Movimiento Obrero
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La epidemia de COVID-19 ha sumido al mundo de la cultura en una profunda crisis económica y laboral, sin el paraguas de ayudas económicas que están recibiendo los demás sectores. He aquí el testimonio de una trabajadora y artista de danza que vive la situación en primera línea.

Para nosotros, defender y difundir la cultura es una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de la conciencia vigilante. A. Machado

Ante la situación caótica de la crisis del CO-VID19 en la que la sociedad internacional se encuentra inmersa, la clase obrera de nuestro país empieza a hacerse preguntas sobre el carácter y naturaleza inestable que está demostrando tener el sistema capitalista ante los ojos de todos. 

Después de la acumulación de recortes que los trabajadores de sanidad, educación y cultura vivieron durante todo el mandato de la derecha, y con la mala gestión que ha tenido el actual gobierno del PSOE-Unidas Podemos ante esta crisis sanitaria, se prevé un clima de inestabilidad económico-política en el horizonte, que entendemos, posicionará en un futuro próximo a todos los trabajadores dentro del movimiento.

Siguiendo el ejemplo de las huelgas incipientes que han dado lugar en Italia, y las protestas y quejas de los autónomos y las kellys, por nombrar algunos de los casos más singulares en nuestro país, la semana pasada el sector cultural se puso también manos a la obra. Fuertemente golpeado por los recortes del anterior Gobierno del PP, que tuvieron una fuerte significación en el año 2013-2014 cuando entonces, el presupuesto para cultura fue recortado en un 23% (pasó de 942 millones a 722 después de que el gobierno dejara sin gastar la mitad del presupuesto para promoción cultural a partir de 2012).

Así pues, el sector de las Artes Escénicas fue en este caso el que inició el proceso de solicitarle al gobierno las demandas específicas para mantener el sector cultural y artístico durante esta crisis. El documento, donde se facilitaban 52 propuestas de medidas de urgencia, fue firmado por las 37 entidades e instituciones más destacadas de la representación cultural. En dicho documento, se hace un reclamo de las medidas económicas y de contratación esenciales con las que debería contar el sector para ser sostenible, y recuerda al estado lo desprotegidos que se sienten (y se han sentido históricamente) los trabajadores de las artes a todos los niveles.

La organización del escrito se estructura en 4 puntos:

  1. Medidas para la contratación pública

  2. Medidas laborales y relacionadas con la seguridad social

  3. Medidas referidas a la financiación empresarial

  4. Medidas referidas a las subvenciones públicas

(https://www.redescena.net/redaccion/2020/04/52MedidasCovidArtesEscenicasMusica.pdf)

Para dar respuesta a este documento, el pasado martes 7 de abril, el ministro de cultura y deporte Manuel Rodríguez Uribes compareció ignorando las demandas realizadas por las asociaciones culturales con el típico discurso sobre las prioridades actuales. La clase obrera debe pagar en tiempos de crisis: atarse el cinturón. Sí, el argumento de que la prioridad actual es la sanidad es perfecto en tiempos de crisis para despistar a la población del trato real que se le aplicó al sector durante los últimos años.

Los sectores artísticos y culturales son sectores que viven del público pero que son perfectamente conscientes de que lo primero ahora es salvar vidas y contener la pandemia”- recordó el ministro a los trabajadores de la cultura.

Como reacción a su respuesta incompleta e incompetente, los periodistas continuaron preguntando al ministro desde la comparación con otros países europeos (ya que el propio ministro habló en términos de unión europea “más y mejor Europa”). Estos días se ha popularizado la noticia del reconocimiento de la cultura y el arte como bien de primera necesidad en países como Alemania y Francia, y medidas económicas específicas para el sector en Italia, Portugal, o Inglaterra, ante la evidente necesidad artística que se ha desenvuelto en la sociedad durante la pandemia.

¿Por qué no se han movilizado fondos específicos para la Cultura, pese a que otros países europeos sí lo han hecho?” Él respondió: “No hemos movilizado fondos específicos porque hemos movilizado fondos generales, y ésta es una crisis global que afecta a todos los sectores. De modo que lo razonableen este momento son las ayudas transversales.

Y finalizó con “Primero va la vida, y luego el cine”, parafraseando a Orson Wells.

(Ver https://www.youtube.com/watch?v=fyvW-19eoP0)

Ante este ataque y menosprecio de la cultura, la mayoría de empresas culturales decidieron sumarse al llamado Apagón Cultural. Esta protesta en forma de huelga de 48h mediante redes sociales fue liderada por La Unión de Actores y Actrices. Quedó decidido así que entre el día 10 y 11 de abril los artistas e intelectuales no compartirían ningún material artístico por redes.

