101 Caterpillar, Levi Strauss, Stanley Black & Decker, Steelcase y World Wrestling Entertainment mantuvieron los mismos niveles de pagos a sus accionistas mientras recibían dinero del rescate del gobierno y despedían a trabajadores o recortaban sus horas y salarios. En Alemania, BMW ha repartido más de 1.600 millones de euros en dividendos a pesar de haber despedido a sus trabajadores con dinero del Estado. Y el ejemplo más espantoso de todos, los tres gigantes farmacéuticos de EE. UU., Johnson & Johnson, Merck y Pfizer, a quienes se les han otorgado miles de millones de dinero público para desarrollar una vacuna COVID-19, ya han distribuido $ 16 mil millones entre sus accionistas desde enero de este año.

El director ejecutivo de Oxfam Internacional, Chema Vera, señala correctamente la causa subyacente de la situación mundial:

“La crisis económica que estamos sufriendo debido a la pandemia ha sido alimentada por un modelo económico amañado. Las corporaciones más grandes del mundo están ganando miles de millones a expensas de los trabajadores con salarios bajos y canalizando las ganancias hacia los accionistas y multimillonarios".

El modelo económico amañado en cuestión es el capitalismo.

Explotación mortal

También encontramos muchos ejemplos gráficos en el informe de cómo las empresas son responsables de la muerte de miles de sus empleados durante esta pandemia.

Las plantas procesadoras de carne de todo el mundo han visto cómo el COVID-19 se propagaba como un incendio forestal. En Estados Unidos, alrededor de 27.000 trabajadores de estas procesadoras cárnicas dieron positivo. Pero la empresa cárnica más grande del país, Tyson Foods, ha invertido una cantidad considerable de tiempo, dinero y esfuerzo presionando al gobierno para garantizar que sus plantas no cerrasen. En Brasil, la empresa cárnica JBS, cuyo directorio tiene un historial de sobornos a funcionarios gubernamentales, está presionando para que se dñe marcha atrás a nuevas medidas de seguridad con respecto al distanciamiento social de los trabajadores de las plantas de alimentos. Cientos de sus trabajadores han dado positivo por Covid-19.

La introducción al informe comienza con una cita de la viuda de un trabajador avícola que murió por coronavirus en Maryland, Estados Unidos:

“Necesitan que los trabajadores trabajen para ganar dinero, pero no les importa la vida de esas personas. La explotación avícola sigue funcionando, sigue generando beneficios ...  y si mi marido… si les hubiera preocupado su salud, si le hubieran avisado de los contagios, todavía estaría vivo".

De este testimonio se deduce que la planta avícola estaba al tanto de los síntomas de su marido, pero fue obligado a seguir trabajando. Más aún, su declaración revela el avance de la conciencia de clase de la clase trabajadora, debido a la negligencia asesina y a la pérdida de medios de subsistencia que los trabajadores han sufrido a manos de sus empresas durante la pandemia.

Las empresas de reparto de alimentos se han enfrentado a una enorme reacción por parte de los trabajadores, ya que se ha expuesto su falso modelo de "trabajo por cuenta propia", al no contar con derechos básicos como la baja por enfermedad o la atención médica. El informe aborda cómo la falta de estos derechos, junto con las disposiciones de seguridad como el EPI (Equipo de Protección Individual) para los conductores, han provocado huelgas en todo el mundo, como la de los trabajadores de Instacart en EE. UU. o la de los trabajadores de Zomato y Swiggy en la India.

Igualmente se menciona la huelga de los trabajadores de la agencia global de teleoperadores, Teleperformance, ante la falta total de disposiciones de seguridad por parte de las empresas y la negativa a permitir que sus empleados trabajen desde casa. La compañía ha tomado medidas de represalia contra los trabajadores en huelga en 10 países diferentes.

Oxfam explica que, en Perú, México, Guatemala y el Congo, las minas se han mantenido abiertas sin disposiciones de seguridad, a pesar de que se han producido cientos de casos de COVID-19. También se informa sobre el aumento del trabajo infantil en las granjas de cacao de África occidental durante la pandemia, ya que los cierres forzosos han provocado una escasez temporal de mano de obra adulta. En Tailandia, los trabajadores de mariscos se han visto obligados a valerse por sí mismos ya que la COVID-19 ha afectado a las cadenas de suministro mundiales, incluida la cobertura de sus propias provisiones de equipos de seguridad mientras trabajan en condiciones inseguras.

Gotas filantrópicas en el océano

Los principales medios de comunicación se han llenado de historias de generosidad corporativa durante la pandemia. Sí, es posible que los grandes empresarios sigan obteniendo grandes beneficios y, literalmente, sigan haciendo trabajar a sus empleados hasta la muerte, pero lo hacen por amor a la humanidad. Esto, nos dicen, está probado por las sumas de dinero que ellos y sus empresas donan, por la bondad de su corazón, a causas benéficas.

