Análisis Político
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EDITORIAL DE "LUCHA DE CLASES" Nº 63 - Por primera vez tenemos un gobierno de coalición de izquierdas, tras la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno por apenas dos votos de diferencia. Esto es una expresión de la polarización extrema y del profundo abismo que separa hoy a la izquierda y a la derecha españolas, de un alcance no visto desde la II República.

La derecha y la reacción utilizaron todos los instrumentos que tenían a mano para tratar de impedirlo: llamamientos a un golpe de Estado, rezos en las Iglesias, insultos y amenazas a diputados de izquierda e independentistas, concentraciones, maniobras judiciales, amenazas empresariales de catástrofe económica, anuncios de “ruptura de España”, etc. Al final, todo fue en vano. Pero las familias trabajadoras deben retener un dato: quienes hablaban en nombre de “España” y “contra el separatismo” representaban el atraso, la corrupción y la explotación; y quienes de un modo u otro hicieron posible la formación de este gobierno de izquierdas, y las esperanzas de conseguir una vida más justa y democrática, fueron precisamente los independentistas catalanes, vascos y gallegos. Valga este dato para ponderar quiénes son realmente nuestros amigos y nuestros enemigos.

¿De quién es “España”?

Desde la tribuna parlamentaria, los dirigentes del PSOE y de UP, reprocharon a la derecha querer apropiarse de “España” y de las instituciones del Estado. Este reproche carece de fundamento. Efectivamente, España es suya. El Ibex35, las 100 grandes empresas que cotizan en la Bolsa de Madrid, y las 100 familias de la oligarquía que componen el grueso del accionariado de todas estas entidades, controlan el 85% de la riqueza del país. Todas las altas instituciones del Estado: judicatura, oficialidad del ejército, mandos policiales, Administración y cuerpo diplomático, se reclutan casi sin excepción de entre la burguesía y las capas adineradas de la pequeña burguesía. Por no hablar de la familia Borbón. El Estado, como institución, es suyo. Y están dispuestos a todo para defender sus privilegios, intereses y riquezas. De ahí la brutalidad, soberbia y violencia de su lenguaje y actitudes.

Cómo hacer que el gobierno cumpla con su programa

Sin embargo, la mayoría decisiva del país –en particular en la clase trabajadora, la juventud, los jubilados y las mujeres oprimidas– ven a este gobierno con una amplia simpatía. Debemos, por tanto, analizar el programa de gobierno presentado, cómo asegurar que se cumpla lo prometido, y las perspectivas que se abren.

El programa de gobierno contiene algunas medidas muy positivas, otras se quedan muy cortas, y las demás son meras declaraciones de buenas intenciones.

Se plantea derogar parcialmente la Reforma Laboral del PP (dar continuidad a los convenios hasta que se firme uno nuevo, eliminar el despido por baja laboral, prevalencia del convenio sectorial sobre el de empresa) con apenas unos retoques para el resto, subir el salario mínimo, derogar la “Ley Mordaza” y la reaccionaria ley educativa LOMCE, que la Religión carezca de validez académica, “facilitar” la recuperación de los bienes inmatriculados indebidamente por la Iglesia, actualizar las pensiones con el IPC por ley, liberar suelo público “disponible” para vivienda social, orientar el fondo de viviendas del SAREB al alquiler social, intervenir el mercado de subastas energéticas para reducir algo la factura de la luz, entre otras. Se incrementarán los ingresos por impuestos (alrededor de 5.000 millones de euros) haciendo que paguen más las empresas y las rentas de más de 130.000 euros. Lo fundamental en este punto es que el gobierno se compromete a acatar el tope del gasto que fije la UE, de manera que el gobierno ve limitada su capacidad financiera para abordar un plan de inversiones públicas y de gasto social que colme las necesidades existentes.

En Memoria Histórica hay un compromiso de rescatar de las cunetas los restos de las víctimas del franquismo y se establecerá una auditoría para conocer la expoliación de los bienes arrebatados a las víctimas del franquismo y sean devueltos a sus familiares.