Cabe destacar la dificultad que caracteriza al sector de efectuar una huelga de este tipo, porque el material artístico es universal y por tanto, en la actualidad es de libre acceso por la red/internet. No obstante, toda la población ha sido consciente estos días del sentido que da a nuestras vidas el arte. Los artistas, un poco confundidos han ofrecido de forma solidaria su material, solidarizándose y reconociéndose con el pueblo, y confiando un poco en que el gobierno reaccionara en consecuencia con medidas que de verdad puedan cubrir sus posiciones laborales de forma realmente estable, y no solo proteger a las grandes industrias culturales que se dotan de un gran capital y mercado.

Parece ser, que cuando llegó la noticia del Apagón al Ministerio, éste quiso reaccionar de un modo rápido para quedar bien con su discurso del diálogo, de la escucha pacífica y demócrata. Contestaron así, prometiendo una reunión exclusiva con el sector cultural “que nos permita conocer cuáles son las peculiaridades que hagan que seamos más finos a la hora de poner a su disposición muchas de las medidas generales, que parece ser que no se adaptan a su formato”.

Básicamente esto es otra respuesta nula a niveles prácticos por parte del gobierno. Es bastante desconcertante que la masa tenga que escuchar las palabras de una representante del ministerio de cultura, admitiendo que desconoce las peculiaridades y el funcionamiento del sector, que se caracteriza básicamente por la intermitencia laboral (necesidad de flexibilidad) y la precarización de contratos temporales, puntuales.

(Ver https://www.youtube.com/watch?v=mflF-vmdBrs)

Lo más sorprendente después de toda esta batalla tan polémica fue que repentinamente la Unión de Actores y actrices desconvocó la huelga el día antes del inicio de esta. Esto creó un clima muy polémico en forma de debate descontrolado de ideas que ya casi poco se fundamentaban en el propio Apagón.

Esto provocó una clara división de intereses y un antagonismo social entre los artistas. Algunos personajes de referencia se posicionaron apareciendo por los medias de la derecha y por Twitter protegiendo el discurso de las prioridades capitalistas. Vimos como los argumentos reaccionarios clásicos de “no estamos preparados para la lucha consciente”, o “este no es el lugar ni el momento adecuados porque nunca nos hemos quejado antes” se apoderaron de la iniciativa del Apagón.

Sabemos que se trataba de una huelga de carácter simbólico, dentro de los márgenes establecidos por el sistema: esto es sin ninguna repercusión económica real para el Estado/Gobierno. Sin embargo, dado el carácter acallado del sector cultural y artístico, ha significado para la mayoría de trabajadores el inicio de una serie de protestas que creemos, en los próximos tiempos de crisis se darán en mayor medida. Además esto ha acelerado la formación de asociaciones que protejan los derechos de los trabajadores más vulnerables de la música, la danza y el teatro.

Bajo el yugo de un sistema que no reconoce ni le interesa proporcionar dinero público al sector para su funcionamiento, la mayoría de trabajadores se ven obligados a realizar sus proyectos en forma de pequeña empresa, de pequeño negocio privado (este es el caso también de la mayoría de teatros pequeños del país). Esto condena el 90% de los trabajadores de la cultura y el arte al ámbito privado, a una competición insostenible y sinsentido dentro del patrimonio artístico, que es incapaz per se además de afrontar el monopolio que asumen las grandes industrias culturales internacionales. Esto se traduce también en forma de contratos intermitentes y autónomos sin ningún tipo de respaldo económico y muy poca protección jurídica por ejemplo, en relación a la seguridad social o el derecho a ayudas del Estado en situaciones de emergencia (como en la actual crisis). Éste, debería proporcionar un sueldo base para todos los trabajadores artísticos, que asegurara sus condiciones materiales esenciales, para la construcción de un sector cultural y artístico público, completo, con capacidad de llegar a todas las capas de la sociedad como un bien público.

Es por eso que la izquierda debe recordar, que el arte es una de las formas mediante las que el hombre se sitúa en el mundo, y que en el estudio y aprendizaje de los instrumentos culturales que tenemos reside la naturaleza de preguntarnos, de cuestionarnos por ejemplo, sobre un nuevo modelo social. Recortar, reducir la voz que tiene la cultura y el arte es una de las grandes estrategias de un sistema que no puede permitir el libre pensamiento, que tiene miedo de lo que la expresión artística es capaz de despertar en las conciencias de todos aquellos que intuyen y viven el órden capitalista.

Trotsky resumía en Cultura y socialismo:

El conocimiento del arte del pasado es, por tanto, una condición necesaria tanto para la creación de nuevas obras artísticas como para la construcción de una nueva sociedad, ya que lo que necesita el comunismo son personas de mente muy desarrollada. ¿Pero puede el arte del pasado enriquecernos con un conocimiento artístico del mundo? Puede precisamente porque es capaz de nutrir nuestros sentimientos y educarlos. Si repudiáramos el arte del pasado de modo infundado, nos empobreceremos espiritualmente.

, la cultura fue el principal instrumento de la opresión de clase; pero también es, y sólo ella puede serlo, el instrumento de la emancipación socialista.

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