Cuestión nacional
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Traducción al castellano del balance electoral de nuestros compañeros de la CMI en Catalunya, Revolució.

438819247 126248Las elecciones del 21 de diciembre, impuestas bajo los auspicios del artículo 155, y planteadas en clave plebiscitaria, deberían de mostrar que el soberanismo no gozaba de una mayoría. El objetivo era obtener una victoria unionista para legitimar la aplicación del artículo 155. Las condiciones han sido auténticamente excepcionales, con la suspensión de la autonomía catalana, los cabezas de lista de los principales partidos independentistas en prisión o en el exilio, una avalancha de imputaciones y amenazas judiciales, las zancadillas de la junta electoral, una campaña de chantaje económico y de intimidación mediática por parte de los grandes capitalistas (catalanes y españoles) y de sus medios, etc. Incluso con la represión y las tácticas sucias del Estado, el bloque independentista ha revalidado su mayoría en términos porcentuales, con un aumento de aproximadamente 100.000 votos. Dejando de lado los detalles, este resultado representa un golpe muy duro contra el régimen del 78 y contra el gobierno del PP.
 

La crisis revolucionaria abierta este otoño en Cataluña, el desafío más grave en el Estado desde la transición, no amaina. Los resultados expresan un rechazo masivo al 155 y al régimen del 78 y un llamamiento por la república del 1 de octubre. Aunque no sean los resultados que deseáramos, no compartimos las lecturas pesimistas que gran parte de la izquierda está haciendo. Como señalaron a lo largo de la campaña, la línea divisoria fundamental era entre bloque autoritario del 155 y el bloque democrático republicano.

JxCat y ERC

445315012 2538La ajustada victoria de JxCat, que agrupa los restos de la antigua CDC, por encima de ERC ha sido inesperada. Igualmente, no podemos obviar que estos son los peores resultados en la historia de los ex-convergents, y los mejores de ERC. Las expectativas de Esquerra de ganar la hegemonía del movimiento pero se han visto frustradas. El éxito de JxCat no es una buena noticia, pero no se puede hacer una lectura catastrofista. Por una parte, ERC hizo una campaña muy pobre. La ruptura de JxSí debería de haber señalado una clarificación política, con una radicalización de ERC y una reafirmación de su identidad de izquierdas y su compromiso de luchas por la república. Se debería de haber aprovechado la ocasión para hacer una campaña positiva, combativa y progresista. En lugar de eso, la actitud de ERC ha sido lastimosa, triste y negativa, vacía de ninguna propuesta social o democrática notable, acatando el 155 y abandonando la vía de la unilateralidad, buscando una utópica negociación con el Estado. Incluso incorporó a sus listas a Demòcrates de Catalunya, los democristianos supervivientes del naufragio de Unió. Esto refleja las limitaciones de ERC para liderar el procés. Han sido incapaces de sacar las lecciones necesarias de los acontecimientos de este octubre: que sólo con desobediencia masiva y unilateralidad se podía combatir al Estado, y que la lucha contra el régimen del 78 empuja hacía una ruptura revolucionaria con la oligarquía económica y a la UE que la apoya. Si hubieran sacado las lecciones necesarias, podría haber articulado una crítica convincente a JxCat y a su inconsistencia y vacilación constante. No sacando la conclusiones que debían, ERC ha caído en la parálisis política y en la falta de estrategia, que psicológicamente y subjetivamente se han expresado en una campaña deprimente y sin carisma.

La falta de perspectivas de Esquerra ha supuesto una incapacidad de diferenciarse de JxCat, que ha encontrado un espacio político inesperado. Efectivamente, la base fundamental de ERC era la misma que la de JxCat, la renuncia a la unilateralidad y la apelación substancialmente negativa a un rechazo al 155. Compartiendo la misma base política, su pugna ha sido decidida para cuestiones subjetivas y emocionales secundarias, y las características psicológicas han jugado un papel decisivo. Gozando de la autoridad de Puigdemont, que se presenta como el presidente legítimo de Cataluña injustamente exiliado, y con el peso emocional de Jordi Sánchez, han hecho una campaña más carismática e incluso más rupturista que la de ERC. Irónicamente, las críticas de Puigdemont al IBEX 35 o a la UE le han dado un matiz más radical que ERC.

