Movimiento Obrero
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El Gobierno ha salido al paso de las estadísticas de empleo del pasado mes de abril para celebrarlas de manera triunfalista. El mensaje de la vicepresidenta segunda, ministra de trabajo y líder de Unidas Podemos, Yolanda Díaz, es que ya tenemos las primeras evidencias del éxito de su reforma laboral. Sin embargo, la palabra más repetida, no por marxistas, sino por analistas reformistas de estadística y derecho laboral es cautela.

Los datos que difunde la vicepresidenta son que los contratos que se firmaban como indefinidos, frente a los temporales, que en el Estado español llevaban cuatro décadas en torno al 10%, en abril se han situado en el 42,8% (698.646 indefinidos y 751.447 temporales). Por otra parte, el paro ha bajado en 86.260 personas y se sitúa en 3.022.503 desempleados, una bajada del 22,71% respecto a abril de 2021. Sin embargo, estos datos, cuando se analizan con mayor profundidad, ocultan la misma realidad de siempre: la misma precariedad con diferente forma de contrato.

Pero, tras la reforma laboral del PP, de 2012, no derogada íntegramente por el Gobierno actual, los empresarios pueden despedir con mucha facilidad, incluso cuando el trabajador tiene un contrato indefinido. Por lo cual, este dato tampoco garantiza la estabilidad del empleo a medio-largo plazo. Pero el dato más alarmante es que el 60% de esos contratos indefinidos son fijos-discontinuos o a tiempo parcial. En la Construcción se consideran ahora fijos los contratos por obra y que finalizan automáticamente al terminar una construcción sin que cambie el carácter temporal de la actividad. Especialmente han crecido los fijos-discontinuos, que han sido 238.760. Los contratos a tiempo parcial han sido 175.154. He aquí el quid de la cuestión. La ministra de trabajo exagera al deducir de estos datos que la reforma laboral ha sido un éxito y se puede esbozar una tendencia a la baja de la precariedad laboral en todo el Estado. Sobre todo, si tenemos en cuenta que estos datos están distorsionados por la Semana Santa. Tampoco es muy fiable hacer una comparación interanual con el mes de abril y celebrar el éxito puesto que, en abril de 2021, la economía aún estaba muy afectada por la pandemia y muchos trabajadores aún permanecían en ERTE.

El carácter de los contratos fijos-discontinuos fue diseñado en principio para las actividades estacionales. Éstos han sido los que más han crecido el pasado mes. Esto revela una vez más lo fraudulentas que son las condiciones laborales a las que nos somete la burguesía española y la impunidad que se le cede desde la estructura del Estado. Pues es imposible que de repente se haya generado tanta estacionalidad. Lo que parece poder deducirse es que muchas empresas están optando por este tipo de contrato como forma de canalizar la anterior contratación temporal. Era de esperar que aumentasen en los sectores del turismo y la agricultura. Pero se han sumado al carro sectores no estacionales como la arquitectura y la ingeniería, la seguridad, las comunicaciones, los estudios de mercado y, especialmente sospechoso, las empresas de trabajo temporal. Yolanda Díaz ha declarado que va a poner en marcha una campaña de inspección de posible fraude, pero también ha dicho que la medida que aplicará será enviar cartas a las empresas, avisándoles de que están incurriendo en una práctica fraudulenta. Además, podemos ver que estos últimos sectores mencionados son muy dados al nuevo teletrabajo, que a su vez es muy dado a ocultar que un trabajador está en el periodo activo (y no en suspensión) del contrato fijo-discontinuo. Otro detalle importante de estos contratos es que la reforma laboral deja al criterio de los jueces si la indemnización por despido se calcula en base al tiempo de relación laboral o al tiempo de actividad (restando los meses de suspensión de contrato).

El problema de la precariedad no puede ser eliminado de raíz si no hay un cambio profundo en la economía. Cuando se acepta la lógica del capitalismo y mantener los intereses empresariales, se termina aplicando la política que sirve a esos intereses. Es lo que ha pasado con la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, procedente de Unidas Podemos. Por no hablar de los ministros del PSOE, como Nadia Calviño, que están a su derecha.

Sin una economía nacionalizada y planificada, controlada directamente por la clase trabajadora, es imposible realizar cambios verdaderos que reviertan en un auténtico bienestar para nuestra clase.

 

Imagen de portada: eldigitaldealbacete.com

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