Análisis Político
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Pedro Sánchez ha obtenido una victoria incontestable en las primarias del PSOE para la secretaría general del partido, consiguiendo más del 50% de los votos de la militancia, y lo ha hecho agitando la bandera de la izquierda, su oposición al PP y reclamando, de palabra, la necesidad de una mayoría de izquierdas para desalojar a la derecha. Llamativamente, el canto de "La Internacional" en todos sus actos, incluido ayer por la noche tras su declaración de victoria, se ha convertido en uno de los elementos simbólicos de su campaña y de su triunfo.

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Pedro Sánchez se ha impuesto en 15 de las 17 comunidades autónomas, más Ceuta y Melilla. Patxi López ganó en Euskadi, donde Sánchez consiguió un significativo apoyo del 40%. Susana Díaz sólo ha podido hacer ostentación de hegemonía en Andalucía donde, no obstante, la oposición a su izquierda –antes inexistente– ha conseguido agrupar un 37% de apoyo.

No se puede entender la victoria de Sánchez sin tener en cuenta el ambiente de radicalización y el giro a la izquierda de los sectores más vivos y dinámicos de la sociedad, fundamentalmente de la clase trabajadora y la juventud. Como en Podemos hace 3 meses, es el mismo ambiente que empujó a la victoria de Pablo Iglesias en el Congreso de Vistalegre. Por el contrario, los candidatos del ala de derechas de ambas organizaciones (Íñigo Errejón y Susana Díaz), apoyados por el establishment, sufrieron sendas derrotas.

La victoria de Sánchez ha resaltado en particular, y ha sido más difícil de prever, por el papel central que el PSOE ha jugado en las últimas décadas en la estabilidad del capitalismo español, y por la firmeza con que la clase dominante ha dominado la dirección del partido durante cerca de 40 años. Era difícil de prever hasta qué punto el giro a la izquierda en la sociedad había penetrado en las estructuras y en la militancia de un partido plagado de cargos públicos y arribistas, con años de inmersión en las instituciones del sistema. La victoria de Sánchez muestra cuán poderoso y profundo es el proceso de indignación y hartazgo de la clase trabajadora con la crisis del sistema capitalista y sus efectos, que ha permeado hasta los aparatos más burocráticos dentro de la izquierda.

Es indudable que la victoria de Sánchez ha sido vista con entusiasmo por las capas más avanzadas de la clase obrera, de la juventud, y por las capas progresistas de la clase media. Debilita a la derecha, al PP y a Ciudadanos, y al establishment. Éstos temen que un eventual eje Unidos Podemos-PSOE se transforme en una bola de nieve que acelere una crisis de gobierno en el PP, y se abra ante los ojos de los trabajadores y de la juventud la posibilidad real de un gobierno de la izquierda UP-PSOE.

Objetivamente, la victoria de Pedro Sánchez, con todas las vacilaciones y debilidades políticas del personaje, es un paso adelante muy positivo que debilita a la derecha y al régimen. La prueba más clara de ello es la editorial vitriólica que, con el título de El "Brexit" del PSOE, dedica hoy el panfleto llamado El País, a la victoria de Sánchez. El contenido de dicha editorial es una muestra de la desesperación de los sectores más perspicaces de la clase dominante que no pueden ocultar su conmoción, como se puede leer en el siguiente párrafo:

“Finalmente España ha sufrido también su momento populista. Y lo ha sufrido en el corazón de un partido esencial para la gobernabilidad de nuestro país, un partido que desde la moderación ha protagonizado algunos de los años más prósperos y renovadores de nuestra historia reciente. Lo mismo le ocurrió en los meses pasados al socialismo francés, que se encuentra al borde de la desaparición de la mano del radical Benoît Hamon. Y un desastre parecido se avecina en el laborismo británico, dirigido por el populista Jeremy Corbyn. Sería ilusorio pensar que el PSOE no está en este momento ante un riesgo de la misma naturaleza. En todos los casos, la demagogia —conocida en Podemos o Trump— de los de abajo contra los de arriba se ha impuesto a la evidencia de la verdad, los méritos y la razón. Debemos asumir que esto nos sitúa ante una situación muy difícil para nuestro sistema político”. (El "Brexit" del PSOE, El País, 22 mayo).

Y termina:

“Como demuestran las debacles electorales que sufren los socialistas en toda Europa, y como ya han experimentado los socialistas en España, los márgenes para la supervivencia y relevancia del proyecto que aspiran a encarnar son de por sí ya muy estrechos. En esas circunstancias, la confusión ideológica y el modelo de partido asambleario en el que se ha apoyado Sánchez fácilmente podrá desmovilizar aún más a sus votantes y alejar a los socialistas del poder” (Íbidem)

Justo es lo contrario, ha sido la implicación de los partidos socialistas en las políticas de ajuste y austeridad en toda Europa lo que explica la crisis histórica de la socialdemocracia. No es casualidad que la fuente de apoyo a Sánchez, aparte de lo más vivo de la militancia del partido, haya venido de los sectores medios y bajos del aparato que temían con razón una "pasokización" del PSOE; frente a los aparatos estatal y a la mayoría de los aparatos regionales que responden a la clase dominante. La siguiente fase será una aguda lucha interna para arrebatarle a este sector el control del partido y la resistencia de éste para mantener sus posiciones. El congreso del partido, previsto para dentro de un mes, será decisivo para comprobar la decantación final del PSOE hacia un lado u otro, con el sector de Sánchez fortalecido y el ala de la derecha en pronunciado declive.