Muchos comentaristas de izquierdas hundidos en el pesimismo, presentan el éxito de JxCat como la victoria de la derecha burguesa pujolista. Deberíamos, pero de evitar el formalismo y las visiones estáticas. Debemos de analizar el carácter de clase concreto de JxCat, un partido que ha sido tocado por los turbulentos acontecimientos de los últimos años. La antigua CiU, el partido tradicional de la burguesía catalana, sufría desde 2015 una seria de escisiones que alteraron su esencia. El rompimiento con Unió, las dimisiones de diversos consejeros este verano, la rebelión de Santi Vila en octubre, y la incorporación de gente ajena al pasado convergente en las listas de JxCat, han supuesto un refuerzo de los sectores más pequeño burgueses y aventureros del partido en contra de los elementos más vinculados a la gran burguesía catalana.

Como decía una periodista de La Vanguardia: “La victoria de Puigdemont y su tropa no solo da aire a las siglas que le llevaren a ser presidente de repente, sino que las transforma en una cosa irreconocible, con dirigentes que ni los periodistas no conocen”. (Susana Quadrado, “El gen convergent és caníbal” 22/12/2017). És redundante decir que los grandes capitalistas catalanes son contrarios a la independencia y llevaron a cabo una campaña abierta de chantaje económico a lo largo del otoño, uniendo bajo las banderas de Ciudadanos y del PSC. Pesionaron a los dirigentes más burgueses del PDeCAT, como Santi Vila, para descarrilar el procés, pero sin un éxito sustancial. Así pues, JxCat no representa hoy la burguesía catalana, sino su sombra. Es más pronto el partido de la pequeña burguesía democrática radicalizada. Un personaje como Puigdemont probablemente tiene más paralelismos con Francesc Macià que no con Francesc Cambó.

Esta afirmación no nos hace ciegos a les limitaciones infranqueables de JxCat. Este partido ha ido más lejos de lo que esperábamos, pero resta absolutamente incapaz de liderar una lucha revolucionaria necesaria para conseguir la república. Además, continúa siendo un partido con un programa capitalista (como el propio Puigdemont reconoció) que, si encuentra las condiciones para gobernar, atacará la clase obrera. Capaz de apelar solo a cuestiones nacionales, y no de clase, no puede ampliar la base social de la república, y facilita la demagogia de Ciudadanos.

Así las cosas no podemos compartir la visión que ve en la victoria de JxCat dentro del campo independentista un giro a la derecha. Miles de votantes que lo eligieron para que parecieran más carismáticos e incluso más radicales que ERC. Los que repiten que el 21D es una victoria del pujolismo olvidan que los cabezas de lista de JxCat se encuentran en el exilio en la presión para liderar el desafío más grave al régimen del 78 de su historia. Ignoran que si Puigdemont pisa suelo estatal será arrestado inmediatamente, enfrentándose a treinta años de prisión. De hecho, toda la evolución de la correlación de fuerzas interne en el independentismo desde el 2012 es justamente líder de la izquierda.

Ciudadanos, PSC y PP

438719202 94196El elemento más lamentable del 21D es el éxito de Ciudadanos, que se convierte en el partido más votado. Lo más preocupante sin duda es su hegemonía en los barrios obreros de las grandes ciudades. Esta victoria en la Cataluña proletaria solo se puede entender en clave nacional. Los sectores de la clase trabajadora que se sienten españoles y que hablan castellano son mayoritariamente contrarios a la independencia y votaron la opción que se le opone más categóricamente, incluso siendo un partido burgués financiado por los grandes oligarcas. Ciudadanos, de manera demagógica, apeló además a las cuestiones sociales “que lo separatistas han dejado de banda”. Los sectores contrarios a la independencia con más consciencia de clase han elegido el PSC o CeC-Podem. La polarización nacional ha ofuscado entonces en gran medida los graves problemas sociales que afligen a la clase obrera catalana.

El rechazo de estos sectores a la república implica que aún no la ven como una herramienta para defender sus intereses. A esta percepción contribuye decisivamente la hegemonía de los nacionalistas del JxCat i ERC al movimiento independentista. Solo ligando sólidamente la  república a la conquista de derechos sociales y económicos, y vinculando el proceso de ruptura en Cataluña con la perspectiva de un cambio generalizado en el resto del Estado, podremos ampliar la base social soberanista entre estos sectores. Lo que se debe de explicar es que para alcanzar mejoras económicas y sociales es necesaria una lucha con el régimen del 78.