La burguesía y el gobierno

Un sector de la burguesía, el más inteligente, es consciente de que es necesario otorgar algunas migajas a las familias trabajadoras y aliviar el malestar social, para conjurar una explosión social, que han tratado de evitar hasta ahora desviando las miradas hacia la cuestión catalana. Quisieran tener a mano una fuerza política burguesa confiable “moderada” como compañera de baile del PSOE, que mantuviera a Unidas Podemos alejada del gobierno. Pero, como ocurre en prácticamente todos los países de nuestro entorno, la burguesía ha perdido el control directo de sus partidos, llenos de arribistas mediocres e ignorantes, demagogos y aventureros. Ausente un “centro” político, debe aceptar a regañadientes el nuevo gobierno PSOE-UP, del cual no le inquieta tanto su programa económico y social como su capacidad de mantener a raya a la clase obrera y resistir su presión; para que, en caso de necesidad, el gobierno pase de las pequeñas reformas a las grandes contrarreformas.

Ganar la calle

Independientemente del alcance de este programa, que el propio Pablo Iglesias ha reconocido como “moderado”, lo fundamental es cómo garantizar que se lleve a cabo y que otras reivindicaciones para asegurar condiciones de vida dignas para las familias obreras en materia de vivienda, empleo y gasto social, se impongan a la agenda del gobierno. Y la única manera es la presión social y la movilización más extensa posible en la calle. Los sindicatos, las asociaciones de afectados por la hipoteca y de inquilinos, los jubilados, la juventud estudiantil, las asociaciones de derechos humanos y de memoria histórica, y la izquierda en general, deben aunar sus fuerzas con movilizaciones en la calle que tengan dos ejes: decirle ¡No pasarán! a la derecha, y exigir ya que se ponga plazo a las promesas y propuestas ¡Que el gobierno cumpla su propio programa, ampliado con las necesidades más acuciantes de las familias trabajadoras!

Hoy, la izquierda (estatal y nacionalista) tiene una mayoría sólida en el Congreso de 180 diputados. No hay excusas para no desmantelar toda la legislación reaccionaria pasada del PP y conquistar nuevos avances.

Una legislatura tormentosa

El nuevo gobierno PSOE-UP estará sometido a la presión de fuerzas telúricas. Si adopta una política de medias tintas sin resolver los principales problemas sociales y democráticos pendientes, si carece de la valentía para enfrentarse a los poderosos, si carece de la confianza necesaria en la clase trabajadora y vacila en movilizarla masivamente, eso frustraría las expectativas creadas e iniciaría el camino de su declive y aislamiento, lo que precipitaría un desencanto en millones de trabajadores que lo llevaría a la derrota.

Al final, el gran capital podría recurrir al boicot económico para tratar de poner de rodillas al gobierno, particularmente si la desaceleración económica, como es probable, se acentúa y reduce los márgenes de ganancias. El gobierno, apoyándose en la clase obrera, estará obligado a atacar los intereses de la clase capitalista, o someterse ante ésta.

La derecha ya ha pasado a la acción desde el primer día. PSOE y UP no pueden quedarse atrás, deben llamar a movilizaciones de masas, dos veces, tres veces más numerosas que la derecha, para mostrarle los puños.

La derecha también utilizará el aparato judicial, donde ha atrincherado en los últimos años a sus fieles. Cada auto judicial reaccionario de sus tribunales, debe ser acompañado igualmente de protestas de masas para desenmascararlos como agentes de la reacción, como organismos ilegítimos no sometidos a control popular alguno.

Un horizonte revolucionario

Hay que estar atentos al papel del monarca. Pablo Iglesias y Aitor Esteban, del PNV, estaban en lo cierto cuando señalaron en el debate de investidura el peligro que representa para la monarquía aparecer asociada a la derecha franquista del PP, Vox y Ciudadanos. Felipe VI se ha dejado querer por la derecha y la reacción, prácticamente desde su entronización. Y toda la situación, y la carencia de dirigentes en la derecha con autoridad, empujarán más y más a Felipe VI a ampliar su papel asociado a la ley y el orden. Y la impresión es que no le disgusta este papel.

Aparecen dibujados ya los perfiles que adquirirán, a medio y largo plazo, los desarrollos futuros de la lucha de clases y democrática en el Estado español: incremento del papel bonapartista de la monarquía, insolencia reaccionaria del aparato del Estado y de la jerarquía eclesiástica, codicia irrefrenable de la oligarquía económica.

Como en vísperas de los años 30, la clase trabajadora debe prepararse para acontecimientos revolucionarios decisivos que deben conducir a una república democrática y al socialismo, la base para establecer una federación voluntaria de repúblicas socialistas ibéricas. Hoy, la clase trabajadora, es mil veces más fuerte que hace 90 años y las bases de la reacción, pese a todo el ruido que hacen, son mucho más débiles. Debemos estar alerta para que estos acontecimientos no nos tomen de improviso.

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