Movimiento Obrero
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Entrevistamos a Blanca, delegada del sindicato LAB en el sector de Ambulancias Aunque la mayoría de la ciudadanía piense lo contrario, quienes realizamos un servicio tan importante como acudir a las emergencias médicas y ser los primeros en atender al paciente, somos trabajadores y trabajadoras de una empresa privada.

Eso sí, tanto las ambulancias como nuestros uniformes están rotulados, en letra grande, con el logotipo de Osakidetza y Gobierno Vasco, y en letra pequeña aparece el nombre de la empresa. Las empresas se lucran con un servicio que debería ser público y no lo es, pero sí es pagado con nuestros impuestos.

Hace aproximadamente unos 40 años, este sector estaba formado por voluntarios y voluntarias de DYA y Cruz Roja, y con objetores al servicio militar, más tarde se profesionalizó y se privatizó.

En aquel momento vimos la oportunidad de hacer de nuestra vocación una profesión y para ello nos formamos. Pero no sabíamos el martirio por el que tendríamos que pasar para hacer nuestro trabajo con las mismas garantías para el paciente que lo habíamos hecho con anterioridad desde el voluntariado.

Al margen de la gestión que ha podido hacer cada empresa del servicio, unas mejores que otras, ha habido un elemento en común. Han venido a sacarle al erario público el mayor dinero posible por el servicio de ambulancias, sin importarles que dicho enriquecimiento se haga en detrimento de la calidad del servicio y de las condiciones laborales de la plantilla.

Todo esto con el beneplácito de la administración que debería ser garante de que el dinero de nuestros impuestos destinado a un servicio de la salud, se use correctamente y que los derechos laborales en el servicio subcontratado, no fuesen pisoteados a diario.

A lo largo de todos estos años, han salido varios concursos, hemos ido pasando de una empresa a otra, sufriendo los efectos de subrogaciones, despidos, cambios de convenio, hábitos de trabajo, etc., adaptándonos siempre y tomando como algo habitual denunciar en Inspección de Trabajo, en Osalan –Instituto de Seguridad y Salud Laboral- y en el juzgado las diferentes y constantes deficiencias.

Nos hemos quejado y denunciado siempre en la prensa, en la calle, en las instituciones,  mucho antes de esta crisis sanitaria, de la falta de material en los vehículos para poder realizar bien nuestro trabajo, falta de EPIs para nuestra seguridad, vehículos en malas condiciones –ruedas desgastadas, sin frenos, cinturones de seguridad rotos, espejos, luces, etc.– falta de formación y reciclajes anuales, revisiones médicas, atención psicológica tan necesaria en este sector; y por si esto fuera poco, exceso de horas, superando hasta hace unos meses las 2.300 anuales, cobrando 1100 euros netos mensuales en el mejor de los casos. En Araba, hasta hace escasamente un año había 7 convenios diferentes para aplicar a los 130 trabajadores que componen la RTSU, (Red de Transporte Sanitario Urgente), convenios que arrastran de atrás, pactos y convenios de empresa, y en muchos casos el convenio estatal, que al tener unos contenidos mínimos nos obligaba a meter muchas más horas de las que se trabajaban para poder incrementar un poco más la nómina. Todo esto a costa de no cumplir los descansos obligatorios y recomendados, generando cansancio físico y psíquico. Cualquier persona puede imaginar en qué condiciones conducimos a un paciente, muchas veces grave en esas jornadas inacabables.

Desde el sindicato LAB, junto con los demás sindicatos, recogimos todas las reivindicaciones pendientes que teníamos y tomamos la iniciativa de crear un convenio para el sector de ambulancias con dos reivindicaciones principales: dignificar las condiciones laborales y homogeneizarlas a todas las empresas de Euskadi. Años y luchas continuadas nos ha costado, pero al final hace solo unos meses conseguimos la firma del tan ansiado y necesario convenio.

Pero seguimos con la privatización, que ahora en este momento de alarma sanitaria que por desgracia nos ha tocado vivir, muestra más crudamente que el servicio prioriza el negocio a la salud.