El informe de Oxfam pone fin a esta fantasía. Analiza que, en promedio, las corporaciones de todo el mundo donaron solo el 0,32 por ciento de sus ingresos operativos a tales causas en 2019. El gobierno de EE. UU. perdió aproximadamente $ 135 mil millones en ingresos por evasión de impuestos corporativos en 2017, pero las donaciones filantrópicas de corporaciones estadounidenses totalizaron menos de $ 20 mil millones.

Como señala el informe, la mayoría de las empresas prefieren las contribuciones voluntarias a causas sociales a las obligatorias, como el pago de impuestos exigidos por ley o el pago a los trabajadores de su salario. Esto se debe a que, con las donaciones voluntarias, las empresas pueden dar lo que quieran, y disfrazar el gesto para mostrarse de la manera más favorable posible. Esta práctica actúa como una distracción útil de las cantidades mucho mayores que están evitando pagar a los gobiernos y a sus propios trabajadores. Como estrategia de marketing, en realidad les ahorra mucho dinero, sin hacer nada para combatir la pobreza y otras crisis sociales.

El papel de los gobiernos

Aunque el enfoque del informe es la codicia corporativa en relación con la COVID-19, los gobiernos de todo el mundo también quedan completamente en evidencia por su papel en la complicidad con las grandes empresas. Ya hemos discutido varios ejemplos de gobiernos que rescataron a las corporaciones e, incluso, desoyeron los requerimientos de la pandemia para satisfacer sus deseos, mientras que las cúpulas de estas corporaciones han seguido obteniendo ganancias masivas y compartiendo dividendos a costa de sus trabajadores. De hecho, la plétora de paquetes de estímulo keynesianos introducidos por Estados de todo el mundo para combatir la crisis está destinada a apuntalar a las grandes empresas.

La lista de empresas que han sido rescatadas incluye a miles con antecedentes de evasión fiscal. Reuters descubrió que más del 40 por ciento de los receptores de los más de $ 4 millones del gobierno estadounidense a través del Programa de Protección de Pagos, no pagaron ningún impuesto el año pasado. Mientras tanto, las grandes corporaciones también se han beneficiado de un fondo de ayuda del gobierno de Estados Unidos destinado específicamente a las pequeñas empresas por una suma de 350 millones de dólares. Se prevé que 19 empresas de combustibles fósiles recibirán 1.900 millones de dólares adicionales en exenciones fiscales como parte del rescate a las grandes empresas del gobierno de Estados Unidos. En el Reino Unido, el 29 por ciento de las empresas que reciben préstamos corporativos del gobierno durante la pandemia están vinculadas a paraísos fiscales conocidos. Una gran proporción del resto de empresas probablemente no haya sido incluida todavía.

Para asegurarse de que sus representantes en los parlamentos actúen de acuerdo con sus intereses durante esta crisis, la clase dominante ha estado ocupada presionando como nunca antes. Los lobbies estadounidenses gastaron 903 millones de dólares solo en el primer trimestre de este año, un gasto récord. Oxfam se refiere a la variedad de formas en la que estos grupos de presión empresarial han tenido éxito durante este período. Varias empresas han podido mantener sus operaciones en pleno funcionamiento en contra de las directrices de la Organización Mundial de la Salud y las propias directrices de los gobiernos, desde los fabricantes de alimentos en Estados Unidos hasta las fábricas de ropa en México. Los lobbies indios han logrado paralizar los impuestos sobre la recompra de acciones, y varios conglomerados mineros están legalmente tomando vacaciones fiscales. En la UE, muchas empresas, particularmente en la industria de la aviación, han utilizado la crisis de COVID-19 como excusa para retrasar las regulaciones ambientales y evitar reducir sus emisiones de dióxido de carbono.

A pesar de que los gobiernos de todo el mundo han tomando medidas a regañadientes para mitigar una catástrofe económica y social completa, que inicialmente pareció a los ojos de mucha gente estar respondiendo a las necesidades humanas, este informe ilustra de qué lado están realmente. Un gobierno tras otro ha demostrado más que nunca durante esta crisis ser de, para y por los ricos.

El mito de "reconstruir mejor"

La imagen de concentración de riqueza y superexplotación sin trabas que se describe en el informe de Oxfam, presenta una seria advertencia para aquellos que imaginan que la trayectoria del mundo ha cambiado para mejor por la pandemia:

“El COVID-19 no es un problema técnico. Si el mundo continúa como hasta ahora, es probable que la pandemia provoque cambios estructurales a largo plazo. Es probable que se profundicen las divisiones socioeconómicas y políticas existentes. Se espera que los principales ganadores de la economía posterior al COVID-19 sean las grandes corporaciones y los accionistas adinerados que tendrán aún más poder y recursos para dar forma a las políticas públicas”.