Sobre base puramente nacionales, el independentismo difícilmente superará el umbral del 50% de los votos. Se genera una lógica de enfrentamiento de bloques peligrosa e indeseable. Y este problema no solo es cuantitativo, es también cualitativo. Por su centralidad económica y su condición de explotada, la clase trabajadora es la clase fundamental de la sociedad capitalista y la única capaz de transformar la sociedad de manera genuina. Sin conquistar a los sectores decisivos del proletariado nunca podremos alcanzar la república.

Es el momento de arremangarse y, como dice el compañero Vidal Aragonés, construir poder popular en estos barrios haciendo el trabajo de hormiga que necesita la revolución. No podemos sacar conclusiones impresionistas de estos resultados. Ciudadanos ya ganó a la mayoría del cinturón rojo barcelonino el septiembre de 2015, pero después, ese mismo diciembre lo ganó En Comú Podem en las generales, como había ganado Colau en mayo. Cuando las elecciones se plantean en clave clasista, el área metropolitana vota rojo. La tarea es presentar la cuestión de la república en esos mismos términos.

El desarrollo más positivo en el campo unionista es la práctica desaparición del PP, en parte por la apelación al voto útil de Ciudadanos, pero también por su descrédito político, enfangados en la corrupción y con una vertiente fuertemente reaccionaria. El partido que gobierna España y  que ha sido el actor principal de la aplicación del 155, el partido que se vanagloriaba de haber “descabezado” el independentismo, ha perdido más de la mitad de sus votos, ha quedado séptimo y último en el Parlament y con 3 escaños pasará al grupo mixto. La verdad es que Ciudadanos no ha aumentado excesivamente su base social, ya que al rededor de un tercio de sus votos provienen de los antiguos votantes del PP. Estos resultados ponen al PP en una situación difícil en Cataluña y por todo. Posiblemente anuncian, como sugieren Xavier García Albiol y Rafael Hernández, la continuación de un régimen bonapartista en Cataluña. La macro-causa iniciada contra diversos cargos soberanistas (incluyendo federalistas como Albano Dante) podría ser que auguraran una gran onda represiva. No teniendo nada a perder en Cataluña, Rajoy tiene las manos libres para llevar a cabo medidas autoritarias.

El interés de la clase dominante española recae en un pacto con los sectores más conciliadores de JxCat y ERC, sobre la base de algún tipo de pacto fiscal y de autonomía ampliada, y con una amnistia para Puigdemont, los consellers y los Jordis. La burguesía española es notoriamente estúpida e intolerante, y, además, en estas condiciones turbulentas, la clase dominante no tiene control absoluto sobre sus representantes políticos, ya que entran en juego dinámicas partidistas y de supervivencia política.

Los dirigentes del PP están espantados ante la posibilidad de ser superados por Ciudadanos a escala estatal, y se intensificará la dinámica de competencia política sobre bases puramente chovinistas y reaccionarias. Estas pulsaciones reaccionarias dificultaran bastante cualquier pacto con los sectores pactistas del independentismo. Esto tendrá consecuencias en el resto del Estado, donde también se reforzará el carácter represivo del gobierno del PP. Las capitulaciones de Units Podem en Cataluña, minimizando o incluso justificando el 155, lamentablemente han confundido a los sectores progresistas de la clase obrera y de la juventud, desarmándolos ante esta oleada autoritaria.

Catalunya en Comú

445509236 2481La campaña de los compañeros Comuns ha sido suficientemente mala. Su llamada equidistancia equiparaba un movimiento democrático, masivo y desobediente por la autodeterminación (consigna que técnicamente ellos defienden) con el gobierno más reaccionario desde la transición, que ha disuelto el auto-gobierno catalán y ha tratado de imponerse a golpes de porra y de prisión. Algunos de sus dirigentes, como Monedero, incluso apoyaron el 155 y las medidas de Rajoy (aunque después se desdicieran, pero sin reconocer nunca su error). Decapitaron burocráticamente la antigua dirección de PODEM.

Dando la espalda en este movimiento histórico de ruptura con el régimen del 78, acusándolo de haber “despertado al fascismo”, se centraron supuestamente en las cuestiones económicas y sociales. Ignoran que la cuestión del Estado (que a Cataluña se liga con la cuestión de la autodeterminación nacional) no se puede separar de las cuestiones sociales. El Estado no es neutral, sino que defiende fielmente los intereses de los grandes capitalistas y explotadores, y una lista seria por los derechos sociales se encontrará con la oposición frontal del Estado, como ya hemos visto en el ayuntamiento de Madrid.

