Movimiento Obrero
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Todos hemos visto cómo en Cataluña, durante la campaña electoral, se han producido manifestaciones en repulsa a los mítines de Vox. Obviamente, el partido de Abascal ha denunciado estos hechos como un ataque a la libertad de expresión y se han sumado a esta versión la gran mayoría de partidos del congreso de los diputados, incluso el ministro Alberto Garzón condenaba estos hechos.

Si uno lee las noticias parecería que las manifestaciones contra la formación de ultraderechistas son producto de un odio injustificado de un puñado de intolerantes. Pero los marxistas no nos quedamos en la superficie de la realidad y vamos más allá para intentar explicar, a través de la dialéctica, la raíz y el proceso de estos hechos que no tienen un origen espontáneo, sino que son el producto de una constante acumulación de tensiones y sucesos que terminan por salir a la superficie impactando en la sociedad.

¿Qué es Vox y cómo se explica su auge?

Primero de todo, para entender correctamente el trasfondo de la cuestión, debemos desengranar qué es Vox. Como bien indicamos en un artículo escrito en 2018, y replicando gran parte de éste, ni las caras ni las ideas de Vox son nuevas. Es el viejo franquismo contumaz que vegetó durante cuarenta años a la sombra del PP, que lo mimaba y protegía. La crisis sacudió a la derecha española y abrió brechas el bloque que unía a “moderados” y “extremistas”. Sintiéndose huérfanos en el partido de Rajoy, los sectores más reaccionarios del PP, sobre todo entre aquellos cuadros medios cuyas perspectivas profesionales eran cada vez menos halagüeñas, decidieron romper con la madre nodriza y lanzarse a la aventura política con la creación de Vox en 2013. Y es que las crisis son ideales para los aventureros. A río revuelto, ganancia de pescadores. Pero poco pudieron rascar en los años en que la agenda política la dominaba la izquierda, con el avance espectacular de Podemos.

Con la crisis catalana de 2017 se produjo también el auge de Vox. Sería una mezquindad culpar a la heroica lucha del pueblo catalán de haber dado alas a la extrema derecha, como han hecho comentaristas de la talla de Antonio Maestre. Lo que dio un giro decisivo en la situación fue la negativa de Unidos Podemos de movilizarse y solidarizarse con el movimiento republicano de Cataluña, su indefinición ante una grave crisis nacional, su amilanamiento ante el bloque del 155, su incapacidad de tomar esta lucha como trampolín para golpear al régimen del ‘78. La derecha pudo dominar el debate, el curso de la corriente cambió. Los que en el pasado estaban aislados y amedrentados pudieron sacar pecho y colgar la rojigualda en el balcón. La juventud y la clase obrera se vieron desorientadas y desmoralizadas. Cierto es que, como señalamos entonces, el ingente edificio de la contrarrevolución rojigualda tenía bases someras. El movimiento de los pensionistas y la Huelga Feminista del 8 de marzo rompieron el hielo y cambiaron de nuevo el ambiente, preparando el terreno para la caída de Rajoy.

Unidas Podemos y los grandes sindicatos se muestran absolutamente reacios a convocar movilizaciones. Enfrascados en maniobras entre bastidores, bailándole el agua a Sánchez para ver si le arrancan algunas migajas, haciendo política en los corrillos del Congreso y en las tertulias televisivas, estos dirigentes han abandonado la calle y han caído en lo que Marx llamó el “cretinismo parlamentario”.

Los dirigentes de Podemos cometen el mismo error que François Hollande, Bernie Sanders (cuando apoyó a Clinton, y ahora a Biden) o el PT brasileño. Siempre que la izquierda ha corrido hacia el centro, tratando de presentarse como “respetable”, da alas a la demagogia de la ultraderecha y socava su propia base. Generalizando la experiencia de los últimos años, se puede decir que siempre que la izquierda se ha mostrado radical y ha impugnado el statu quo, ésta ha avanzado y la reacción ha retrocedido (véase el caso de Corbyn en Gran Bretaña o Mélenchon en Francia), siempre que ha frustrado su programa y se ha postulado como garante del statu quo, ha dado fuerza a la derecha y a la ultraderecha.

El mensaje de odio de Vox y sus vinculaciones con el aparato del Estado

Todos somos conocedores de los constantes discursos incendiarios de Vox y llenos de odio contra los inmigrantes, la izquierda, los independentistas y otros colectivos. No es casualidad que empiecen a incrementarse amenazas y agresiones a estos colectivos (simultáneamente al auge de Vox) cuya raíz, si uno escarba un poco en los hechos, está formada por una mayoría de autores militantes o simpatizantes de Vox. Podemos recordar fácilmente cómo se estuvo acosando durante meses a la familia de Pablo Iglesias delante de su casa, las agresiones a independentistas y amenazas de muerte a sus líderes, las agresiones e insultos a inmigrantes, o el hostigamiento permanente a los MENAS (Menores Extranjeros No Acompañados).

