Movimiento Obrero
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Sobre la reforma de las pensiones hay una demagogia enorme e interesada, como ha demostrado por ejemplo el economista de izquierdas Vicenç Navarro. El propio Fondo de Pensiones, en base a las contribuciones de los asalariados actuales (con 4’5 millones de parados), ha generado saldos positivos todos los años de la actual recesión.


En base al capitalismo, que en esencia revoluciona incesantemente la producción, incrementando con ello la productividad del trabajador, es un escarnio teorizar sobre la insostenibilidad de las pensiones.

Por ejemplo, el número de trabajadores en el campo representaba el 18% de la población activa hace 40 años. En cambio, ahora representan en torno a un 4% del total. A pesar de la disminución de la población, la productividad ha aumentado tanto que el campo hoy produce mucho más valor que en 1980.

Si este es el caso de la agricultura, en otros sectores industriales la productividad ha sido mucho más acelerada. Realmente, en el futuro, en veinte o treinta años, tomando como base el 1’5% de incremento anual habido en la productividad, de media en las últimas décadas, habrá dinero de sobra para que haya muchos más jubilados que se puedan jubilar ANTES de los 65 años, con una esperanza de vida mayor.

Desgraciadamente, incluso a la hora de explicarnos matemáticas simples, Toxo y Méndez se hacen un lío. De esta manera, en las negociaciones con el Gobierno, defienden potenciar el modelo contributivo de las pensiones, para así asegurar su sostenimiento. Esto es, en esencia: que cobre una pensión mayor quien cotice más años.

Así decían las fuentes sindicales consultadas por Público, el 20-01-2011:

"Que los 67 años no sean la edad obligatoria de jubilación. ‘Si eliminan esa premisa [el Gobierno], un acuerdo es posible’, aseguran varias fuentes consultadas. Para conseguirlo, los sindicatos estarían dispuestos a aceptar que la jubilación esté ligada a la duración de la carrera de cotización. Esto es, que el acceso al retiro sólo sea posible si se han superado un número mínimo de años cotizados, que por las cifras que maneja el Ejecutivo con toda probabilidad estarán por encima de los 37 años.”

Para acceder a la pensión contributiva máxima se necesitan ahora 35 años. En la asamblea de delegados de l’Hospitalet, en enero, Toxo dijo que no admitirían “ni los 67 años [de alargamiento de la vida laboral], ni los 41 años [para acceder a la máxima pensión contributiva]”. La cuestión es que, pasar de 35 a 39 años en este sentido, que era la cifra que según la prensa manejaba el Gobierno por esos días, ya supone un recorte enorme.

Hay otros retrocesos: incremento del periodo del cálculo de las pensiones, pasando de los 15 años actuales a 20 o 25.

Muy peligroso también es subir el número de años necesario para acceder a una pensión contributiva, de 15 a 25 años, como también ha salido a la luz. Muchos jóvenes que llegan al mundo laboral tarde, encadenando contratos eventuales durante años, y que viven situaciones largas de despido, lo van a tener muy complicado para acceder a su baja pensión con este tipo de reformas.

Incluso en base a una política “genuinamente” socialdemócrata (que parece que fue olvidada por muchos, no sólo por Zapatero), si las pensiones futuras estuvieran en riesgo, se podría ayudar a la financiación de las mismas de otras formas, tal como sucede en otros países de la UE: en base a la subida de impuestos a las rentas altas por ejemplo. Esto está más que justificado.

Según el economista Roberto Centeno, desde la Transición, a finales de los 70, la participación de las rentas del trabajo en el conjunto de la renta nacional ha caído del 64% al 45% del total que pueden suponer ahora. Tal como lo expresa Vicenç Navarro: “no es justo que un banquero como Botín pague lo mismo a la Seguridad Social que un empleado de su banco”.

En definitiva, la reforma de las pensiones encubre, como todo el conjunto de los ataques a los derechos sociales de los trabajadores, l la la necesidad inapelable de la burguesía de trasvasar estos recursos a los balances de los endeudados banqueros y demás acreedores capitalistas, propiciando además la idea de los planes privados de pensiones, ante el decrecimiento de las pensiones públicas.

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