Sin que la dirección de Unidos Podemos se lo hubiera propuesto, queda al albur de las hipótesis medir el impacto que la gran movilización de Unidos Podemos el sábado 20 de mayo en la Puerta del Sol, ha jugado en estimular el voto a Pedro Sánchez en algunas capas de la militancia, ensanchado su victoria sobre Susana Díaz. Esto es así porque no hay ninguna diferencia sustancial entre la base social y de clase de apoyo a Unidos Podemos y de apoyo al PSOE.

Frente a la pretensión de los dirigentes de Podemos, y de todas sus corrientes significativas, de que el eje izquierda-derecha había perdido significación política, la campaña victoriosa de Sánchez les ha dado un mentís rotundo, como siempre hemos defendido desde la corriente Lucha de Clases. Lejos de ser un eje arbitrario, dicho eje tiene un contenido de clase profundo, un eje de la clase trabajadora frente al gran capital, que está profundamente enraizado en la conciencia de las masas trabajadoras del Estado español.

Unidos Podemos debe evitar ver este resultado con las pequeñas lentes de aparato y sobreponerse a la natural suspicacia y desconfianza que la victoria de Sánchez haya podido producir en un primer momento en las capas más activas de sus organizaciones. Los dirigentes de Unidos Podemos deben enfocar estos resultados con el telescopio de lo que interesa a las masas más amplias de la clase obrera y de cómo éstas lo han percibido. UP debe saludar este resultado como algo positivo y demandar a Sánchez de manera amistosa que pase de las palabras a los hechos en la lucha contra el PP, comenzando por que apoye (y encabece si lo plantea) la moción de censura al PP. Debe instar a Sánchez a que el PSOE rompa sus relaciones políticas con Ciudadanos en la "oposición" parlamentaria, y que avance con UP en un frente común. Esa será la mejor manera de probar ante la base y los votantes del PSOE la seriedad y sinceridad de la oposición de Sánchez al gobierno de Rajoy. Esta será la mejor manera también de que UP tenga un eco amistoso mayor en las bases socialistas.

Si Unidos Podemos explota exitosamente las deficiencias y debilidades de Sánchez y su equipo, con una actitud amistosa y huyendo de la crítica estridente, podrá demostrar en los hechos que es el mejor y más consecuente oponente de la derecha, y podrá salir muy fortalecido en la actual situación, aunque a corto plazo las expectativas electorales del PSOE se incrementen significativamente.

La victoria de Sánchez también tendrá un efecto muy positivo en la llamada cuestión nacional. Su defensa, aunque ambigua y confusa, de la plurinacionalidad del Estado español es un golpe al nacionalismo españolista, y crea condiciones más favorables para que la defensa de los derechos democrático-nacionales de Catalunya, Euskadi y Galicia, incluido el derecho a la autodeterminación, encuentre un eco de apoyo creciente en el resto del Estado. Al mismo tiempo, esto debilita al nacionalismo burgués catalán y vasco que, cada vez más, está implicándose en la política reaccionaria de la derecha española, como se ha visto en el apoyo a los presupuestos del Estado y al decreto reaccionario de la estiba.

La situación que se abre en el panorama político español es apasionante. Unidos Podemos es el principal opositor al régimen y la clase dominante le ha declarado la guerra abierta desde el principio. Ahora, la clase dominante ha perdido, en principio y a la espera del desarrollo del congreso del PSOE en junio, el control directo de la dirección de este partido, que queda más expuesto a la influencia de la presión de la clase trabajadora y del marcaje por la izquierda que le haga Unidos Podemos. Por otro lado, la derecha ha comenzado su camino descendente y comienza a desprestigiarse rápidamente. La muleta de Ciudadanos ha quedado expuesta como lo que es, sosteniendo en solitario al gobierno reaccionario del PP. La izquierda en su conjunto sale fortalecida y la derecha debilitada.

Esta situación coincide con el comienzo de una reanimación de la movilización social y el inicio por primera vez en 8 años de la entrada en acción de la clase obrera con demandas ofensivas por cuestiones salariales, contra la precariedad laboral, etc., como demuestran las estadísticas del incremento de jornadas perdidas por huelga y de trabajadores implicados en las mismas.

Todo está preparado para nuevos giros y cambios bruscos y repentinos en la situación, incluida la posibilidad de una crisis de gobierno en los próximos meses y la convocatoria de elecciones anticipadas, que podría llevar a un triunfo claro de la izquierda en las mismas, una vez superados la pasividad y el desencanto de una capa amplia de trabajadores que optó por la abstención en las elecciones pasadas.

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