Fundamentalmente, el informe enmarca su argumento no en términos de una crisis creada por el COVID-19, sino en términos de “una tendencia económica preocupante” que “el COVID-19 está acelerando”. La crisis del capitalismo ya estaba ahí antes de la pandemia, ésta la sacó a la superficie y la profundizó. Y la división abismal de la riqueza entre las clases, como el informe identifica en varios puntos, ya estaba aumentando desde hacía un largo período.

Sin futuro bajo el capitalismo

Sin embargo, a Oxfam le gusta imaginar que las cosas podrían haber sido diferentes sobre una base capitalista, si tan solo las grandes empresas no hubieran regalado tanto dinero a los accionistas. También sugiere que podría haber un futuro diferente ante nosotros a partir de este punto, si solo los que están arriba "eligieran" de manera diferente. "Tenemos una opción", dice Vera, "entre volver a “los negocios de siempre” o aprender de este momento para diseñar una economía más justa y sostenible". ¡El "nosotros" al que se refiere es ala misma clase dominante que explota el sistema para sacarle todo lo que pueda obtener, y sus representantes pagados en los gobiernos de todo el mundo!

Karl Marx explicó en El Capital, hace más de 150 años, que la acumulación de riqueza conduce inevitablemente a su concentración en cada vez menos manos. El propio informe de Oxfam admite que los mecanismos como la recompra de acciones, mediante los cuales la clase dominante puede reclamar una proporción aún mayor de la riqueza producida por los trabajadores, no son nada nuevo. Y cuando Vera habla de que la clase dominante tiene cada vez más "poder y recursos para dar forma a la política pública", ¿cómo imagina que ese poder y esa riqueza pueden ser controlados dentro de los límites del sistema diseñado según sus intereses y controlado por ese misma clase dominante?

Por supuesto, hay una razón por la que Oxfam no puede ver más allá de los límites del sistema capitalista. La organización benéfica ha duplicado el número de sus propios ejecutivos con salarios de seis cifras en los últimos años. El informe menciona que la clase capitalista prefiere donar las migajas de la mesa de forma voluntaria, ¡de hecho, a organizaciones benéficas como Oxfam! Es parte del propio sistema que expone en este informe.

El pronóstico del informe se dirige en realidad a los estrategas del capital como una advertencia ominosa sobre el futuro de su sistema. Desafortunadamente para los capitalistas, "una mayor erosión de la confianza popular en el gobierno democrático (léase: capitalista) y un mayor malestar social” son el resultado inevitable de la crisis actual. No hay lugar para reformas dentro de un sistema que se enfrenta a un colapso económico, ni ninguna reforma parcial sería suficiente para aplacar la ira que crece entre las filas de la clase trabajadora mundial.

La respuesta socialista

Lejos de intentar reparar un sistema que está más allá de la reparación, que está programado para crear una pobreza masiva junto con una minoría derrochadora de parásitos, la solución es eliminarlo por completo.

La respuesta de una sociedad socialista al COVID-19 y a los problemas económicos a que enfrenta la gente común hoy en día sería completamente diferente. No se trataría de reducir el pago de dividendos o mantener a los trabajadores que ganan salarios de pobreza en condiciones inseguras. Significaría poner en común todos los recursos de la sociedad para poder garantizar todas las necesidades básicas, incluido el mantenimiento del pleno empleo con pleno salario para todos durante las condiciones de bloqueo, y atención médica gratuita y de calidad para quienes lo necesiten. Los propios trabajadores, verdaderos expertos en sus propios centros de trabajo, serían los encargados de decidir democráticamente cómo proceder para que sus condiciones laborales fueran seguras y sostenibles. Los destellos de este proceso que vimos este año en varios países se generalizarían y apoyarían en toda la sociedad.

No existiría la falta de equipos de seguridad elementales para los trabajadores de la salud; no habría que elegir entre arriesgar la vida o arriesgar el sustento, o tomar esa decisión solo. Las sumas astronómicas de las que informa Oxfam, que se han desviado a las grandes empresas y accionistas en el último año, y que empequeñece los rescates gubernamentales individuales en la mayoría de los casos, demuestran que la riqueza ya existe para satisfacer muchas necesidades básicas para toda la sociedad. Y eso sobre la base de un sistema derrochador y destructivo, que está lejos de aprovechar al máximo nuestro potencial productivo.

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