En definitiva, vemos cómo se ha producido una radicalización a la derecha de ciertas capas de la población que se salieron a la palestra durante las movilizaciones en los barrios pudientes de Madrid durante el Estado de Alarma en mayo del 2020, y que se las recuerda como “las protestas de los cayetanos”. Allí pudimos ver que buena parte del estrato social de la extrema derecha está compuesto por la burguesía y la pequeña burguesía radicalizada, que a su vez, era aplaudida por buena parte de las fuerzas policiales y el ejército, en lugar de hacer cumplir la ley que prohibían las aglomeraciones. Mientras tanto, unos días después, en los barrios obreros se produjo una respuesta contundente por parte de los vecinos y estos sí fueron reprimidos en varias ocasiones pese a que las manifestaciones estaban bien organizadas y con distanciamiento social.

En otro artículo de 2019 ya avisamos que no es casual que Vox acumule su mayor porcentaje de votos en los barrios ricos y en las zonas residenciales y de comandancias de policías, guardias civiles y altos cargos del ejército, como revelan los datos de mesas electorales en las elecciones celebradas en 2019. Dirigentes “sindicales” policiales del SUP y de Jusapol hicieron una campaña pública por Vox en sus redes sociales. Por otro lado, esto se corresponde con lo que pasa en el resto de Europa, donde las conexiones de miembros del ejército y de la policía con la extrema derecha son algo público y notorio, más aún en un país como el nuestro donde todo el aparato del Estado proviene directamente, sin depurar, del mismo franquismo.

La extrema derecha también es la pantalla utilizada por un sector del aparato del Estado, cargos altos y medios del Ejército, de la policía, la Guardia Civil y la judicatura que, ante la inestabilidad social y la amenaza al “régimen” (ayer con las protestas del 15M, las “mareas” y el surgimiento de Podemos, hoy con el conflicto de Cataluña) se sienten impulsados a exigir un protagonismo mayor en la vida pública y a emanciparse de las cortapisas que encuentran en el rígido sistema parlamentario, lo que va de la mano con la exigencia de más impunidad, prebendas y privilegios materiales para ellos. Las protestas policiales de estos últimos años exigiendo incrementos salariales desorbitados, que fueron atendidos parcialmente por el gobierno, son una muestra elocuente de esto.

La filiación franquista y con la dictadura de grandes sectores del aparato del Estado son claros, y especialmente en las fuerzas represivas: ahí tuvimos el manifiesto de cientos de oficiales del ejército en la reserva contra la exhumación de Franco, así como la expulsión del ejército del cabo Marco Antonio Santos por firmar un contra manifiesto antifranquista. También tuvimos la invitación de golpistas y torturadores policiales, como Antonio Tejero y Juan Antonio González Pacheco, alias “Billy el Niño”, a actos oficiales en comandancias de la Guardia Civil y comisarías de policía, respectivamente. Además, presenciamos la escandalosa filtración de los mensajes de un grupo de WhatsApp de jubilados del ejército, donde un general manifestó su deseo de “fusilar a 26 millones de hijos de puta”. Esta es la “ternura” con la que nos miran estos sectores reaccionarios de la sociedad y que viven mamando de la teta del Régimen del 78 con la permisividad de buena parte de los dirigentes de la izquierda española, que miran hacia otro lado alegando que lo que prima es la responsabilidad y sentido de Estado.

Este mismo aparato de Estado tiene un doble rasero en la persecución de comportamientos y delitos, según afecten a activistas de izquierdas y nacionalistas vascos y catalanes, o a conocidos fascistas y activistas de extrema derecha. En diciembre de 2019, le fue encontrado a un conocido fascista y simpatizante de Vox, Rubén López Rebollo, un arsenal de armas de guerra, munición y explosivos en Miranda de Ebro. La Guardia Civil, cuando informó de su detención, no solamente ocultó la filiación política ultraderechista de este sujeto, sino que declaró expresamente que “no se ha detectado en la investigación, que ha sido intensa, ningún vínculo con ninguna otra persona ni con organizaciones de ningún tipo, ni terrorista, ni extremista, ni delincuencia organizada”, según el teniente coronel Alfonso Martín, jefe de la Comandancia de Burgos. Y eso, pese a que en sus redes sociales López Rebollo se mostraba como un fanático ultraderechista seguidor del fundador de Falange José Antonio Primo de Rivera y de VOX, y donde pululaban todo tipo de consignas racistas, misóginas, homófobas e insultantes contra las organizaciones de izquierda. Sin embargo, en el lado opuesto todos estamos siendo testigos de cómo este mismo Estado va a encarcelar a Pablo Hásel por decir la verdad con palabras gruesas llamando ladrón al Rey emérito, que está fugado, debido a supuestas irregularidades tributarias, en un hotel de lujo en Dubai pagado todos los contribuyentes y con la complicidad del gobierno de coalición.