Así, hemos llegado a cubrir las necesidades sanitarias de esta pandemia, con escasez o insuficiencia de EPIs, falta de información, nula formación para la colocación y retirada de éstos, el manejo de pacientes infectados, y por supuesto sintiéndonos siempre, porque así nos lo han hecho entender desde la administración y coordinación de emergencias, como los últimos monos de este circo, ya que entre otras muchas cosas han ido adecuando los protocolos al escaso material existente, en lugar de hacerlo al revés.

Estos protocolos que se iban cambiando de un día para otro, se notificaban tarde y mal, y en ocasiones no llegaban al total de los trabajadores, creando muchísima confusión y desconcierto, no sabiendo muchas veces cómo había que actuar.

Tenemos compañeros en cuarentena por haber estado en contacto con positivos, técnicos en emergencias que han sido infectados y están en casa, y otros que quizás lo sean y no lo sepan por que no se les ha realizado la prueba y están trabajando transmitiendo el virus sin saberlo.

Personal saturado física y psicológicamente por tanta carga de trabajo, en condiciones precarias, siempre con la tensión de si estarán contagiados o no, y si cuando acaben la guardia llegarán a casa poniendo en peligro a sus familias.

Compañeros y compañeras que en muchas ocasiones están comiendo a las 5 y las 6 de la tarde, sin tiempo para ducharse, o para realizar una correcta limpieza y desinfección propia, del vehículo, del material utilizado o de la propia base. Y es que al parecer lo que prima no es nuestra seguridad ni la del paciente, sino las estadísticas, las prisas y la improvisación, como la sustitución de una ambulancia de SVB o de infecciosos, dejando a la población de Vitoria-Gasteiz desprovista de unidades asistenciales, que de por si es escasa, ya que en este momento solo se dispone de 2 ambulancias de SVB por la noche para toda la capital. Y esto supone que en muchas ocasiones la zona rural tenga que cargar con este trabajo, reforzando la capital y dejando por tanto sin cubrir zonas como Legutiano, Murgia o Agurain.

No existe más que una ambulancia de infecciosos para todo Araba y como era de esperar no es suficiente. Por lo tanto se utilizan las habituales de SVB para realizar estos traslados, y muchas ocasiones, se solapan las urgencias unas con otras no teniendo tiempo de desinfectar el vehículo correctamente, para un nuevo traslado. En ocasiones, no se hace por la propia orden del centro coordinador de emergencias, ya que son los primeros en no cumplir sus propios protocolos, y dependiendo de quién coordine te aplican un protocolo u otro. Deberían unificar criterios para no crear confusión a los técnicos sanitarios, y trabajar todos de una misma forma y manera.

También se nota una importante falta de comunicación entre hospitales y ambulancias, no saben si llegas, cuándo llegas y qué traes. Tienen todos los boxes completos y no te recogen al paciente, teniendo que esperar dentro de la ambulancia en ocasiones 40 minutos hasta que lo recepcionan, con el sanitario acompañando al paciente, ya que no se le puede dejar solo. Y entre tanto van llegando más ambulancias, con más pacientes, y se produce un caos en el túnel de urgencias. Está muy mal coordinado y espero que en futuras ocasiones esto se mejore en beneficio de nuestra salud.

La pandemia ha puesto en evidencia la importancia de los servicios esenciales, tales como los sanitarios, médicos, enfermeras, limpiadoras, ambulancias, trabajadoras de residencias, etc.,  están siendo la primera línea de defensa de nuestra salud. Su esfuerzo incansable, su dedicación, muchas veces sin medios como se ha denunciado reiteradamente, se ha ganado el reconocimiento diario desde los balcones en todo el país. Pero esta situación también ha puesto de manifiesto la precarización generalizada, la destrucción sistemática del sector público a favor del negocio privado, la explotación laboral.

Los trabajadores y trabajadoras, y nuestras familias que representamos lo más vivo y productivo de la sociedad, vamos a exigir por medio de la lucha al Gobierno Vasco y a las Diputaciones, que estos servicios sean públicos, que ni un sólo euro de nuestros impuestos vaya al negocio privado, que se elimine la subcontratación de los servicios de salud, expulsando a los negociantes de los servicios públicos, y garantizando los puestos de trabajo. Solo así serán de calidad, satisfactorios para los usuarios de los servicios sanitarios y de las residencias, y para los propios trabajadores del sector.

Blanca Esther Iglesias

Delegada de LAB

Vitoria-Gasteiz 18 de Abril 2020

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