Si queremos más que los muelles del sistema, tendremos que luchar contra el Estado del 78. Los sectores más honestos del antiguo PODEM, agrupados entorno al compañero Albano Dante, lo han entendido muy bien, y ha sido un orgullo hacer campaña con ellos. No sorprende mucho que CeC perdiese unos 140.000 votos hacía el PSC, ya que no se han diferenciado políticamente y, también aquí, ha operado el mecanismo del voto útil. El intento de “arrastrar el PSC hacía unas posiciones progresistas” mediante de la moderación ha dado lugar al fenómeno contrario: el PSC ha arrastrado una parte importante del apoyo de los Comuns.

La CUP

445413205 2325La derrota del bloque del 155 es una buena noticia. Debemos de lamentar los resultados insatisfactorios del partido independentista más consecuente, más combativo y más a la izquierda, la CUP. Su campaña ha sido muy radical y revolucionaria, más que las de 2012 o 2015. Ha habido un esfuerzo consciente y sostenido para ampliar la base social de la república ligando la liberación nacional a la liberación social, y dando unos decretos de la dignidad muy avanzados a los barrios obreros, agitándolos valientemente. Además, no podemos sobre-dimensionar la importancia de las elecciones, ya que solo mostraban una parte de la realidad. Quizás nuestro resultado cuantitativo es limitado, pero cualitativamente tenemos bases inestimables: un nivel de apoyo incomparable entre la juventud (y quién tiene la juventud tiene el futuro, como decía Lenin), y una militancia y una periferia de simpatizantes extraordinariamente activa y combativa (los actos de la CUP fueron de los más grandes de la campaña). Aún así, los resultados no han sido los que deseábamos, y debemos de explicar porqué.

En primer lugar, la situación objetiva era difícil para la CUP. La fuerte polarización nacional dejaba poco espacio para una candidatura anti-capitalista y de clase. La CUP no deja de ser una fuerza minoritaria, y aún teniendo una red admirable de cuadros y activistas, la tarea de romper esta polarización era auténticamente formidable, sobretodo en una campaña tan corta y en un contexto tan oscuro de represión. Los ritmos acelerados, por ejemplo, dificultaron una alianza con los federalistas de Som Alternativa de Albano Dante, que habría ampliado la resonancia de la candidatura. Mucha gente ha hecho servir el llamado voto útil, perjudicando a la CUP. Además, los buenos resultados de 2015 generaron una ilusión, ya que entonces muchos votantes de ERC que rechazaban el bloque con CDC apoyaron a la CUP, y en esta ocasión han vuelto a votar a Esquerra.

También pensamos que ha habido errores subjetivos, y debemos de hacer auto-crítica para salir reforzados de este resbalón. En el pasado, la CUP se mostró demasiado contemporizadora hacía JxSí. La votación de los presupuestos de austeridad del Govern en particular socavó su autoridad como fuerza anti-capitalista. Sobretodo ha dificultado establecer un diálogo con la clase obrera de las grandes ciudades que desconfía del PDeCAT y de ERC. Los dirigentes de CeC y del PSC nos atacaron duramente durante la campaña por esta cuestión, y eso sin duda tuvo cierta resonancia. La verdad es que los actuales cabezas de lista no estaban implicados en estas decisiones (de hecho algunos compañeros, como Vidal Aragonés, se oponían activamente a esto), pero aún así el peso del pasado se ha cobrado su precio.