Es por eso que no debemos otorgar la más mínima autoridad moral a este aparato de Estado; al contrario, debemos exponer el peligro que representa y mostrar los vínculos que lo atan a todo lo que hay de reaccionario en la sociedad española y a su pasado franquista en particular.

Cómo combatir a Vox

Resulta que ahora los mismos que miran a otro lado y se posicionan con el Régimen del 78 en el conflicto catalán, dando legitimidad a los argumentos de la derecha en torno a la inquebrantable unidad de España y situándola por encima de los derechos humanos y la libertad de un pueblo a decidir su futuro; los que miran a otro lado cuando las fuerza del Estado se extralimitan con los inmigrantes, activistas de izquierda y otros colectivos; los que miran a otro lado con las falsas acusaciones de terrorismo a miembros de los CDR y que son absueltos años después y sin que se le dé apenas difusión en los grandes medios de comunicación; los mismos que miran a otro lado o restan importancia a las declaraciones pro-franquistas de sectores del ejército; los mismos que miran a otro lado mientras dejan que Vox crezca bajo el amparo del Régimen del 78…resulta que ahora todos estos acusan de dar alas a Vox a miles de manifestantes que, expresando su descontento, salen a taparles la boca y a barrer del pavimento a una chusma reaccionaria embravecida por los golpes de gorila en el pecho de su líder y por las porras afiladas de las fuerzas del orden.

La única forma de contrarrestar a la extrema derecha y parar sus constantes abusos es justamente la movilización y la organización de la clase obrera. Ni el parlamento, ni los jueces, ni la policía, ni las censuras en Twitter acabarán con Vox porque tienen sus raíces establecidas en el aparato del Estado y parte de la burguesía. Actualmente, la censura o rechazo que podemos ver en las redes sociales y medios de comunicación sólo actúan de dique de contención para mantener a raya a Vox y utilizarlo si un día les fuese necesario. Por el momento solo les resulta un estorbo, ya que sus discursos y acciones agitan y radicalizan a la izquierda, justo esto es lo que realmente les da miedo: que los trabajadores se movilicen y provoquen un seísmo que se los lleve por delante junto a la morralla de Vox.

Los dirigentes de la izquierda deben mostrar los hilos que vinculan a estos personajes con la clase dominante, deben popularizar el programa antiobrero de Vox a favor de bajar impuestos a los ricos, a favor de precarizar la mano de obra, a favor de privatizar las pensiones, la educación y la sanidad públicas. Hay que explicar que todos los dirigentes de Vox son empresarios o tienen negocios que se lucran con la explotación de la clase obrera. Hay que denunciar también la simpatía de sectores de la jerarquía eclesiástica con Vox, porque Vox también es partidario de los privilegios insultantes de la Iglesia, para que los obispos vivan como verdaderos burgueses.

Vox y la jerarquía de la Iglesia sirven al régimen y al aparato del Estado en el mismo cometido: necesitan embotar e idiotizar la conciencia de las familias obreras con los vapores tóxicos del fanatismo religioso y del nacionalismo español. Va en su interés estimular una subcultura de baja estofa que desarrolle la brutalidad e irracionalidad del individuo, más manipulable por la ultraderecha para sus fines. En suma, la izquierda debe mostrar a Vox como lo que realmente es: un perro de presa del gran capital que ayuda a esconder la explotación capitalista y a dirigir la frustración de las capas más explotadas y atrasadas hacia el odio al inmigrante y al independentista catalán, que solo reclama un derecho democrático: poder votar.

Las manifestaciones contra Vox solo deben significar un comienzo para preparar movilizaciones mayores contra todo el aparato del Estado del cual se nutre esta formación política. Los trabajadores deben crear sus propios órganos de decisión y debate en los que confiar para llevar a cabo la demolición de todo el régimen del 78, puesto que está demostrado que no es posible reformarlo desde dentro, las instituciones burguesas están pensadas para echar el freno de mano a los posibles cambios que pueden dinamitarlas. No olvidemos que se necesitan dos tercios del parlamento para reformar o derogar la Constitución, y abolir la monarquía. Esto es algo que hace impensable que pueda suceder sin que sea forzado por un proceso abiertamente revolucionario, y eso pasa por organizar la calle y dejar de confiar todo a las cuestiones parlamentarias y gubernamentales.

Es necesario organizarse en líneas revolucionarias. Únete a la Corriente Marxista Internacional para llevar a cabo un verdadero cambio que solo podemos obtener luchando a la par por el socialismo.

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