Así mismo, a la hora de tratar de conquistar a la clase obrera de las grandes ciudades, nosotros dijimos que cuanto menos nacionalista fuera el discurso de la CUP, mayor sería su capacidad de ganarse estos sectores. El internacionalismo no es solo una cuestión de solidaridad. Tampoco es sencillamente una cuestión estratégica, para romper el aislamiento de una futura república catalana. Es también una cuestión táctica. Una parte muy importante de la clase obrera catalana tiene lazos emocionales estrechos con el resto del Estado. Con los obreros y las obreras de otras esquinas del Estado español no solo les une su condición de clase trabajadora, también vínculos familiares y culturales muy fuertes. Plantear la república catalana como la mecha de la revolución ibérica, y enfatizar que una Cataluña libre buscaría relaciones fraternales y estrechas con el resto de los pueblos del Estado, es pues una forma de entusiasmar sectores que quizás no comparten el proyecto nacional de los Països Catalans, pero que están indignados y desean un cambio radical en la sociedad y que pueden ser ganados en una lucha contra el régimen del 78. Muchos candidatos y candidatas de la CUP hicieron declaraciones en este sentido, pero a veces como un elemento secundario y, a veces, un poco abstracto. Además, pensamos que las apelaciones a la izquierda estatal y la agitación fuera de Cataluña deberían de haber sido más intensas, para reforzar el lazo entre la autodeterminación catalana y el cambio política en el resto del Estado, y también para minar el régimen desde dentro.

Otro eje donde quizás hemos cometido errores es durante los grandes acontecimientos de octubre y noviembre. En los momentos clave, nuestros dirigentes no salieron claramente con palabras de orden alternativas. No se libró una batalla decisiva por la hegemonía del movimiento, que pasaba por explicar que el PDeCAT y ERC no podían dirigir una lucha victoriosa por la república, que en el Estado español el derecho a la autodeterminación es una tarea revolucionaria, que implica un fuerte enfrentamiento con el Estado y el sistema capitalista que lo sostiene, y que requiere una dirección política revolucionaria. La centralidad de la CUP resulta pues necesaria. Esa era, y es, la forma de combatir la tendencia al voto útil en el campo republicano. En lugar de eso, la CUP muchas veces se ha presentado como una mera espuela para los grandes partidos nacionalistas, generando confianza en estos. La crítica al procesismo debe de ir acompañada de ofrecer una alternativa práctica en los momentos decisivos, sino, dar fuerza a los partidos que son más consecuentes, el PDeCAT y JxCat, mientras que a los ojos de muchos independentistas la CUP les parece un estorbo.

Esta batalla por la hegemonia por parte de la CUP debería de haber sido más audaz en el frente político, pero también en las calles y las plazas. Los compañeros y compañeras de la CUP han jugado un papel primordial dinamizando los CDR, pero normalmente eso no se refleja en su línea política, que se limita a defender la república y a combatir la represión. Las compañeras y los compañeros deberían de haber intervenido en los CDR llevando ahí los decretos por la dignidad y de nuestra vía unilateral hacía la independencia, sin ninguna vergüenza de hacer un esfuerzo para conquistar el movimiento con las tesis de la CUP.

Vuelven tiempos de las calles

Todo indica que la represión no amainará las próximas semanas. Todo lo contrario, la difícil situación del PP hace muy posible una intensificación de su autoritarismo. Como decía muy correctamente Albano Dante, nuestra tarea es continuar organizando una respuesta desde abajo, armando los CDR, organizándolos en los barrios y centros de trabajo, y reforzando la CUP mediante el debate y la organización, porque la crisis revolucionaria catalana se decidirá en las calles.

Si se puede sacar una lección central del octubre catalán esta es que los avances del movimiento siempre se han producido por la irrupción directa de las masas en la escena, y que, al contrario, los pasos atrás y las vacilaciones han venido de la dirección del procesismo.

En esta coyuntura, lo más sensato para la clase dominante española sería llegar a algún tipo de pacto con los sectores moderados de JxCat y de ERC, pero los estrechos intereses partidistas del PP y de Ciudadanos, que compiten sobre la base del chovinismo desenfrenado, hacen esta perspectiva muy difícil. Los resultados plantean una dificultad legal inmediata, ya que la mayoría independentista dependen de ocho diputados que se encuentran en la prisión o en el exilio, mientras el presidente hipotético, Puigdemont, no podría pisar suelo español. Parece muy difícil que el PP cambie su actitud en este sentido. Nos parecería correcto organizar una gran manifestación para que los diputados exiliados y encarcelados volvieran a recoger sus actas, y organizarnos para recibir y proteger a los exiliados. Eso también presionaría JxCat a no correr las listas, lo cual sería una capitulación frente al Estado.

La victoria contra el 155 en las urnas impuestas no agota la cuestión ni garantiza automáticamente la proclamación de la república. Para que esta sea realidad deberemos ganarla en la calle. Nuestra tarea es la de explicar pacientemente las condiciones necesarias para conseguirla. 

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